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El Dinero
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El Propósito de Dios para las Riquezas

I. Introducción
¡Bienvenido a la primera clase de este seminario básico de seis semanas! La finalidad de nuestro tiempo juntos será ayudarnos a entender mejor el propósito de Dios sobre cómo usamos nuestro dinero y nuestras posesiones.

Ahora bien, hay una gran cantidad de libertad cristiana en este tema. Por tanto, no profundizaremos en los detalles específicos del presupuesto o de la distribución de los bienes de alguien. No obstante, discutiremos los principios bíblicos generales sobre el dinero y las posesiones. Así que, si vas a la última página del folleto, encontrarás los temas que intentamos cubrir.

Para empezar,  miremos una parábola que Jesús contó en Mateo 25:14-30. Si gustas puedes buscarla en tu biblia, pero permíteme hacer solamente un breve recuento. En Mateo 25, Jesús cuenta la parábola de un hombre que yéndose lejos, confió varias cantidades de dinero a sus tres siervos, a cada uno conforme a su capacidad.

El primero recibió 5 talentos, el segundo recibió 2 talentos, y el tercero recibió 1 talento.[1]Después de regresar de su viaje, el hombre llamó a sus siervos para que ellos rindieran cuentas de cómo habían usado su dinero. Los dos primeros siervos trabajaron el dinero y lo duplicaron. Por esto, el señor elogió su fidelidad y los llamó “buenos”, concediéndoles más responsabilidad y una parte en su felicidad. Pero el tercer siervo fue negligente y malo, y escondió el dinero en un hoyo en la tierra. Por esta razón, el señor lo reprendió, tomó su dinero, y lo echó fuera de su casa.

Bien, esta parábola es una gran manera de empezar a pensar en nuestro dinero y en nuestras posesiones terrenales, a lo que llamaremos «riquezas» en esta clase. Así que, utilizaremos esta parábola como un bosquejo, al examinar al señor, a los siervos y su administración.

II. El Señor: Dios

Primero, observaremos al señor. Ahora, es peligroso suponer que todo en las parábolas de Jesús significa algo distinto—como en una alegoría. Pero en este caso, el señor sí representa a alguien. ¿Quién sería ese? [Dios] ¿Por qué? [Porque Dios está por encima de todo]. Una correcta comprensión de las riquezas comienza con Dios en su relación con su creación.

A. Dios es el dueño de todo

Todo le pertenece a Dios. Él es el dueño de toda riqueza terrenal. Dios es el dueño porque él creó todas las cosas (Gn. 1). Y puesto que Dios creó todo las cosas, eso quiere decir que él también tiene derecho sobre todo lo que ha creado.[2] David escribe en el Salmo 24:1-2, «De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo y los que en el habitan. Porque él la fundó sobre los mares, y la afirmó sobre los ríos». [3]

Por otro lado, el señorío de Dios también significa que él no debe nada a su creación. Dios le dijo a Job, «¿Quién me ha dado a mí primero, para que yo restituya? Todo lo que hay debajo del cielo es mío» (Job 41:11). Dios no necesita las riquezas de su creación, pero todo es suyo para hacer con ello como a él le parezca.[4]

Ahora, cuando Dios creó todo, ¿cómo lo llamó? Él lo llamo «bueno», atribuyéndole valor—o riqueza—a su creación. Sin embargo, cuando el pecado entró al mundo, ¿destruyó la bondad de las riquezas? ¡No! Escucha a Pablo en 1 Timoteo 4:4. «Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias».

De hecho, ¡el disfrute de las riquezas puede glorificar a Dios! Esto es lo que Pablo dice dos capítulos después en 1 Timoteo 6: «A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos». Así que allí, lado a lado, vemos que Dios nos da riquezas para nuestro disfrute—y que no deberíamos poner nuestra esperanza en las riquezas.

Algunos cristianos aplauden la idea de vivir en pobreza y seguir un estilo de vida ascético lejos de las riquezas y el placer. Pero eso no es lo que la Biblia enseña. La abnegación está instituida en la Escritura, sin duda. No obstante, así como las riquezas pueden ser usadas para bien o para mal, lo mismo sucede con la abnegación. El asceta que ve el sufrimiento como una forma para expiar el pecado y la vergüenza, termina edificando su autoconfianza en vez de edificar su santidad—y termina apartándose de la gracia de Dios en lugar de complacerlo. La abnegación puede ser tan autoservicial como las riquezas.

En conclusión: Dios es dueño de todo. Él no debe nada a nadie. Todo lo que él ha hecho es bueno—y eso incluye nuestras riquezas. El secreto para manejar bien el dinero no es huir de él, es someterlo al señorío de Cristo.

B. Dios da a las personas sus riquezas

Bien, si Dios es el dueño de todas las riquezas de este mundo, entonces eso quiere decir que él también es quien nos da nuestras riquezas (Gn. 1:28-30), como hizo el señor con sus siervos en la parábola. «Porque, ¿qué tienes que no hayas recibido?» (1 Co. 4:7). Esto incluye todo—la familia, la educación, los dones espirituales, el trabajo, la iglesia.

El rey David reconocía esto. Los israelitas contribuyeron con sus pertenencias en la construcción del templo. Y esto es lo que David ora a Dios en respuesta: «Las riquezas y la gloria proceden de ti… Oh Jehová nuestro Dios, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo» (1 Cr. 29:12,16).

Observa, también, en la parábola, que el señor dio diferentes cantidades de dinero a cada siervo. Él no dio a todos la misma cantidad. Aunque la Escritura ordena a las personas más pudientes en la iglesia a invertir sus riquezas para ayudar a los hermanos que se encuentran en necesidad (1 Juan 3:17), sería incorrecto para nosotros concluir entonces que Dios piensa que la desigualdad de riquezas es pecado. Dios da a cada uno su parte en esta vida. «Jehová empobrece y él enriquece; abate y enaltece» (1 S. 2:7). Lo importante es cómo administramos lo que Dios nos ha dado.

III. Los siervos: El hombre

De acuerdo, si Dios es el señor en la parábola, ¿quiénes serían los siervos? [Nosotros]. Y si Dios es el dueño de todo, entonces, ¿cómo deberíamos mirar las riquezas que poseemos? [Solamente como administradores][5].

A. ¡No somos dueños de lo que tenemos!

De todo lo que estaremos conversando hoy, la idea más difícil de aceptar en nuestras mentes (y corazones) es entender que, ¡no somos dueños de lo que tenemos! El auto que compraste el mes pasado—no es tuyo. El diploma en tu pared, o los hijos en tu casa, o el dinero en tu cuenta bancaria—no es tuyo, no son tuyos, no es tuyo.

