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Preámbulo

Somos una comunidad de iglesias evangélicas profundamente comprometidas con la renovación de nuestra fe en el evangelio de Cristo y la reforma de nuestras prácticas de ministerio para conformarlas plenamente a las Escrituras. Tenemos una profunda preocupación por algunos movimientos dentro del evangelicalismo tradicional que parecen estar disminuyendo la vida de la iglesia y alejándonos de nuestras creencias y prácticas históricas. Por un lado, nos preocupa la idolatría del consumismo personal y la politización de la fe; por otro lado, nos perturba la aceptación sin oposición del relativismo teológico y moral. Estos movimientos han llevado a un fácil abandono tanto de la verdad bíblica como de una vida transformada tal y como manda nuestra fe histórica. No solo oímos hablar de estas influencias, sino que vemos sus efectos. Nos hemos comprometido a vigorizar las iglesias con una nueva esperanza y un gozo convincente sobre la base de las promesas recibidas por gracia solamente, por fe solamente, y en Jesucristo solamente.

Creemos que en muchas iglesias evangélicas existe un profundo y amplio consenso en cuanto a las verdades del evangelio. Sin embargo, a menudo vemos la celebración de nuestra unión con Cristo sustituida por las antiguas atracciones de poder y riqueza, o por retiros monásticos hacia el ritual, la liturgia y los sacramentos. Lo que reemplaza al evangelio nunca promoverá una fe de corazón misionero, anclada en la verdad duradera, que produce un discipulado dispuesto a soportar las pruebas del llamado del reino y el sacrificio. Deseamos avanzar en los caminos del Rey, siempre con el objetivo de dar apoyo, ánimo y educación en el evangelio, para que los líderes de las iglesias actuales, y los de la próxima generación, estén mejor equipados para alimentar sus ministerios con principios y prácticas que glorifiquen al Salvador, haciendo bien a aquellos por los que Él derramó su sangre.

Queremos generar un esfuerzo unido entre todos los pueblos – un esfuerzo celoso de honrar a Cristo y multiplicar sus discípulos, unidos en una verdadera coalición por Jesús. Tal misión común, fundamentada en las Escrituras, es el único futuro duradero para la iglesia. Esta realidad nos obliga a realizar esfuerzos junto a otras personas que tienen la convicción de que la misericordia de Dios en Cristo Jesús es nuestra única esperanza de salvación eterna. Deseamos defender este evangelio de manera clara, con compasión, coraje y gozo – uniendo alegremente corazones con hermanos creyentes de diferentes denominaciones, etnias y clases.

Nuestro deseo es servir a la iglesia que amamos invitando a todos nuestros hermanos y hermanas a unirse a nosotros en un esfuerzo por renovar la iglesia contemporánea en el antiguo evangelio de Cristo, para que podamos realmente hablar y vivir por él, de una forma claramente relevante a nuestra época. Como pastores, tenemos la intención de hacer esto en nuestras iglesias a través de los medios ordinarios de su gracia: la oración, el ministerio de la Palabra, el bautismo, la Cena del Señor y la comunión de los santos. Anhelamos trabajar con todos los que, además de abrazar la confesión y la visión establecida aquí, busquen el señorío de Cristo sobre toda su vida con una esperanza inmutable en el poder del Espíritu Santo para transformar individuos, comunidades y culturas. Adjuntamos nuestra Confesión de Fe y nuestra Visión Teológica para el Ministerio – una visión arraigada en las Escrituras y centrada en el evangelio.

Confesión de Fe

1. El Dios trino

Creemos en un Dios, que existe eternamente en tres personas igualmente divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que se conocen, se aman y se glorifican el uno al otro. Este Dios verdadero y vivo es infinitamente perfecto tanto en su amor como en su santidad. Él es el Creador de todas las cosas, visibles e invisibles y es por lo tanto digno de recibir toda la gloria y adoración. Inmortal y eterno, Él conoce de manera perfecta y exhaustiva el final desde el principio, sostiene y gobierna soberanamente sobre todas las cosas, y providencialmente trae a relucir sus buenos propósitos eternos para redimir a un pueblo para sí mismo y restaurar su creación caída, para la alabanza de su gloriosa gracia.

2. Revelación 
  

Dios ha revelado por gracia su existencia y poder en el orden creado, y se ha revelado supremamente a seres humanos caídos en la persona de su Hijo, el Verbo encarnado. Además, este Dios es un Dios que habla, quien por su Espíritu se ha revelado por gracia en palabras humanas. Creemos que Dios ha inspirado las palabras preservadas en las Escrituras, los sesenta y seis libros del Antiguo y Nuevo Testamento, que son tanto registro como instrumento de su obra salvífica en el mundo. Solamente estas escrituras constituyen la Palabra de Dios verbalmente inspirada, que es completamente autoritativa y sin error en sus escritos originales; completa en la revelación de su voluntad para salvación; suficiente para todo lo que Dios nos requiera creer y hacer; y final en su autoridad sobre cada esfera de conocimiento de la cual hable. Confesamos que tanto nuestra finitud como nuestra pecaminosidad imposibilitan la posibilidad de saber la verdad de Dios exhaustivamente, pero afirmamos que, iluminados por el Espíritu de Dios, podemos conocer la verdad revelada de Dios verdaderamente. La Biblia debe ser creída como instrucción de Dios en todo lo que enseña; obedecida como mandato de Dios en todo lo que requiere, y confiada como el compromiso de Dios en todo lo que promete. A medida que los hijos de Dios oyen, creen y practican la Palabra, son equipados como discípulos de Cristo y testigos del evangelio.

