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El Marcionismo

Un recorrido panorámico por el nacimiento e influencia del marcionismo

En colaboración con BITE
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¿Qué es y cómo nació el marcionismo?

Acerca de esta clase

La iglesia cristiana de los primeros tres siglos sufrió una gran ola de herejías. De hecho, podríamos decir que es la época de la historia en la que los pastores, escritores, teólogos y apologistas estuvieron enfocados casi totalmente en atacar las herejías que se propagaban como un virus. Lo paradójico es que la gran mayoría de estas herejías han vuelto a surgir con el pasar de los siglos y siempre encuentran la manera de regresar y actualizarse.

Esto es especialmente cierto en el marcionismo, con su intención de eliminar al Dios enojado del Antiguo Testamento, su optimismo sobre la supuesta capacidad del hombre de ser mejor por sí mismo, y su afán por dejar de lado la Biblia que Jesús leyó.

Entonces, ¿quién era Marción y por qué su proyecto podría estar aún vigente?

Marción nació en Sinope, actual Turquía, en el año 85 d.C en la provincia norteña del Ponto en la costa del Mar Negro. Marción, era hijo de un obispo; era un hombre inteligente, capaz, duro, inflexible, vanidoso, rico y ambicioso. Se dirigió a Roma en algún momento entre el año 135 y el 139 d.C y fue aceptado como miembro en la iglesia de la ciudad. Incluso dio una gran ofrenda a la congregación: 200,000 sestercios, que podrían equivaler a más de cien salarios anuales del momento. Su paso por la iglesia en Roma, sin embargo, no duró mucho. Fue formalmente excomulgado en el año 144 d.C. y sus ofrendas se fueron con él.

Las razones por las que fue excomulgado fueron muchas y muy graves.

Durante casi un siglo después de su muerte, fue el hereje más reconocido de la iglesia, con la oposición de Policarpo que lo llamó el primogénito de Satanás, Justino Mártir, Ireneo, Clemente, Tertuliano, Hipólito y Orígenes. Fue uno de los pocos herejes que los cristianos griegos y latinos se unieron para condenar.

Después de su excomunión, viajó por el mundo como misionero con su peculiar versión del cristianismo. Y ganó muchos conversos. Según Tertuliano, Marción plantó iglesias como “las avispas hacen nidos”. La iglesia de Marción era rigurosa, exigente, bien organizada, y durante aproximadamente un siglo fue bastante exitosa.

Los errores teológicos de Marción tuvieron una raíz principal: él se negaba a creer que el Dios del Antiguo Testamento fuera el mismo que el Padre del Señor Jesucristo. Marción simplemente no podía creer en un Dios lleno de ira. Así que tiró el Antiguo Testamento y creó su propia versión del Evangelio de Lucas y versiones editadas selectivamente de las epístolas de Pablo. Cuando terminó con todo su trabajo de corte y pegado, Marción tenía el cristianismo que quería: un Dios de bondad y nada más; un mensaje de inspiración; una Biblia que eliminaba las partes incómodas sobre la ira de Dios y el infierno.

Para él, había una contradicción fundamental entre la ley y el amor, la justicia y la gracia. Marción pensaba que el verdadero cristianismo era defectuoso por las incompatibilidades en el corazón de su enseñanza. Su solución fue radical. Lo que había que hacer era una reafirmación de la fe, y para Marción esa reafirmación debía centrarse en lo que para él era el evangelio esencial, es decir, el amor, la misericordia y la compasión que se muestran en la vida y en las enseñanzas de Jesús. Esto, para él, era todo lo necesario, era el plan para una humanidad nueva y pura. Según Marción, no había otra base verdaderamente cristiana para la fe o la moralidad.

Según él lo veía, era necesario purgar el cristianismo de su tiempo para que el evangelio puro pudiera ser recibido en toda su simplicidad radical y apelar al corazón. Como la Biblia no tenía el Dios que él quería, Marción decidió hacer una supuesta “mejor” Biblia.

Y así el marcionismo sigue vivo. La idea de adaptar e incluso refundar el cristianismo para un nuevo tiempo, en tonos más suaves y complacientes, con mensajes centrados solamente en las enseñanzas sobre el amor de Jesús más que en su muerte llena de dolor y sacrificio, siempre serán populares.

Aquellos que solo predican de amor, cuyos sermones son terapéuticos y centrados en lo que el hombre puede lograr; que poco predican del infierno o del pecado, que no enseñan toda la Biblia sino solamente sus partes favoritas, y que definitivamente no quieren molestar a nadie con su mensaje, es probable que encuentren en Marción y en el marcionismo un gran eco de su entendimiento del evangelio.