En nuestra naturaleza pecaminosa, no nos gusta admitir esto. En cambio, somos propensos a decir, «Me gané esto, así que, es mío. ¡No me digas que hacer con él!» Pero si estamos de acuerdo con la Escritura, entendemos que todas las cosas finalmente le pertenecen a Dios.

Esta es una gran razón por la que las personas no quieren seguir a Dios y por la que el joven rico se fue triste en Lucas 18. No quieren someter sus riquezas o sus vidas al señorío de Dios. Pero cuando comprendemos que nuestras riquezas no son nuestras, sino de Dios, somos liberados de llevar una gran carga para lo cual no fuimos diseñados. Nos libera de la tiranía de este mundo—que nos hace pensar que somos sus dueños, cuando en realidad es todo lo contrario. Nos libera de ser egoístas porque nuestras riquezas no son nuestras en primer lugar; son de Dios. ¡Podemos ser generosos! Este es un gran concepto que tiene implicaciones para todo lo que poseemos.

En su libro Deseando a Dios, John Piper da una ilustración sobre alguien que entra en un museo de arte con las manos vacías.[6] Mientras el hombre entra en las habitaciones, comienza a quitar los cuadros de las paredes y los coloca debajo de su brazo. Cuando se le pregunta, «¿Qué está haciendo?» Él responde, «Me estoy convirtiendo en un coleccionista de arte». «Pero esos cuadros no son suyos». Entonces la persona contesta, «Por supuesto que son míos. ¿No ve que los tengo bajo mi brazo?». Qué tonto. Y sin embargo, ¿no es así como a menudo actuamos? Todo lo que tenemos es de Dios. No traemos nada a este mundo, y no podemos llevarnos nada (Ec. 5:15; 1 Ti. 6:7).

B.    Sólo somos administradores de lo que se nos ha dado

Entonces, ¿qué somos? Somos administradores. Un administrador es alguien a quien se le ha confiado las riquezas de otro y es responsable de manejarlas velando el interés superior del propietario.[7]

En el principio, Dios no sólo creó al hombre; él creó al hombre con una tarea: Gobernar la tierra y cuidar de ella.[8] Fuimos creados para ser administradores de su creación. Así que, cuando los israelitas llegaron a la Tierra Prometida, Dios les prohíbe vender la tierra a perpetuidad, porque la tierra es suya y ellos solamente son extranjeros y forasteros.[9] Fue únicamente por la gracia de Dios que ellos pudieron tomar posesión de la tierra en primer lugar (Ex 20:2). Esta relación fue diseñada para mantener su confianza en Dios y para llevarlos finalmente a tomar posesión de un mejor país—¡uno celestial![10]

Entonces, si somos administradores de todas las riquezas que hemos recibido, ¿de qué manera cambia esto nuestra idea acerca de nuestras cuentas bancarias, nuestros autos, nuestras casas, y demás bienes terrenales? [1) No deben usarse para nuestro único propósito, sino para el de Dios; 2) Seremos responsables por la manera en que usamos las riquezas de nuestro señor (Romanos 14:12); 3) Debemos justificar la manera en que usamos todas nuestras riquezas, no sólo lo que damos a la iglesia, sino también lo que invertimos en nosotros mismos; 4) Enriquecerse no es un fin por sí mismo].

¿Preguntas o comentarios?

IV. Administración pobre: Evidencia de incredulidad

Ahora que hemos distinguido entre el señor y los siervos en nuestra parábola inicial, hagamos también una distinción entre los tipos de siervos, empezando por el que fue infiel.

¿Qué hizo el siervo infiel que fue negligente y malo? [Escondió el dinero en la tierra] Y la consecuencia es que él es llamado el menor en el reino de los cielos, ¿cierto? [No: Él es arrojado a la oscuridad—al infierno].

¿En serio? ¡El infierno parece una consecuencia muy grave para algo tan simple como enterrar dinero! ¿Qué sucede aquí?

Permíteme describir más detalladamente lo que hicieron los siervos. Los siervos fieles confiaron en que su señor regresaría como él había dicho—y así, arriesgaron absolutamente todo por su promesa. No se guardaron nada. Pero el siervo infiel decidió jugar a lo seguro. O bien pensó que su señor tal vez no regresaría como había prometido—o que cuando lo hiciera, la fidelidad no sería recompensada. Por tanto, él jugó una estrategia de reducción de riesgos—enterrar el talento hacer otras cosas con su tiempo.

Los siervos fieles confiaban en la palabra y en la bondad de su señor; el siervo infiel no tenía fe en ninguna de ellas. Y, como Jesús dice en otra parte, no puedes servir a Dios y al dinero. Quizá, puedes creer que puedes jugar para ambas partes y complacer a ambos señores—pero al final, tu deseo de hacerlo demuestra que no tienes fe en Dios. Demuestra que no eres cristiano.

Por tanto, del siervo infiel aprendemos que lo que haces con tu dinero es una señal de si tienes o no la fe salvadora—fe en las promesas de Dios y fe en la bondad de Dios. Esta parábola no trata sobre ser un cristiano «bueno» o «mediocre»—como si esas categorías existiesen. Trata acerca de la diferencia entre el cielo y el infierno.

V. Administración fiel: Glorificar a Dios

Así que, si eso es lo que significa ser un administrador pobre, pasemos el resto de nuestro tiempo considerando lo que significa ser un administrador fiel.

En la parábola, ¿por qué los dos primeros siervos fueron elogiados como buenos y fieles? [1)  Fueron obedientes; obedecieron inmediatamente; 2) Pensaron bien de su señor; 3) Fueron productivos y tomaron riesgos (fe); 4) Recibieron beneficios rentables; 5) Fueron pacientes hasta el regreso de su señor].

Vemos que ser un administrador fiel es usar las riquezas a la manera de Dios. 

A. La motivación del siervo fiel

No obstante, ¿por qué deberíamos hacer esto? ¿Cuál es el motivo de nuestra fidelidad en la administración? Permíteme darte dos.

El primero tiene todo que ver con el Dios a quien servimos. Dios no sólo nos enseñó qué hacer con nuestras riquezas, él lo hizo—en amor. Pablo dice, «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos» (2 Co. 8:9). En amor, Jesús se humilló a sí mismo como el siervo sufriente, obedeció perfectamente al Padre, y murió en una cruz para que su pueblo compartiera su herencia (Gá. 4:7). Su riqueza fue gastada para hacernos ricos.

La marca del que ha sido perdonado por Cristo es el amor a Dios—y el amor a Dios incluye ciertamente un deseo de usar nuestro dinero para agradarle. «Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios» (1 Pedro 4:10).