3. Creación de la humanidad 
  

Creemos que Dios creó a los seres humanos, hombre y mujer, a su propia imagen. Adán y Eva pertenecieron al orden creado que Dios mismo declaró como muy bueno, sirviendo como agentes de Dios para cuidar, administrar y gobernar la creación; viviendo en una comunión santa y dedicada a su Creador. Los hombres y las mujeres, creados igualmente a la imagen de Dios, gozan del mismo acceso a Dios por la fe en Cristo Jesús, y ambos están llamados a moverse más allá de la autocomplacencia pasiva hacia un compromiso significativo, tanto privado como público, en la vida familiar, de iglesia y cívica. Adán y Eva fueron creados para complementarse el uno al otro en una unión de una sola carne, que establece el único patrón normativo de relaciones sexuales para hombres y mujeres. Esta unión es tal que el matrimonio sirve en última instancia como tipo de la unión entre Cristo y su iglesia. En los propósitos sabios de Dios, los hombres y las mujeres no son simplemente intercambiables, sino que se complementan unos a otros en formas mutuamente enriquecedoras. Dios ordena que ellos asuman roles distintivos que reflejen la relación de amor entre Cristo y la iglesia: el marido ejercitando liderazgo de una manera que demuestre el cuidado y amor sacrificial de Cristo, y la esposa sometiéndose a su marido de forma que modele el amor de la iglesia por su Señor. En el ministerio de la iglesia se anima a los hombres y a las mujeres a que sirvan a Cristo y que se desarrollen a su máximo potencial en los múltiples ministerios del pueblo de Dios. El rol distintivo de liderazgo dentro de la iglesia dado a hombres calificados está fundamentado en la creación, la caída y la redención, y no debe ser ignorado por apelaciones a progresos culturales.

4. La Caída 
   

Creemos que Adán, creado a la imagen Dios, distorsionó esa imagen y echó a perder su bendición original –para sí mismo y para toda su progenie– por caer en el pecado a través de la tentación de Satán. Consecuentemente, todos los seres humanos están alejados de Dios, corrompidos en cada aspecto de su ser (p. ej., físicamente, mentalmente, intencionalmente, emocionalmente, espiritualmente), y condenados final e irrevocablemente a la muerte; fuera de la intervención de Dios, propia y llena de gracia. La necesidad suprema de todos los seres humanos es la reconciliación con Dios bajo cuya justa y santa ira estamos. La única esperanza de todos los seres humanos es el amor inmerecido de este mismo Dios, el único que puede rescatarnos y restaurarnos hacia sí mismo.

5. El plan de Dios

Creemos que desde toda la eternidad, Dios determinó en su gracia salvar a una gran multitud de culpables pecadores de cada tribu, lengua, pueblo y nación; y con este fin los conoció de antemano y los eligió. Creemos que Dios justifica y santifica a quienes por gracia tienen fe en Jesús, y que él un día los glorificará; todo para la alabanza de su gloriosa gracia. En amor, Dios ordena e implora a toda persona a arrepentirse y a creer, habiendo fijado su amor salvífico sobre aquellos a quienes Él ha elegido, y habiendo ordenado a Cristo para ser su Redentor.

6. El evangelio 
   

Creemos que el evangelio son las buenas noticias de Jesucristo—la sabiduría misma de Dios. Completa locura para el mundo, aun cuando es el poder de  Dios para los que son salvados. Estas buenas noticias son cristológicas, centradas en la cruz y la resurrección: el evangelio no se proclama si no se proclama a Cristo, y el Cristo auténtico no se ha proclamado si su muerte y resurrección no son centrales (el mensaje es “Cristo murió por nuestros pecados. . . [y] fue levantado”). Estas buenas noticias son bíblicas (su muerte y resurrección son según las Escrituras), teológicas y salvíficas (Cristo murió por nuestros pecados, para reconciliarnos con Dios), históricas (si los eventos salvíficos no sucedieron, nuestra fe queda sin valor, todavía estamos en nuestros pecados y seríamos los más dignos de lástima entre todos), apostólicas (el mensaje fue confiado y transmitido por los apóstoles, quienes fueron testigos de estos acontecimientos salvíficos), e intensamente personales (donde sea recibidos, creídos y retenidos firmemente, los individuos son salvados).

7. La obra redentora de Cristo

Creemos que, movido por amor y en obediencia a su Padre, el Hijo eterno se hizo humano: el Verbo se hizo carne, completamente Dios y completamente humano, una persona en dos naturalezas. El hombre Jesús, el Mesías prometido de Israel, fue concebido por la obra milagrosa del Espíritu Santo y nació de la virgen María. Él obedeció perfectamente a su Padre celestial, vivió una vida sin pecado, hizo señales milagrosas, fue crucificado bajo Poncio Pilato, se levantó físicamente de entre los muertos al tercer día y ascendió al cielo. Como el Rey mediador, Él está sentado a la diestra de Dios Padre, ejercitando en el cielo y en la tierra toda la soberanía de Dios, y es nuestro supremo sacerdote y abogado justo. Creemos que por su encarnación, vida, muerte, resurrección y ascensión, Jesucristo actuó como nuestro representante y substituto. él hizo esto para que en él podamos ser la justicia Dios: en la cruz él canceló el pecado, propició a Dios y, llevando la pena completa de nuestros pecados, reconcilio con Dios a todos los que creen. Por su resurrección, Cristo Jesús fue vindicado por su Padre, rompió el poder de la muerte y derrotó a Satanás, quien tuvo una vez poder sobre ella, y trajo vida eterna a todo su pueblo. Por su ascensión, él ha sido exaltado para siempre como Señor y ha preparado un lugar para que estemos con él. Creemos que la salvación no se encuentra en ningún otro, por cuanto no hay otro nombre bajo cielo por el cual podamos ser salvos. Debido a que Dios eligió las cosas humildes de este mundo, las cosas despreciadas, las cosas que no son, para anular las cosas que son, ningún ser humano jamás puede jactarse ante él. Cristo Jesús se ha hecho para nosotros la sabiduría de Dios, es decir, nuestra justicia, santidad y redención.

