Criando a nuestros hijos en la disciplina e instrucción del Señor
Criando a nuestros hijos en la disciplina e instrucción del Señor
Esta es una serie de sermones acerca de la crianza de los hijos conforme a la Escritura. A través de esta serie, queremos tratar este tema detallada e intencionalmente porque nos preocupa la influencia que la cosmovisión secular está ejerciendo en los padres creyentes que adoptan postulados y principios que no tienen apoyo bíblico, o que son claramente opuestos a la Palabra de Dios.
Es bueno que toda la iglesia conozca de esto porque, de alguna u otra manera, todos estamos relacionados con niños o jóvenes (abuelos, tíos, primos, aspirantes a padres, maestros, y hasta vecinos y amigos) y nuestra cultura nos presenta muchas opiniones.
La Escritura es nuestro manual de fe y práctica. Ella es suficientes para ayudarnos a vivir una vida cristiana que agrade a Dios en toda sus áreas. No hay nada que sea necesario para nuestra salvación, para el desarrollo de nuestra vida espiritual, o para nuestro desempeño en este mundo como hijos de Dios, que no se encuentre en las Escrituras, implícita o explícitamente.
Fue llamado a salvación en algún momento de su adolescencia, pues su madre lo expuso desde pequeño a la Palabra de Dios. Siendo un adolescente le predicó el evangelio a otros jóvenes que posteriormente fundaron Iglesia Biblica del Señor Jesucristo en 1978.
Desde los inicios de nuestra iglesia, Marcos fue uno de sus jóvenes líderes, pasando algunos años de estudios teológicos formales entre el 1979 y 1980 en el Instituto Bíblico Quisqueyano. Fue elegido como diácono en febrero de 1987 y en abril de 2001 comenzó a formar parte del cuerpo de pastores de IBSJ. Ha dado clases del Antiguo Testamento en el Instituto Bíblico Logos.
Actualmente es responsable del grupo de jóvenes, imparte clases de escuela dominical, y predica. El pastor Marcos Peña está casado con Carmen Julia Linares y es padre de tres hijas: Ika Marcel, Jennifer, y Susan.
La Iglesia Biblica del Señor Jesucristo fue fundada en Santo Domingo, República Dominicana, el 13 de agosto de 1978, con la meta de glorificar al Dios de las Escrituras a través de la promoción de su adoración, la evangelización de los pecadores, y la edificación de los santos.
Para más información sobre la Iglesia Biblica del Señor Jesucristo, por favor visita su página web.
Todo lo que necesitamos saber como padres cristianos para educar a nuestros hijos en el Señor nos ha sido dado por Dios en su Palabra.
¿Cuál es el punto de partida en este tema? La necesidad que tienen nuestros hijos de aprender a respetar la autoridad. ¿Y por qué decimos esto? Porque, como criaturas de Dios, tienen la responsabilidad de obedecerlo en todo, y esto se aprende obedeciendo la autoridad visible y primaria de los padres.
Por otro lado, al tiempo que nuestros hijos crecen, no se someterán a nuestra autoridad si no entienden que deben someterse a Dios. La relación primaria del hombre con su Creador es la de obediencia.
Nuestros hijos deben ser entrenados para obedecer para su propio bien, pues no vienen inclinados naturalmente a la obediencia y esa inclinación sin trabajar los llevará a la condenación de sus almas eternas. Es nuestra responsabilidad usar la autoridad dada por Dios a los padres para cumplir ese propósito.
Como padres, ¿cómo hacer esto sin estar nosotros mismos bajo la autoridad de Dios? Es imposible criar bíblicamente a nuestros hijos sin conocer a Jesucristo.
La disciplina e instrucción paterna es para el beneficio de nuestros hijos. La pregunta que lógicamente sigue es: ¿cómo hacerlo? El “cómo” bíblico incluye dos elementos: comunicación y disciplina. Es decir, “vara y corrección”.
Esta comunicación no es solo instrucción o corrección. Debe incluir ánimo, aliento, súplica (Pr. 23:26), advertencia (no amenazas), amonestación, y oración. En ese sentido, es importante desarrollar una buena comunicación con nuestros hijos. Pero también necesitamos el uso de la vara.
No es una idea popular, pero es bíblica. Por tanto, todo padre no solo puede hacerlo, sino que tiene la responsabilidad de hacerlo. Ante una tarea tan trascendental, debemos prepararnos.
Recomiendo a los que están criando leer regularmente buenos libros cristianos acerca de la crianza. Nuestro ejemplo es vital. Y si hemos fallado, podemos pedir perdón y corregir lo deficiente. Cristo y su evangelio son la respuesta que más necesitamos.
A pesar de tener en las Escrituras, los elementos esenciales que necesitamos conocer para cumplir fielmente nuestra responsabilidad como padres, lo cierto es que, solemos ver a padres creyentes perdidos al respecto o, peor aún, seguros en patrones equivocados de crianza.
La realidad es que nos encontramos con grandes obstáculos al momento de poner en práctica los principios bíblicos. Si fuésemos a simplificarlo, diríamos que el principal obstáculo es el pecado: de nuestros hijos, de nosotros, y de los que nos rodean.
Sin embargo, saber solo esto no nos ayudaría mucho. Por tanto, en este vídeo queremos traer a su consideración algunos obstáculos específicos que deberemos enfrentar y vencer, con la ayuda del Espíritu de Dios, de su gracia, y de su Palabra.