El segundo motivo tiene que ver con el juicio final. En la parábola, el señor regresó un día y aclaró cuentas con los siervos. Bien, del mismo modo nosotros también esperamos un día de juicio. Como cristianos, somos perdonados de todos nuestros pecados y recibiremos vida eterna. Pero la Escritura dice, «Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo» (2 Co. 5:10). Lo que hacemos en la tierra todavía tiene implicaciones para ganar recompensas en el cielo… o perder esas recompensas. «Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gá. 6:7). ¿Influye eso en tus decisiones financieras? Debería. ¿Cuándo esperamos que Cristo regrese? Hoy, ¡por supuesto! ¿Estás preparado para rendir cuentas?

B. Dios establece los términos de cómo usamos las riquezas

Dios no solamente provee motivación. Como dueño de todo, él también establece los términos de cómo deberíamos usar las riquezas que él nos confía. Proverbios está lleno de esta clase de consejos. Debemos ser diligentes y no negligentes (Pr. 10:4), sabios y no necios (Pr. 8:18-19, 17:16), humildes y no orgullosos (Pr. 22:4), generosos y no tacaños (Pr. 11:22, 16:3), honestos y no mentirosos (Pr. 13:11), justos y no pecadores (Pr. 13:21). Debemos buscar el consejo (Pr. 15:22), practicar la abnegación (Pr. 23:1-2), y confiar en Dios (Pr. 28:25).

Al hacer todo esto, Proverbios no está garantizando que siempre ganarás riquezas, pero generalmente son predicciones verdaderas, y es como debemos entenderlas.

Ahora bien, si Dios regula las riquezas, entonces él debe tener un propósito para hacerlo, ¿cierto? Y ese propósito es glorificarse a sí mismo. Esto es lo que Pablo entiende en 1 Corintios 10:31, «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios».

Hay muchas maneras de glorificar a Dios, pero una actitud piadosa hacia nuestras riquezas dice mucho acerca de quién es nuestro Dios. Lo que hacemos con nuestro dinero exalta al evangelio y es un testimonio de la clase de Dios al que servimos.

Por ejemplo, cuando agradecemos a Dios por lo que hemos recibido, glorificamos a Dios como el dador de todas las cosas (Ef. 5:19). Y cuando ofrendamos las primicias, glorificamos a Dios como digno de confianza (Mt. 6:33). Cuando estamos contentos con nuestras riquezas, glorificamos a Dios como suficiente para suplir nuestras necesidades (Fil. 4:12, 19-20). Cuando usamos nuestras riquezas de manera sacrificial para ayudar a otros, glorificamos a Dios como amoroso y misericordioso.

Así que, para ser un administrador fiel, debemos usar nuestras riquezas con el propósito de glorificar a Dios, exaltar su nombre y enaltecer el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Ahora, una manera obvia de hacer esto es dando a la iglesia para apoyar a sus ministerios y pastores (Gá. 6:6; 1 Co. 9:9-14).[11] Pero nuestras ofrendas a la iglesia no son todo lo que Dios mira. Es mucho más radical que eso. Podemos usar nuestro auto para dar aventones antes y después de los servicios. Podemos usar nuestra casa para extender hospitalidad y evangelizar  (3 Juan 8). Podemos usar nuestro dinero pasa suplir las necesidades de otra persona que no puede retribuirnos (1 Juan 3:17), para proveer para una familia (1 Ti. 5:8), para compartir con otros (He. 13:16; Lucas 3:11) o para prestar (Salmo 37:26; Lucas 6:35). Hay muchas maneras de glorificar a Dios con nuestras riquezas, y Dios nos da una amplia libertad en esto.

C. Dios es glorificado cuando buscamos beneficios rentables

De acuerdo, de vuelta a nuestra parábola: Los siervos fieles fueron productivos con las riquezas que recibieron, ganando un beneficio. Asimismo, Dios también se glorifica cuando buscamos beneficios rentables. Sin embargo, el sistema de valores de Dios es bastante diferente al del mundo. ¿Qué es valioso en su economía? Déjame dejarte con tres ideas:

(1) Invierte en el valor real hoy

Cada vez que gastamos dinero en algo, siempre hay un costo de oportunidad asociado con eso—podríamos haber invertido el dinero en algo más para un propósito distinto. Dios quiere que tomemos en serio estas comparaciones al comprar. Y algunas de las cosas que podemos hacer con nuestro dinero valen más para Dios hoy que otras.

De vuelta en Proverbios, vemos muchas comparaciones hechas con las riquezas. Por ejemplo, vemos que la sabiduría es mejor que las piedras preciosas (Pr. 8:10-11). El temor a Dios es más importante que un gran tesoro (Pr. 15:16). La justicia es más importante que el dinero (Pr. 15:6, 16:8), y una buena reputación es más importante que grandes riquezas (Pr. 22:1). En otros lugares vemos que nuestra fe en Dios es más importante que el oro (1 Pedro 1:7), y la salvación es mejor que ganar el mundo entero (Marcos 8:36).

Ahora, obviamente el dinero no puede comprar la salvación (Pr. 11:4; Hechos 8:18-20). Y no puede comprar la fe, la esperanza o el amor, pero ciertamente puede ser usado para desarrollarlos y practicarlos. La viuda en Marcos 12:41-44 entendió esto cuando echó sus dos monedas de poquísimo valor en el tesoro del templo, todo lo que tenía para vivir. Ella usó su dinero para aumentar su fe en Dios, y esto glorifica a Dios. Así que, cuando prestas dinero a un amigo en necesidad incluso cuando no sabes si él o ella será capaz de pagarte—estás  usando tu dinero para fortalecer tu fe y definir bien tus prioridades. Cuando usas tu auto para darle un aventón a un hermano a la iglesia, estás usando tu dinero para ayudarle a recibir la palabra de Dios. Y en la economía de Dios, esa es una transacción inteligente.

(2) Enfócate en el futuro

Sin embargo, más allá de invertir nuestro dinero en el valor real hoy, Dios también nos llama a pensar en el futuro. Después de todo, la razón por la cual esas cosas que acabo de mencionar (la fe, las relaciones, la palabra de Dios) son valiosas es porque a diferencia de tu dinero y tu auto, ellas serán de valor en el cielo. El hecho es que nuestras riquezas terrenales son fugaces. Proverbios dice, «No te afanes por hacerte rico; sé prudente, y desiste. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo» (Pr. 23:4-5).[12]

«John D. Rockefeller fue uno de los hombres más adinerados que jamás haya vivido. Después de su muerte, alguien preguntó a su contador, ‘¿Cuánto dinero había dejado John D.?’ La respuesta fue clásica: ‘Él dejó… todo’. No puedes llevártelo».[13]

Si vas tomar un versículo de nuestro tiempo hoy para meditar en él, que sea lo que Jesús dice en Mateo 6:19-21:

«No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón».[14]

 Se ha dicho que no puedes llevártelo… pero puedes enviarlo por adelantado. ¿Qué harías si vieras en las noticias que en 10 días la moneda de tu país sería suspendida y se empezaría a usar la moneda de otro país? Cambiarías todo lo que tienes a la moneda del otro país, ¿no es así? ¡Inmediatamente! Abandonarías lo que está a punto de perder valor e invertirías en lo que conservará su valor. Bien, Jesús nos ha dicho que eso es exactamente lo que sucederá. En algún momento del próximo siglo, todo el dinero que tengas será inservible para ti (ya sea porque estarás muerto o porque Jesús ha regresado)—pero tienes la oportunidad de usarlo ahora para invertir en el tesoro eterno que jamás perderá valor.