8. La justificación de los pecadores 
   

Creemos que Cristo, por su obediencia y muerte, canceló completamente la deuda de todos aquellos que son justificados. Por su sacrificio, él cargó en nuestro lugar el castigo que merecían nuestros pecados, haciendo a nuestro favor una satisfacción apropiada, verdadera y completa a la justicia de Dios. Por su obediencia perfecta él satisfizo las demandas justas de Dios a nuestro favor, y solamente por fe esa obediencia perfecta es acreditada a todos los que confían solo en Cristo para su aceptación ante Dios. Ya que Cristo fue dado por el Padre por nosotros, y su obediencia y castigo fue aceptado en lugar del nuestro, libremente y no por cosa alguna en nosotros, esta justificación es únicamente por gracia gratuita, de modo que tanto la exacta justicia y la rica gracia de Dios pudieran ser se glorificadas en la justificación de pecadores. Creemos que un celo por la obediencia personal y pública fluye de esta justificación gratuita.

9. El poder del Espíritu Santo 
   

Creemos que esta salvación, atestiguada en toda la Escritura y asegurada por Jesucristo, es aplicada a su pueblo por el Espíritu Santo. Enviado por el Padre y el Hijo, el Espíritu Santo glorifica al Señor Jesucristo y, como el “otro” Paracleto, está presente con y en los creyentes. Él convence al mundo de pecado, justicia y juicio; y por su poderosa y misteriosa obra regenera a pecadores espiritualmente muertos, despertándolos al arrepentimiento y a la fe; bautizándolos en unión con el Señor Jesús, de tal modo que son justificados ante Dios por gracia solamente, por fe solamente y en Jesucristo solamente. Por la obra del Espíritu, los creyentes son renovados, santificados y adoptados en la familia de Dios; participan en la naturaleza divina y reciben sus dones soberanamente distribuidos. El Espíritu Santo es en sí mismo el depósito de la herencia prometida. Y en esta era, el Espíritu habita, guía, instruye, equipa, revive y capacita a creyentes para vivir y servir en imitación de Cristo.

10. El reino de Dios 
   

Creemos que los que han sido salvados por la gracia de Dios a través de la unión con Cristo por fe y por la regeneración por el Espíritu Santo entran en el reino del Dios y se deleitan en las bendiciones del nuevo pacto: el perdón de pecados, la transformación interna que despierta un deseo de glorificar, confiar y obedecer a Dios, y el prospecto de la gloria que ha de ser revelada. Las buenas obras constituyen evidencia imprescindible de la gracia salvadora. Viviendo como sal en un mundo que está decayendo y luz en un mundo que está oscuro, los creyentes no deben ni retirarse en separación del mundo, ni hacerse indistinguibles de él. Más bien, debemos hacer bien a la ciudad, porque toda la gloria y el honor de las naciones deben ser ofrecidos al Dios vivo. Reconociendo de quién es el orden creado, y debido a que somos ciudadanos del reino de Dios, debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, haciendo bien a todos, especialmente a los que pertenecen a la casa de Dios. El reino de Dios, ya presente pero no realizado completamente, es el ejercicio de la soberanía de Dios en el mundo hacia la eventual redención de toda la creación. El reino de Dios es un poder que invade y arrasa con el reino oscuro de Satanás, y regenera y renueva a través del arrepentimiento y la fe las vidas de individuos rescatados de ese reino. Por lo tanto, el reino de Dios establece inevitablemente una nueva comunidad de vida humana unida al amparo de Dios.

11. El pueblo nuevo de Dios 
   

Creemos que el pueblo del nuevo pacto de Dios ya ha venido a la Jerusalén celestial; ya están sentados con Cristo en los cielos. Esta iglesia universal es manifiesta en iglesias locales de las cuales Cristo es la única cabeza. Así, cada “iglesia local” es, de hecho, la iglesia—la casa de Dios, la asamblea del Dios vivo—el pilar y fundamento de la verdad. La iglesia es el cuerpo de Cristo, la niña de sus ojos, grabada en sus manos y Él se ha comprometido con ella por siempre. La iglesia se distingue por su mensaje del evangelio, sus ordenanzas sagradas, su disciplina, su gran misión y, sobre todo, por su amor por Dios y por el amor mutuo de sus miembros y por el mundo. Crucialmente, este evangelio que atesoramos tiene dimensiones personales y corporativas, ninguna de las cuales pueden ser pasadas por alto. Cristo Jesús es nuestra paz: él no solo ha traído paz para con Dios, pero también paz entre gente enajenada. Su propósito era crear en sí mismo una nueva humanidad, así haciendo la paz, y en un cuerpo reconciliar el judío y gentil con Dios a través de la cruz, por la cual él puso muerte a su hostilidad. La iglesia sirve como señal del nuevo mundo futuro de Dios cuando sus miembros viven para el servicio de unos a otros y sus vecinos, en vez del egoísmo. La iglesia es el lugar donde habita corporativamente el Espíritu de Dios y es el testimonio continuo de Dios en el mundo.