Algunos provienen de factores externos y otros tienen que ver con nosotros mismos. El propósito de ver estos obstáculos no es terminar abrumados y aplastados como padres, sino más bien identificar aquellos que son una realidad en nuestra crianza y que posiblemente no estábamos viendo.
Recordemos que el Señor no solo nos ha dado la responsabilidad y la autoridad para enseñar a nuestros hijos, sino también la capacidad por su Espíritu para serles fiel a Él en todo.
En esta clase vamos a enfatizar la importancia de usar todos los recursos a nuestro alcance para tratar que la obediencia de nuestros hijos sea una obediencia de corazón. Esto hace una diferencia del cielo a la tierra. Estaremos usando amplia, pero no exclusivamente, un material de Tedd Tripp en su libro “Cómo Pastorear el corazón de su hijo”.
Tratar solo con la conducta de nuestros hijos es dificultar que vengan a los pies de Cristo. El evangelio es para pecadores caídos que necesitan un nuevo corazón. Dios quiere transformarnos, no solamente maquillarnos. Los verdaderos cambios ocurren de dentro hacia fuera, no de afuera hacia adentro.
El anhelo de nuestros corazones debe ser que nuestros hijos conozcan a Dios y a su Hijo Jesucristo, y vivan para su gloria. Y esto no ocurre solo con un cambio de conducta.
La forma en que criamos a nuestros hijos, y el precio en tiempo que estamos dispuestos a pagar, revela mucho de cuáles son nuestras verdaderas prioridades.
Una queja común de los padres respecto a sus hijos es que estos no hablan con ellos como ellos quisieran. Y normalmente la forma de expresarlo implica que es un problema en los hijos, no en los padres
Sin embargo, en la gran mayoría de los casos, esto no es verdad, pues normalmente los padres tenemos más responsabilidad de que esto sea así. A nosotros se nos da el privilegio y la responsabilidad de criarlos, guiarlos, y formarlos. Eso incluye desarrollar intencionalmente en ellos el hábito de la buena comunicación con nosotros.
Tener una buena comunicación con nuestros hijos es indispensable para cumplir nuestras responsabilidades ante Dios de guías, maestros, y modelos. Es también importante para crear un ambiente de armonía y camaradería en el hogar.
Pero la buena comunicación con nuestros hijos no surge sola. Se requiere de un esfuerzo intencional, consciente, y permanente. Se requiere de tiempo para compartir con ellos e intentar ganar sus corazones.
Si hemos fallado en esto, recordemos que siempre hay esperanza. Lo primero que debemos hacer es pedirle perdón al Señor y luego a ellos (aunque ellos posiblemente no lo entiendan) y empezar a poner en práctica los principios que veremos en este vídeo.
Adolescencia. Esta palabra asusta a muchos padres. Es la etapa de nuestros hijos comprendida entre la niñez y la adultez. No todos están de acuerdo acerca de los años que abarca. La Organización Mundial de la Salud dice que es entre los 10 y 19 años. Otras fuentes la extienden hasta los 21.
Al acercarnos a este tema tenemos dos opciones: argumentar de acuerdo a las estadísticas o estudios modernos, o ir a las Escrituras. Lo primero nos dice lo que es; lo segundo, lo que debe ser.
Debe ser una prioridad en nuestras vidas el relacionarnos activamente con nuestros hijos adolescentes. Solo nuestra relación con Dios y con nuestro cónyuge debe ir delante.
Examinemos donde está nuestro corazón al respecto. Si no está donde debería, corrijamos lo deficiente, pidamos perdón a Dios y a nuestros hijos, y empecemos a andar como debemos.
Los cristianos no escapan a la influencia de la cosmovisión de la generación en que les ha tocado vivir, a pesar de los principios claros e inmutables de la Palabra de Dios. Esto abarca todas las esferas de nuestras vidas, incluyendo el área de la crianza de nuestros hijos.
Vivimos en una cultura feminista y, por lo tanto, matriarcal. Sin embargo, cuando vamos a las Escrituras, vemos que el cristianismo es una religión patriarcal, centrada en el padre, no en la madre. Desde el principio se le otorgó el liderazgo y la responsabilidad final al esposo y padre.
El padre es el líder y cabeza, y la madre es su asistente con un rol indispensable y fundamental. Trabajan como un equipo, pero quien rendirá cuenta a Dios es el padre.
Dios diseñó al padre como el responsable y a su esposa como su asistente. Y Él ha dado al padre una enorme influencia sobre el corazón de sus hijos. Así que, en sentido general, como sea el padre así será la familia y así será la crianza.
Esto no significa que la labor de la madre es sin importancia, pues es crucial. Los hijos nacen varones y hembras, pero la masculinidad y la feminidad deben ser aprendidas.
Una forma de enseñar esto es volviendo a la verdad objetiva del evangelio. Las iglesias centradas en el verdadero evangelio son fábricas de masculinidad bíblica y la crianza bíblica también se desarrolla mejor en este contexto.
El tiempo de adoración familiar es también conocido como altar familiar o devocional familiar. Este es el tiempo que apartamos para ejercitarnos y desarrollar nuestra comunión con Dios como familia. Venimos a Él con reverencia, asombro, y honra; con gratitud por su amor; con confianza mediante Cristo, y con el ferviente deseo de tener comunión con Él.
Al igual que con el tiempo de devoción personal, debemos ser disciplinados y fieles, pues de lo contrario pondríamos en peligro nuestras almas y la de nuestros hijos. No hay excusas para la falta de cumplimiento de este deber. Digamos como Josué: “Yo y mi casa serviremos a Jehová”.