Pero lo que hacemos con nuestras riquezas es mucho más que un indicador; es un factor determinante. «Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón». La manera en que terminas usando tu dinero, conducirá tu corazón al bien o al mal. Si yo invierto acciones en Krispy Kreme, naturalmente, estaré preocupado por el bienestar de la compañía. ¡Puede que incluso tenga que visitar la tienda con más frecuencia! «Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón».

Así que, ¿cuál es la segunda manera de gastar el dinero de una forma que agrade a Dios? Haciéndolo con nuestros ojos enfocados en el futuro—cuando no haya más dinero.

(3) Maximiza los beneficios

Y una tercera cosa a tomar en cuenta: No sólo queremos obtener algunos beneficios rentables en nuestras riquezas, Dios quiere que maximicemos esos beneficios. Colosenses 3:17, «Y todolo que hacéis… hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él». Nuestras vidas deberían maximizar la gloria de Dios. Dios todavía tiene el resultado final a la vista—el resultado final de su gloria. Y él promete bendecir a los que confían en él usando sus riquezas para este propósito.

Al igual que los administradores fieles en nuestra parábola, estamos llamados a apostarlo todo—a arriesgarlo todo confiando en la promesa de Dios de que él regresará, y recompensará a aquellos que hayan vivido con fe en él. Tus financias deberían evidenciar la declaración de Pablo en 1 Corintios 15: «Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres». Si resultara que las promesas de Dios no eran reales, alguien que viera tus financias diría, «Oh, que lamentable. Habría hecho algunos cambios si supiera que Cristo no regresaría». O miraría tus finanzas y diría, «Esto es un desastre. Apostó todo a la promesa de Dios». ¡Apuesta todo a la promesa de Dios!

¿Preguntas o comentarios?

VI. Conclusión

 Para concluir, quiero resumir todo con tres libertades que encontramos al poner estos principios en acción. El mensaje principal de la clase de hoy es que Dios es el dueño de todo—incluso de lo que tú piensas que eres dueño. Y cuando realmente creemos eso y lo ponemos en práctica:

  1. Nos libera de nuestras circunstancias. Si mi auto es golpeado por un árbol y me quedo sin los $2,000 que quería dar para la iglesia a final de año—pero realmente creo que le pertenecen a Dios—mi nivel de estrés disminuye. «Oh—supongo que no necesitaba eso para cumplir sus planes para mí». Él está en control. Él podía haber puesto ese árbol en otro lugar. Pero confío en que él tiene algo mejor en mente que yo. Un trabajo perdido, un mercado de valores caído, un techo con fugas: Todas esas cosas pueden estar dentro del buen plan de Dios para mí. Vivir como si Dios es el dueño de todo, es lo que nos permite decir junto con el apóstol Pablo que hemos aprendido el secreto de estar contentos sin importar las circunstancias.
  2. Nos libera de la idolatría del materialismo. El materialismo dice que yo compro cosas para ser feliz. Pero si Dios es el dueño de todo, no hay nada que compre porque piense que eso me hará feliz—ni siquiera una entrada al cine o un algodón de azúcar. Compro algo porque poseerlo me hará un mejor administrador que poseer algo más. Compro para el placer de Dios y no para el mío—reconociendo, por supuesto, que algunas veces mi disfrute de su creación es lo que le da placer a Dios. Pero para el cristiano, el disfrute de las riquezas nunca es un fin en sí mismo. Es siempre un disfrute derivado—porque finalmente estoy viviendo para el placer de Dios. Así que, si nunca compro nada simplemente porque creo que me traerá placer, me he liberado de la tiranía del materialismo.
  3. Nos libera para ser generosos. Para el mundo, la generosidad es la parte que me pertenece que estoy dispuesto a compartir. Para el cristiano, la generosidad es la parte sobrante de Dios una vez que proveo para mí. Glorifico a Dios al proveer para mí; glorifico a Dios al proveer para otros. De modo que, el forcejeo que ocurre en el corazón del hombre mundano que quiere ser generoso—entre este buen deseo y su propio egoísmo—desaparece una vez que el hombre llega a ver a Dios como el dueño de todo. Este principio nos libera para ser generosos.

Para concluir, Dios es el dueño de todo, y todo lo que tenemos es una administración de él. Como dijo un arzobispo de Canterbury del siglo XVII: «Él que provee para esta vida, pero no toma cuidado de la eternidad [puede parecer] sabio por un momento, pero [es] un tonto para siempre».[15] Procuremos ser administradores fieles usando nuestras riquezas para la gloria de Dios.

APPENDIX A

Cita sobre las posesiones del hombre

«Una vez, un hombre angustiado montó su caballo hasta donde se encontraba John Wesley, gritando, ‘Sr. Wesley, ¡ocurrió algo terrible! ¡Su casa se incendió completamente! Wesley sopesó la noticia, luego respondió calmadamente, ‘No. La casa del Señor se incendió completamente. Eso significa una responsabilidad menos para mí». (The Treasure Principle, R. Alcorn, p. 26)

Para ser usado en la sección «Enfócate en el futuro»

En el letrero afuera del edificio de la iglesia hay una cita del misionero martirizado Jim Elliot, que resume bien esta verdad. Dice «No es tonto el que da lo que no puede mantener para ganar lo que no puede perder». ¡No hay nada como invertir en valores garantizados por el cielo!

¿Cuál es la diferencia entre ascetismo y abnegación?

Sería como ir a la casa de un amigo y tener un buen plato de carne preparado para ti. El asceta ve el plato como algo excesivo—las hamburguesas serían algo más razonable—y se niega a comerlo. Él piensa que esto agradará a su amigo, pero en cambio, el amigo se siente ofendido de que el asceta no sea agradecido y se niegue a comer esta buena comida preparada para él. Por otro lado, el que practica la abnegación bíblica agradece el plato de carne y participa de él, pero cuida de comer solamente lo que su amigo le da, sin dejar nada ni ser un glotón por más de lo que se le ha servido. Con éste, el amigo está contento.

Añade los resultados de la revisión de una cartera en la sección «Buscando beneficios rentables»

Esto hablaría de rendición de cuentas. ¿Has abierto tu cartera a otro cristiano para rendir cuentas? Recuerda, no es sólo en lo que gastamos las cosas, sino también la razón por la que estamos gastando.