12. El bautismo y la Cena del Señor 
   

Creemos que el bautismo y la Cena del Señor son ordenados por el mismo Señor Jesús. Lo primero está relacionado a la entrada en la nueva comunidad del pacto; lo segundo con la continua renovación del pacto. Ambos son simultáneamente la promesa de Dios para nosotros, medios de gracia divinamente ordenados, nuestros votos públicos de sumisión al que fue crucificado y ahora resucitado Jesucristo; y anticipaciones de su retorno y la consumación de todas las cosas.

13. La restauración de todas las cosas 
   

Creemos en el retorno personal, glorioso y físico de nuestro Señor Jesucristo con sus santos ángeles, cuando Él ejercitará su rol como juez final y su reino será consumado. Creemos en la resurrección corporal del justo y el injusto—el injusto para juicio y castigo consciente y eterno en el infierno, como nuestro Señor mismo enseñó, y el justo para eterna felicidad en presencia de aquel que se sienta en el trono y del Cordero, en el cielo nuevo y la tierra nueva, el hogar de la justicia. En ese día la iglesia será presentada intachable ante Dios por la obediencia, sufrimiento y triunfo de Cristo; habiendo sido todo pecado purgado y sus efectos miserables eliminados por siempre. Dios será todo en todo, y su pueblo estará asombrado por la inmediatez de su inefable santidad y todo será para la alabanza de su gloriosa gracia.

Visión teológica para el ministerio.

Lo siguiente no es un bosquejo de nuestras creencias doctrinales (véase la Confesión de Fe), solamente una declaración de cómo nos proponemos ejercer el ministerio cristiano e interactuar con nuestra cultura con fidelidad bíblica y teológica.

I. ¿Cómo debemos responder a la crisis cultural sobre la verdad? (El asunto epistemológico)

Por cientos de años, desde el amanecer del periodo de la Ilustración, era ampliamente reconocido que “la verdad”—expresada en palabras que corresponden sustancialmente a la realidad—existía y podía ser conocida. Se creía que la razón humana era capaz de conocer la verdad objetivamente y sin ayuda. Más recientemente, el postmodernismo ha criticado este conjunto de presuposiciones, contendiendo que no somos realmente objetivos en nuestra búsqueda de conocimiento, sino que interpretamos la información a través de nuestras experiencias personales, interés propio, emociones, prejuicios culturales, limitaciones del lenguaje y las relaciones comunitarias. El reclamo de la objetividad es arrogante, el postmodernismo nos dice, y conduce inevitablemente a conflictos entre comunidades que poseen opiniones diferentes en cuanto a dónde yace la verdad. Tal arrogancia, según se argumenta, explica en parte muchas de las injusticias y guerras de la era moderna. Sin embargo, la respuesta del postmodernismo es peligrosa en otra manera: sus voces más estridentes insisten en que los reclamos de verdad objetiva sean substituidos por una humildad más “tolerante” y un pluralismo subjetivo inclusivista y diverso; un pluralismo a menudo hundido en un pantano que no puede permitir ninguna tierra firme para “la fe que fue confiada una vez a todos los santos”. Tal postura no tiene ningún lugar para la verdad que corresponde a la realidad, sino simplemente un arsenal de verdades formadas subjetivamente. ¿Cómo debemos responder a esta crisis cultural sobre la verdad?

  1. Afirmamos que la verdad es correspondencia con la realidad. Creemos que el Espíritu Santo, que inspiró las palabras de los apóstoles y de los profetas también habita en nosotros, de modo que aquellos que hemos sido creados a la imagen de Dios podemos recibir y entender las palabras de las Escrituras reveladas por Dios, y comprender que las verdades de las Escrituras corresponden con la realidad. Las declaraciones de las Escrituras son verdaderas, precisamente porque son declaraciones de Dios y corresponden a la realidad, aun cuando nuestro conocimiento de esas verdades (e incluso nuestra capacidad de verificarlas para otros) es siempre y necesariamente incompleto. La creencia de la Ilustración en un conocimiento totalmente objetivo hizo un ídolo de la pura razón humana. Pero el negar la posibilidad de un conocimiento puramente objetivo no significa la pérdida de la verdad que corresponde a la realidad objetiva, aun si uno nunca pueda saber tal verdad sin un elemento de subjetividad. Véase la DC – (2).
  2. Afirmamos que la verdad es comunicada por la Escritura. Creemos que la Escritura es dominantemente proposicional y que todas las declaraciones de la Escritura son totalmente verdaderas y autoritarias. Pero la verdad de la Escritura no se puede agotar en una serie de proposiciones. Esta existe en géneros narrativos, metáforas y de poesía que no son destilables completamente en proposiciones doctrinales, pero con todo, nos transmiten la voluntad y la mente de Dios para cambiarnos a su semejanza.
  3. Afirmamos que la verdad es correspondencia de vida con Dios. La verdad no es sólo una correspondencia teórica pero también una relación de pacto. La revelación bíblica no es sólo para ser conocida, sino para ser vivida (Dt 29:29). El propósito de la Biblia es producir sabiduría en nosotros—una vida sometida enteramente a la realidad de Dios. Entonces, la verdad es la correspondencia entre nuestras vidas enteras y el corazón de Dios, a través de la mediación de la Palabra y el Espíritu. Eliminar la naturaleza proposicional de la verdad bíblica debilita seriamente nuestra capacidad de sostener, defender y explicar el evangelio. Pero hablar de la verdad solamente como proposiciones debilita nuestra apreciación del Hijo encarnado como el Camino, la Verdad, y la Vida; y el poder comunicativo de la narrativa e historia, al igual que la importancia de la verdad como el vivir verdaderamente en correspondencia a Dios.

