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Padres, necesitamos entender la autoridad bíblicamente

Fragmento adaptado de Cómo pastorear el corazón de tu hijo. Tedd Tripp. Poiema Publicaciones.

Nuestra cultura no acepta la autoridad. No es solo que no nos gusta estar bajo autoridad; tampoco nos gusta ser autoridad. Uno de los lugares donde esto se hace más evidente es el hogar.

Necesitamos un entendimiento bíblico de la autoridad. Las preguntas abundan: ¿Cuál es la naturaleza de la autoridad del padre sobre el hijo? ¿Es absoluta o relativa? ¿Está la autoridad investida en los padres por la diferencia de tamaño entre ellos y los hijos? ¿Tenemos el mando porque somos más sabios y tenemos más experiencia? ¿Estamos llamados a gobernar porque no somos pecadores y ellos sí? ¿Tenemos el derecho de decirles a nuestros hijos que hagan lo que queremos que hagan?

Si no contestas preguntas como estas, vacilarás en cumplir tu deber con Dios y con tus hijos, y si no estás seguro de la naturaleza y el alcance de tu autoridad, tus hijos sufrirán gravemente, pues no sabrán qué esperar dado que las reglas de juego cambiarán constantemente. Tampoco aprenderán los principios y las verdades absolutas de la Palabra de Dios, que es la fuente de la sabiduría.

Los padres en nuestra era a menudo improvisan porque no entienden el mandato bíblico de pastorear a sus hijos. Muchas veces, las metas de la crianza no son más nobles que la comodidad y la conveniencia; por eso, cuando los padres demandan obediencia porque se sienten presionados, la obediencia de los hijos se reduce a la conveniencia de los padres. Los padres cristianos tienen que entender la naturaleza de una crianza piadosa, y los niños deben ser instruidos en la enseñanza de que Dios los llama a obedecer siempre.

Llamados a tomar el mando

Como padre o madre, tienes la autoridad, porque Dios te ha llamado a ser una autoridad en la vida de tu hijo. Por tanto, tienes la autoridad de actuar como representante de Dios. Un padre o una madre no ejerce gobierno en la jurisdicción suya, sino en la de Dios, por lo cual actúa de acuerdo a Sus mandamientos —cumple el deber que Él le ha dado. No debes tratar de moldear a tus hijos como te parece, sino como agrada a Dios.

Todo lo que hagas en tu tarea como padre debe ser hecho desde esta perspectiva. Debes tomar a tu cargo toda la instrucción, el cuidado y la crianza, la corrección y la disciplina, porque Dios te ha llamado a esto y debes actuar con la convicción de que Él te ha llamado a actuar en Su nombre. En Génesis 18:19, el Señor dice: “Yo lo he elegido [a Abraham] para que instruya a sus hijos y a su familia, a fin de que se mantengan en el camino del Señor y pongan en práctica lo que es justo y recto […]”. Abraham está haciendo negocios para Dios y está cumpliendo una tarea en la agenda de Dios. Dios le ha llamado a estas cosas y, por tanto, no está trabajando para sí mismo. Él no escribe su propia descripción de trabajo, sino que Dios determina la tarea y Abraham actúa en Su nombre.

Deuteronomio 6 resalta esta perspectiva de la responsabilidad de los padres. En el versículo 2, Dios dice que su meta es que los israelitas, sus hijos y sus nietos teman al Señor guardando Sus decretos. Los padres son las personas por medio de las cuales los decretos de Dios son comunicados, a quienes Dios llama a formar a los hijos cuando se sientan en casa, cuando andan en el camino, cuando se acuestan y cuando se levantan. Dios tiene un objetivo: Él quiere que una generación siga a la otra en Sus caminos. Dios logra este objetivo por medio de la instrucción de los padres.

Efesios 6:4 nos manda a criar a los hijos en la instrucción y el temor del Señor. Este es un mandato a proveer una formación esencial e impartir la instrucción del Señor; a funcionar en el nombre de Dios.

Comprender este simple principio te ayudará a pensar claramente sobre tu tarea. Si eres un agente de Dios en esta tarea de proveer una formación esencial y la instrucción del Señor, entonces también eres una persona bajo autoridad. Tú y tu hijo están en el mismo bote, pues ambos están bajo la autoridad de Dios. Ambos tienen diferentes papeles, pero el mismo Amo.

Si dejas que una ira pecaminosa empañe el proceso de la disciplina, estarás mal y deberás pedir perdón. Tu derecho de disciplinar a tu hijo está ligado a lo que Dios te ha llamado a hacer, no a tu propia agenda.

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