 

[1] Un talento era una gran suma de dinero.

[2] Jesús insinuó el derecho de Dios sobre todas las cosas cuando dijo dad a Dios lo que es de Dios en Mateo 22:15-22.

[3] Ve también Deuteronomio 10:14.

[4] Ve Hechos 17:24-25.

[5] Algunas personas pueden responder que somos deudores, pero esto no abarca completamente el concepto. Un deudor recibe activos con la única obligación de pagar de vuelta la cantidad. Un administrador también tiene la obligación de usar los activos para los propósitos del amo.

[6] John Piper, Desiring God, p. 161.

[7] Ve Lucas 16:10-12.

[8] Ve Génesis 1:26, 28-30; 2:15.

[9] Ve Levítico 25:23.

[10] Ve Hebreos 11:13-16 y Filipenses 3:20.

[11] Efesios 4:28 y 2 Tesalonicenses 3:7-8 también demuestran que proveer para la iglesia es un medio de edificar la unidad en el cuerpo de Cristo.

[12] Ve también Salmos 39:6, 49:16-17.

[13] Randy Alcorn, The Treasure Principle, pp. 17-18.

[14] Ve también 1 Timoteo 6:17-19 y Salmo16:11.

[15] John Tillotson según lo citado por Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity, p. 137.

La Gracia de Dar

I. Introducción
Algunos de ustedes tienen la edad suficiente para recordar una banda llamada Van Halen. Ellos tenían una cláusula muy interesante en su contrato de presentaciones. El artículo 126 estipulaba que «Deberá facilitarse un recipiente lleno de M&Ms, salvo aquellos de color marrón». Si la banda llegaba y encontraba aunque sea un solo M&M marrón, eran libres de cancelar el contrato y recibir el pago íntegro de los honorarios convenidos.

¿Por qué la banda odiaba tanto los M&Ms marrones?

Era un asunto de seguridad. ¡Ellos eran la primera banda exitosa en tocar para mercados más pequeños y usaban nueve semirremolques con equipos de mucho valor! Los errores eran comunes y potencialmente mortales, especialmente si el escenario no podía soportar todo el peso. Por esa razón, ellos debían asegurarse de que el promotor había leído el contrato; de ahí, el artículo 126. Cito las palabras de su vocalista principal, «Cuando entraba en los camerinos, si veía un M&M de color marrón en ese recipiente… Bueno, pedía una inspección minuciosa de todo el montaje técnico… Seguro encontraríamos algún error técnico».[1]

A primera vista parece algo tonto, pero un detalle como ese resulta ser extremadamente importante. Para ponerlo dentro de un marco más bíblico, el que es fiel en lo poco, también será fiel en lo mucho (Lucas 16:10). Y eso nos lleva a nuestro tema de esta mañana: Dar. ¿Cómo podemos ser buenos administradores de lo poco o mucho que hemos recibido?

Para responder eso, hablaremos del por qué, qué, dónde y cómo del dar cristiano. Empecemos.
II. ¿Por qué los cristianos deberían dar?
¿Por qué deberíamos dar?

A. Dar demuestra cuán grande es Dios

Primero y principal, damos porque eso demuestra cuán grande es Dios. Eso es lo que Moisés pensaba. Hebreos dice, «[Moisés] tenía por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios» (11:26). Cuando Moisés renunció a los tesoros que el mundo ofrecía, estaba proclamando que Cristo valía más, al igual que el hombre que alegremente vendió todo lo que tenía para obtener la perla preciosa (Mt. 13:46). Es lógica simple—Renunciar a lo que es valioso para ganar lo que es más valioso. Dar por la causa de Cristo demuestra lo digno y grande que es nuestro Dios.

B. Dios nos da generosamente

Dar no solamente reconoce la prioridad de Dios sobre todas las cosas, sino que también es la respuesta correcta a lo que Dios nos ha dado generosamente en el evangelio. Pablo dice, «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos» (2 Co. 8:9).[2] Siempre damos en la Escritura por la abundancia espiritual—hemos recibido grandes riquezas en Cristo, el reino de los cielos. Damos porque hacerlo reconoce la abundancia espiritual que nos ha sido dada mediante el evangelio y glorifica a Dios.

C. Dar promueve la piedad

Damos porque Dios es digno y porque él ha sido más que generoso con nosotros a través de Cristo, pero también damos con fines de promover la piedad. Echemos un vistazo a algunas de estas motivaciones:

Primero, dar nos ayuda a establecer prioridades. Jesús dijo, «Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Mt. 6:21). Dios da a cada uno de nosotros una cantidad finita de dinero. Una parte la necesitamos para vivir. Otra probablemente deberíamos usarla para ahorrar o pagar una deuda a fin de ser responsables con lo que él nos ha dado. Pero tenemos que dar el resto—todo. Porque lo que queda—lo que acumulamos, para usar un término bíblico—es un ácido espiritual. Corroerá nuestro contentamiento en Cristo. Quiere decir que estamos poniendo nuestra confianza en Dios y en algo más—lo que es imposible. «No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mt. 6:24).

Segundo, dar nos ayuda a reconocer y aceptar que Dios es dueño de todo lo que tenemos—todo es suyo de principio a fin. Es por eso que Dios va tan lejos en Malaquías 3:8-10 al acusar a los israelitas que no habían dado conforme a lo que él había ordenado, ¡de robar a Dios (Mal. 3:8-10)! Todo lo que tenemos le pertenece a Dios, como conversamos la semana pasada—no sólo lo que apartamos para dar a una organización religiosa sin fines de lucro.

Tercero, dar nos ayuda a animar a otros a dar y a alabar a Dios. Así es como Pablo continua su petición de ofrendas para los pobres cristianos de Judea en 2 Corintios 9:12: «Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios». De esta manera, dar estimula la alabanza a Dios por parte de aquellos que reciben la ofrenda.

Cuarto, dar nos ayuda a propiciar la bendición. Si damos, seremos bendecidos. Ahora bien, este es a menudo un principio bíblico malentendido. Pero antes de hablar sobre la mala enseñanza, primero entendamos lo que Dios dice en su Palabra. La promesa de Dios de bendición es una verdadera razón por la que deberíamos dar. 

  • Lucas 6:38 – Jesús dice, «Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir».
  • 2 Corintios 9:6-7 – Pablo dice, «Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno de como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre».

Damos porque hay recompensa para los que lo hacen. Esta es una motivación piadosa para nosotros, y despreciar la recompensa de Dios no es algo compasivo. En cambio, difama a Dios y su placer en mostrar misericordia. Dar a cambio de ser bendecidos es algo bueno y piadoso.