II. ¿Cómo nos moldea esta visión de la verdad?

  1. Nosotros adoptamos una teoría de correspondencia de la verdad “mitigada”, que es menos triunfalista que la de algunos en el antiguo movimiento evangélico. Pero también rechazamos una visión de la verdad que considera lo verdadero como nada más que un lenguaje internamente coherente de una comunidad de fe en particular. De modo que mantenemos, con lo que esperamos sea una humildad apropiada, el principio de sola Scriptura.
  2. Aunque la verdad es proposicional, no es solo algo para ser creído, sino también para ser recibida en adoración y practicada en sabiduría. Este balance forma nuestra comprensión del discipulado y la predicación. Deseamos alentar a una pasión por la sana doctrina, pero sabemos que el crecimiento cristiano no es simplemente transmisión cognitiva de información. El crecimiento cristiano ocurre solamente cuando la vida entera es formada por prácticas cristianas en la comunidad—incluyendo la oración, el bautismo, la Cena del Señor, la hermandad y el ministerio público de la Palabra.
  3. Nuestro conocimiento teórico de la verdad de Dios es sólo parcial aun cuando es correcto, pero podemos tener certeza de que lo que la Palabra nos dice es verdad (1:4). Es a través del Espíritu Santo que recibimos las palabras del evangelio con completa seguridad y convicción (1 Ts. 1:5).

III. ¿Cómo debemos leer la Biblia? (El asunto hermenéutico)

  1. Leyendo “a lo largo” de toda la Biblia. Leer a lo largo de toda la Biblia es discernir la línea central básica de la Biblia como la historia de redención de Dios (p.ej., Lucas 24:44), así como los temas de la Biblia (p.ej., pacto, reinado, templo) que corren a través de cada etapa de la historia y cada parte del canon, culminando en Jesucristo. En esta perspectiva, el evangelio aparece como creación, caída, redención y restauración. Esto resalta el propósito de la salvación, es decir, una creación renovada. Como confesamos en CF- (1), [Dios] providencialmente trae a relucir sus buenos propósitos eternos para redimir a un pueblo para sí mismo y restaurar su creación caída, para la alabanza de su gloriosa gracia.
  2. Leyendo “a través” de toda la Biblia. Leer a través de toda Biblia es recoger sus declaraciones, llamados, promesas y reclamos de verdad en categorías de pensamiento (p.ej., teología, cristología, escatología) y llegar a una comprensión coherente de lo que enseña resumidamente (p.ej., Lucas 24:46 – 47). En esta perspectiva, el evangelio aparece como Dios, pecado, Cristo, fe. Se resaltan los medios de la salvación, es decir, la obra de substitución de Cristo y nuestra responsabilidad de abrazarlo por fe. Como confesamos en CF- (7), Jesucristo actuó como nuestro representante y substituto, para que en él podamos ser la justicia Dios.

IV. ¿Cómo nos forma esta lectura de la Biblia?

  1. Muchos hoy día (pero no todos) que se concentran en la primera de estas dos maneras de leer la Biblia—es decir, leyendo a lo largo de la Biblia—hacen énfasis en los aspectos más corporativos del pecado y la salvación. La cruz es considerada principalmente como un ejemplo de servicio sacrificial y una derrota de los poderes mundanos, en vez de substitución y propiciación por nuestros pecados. Irónicamente, este acercamiento puede ser muy legalista. En vez de llamar a la gente a una conversión individual a través de un mensaje de gracia, la gente es llamada a unirse a la comunidad cristiana y al programa del reino de lo que Dios está haciendo para liberar el mundo. El énfasis está en el cristianismo como una manera de vida, perdiendo así el estado de ser comprados por la sangre Cristo, y estar en Cristo, que se recibe por la fe personal. En este desequilibrio hay poco énfasis en un vigoroso evangelismo y apologética, en la predicación expositiva y en las marcas y la importancia de la conversión/nuevo nacimiento.
  2. Por otra parte, el antiguo movimiento evangélico (aunque no del todo) tendió a leer a través de la Biblia. Consecuentemente era más individualista, centrándose casi totalmente en la conversión personal y el paso seguro al cielo. También su predicación, aunque expositiva, era a veces moralista, y no acentuó cómo todos los temas bíblicos culminan en Cristo y su obra. En este desequilibrio hay poco o nada de énfasis en la importancia del trabajo por la justicia y la misericordia por los pobres y los oprimidos; y en la producción cultural que glorifica a Dios en las artes, los negocios, etc.
  3. No creemos que en la mejor práctica estas dos maneras de leer la Biblia sean contradictorias, aun cuando hoy muchos las contraponen. Creemos que, por el contrario, las dos, en su mejor ejercicio, son integrales para comprender el significado del evangelio bíblico. El evangelio es la declaración que a través de la muerte y la resurrección de Jesucristo, Dios ha venido a reconciliar a individuos por su gracia y a renovar el mundo entero por y para su gloria.

V. ¿Cómo debemos relacionarnos con la cultura a nuestro alrededor? (El asunto de la contextualización)

  1. Siendo una contra-cultura. Queremos ser una iglesia que no solo da apoyo a cristianos individuales en su caminar personal con Dios, sino que también los forma hacia la sociedad humana alterna que Dios crea por su Palabra y Espíritu. (Véase abajo el punto 5c.)
  2. Por el bien común. No es suficiente que la iglesia confronte los valores de la cultura dominante. Debemos ser una contra-cultura para el bien común. Queremos ser radicalmente distintos a la cultura alrededor nuestro, y sin embargo, desde esa identidad distintiva, debemos servir al prójimo de una manera sacrificial, e incluso a nuestros enemigos; trabajando para el florecimiento de la gente, tanto aquí y ahora, como en la eternidad. Por lo tanto, no vemos nuestros servicios corporativos de adoración como el punto primario para conectar con la gente afuera. Más bien, esperamos encontrarnos con nuestro prójimo a medida que trabajamos por su paz, seguridad y bienestar, amándolos en palabra y hecho. Si hacemos esto seremos “sal” y “luz” en el mundo (sosteniendo y mejorando las condiciones de vida; demostrando al mundo la gloria de Dios por nuestros patrones de vida;  5: 13-16). Así como los exiliados judíos fueron llamados a amar y a trabajar por el shalom de Babilonia (Jr 29: 7), los cristianos son también el pueblo de Dios “en exilio” (1 P 1:1; Santiago 1:1). Los ciudadanos de la ciudad de Dios deben ser los mejores ciudadanos posibles de su ciudad terrenal (Jr 29: 4-7). No somos ni muy optimistas ni pesimistas acerca de nuestra influencia cultural, porque sabemos que a medida que caminamos en los pasos de Aquel que entregó su vida por sus opositores, recibiremos persecución aun mientras tenemos un impacto social (1 P 2: 12).

VI. ¿Cómo nos forma esta relación con la cultura?

  1. Creemos que cada expresión del cristianismo es necesariamente y correctamente contextualizada, a cierto grado, a la cultura humana en particular; no hay tal cosa como una expresión universal del cristianismo que no esté anclada en la historia. Pero nunca queremos ser tan afectados por nuestra cultura que comprometamos las verdades del evangelio. ¿Cómo entonces mantenemos nuestro balance?
  2. La respuesta es que no podemos “contextualizar” el evangelio en el abstracto, como un experimento de ideas. Si una iglesia busca ser una contra-cultura por el bien temporal y eterno de la gente, se protegerá a sí misma contra el legalismo—que puede acompañar un retiro indebido de la cultura— y contra el compromiso que viene con la sobre-adaptación. Si buscamos servicio en vez de poder, podremos tener un impacto cultural significativo. Pero si buscamos el poder directo y el control social, irónicamente seremos asimilados a las mismas idolatrías de riqueza, estatus y poder que intentamos cambiar.
  3. El evangelio en sí mismo tiene la llave para una contextualización apropiada. Si sobre-contextualizamos, esto sugiere que deseamos demasiado la aprobación de la cultura de recepción. Esto delata una carencia de confianza en el evangelio. Si no contextualizamos, esto sugiere que queremos los atavíos de nuestra propia subcultura demasiado. Esto delata una carencia de humildad evangélica y una carencia de amor para con nuestro prójimo.

VII. ¿De qué manera es el evangelio único?

  1. Este evangelio llena a los Cristianos de humildad y esperanza, mansedumbre y valor, de una manera única. El evangelio bíblico difiere marcadamente de religiones tradicionales así como del secularismo. Las religiones funcionan bajo el principio: “Yo obedezco, por lo tanto soy aceptado.” Pero el principio del evangelio es: “Soy aceptado a través de Cristo, por lo tanto obedezco.” Así que el evangelio difiere tanto de la irreligiosidad como de la religión. Usted puede intentar ser su propio “señor y salvador” rompiendo la ley de Dios, pero usted también lo puede hacer guardando la ley para ganar su salvación.
  2. La irreligiosidad y el secularismo tienden a inflar una “autoestima” autosuficiente y sin crítica. La religión y el moralismo aplastan a la gente bajo la culpabilidad de estándares éticos que son imposibles de mantener. El evangelio, sin embargo, nos hace humildes y nos afirma al mismo tiempo, puesto que en Cristo cada uno de nosotros es simultáneamente justo y todavía un pecador. Al mismo tiempo, tenemos más defectos y pecaminosidad de lo que nunca nos atrevimos a creer. Sin embargo, somos más amados y aceptados de lo que jamás nos hemos atrevido a anhelar.
  3. El secularismo tiende a convertir a las personas en egoístas e individualistas. La religión y la moralidad en general tienden a formar a la gente para que sean tribales y orgullosos hacia otros grupos (puesto que su salvación, piensan ellos, se ha ganado por sus logros). Pero el evangelio de la gracia, centrado en un hombre muriendo por nosotros cuando éramos sus enemigos, quita la autosuficiencia y el egoísmo; y torna a sus miembros a servir a otros, tanto para el desarrollo temporal de toda persona, especialmente los pobres, como para su salvación. El evangelio nos mueve a servir a otros independientemente de sus méritos, así como Cristo nos sirvió (Mr 10:45).
  4. El secularismo y la religión conforman a la gente a normas de comportamiento a través del temor (de consecuencias) y el orgullo (un deseo por el auto engrandecimiento). El evangelio mueve a las personas a la santidad y al servicio por la alegría y gratitud de la gracia, y por el amor de la gloria de Dios por quién él es en sí mismo.