Desafortunadamente, algunos de los llamados maestros cristianos no comprenden esto y tergiversan lo que Dios ha prometido, incluso algunos evangélicos honrados  son culpables de esto. Dicen que la bendición de Dios en dar debe incluir prosperidad material y que esa bendición es instantánea. Así que, T.D. Jakes nos dice que si plantamos una «semilla de fe milagrosa» al escribirle un cheque, Dios sanará nuestros matrimonios y nuestras cuentas bancarias. O un maestro más fiel—aunque todavía equivocado—podría decirte que el motivo por el cual todavía no has podido salir de una deuda es porque no das fielmente a tu iglesia local. Aquellos que enseñan de este modo, definen incorrectamente las bendiciones de felicidad y éxito de acuerdo a los estándares del mundo y no a los estándares de Dios. Las riquezas materiales no son una medida confiable de nuestra santidad.

Sin embargo, en el Antiguo Testamento, Dios vinculó la bendición material con la obediencia—porque el pueblo de Dios estaba definido como una nación física en una tierra física que producía, una bendición física y material (Nm. 14:8; Dt. 28:13-14). Pero las bendiciones del Antiguo Testamento siempre apuntaban hacia algo más grande y duradero.

De este lado de Cristo, el pueblo de Dios conforma a la iglesia, que no posee un país propio fuera del cielo. Por tanto, la Escritura habla de las recompensas enfatizando las bendiciones espirituales en lugar de las presentes bendiciones materiales (Ef. 1:3).[3] Para nosotros, la confianza y obediencia a Dios no nos da derecho a las riquezas y comodidades de este mundo. A medida que leemos el Nuevo Testamento, Dios llama a su pueblo a sufrir en esta vida (2 Ts. 1:4; Hechos 9:16). Pero este sufrimiento por amor a Cristo será para nuestra bendición y rica recompensa en los cielos (Mt. 5:11-12). Lo que sí está claro es que, si damos, seremos bendecidos, y esa bendición es una motivación piadosa para dar.

Dios ama al dador alegre (2 Co. 9:7) porque ese dador está transmitiendo el hecho de que la bendición que recibe vale mucho más que lo que da. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. (1 Co. 13:3). Esto es debido a que dar de forma fría y pesada no dice nada bueno sobre quién es Dios—simplemente lo patrocina como un capataz duro. El motivo lo es todocuando se trata de dar.

Ahora, ¿qué pasa si no te sientes muy alegre esta mañana, mientras ves acercarse el alfolí de las ofrendas y observas el cheque en tu mano? Piensas en todas las otras cosas que podrías hacer con ese dinero, pero lo das de todos modos, confiando en que el uso de Dios de ese dinero es mejor que el tuyo. ¿No has ganado nada? ¡Por supuesto que sí! Has actuado por fe, y eso habla mucho de la confiabilidad de nuestro Dios. Dios no quiere dadores arrepentidos porque sus ofrendas no dicen nada sobre su confiabilidad. Y, ¿qué hay de las ofrendas dadas en medio de una batalla contra la tentación? Esas son las ofrendas de fe que son de gran valor a los ojos de Dios. «Pero sin fe es imposible agradar a Dios» (He. 11:6).

Por tanto, tus motivos no tienen que ser perfectos para dar fielmente, somos pecadores después de todo. Pero si realmente no quieres dar—quizá, te sientes forzado por la necesidad de dar para costear las deficiencias de la iglesia—entonces no lo hagas (2 Co. 9:7). ¡Dios no necesita nuestro dinero! Él puede cumplir sus propósitos sin nosotros. Sin embargo, en su bondad, él nos brinda la oportunidad, el privilegio y el gozo de participar en su obra. Dicho esto, sería bueno para ti que examinaras tu corazón y hablaras con un amigo cristiano acerca de tus motivos. Luego, cuando tu corazón se encuentre bien, regresa y da (cf. Mt. 5:23-24) lo que hayas decidido en tu corazón.

¿Preguntas o comentarios? 
III. ¿Qué deberían los cristianos dar?
Hemos respondido el «por qué» de dar, pero también hay otra gran pregunta que necesitamos responder—«¿qué» damos? Observa que no dije, «¿Cuánto dinero deberíamos dar?» Por el momento, quiero mantener nuestro tema bastante abierto.
A.    Todo
Como mencioné antes, Dios es el dueño de todo lo que tenemos—no sólo de nuestro dinero—y por ello, nuestro dar abarca mucho más.

Por ejemplo, Pablo escribe en Romanos 12, «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional» (Ro. 12:1). En Colosenses 4, dice, «Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo» (Col. 4:5). En 1 Corintios 10, dice «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios»(10:31). «El dinero es solamente una pieza del gran rompecabezas de cómo podemos usar cada don, cada oportunidad, cada relación, cada centavo para proclamar la gloria de Dios con cada minuto que él nos da en esta tierra».

A veces pensamos que el objetivo de Dios para nuestro dinero es que vivamos usándolo tan poco como sea posible para que podamos dar tanto como sea posible a la iglesia local. Por supuesto, tal sacrificio honraría a Dios. Pero, quizá, sea una visión demasiado reducida de cómo honrar a Dios con nuestro dinero. Alguna vez pensaste que en realidad podría ser mejor usar algo de ese dinero para permitirte honrar más a Dios en otras áreas de tu vida. Recuerda, rendirás cuentas a Dios de toda tu vida—no solamente de tu dinero.

Por ejemplo, ¿qué le dirías a un esposo que siente que su esposa está siendo impía por querer salir a cenar una vez a la semana, ya que, sobre todo porque podrían disfrutar de una comida igual de buena en casa por la mitad del precio y ofrendar el resto? ¿Lo alentarías a hacer esto? Probablemente no, si quisieras que su matrimonio funcione. A lo mejor, Dios estaría más complacido si él usara ese dinero para edificar su relación con su esposa en lugar de simplemente darlo todo a la iglesia. ¿Alabó Jesús a los fariseos en Marcos 7 que rechazaban cuidar de sus padres por dar una ofrenda a Dios? ¡Por supuesto que no!

Tu dinero puede hacer muchas cosas buenas. Ciertamente puede financiar el ministerio de esta iglesia, pero también puede pagarle a alguien para que arregle tu baño, y así puedes tener tiempo de encontrarte con un amigo desanimado en nuestra iglesia. Puede ser usado como la provisión de Dios para un amigo cristiano que lucha con una deuda. Puede ayudarte a disfrutar de la creación de Dios en la cima de una montaña lejana. Podríamos seguir y seguir.

Tu trabajo como cristiano es valorar cada oportunidad que tengas en la vida—muchas de las cuales pueden beneficiarse de tu dinero—e invertir todo de ti para la gloria de Dios en esta vida. Si te gustaría reflexionar más sobre eso, un libro muy útil para leer es «God at Work» de Gene Veith.