VIII. ¿Qué es un ministerio centrado en el evangelio?

Se caracteriza por:

  1. Adoración corporativa fortalecida. El evangelio cambia nuestra relación con Dios de una de hostilidad o simple conformidad, a una de intimidad y de alegría. Por lo tanto, la dinámica central del ministerio centrado en el evangelio es la adoración y la oración ferviente. En la adoración corporativa el pueblo de Dios recibe una visión del valor y la belleza de Dios que transforma la vida, y luego le devuelve a Dios expresiones apropiadas de su valor. En el corazón de la adoración corporativa está el ministerio de la Palabra. La predicación debe ser expositiva (explicando el texto de la Escritura) y Cristo-céntrica (exponiendo todos los temas bíblicos como culminando en Cristo y su obra de salvación). Sin embargo, su meta final no es simplemente enseñar sino conducir a los oyentes a la adoración—de manera individual y corporativa—que fortalece a su ser interno para hacer la voluntad de Dios.
  2. Efectividad evangelística. Debido a que el evangelio (a diferencia del moralismo religioso) produce personas que no desprecian a aquellos que difieren de ellos, una iglesia verdaderamente centrada en el evangelio debe estar llena de miembros que sabiamente interactúan con las esperanzas y las aspiraciones de la gente con el mensaje de Cristo y su obra salvífica. Tenemos una visión de una iglesia que ve conversiones de ricos y de pobres, altamente educados y menos educados, hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, casados y solteros, y de todas las razas. Esperamos atraer a gente altamente secular y postmoderna, así como alcanzar a gente religiosa y tradicional. Debido a lo atractivo de su comunidad y la humildad de su gente, una iglesia centrada en el evangelio debe encontrar a gente en su medio que están explorando e intentado entender el cristianismo. Debe darles la bienvenida en centenares de maneras. Hará poco el hacerlos sentir “cómodos”, pero hará mucho hacer que su mensaje sea entendible. Además de todo esto, las iglesias centradas en el evangelio tendrán una inclinación en cuanto a la plantación de iglesias como uno de los medios más eficaces para el evangelismo.
  3. Comunidad contra-cultural.
Debido a que el evangelio quita el temor y el orgullo, gente que nunca se hubiera relacionado fuera de la iglesia, se debe relacionar bien dentro de la iglesia. Debido a que el evangelio nos dirige hacia un hombre que murió por sus enemigos, el evangelio crea relaciones de servicio, en vez de egoísmo. Dado que el evangelio nos llama a la santidad, el pueblo de Dios vive con enlaces de amor de mutua responsabilidad y disciplina. Así, el evangelio crea una comunidad humana radicalmente diferente a cualquier sociedad de alrededor. Con respecto al sexo, la iglesia debe evitar la idolatría sexual de la sociedad secular y el temor de la sociedad tradicional. Es una comunidad que ama y se preocupa tanto por sus miembros de forma práctica que la castidad bíblica tiene sentido. Enseña a sus miembros a conformar su ser corporal a la forma del evangelio: la abstinencia fuera del matrimonio heterosexual, y fidelidad y alegría en el matrimonio. Con respecto a la familia, la iglesia debe afirmar la integridad del matrimonio entre un hombre y una mujer, llamándoles a servir a Dios reflejando su amor de pacto con una lealtad de vida, y enseñando sus principios a sus niños. Pero también se afirma la integridad de servir a Cristo como solteros, ya sea por un tiempo o por una vida. La iglesia debe rodear a todas las personas que sufren de la caída de nuestra sexualidad humana como una comunidad y familia compasiva. Con respecto al dinero, los miembros de la iglesia deben practicar un compartir económico radical unos con otros—de forma que “no hay ningún necesitado entre ellos” (Hechos 4:34). Tal compartir también promueve un compromiso radical de generosidad de tiempo, dinero, relaciones, un espacio de vida para la justicia social y las necesidades de los pobres, los oprimidos, el inmigrante y el débil económica y físicamente. Con respecto al poder, la iglesia está comprometida visiblemente al compartir de poder y a construir relaciones equitativas entre las razas, las clases y las generaciones que están enajenadas fuera del cuerpo de Cristo. La evidencia práctica de esto se muestra en que nuestras iglesias locales cada vez más dan la bienvenida y reciben a personas de todas las razas y culturas. Cada iglesia debe intentar reflejar la diversidad de su comunidad geográfica local, tanto en la congregación en general como en su liderazgo.
  4. La integración de la fe y el trabajo. 
Las buenas nuevas de la Biblia no son solamente el perdón individual, sino la renovación de toda la creación. Dios puso a la humanidad en el jardín para cultivar el mundo material para su propia gloria, y para el florecimiento de la naturaleza y de la comunidad humana. El Espíritu de Dios no solo convierte a individuos (e.g., Juan 16:8), también renueva y cultiva la faz de la tierra (e.g., Gn 1:2; Sl 104:30). Por lo tanto los cristianos glorifican a Dios no sólo a través del ministerio de la Palabra, pero también con sus vocaciones de agricultura, artes, negocios, gobierno, escolaridad—todo para la gloria de Dios y el fomento del interés público. Demasiados cristianos han aprendido a aislar su fe y creencias de la manera en que trabajan en sus vocaciones. El evangelio es considerado como un medio para encontrar paz individual y no como el fundamento de una cosmovisión—una interpretación integral de la realidad que afecta todo lo que hacemos. Pero tenemos una visión de una iglesia que equipa a su gente para reflexionar sobre las implicaciones del evangelio para todo: en cómo hacemos carpintería, fontanería, administración, enfermería, artes, negocios, gobierno, periodismo, entretenimiento y escolaridad. Tal iglesia no solo apoyará la interacción de cristianos con la cultura, también les ayudará a trabajar con distinción, excelencia y responsabilidad en sus vocaciones y profesiones. Desarrollar ambientes de negocios que sean humanos, creativos y excelentes, desde nuestra comprensión del evangelio, es parte del trabajo de traer una medida de sanidad a la creación de Dios en el poder del Espíritu. Traer alegría cristiana, esperanza y verdad a las artes también es parte de este trabajo. Hacemos todo esto porque el evangelio de Dios nos conduce a hacerlo, aun mientras reconocemos que la restauración final de todas las cosas aguarda el retorno personal y corporal de nuestro señor Jesús Cristo (CF- [13]).
  5. Hacer justicia y misericordia.
 Dios creó el alma y el cuerpo, y en la resurrección de Jesús demuestra que él va a redimir tanto lo espiritual como lo material. Por lo tanto, Dios se preocupa no solo por la salvación de almas, sino también por el alivio de la pobreza, del hambre y la injusticia. El evangelio abre nuestros ojos al hecho de que toda nuestra abundancia (aun la prosperidad para la cual hemos trabajado duro) es en última instancia un regalo inmerecido de Dios. Por lo tanto, la persona que no da generosamente de su abundancia a otros, no está careciendo simplemente de compasión, sino que es injusta. Cristo gana nuestra salvación a través de la pérdida, alcanza poder a través de la debilidad y el servicio, y llega a la abundancia dándolo todo. Los que reciben su salvación no son los fuertes y realizados, sino aquellos que admiten que son débiles y están perdidos. No podemos mirar a los pobres y a los oprimidos e insensiblemente llamarlos para que salgan de su propia dificultad. Jesús no nos trató de esa manera. El evangelio substituye la superioridad hacia los pobres con misericordia y compasión. Las iglesias cristianas deben trabajar por la justicia y la paz en sus localidades a través del servicio, mientras que también llaman a individuos a la conversión y al nuevo nacimiento. Debemos trabajar por el bien eterno y común, y demostrar a nuestro prójimo que le amamos de una forma sacrificial, ya sea que crean lo que nosotros o no. La indiferencia hacia los pobres y los perjudicados significa que no ha habido una comprensión verdadera de nuestra salvación, que es solo por gracia.

Conclusión

El ministerio que hemos bosquejado es relativamente poco común. Hay muchas iglesias orientadas hacia el buscador sensible, que ayudan a muchos a encontrar a Cristo. Hay muchas iglesias que intentan interactuar con la cultura con activismo político. Hay un movimiento carismático de rápido crecimiento con énfasis en la adoración gloriosa, apasionada y corporativa. Hay muchas congregaciones con una fuerte preocupación por la rigurosidad y la pureza doctrinal y quienes se esfuerzan por mantenerse separados del mundo. Hay muchas iglesias con un compromiso radical con los pobres y los marginados.

Sin embargo, no vemos suficientes iglesias que incorporen el balance integral del evangelio que hemos delineado aquí. Y mientras que, en la gracia de Dios, hay un número alentador de puntos brillantes en la iglesia, todavía no vemos un amplio movimiento de este ministerio centrado en el evangelio. Creemos que tal balance producirá iglesias con una predicación atractiva y teológicamente substancial, un evangelismo y una apologética dinámica, y un crecimiento de la iglesia y de la plantación de iglesias. Estas iglesias enfatizarán el arrepentimiento, la renovación personal y la santidad de vida. Al mismo tiempo, y en las mismas congregaciones, habrá interacción con las estructuras sociales de la gente ordinaria y una interacción cultural con el arte, los negocios, la escolaridad, y el gobierno. Habrá llamados para ser una comunidad cristiana radical en donde todos los miembros comparten sus recursos, y de su abundancia y harán espacio para el pobre y el marginado. Todas estas prioridades serán combinadas y se fortalecerán mutuamente en cada iglesia local.

¿Qué podría conducir a un movimiento cada vez mayor de iglesias centradas en el evangelio? La respuesta decisiva es que Dios debe, para su propia gloria, enviar un avivamiento en respuesta a la oración ferviente, extraordinaria y constante de su pueblo. Pero creemos también que hay pasos penúltimos por tomar. Hay gran esperanza si podemos unirnos en cuanto a la naturaleza de la verdad, cómo leer la Biblia de la mejor manera posible, en nuestra relación a la cultura, en el contenido del evangelio, y sobre la naturaleza del ministerio centrado en el evangelio. Creemos que tales compromisos nos conducirán con renuevo hacia la Escritura, hacia el Cristo de la Escritura, hacia el evangelio de Cristo, y comenzaremos a crecer en nuestra capacidad—por la gracia de Dios—como iglesias para “actuar conforme a la verdad del evangelio” (Ga. 2:14). Estamos avergonzados de nuestros pecados y faltas, agradecidos desmesuradamente por el perdón, y ansiosos de ver de nuevo la gloria de Dios, mientras nos conformamos a su Hijo.