Entonces… ¿qué deberíamos dar? Todo—nuestras vidas enteras deben ser entregadas para la gloria de Dios.

B. Diezmos y ofrendas

Aclarado eso, consideremos una pregunta más específica. ¿Cuánto dinero deberíamos dar a la iglesia?

1. Dar en el Antiguo Testamento

Un buen lugar para comenzar es con el concepto del Antiguo Testamento del diezmo, que realmente servía como un impuesto sobre la renta en la ley económica de Israel. Un diezmo sólo significa una décima parte  y debía ser santo o separado para el Señor. Se recolectaban tres diezmos diferentes en Israel.

En primer lugar, Levítico 27:30-33 nos dice que se debía apartar para el Señor un diezmo de toda la producción y los rebaños. Este diezmo se entregaba a los levitas, permitiéndoles servir en el tabernáculo a tiempo completo, ya que, ellos no recibían heredad. Éstos, a su vez, debían ofrendar para apoyar a los sacerdotes (Nm. 18:8-32).

En segundo lugar, en Deuteronomio, vemos que una décima parte de la producción y los rebaños se debían comer en el santuario central (Dt. 12:17-18; 14:22-23).  Interesante—Dios estaba ordenando a su pueblo a que ahorrara para una gran fiesta anual en su honor. Recuerda, parte de glorificar a Dios es disfrutar sus regalos en formas que le honren (1 Ti. 4:4). Dios no es un tacaño cruel, él ama bendecir a su pueblo.

Finalmente, vemos que cada tercer año, un diezmo iba al almacén local para alimentar a los levitas necesitados, a los extranjeros, a los huérfanos y a las viudas (Dt. 14:28-29; 26:12-13).[4]

Además de estos tres diezmos, Israel también tenía el impuesto del templo (Ex. 30:11-16), las ofrendas voluntarias (Dt. 12:6), la recolección de los campos que debían dejarse para el pobre (Lv. 19:9-10), y la recaudación de impuestos adicionales durante la monarquía (2 Reyes 23:35). Así que, el sistema del Antiguo Testamento de dar era mucho más complejo y difícilmente representativo de la simple idea de sólo el 10%. Habiendo dicho esto, si eres nuevo dando y estás buscando un buen punto de partida, el 10% de tus ingresos puede ser útil. Después de todo, Abraham dio el 10% a Melquisedec (Gn. 14:20), y Jacob prometió el 10% a Dios (Gn. 28:22) cientos de años antes de que la ley fuera dada.

2. Dar en el Nuevo Testamento

Avancemos a la práctica de dar en el Nuevo Testamento. Es interesante que en ninguna parte del Nuevo Testamento se nos ordene dar el 10%. En cambio, lo que vemos en 1 Corintios 16:2 es una simple amonestación de dar conforme a nuestros ingresos, a lo que nos referiremos más adelante.

Entonces, ¿qué pasó con el 10%? Bien, el diezmo—al igual que los sacrificios de animales, el calendario de fiestas y los oficios sacerdotales—era todo parte del reglamento de Dios en el Antiguo Testamento de cómo su pueblo debía adorarle. Una vez que Jesús viene, él anuncia en el Sermón del Monte que él cumple todo el Antiguo Testamento (Mt. 5:17). Todas las ordenanzas de adoración en el Antiguo Testamento le señalaban, como lo demuestra el autor del libro de Hebreos.

Una vez que Jesús viene, ya no se necesitan estas cosas porque Uno mayor que el templo está aquí (Mt. 12:6). Es por eso, que Jesús declara que el impuesto del templo no es aplicable a sus seguidores en Mateo 17:25-26: «Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos». Jesús era el Hijo de Dios, y nosotros somos sus hijos adoptivos. Por tanto, ya no estamos bajo las leyes legales, económicas y sociales del Antiguo Testamento, sino que estamos sujetos al reino de los cielos bajo la ley de Cristo (1 Co. 9:21).

Así que, para resumir todo esto, ¿estás en pecado si no das el 10% de tus ingresos a la iglesia? No necesariamente. Observa que no dije, «No». Algunos de ustedes, considerando la forma en que Dios ha construido sus vidas, pueden estar pecando de acaparadores si no dan el 50% de sus ingresos. Con otros, Dios está muy complacido con su 5%. Permíteme explicar.

Además de «dar conforme a tus ingresos» que vimos en 1 Corintios 16, hay otros dos temas que vemos en la Escritura.

3. Dar sacrificialmente

El primero es el del sacrificio. A través de todo el Nuevo Testamento, se nos enseña que seguir a Jesús implicará negarse a uno mismo. De hecho, Jesús hace que esto sea algo innegociable para un cristiano. «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame» (Mt. 16:24). Y al menos en dos ocasiones vemos que el sacrificio se aplica específicamente en la entrega de recursos financieros—una vez cuando la pobre viuda dio todo lo que tenía para vivir (Marcos 12:41-44) y otra cuando los pobres macedonios dieron más allá de su capacidad (2 Co. 8:2-3).

Lo que podemos tomar de esto es que todos deberíamos servir a Jesús hasta el punto en que estemos haciendo sacrificios. Y una forma en la que algunos de nosotros seremos llamados a sacrificarnos es entregando nuestro dinero hasta el punto en que duela. Pero al hacer esto, hay dos errores que deberíamos evitar.

El primer error es el que dice que si tu presupuesto no está dolorosamente apretado, no estás dando lo suficiente. Eso no siempre es cierto. No es necesariamente un pecado acumular riquezas (e.j. Abraham). Pero deberíamos vivir una vida que esté dolorosamente relacionada con entregarnos a nosotros mismos, ofreciendo nuestros cuerpos como sacrificios vivos (Ro. 12:1). Dicho esto, cada uno de nosotros está en una situación diferente, por lo que para algunos de nosotros el verdadero sacrificio puede ser nuestro presupuesto, para otros el tiempo, las relaciones, y así sucesivamente. Debemos dar en todas estas situaciones, sin ser egoístas con nuestras vidas. Pero donde exactamente duela variará de persona en persona. Y con ese dolor también vendrá un bálsamo de alegría, porque tenemos el privilegio de sacrificarnos voluntariamente por nuestro Salvador y Rey.

El segundo error es el que dice que la comodidad y el cristianismo pueden coexistir. Estamos en una batalla, después de todo. Como Pablo le escribe a Timoteo, «Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado» (2 Ti. 2:3-4). Estamos llamados a sacrificarnos. Eso es lo que significa seguir a un Señor crucificado. En cambio, que nuestro consuelo se encuentre en Cristo (2 Co. 1:3-7).

4. Dar generosamente

El segundo tema que debería guiar nuestro dar es un tema que vemos plasmado a lo largo de las páginas del Nuevo Testamento: La generosidad. Pablo escribe, «Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará» (2 Co. 9:6). Esto es un truismo de la agricultura—si tan sólo plantas un poco, no obtendrás una gran cosecha. Como los administradores fieles que estudiamos la semana pasada, a Dios le gusta que tomemos riesgos y apostemos completamente en él, sembrando o dando generosamente. De nuevo, nuestra generosidad demuestra cuánto hemos recibido de arriba, por lo que la generosidad debe caracterizar a cada cristiano. Deberíamos dar generosamente para apoyar a nuestra iglesia local, para apoyar a misioneros, para ayudar a nuestros prójimos en necesidad, para amar a nuestras familias, para animar a nuestros hermanos y hermanas en el Señor.

Entonces, ¿cuánto deberíamos dar? Todo—tanto lo que damos como lo que retenemos finalmente le pertenece a Dios. ¿Cuánto dinero deberíamos dar a la iglesia? Posiblemente más de lo que das hoy. Pero ciertamente lo suficiente para que puedas decirle honestamente a Dios que el dinero que estás guardando para gastarlo en otro lugar lo glorificará igual o incluso más de lo que lo haría si igualmente lo dieras.[5] «Da para que el dinero que gastes en tus necesidades glorifique a Dios de igual forma o aún más de lo que lo haría si de igual modo lo dieras». Esa es la regla de oro para todos nosotros. Y para la mayoría de nosotros, eso será considerablemente más que el 10%.

¿Preguntas o comentarios? 
IV. ¿Dónde deberían los cristianos dar?
Pasemos a la tercera pregunta de ¿dónde deberíamos dar nuestro dinero?

A. Obligaciones

Lo primero que necesitamos pensar al decidir dónde dar nuestro dinero son aquellas áreas en las que la Escritura nos obliga. Comencemos con nuestra responsabilidad más básica. En 1 Timoteo 5:8, Pablo dice, «porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo». Proveer a la familia parece ser nuestra responsabilidad más básica.

Pero digamos que has cumplido con esa obligación. ¿Qué sigue? Da a tu iglesia local. En Gálatas 6:6 Pablo escribe, «El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye». Esto parece seguir la práctica del diezmo del Antiguo Testamento para apoyar a los levitas, aquellos que enseñaban al pueblo de Dios. ¿Cuánto deberías dar a tu iglesia? No te lo voy a decir. Sería bueno que examinaras tu corazón y reflexionaras en lo que ya hemos hablado.

B. Oportunidades

Ahora bien, más allá de eso, creo que no vemos mandamientos de obligación en la Biblia. Pero sí vemos descripciones de oportunidades. Por ejemplo, Pablo no ordenó a los corintios que dieran a las iglesias destituidas en Judea, pero la presentó como una oportunidad convincente (2 Co. 8:8). Asimismo, Gálatas 6:10 nos dice, «Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe».

Así que, estás proveyendo para tu familia, y estás dando una fiel cantidad a tu iglesia. Pero aún así te queda algo de dinero que no necesitas. ¿Qué haces? Trata de averiguar cuál es la mejor y más estratégica[6] forma de gastar ese dinero para que puedas rendir buenas cuentas de ello en el día final cuando estés frente a Cristo.

Quizá, das más a tu iglesia por las cosas buenas que están haciendo con eso. De hecho, espero que a medida que pase el tiempo y tus ingresos aumenten, des una porción más grande de tu dinero a tu iglesia cada año. Dios no quiere solamente que crezcamos en esperanza, fe y amor—Él también quiere que crezcamos y mejoremos en nuestro dar (2 Co. 8:7). O podrías usar tu dinero extra para tener una gran fiesta en tu vecindario para ayudarte a conocer nuevas personas que no conocen al Señor. Tal vez, des para apoyar a un refugio local para personas sin hogar o para un misionero en el extranjero. Podrías prestar tu auto los días que no lo uses. Podrías prestar dinero para ayudar a un amigo cristiano que batalla con salir de una deuda.

Por cierto, pienso que una clara aplicación de la enseñanza bíblica de prestar es que nunca deberías cargar intereses a una deuda personal que hiciste con un hermano o hermana en Cristo (Ex. 22:25, Lucas 6:34-36).  Después de todo, la persona está necesitada y necesitamos mostrar misericordia a aquellos en necesidad. De lo contrario, te estarías aprovechando de ellos, buscando ganar beneficios de su pobre posición.

Por tanto, hay muchas oportunidades para tu dinero. Tu trabajo es determinar cómo puedes aprovecharlas al máximo para la gloria de Dios.

¿Preguntas o comentarios?
V. ¿Cómo deberían los cristianos dar?
Finalmente, respondamos la pregunta de cómo deberíamos dar. Para ello, vamos a ver principalmente lo que dice Pablo en 1 Corintios 16:2 «El primer día de la semana, cada uno de ustedes aparte y guarde algún dinero conforme a sus ingresos, para que no se tengan que hacer colectas cuando yo vaya» (NVI).

Hay 5 amonestaciones bíblicas que podemos tomar de este versículo, y luego diremos una extra al final para completar.

Entonces, ¿cómo deberíamos dar? Deberíamos dar…

1. Periódicamente

Deberíamos dar con regularidad. Pablo dice «El primer día de la semana», cuando la iglesia se reúna. En ocasiones temo que algunos cristianos están más dispuestos a seguir las pautas del IRS y dar justo antes de terminar el año, que seguir las directrices bíblicas de dar regularmente durante todo el año. Dar debería ser un acto de fe no sólo por lo mucho que damos, sino también por cuándo damos. ¿Damos nuestras primicias por adelantado o damos de lo que nos queda al final?[7] Adicionalmente, es muchísimo mejor y más confiable dar a Dios durante nuestras vidas que ser obligados a dar en nuestras muertes.

2. Personalmente

Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad individual de dar. Pablo dice, «cada uno de ustedes». No podemos asumir que solamente por que la iglesia da, nosotros estamos dando.

3. Planeadamente

Deberíamos reflexionar deliberadamente acerca de lo que vamos a dar. Pablo dice que  «apartemos y guardemos» nuestro dinero. Cuando planeamos nuestros presupuestos, deberíamos planear lo que vamos a dar. Pablo escribe en 2 Corintios 9:7, «Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón». Esta es una decisión por la que deberías orar y en la que deberías pensar—no debe hacerse desordenadamente un domingo en la mañana.

4. Progresivamente

Deberíamos dar de acuerdo a nuestras posibilidades. Pablo dice, «conforme a sus ingresos». Esto no quiere decir que todos deben dar una cantidad específica de dinero, como por ejemplo $1,000. Tampoco significa que todos deben dar un porcentaje específico de dinero, como el 10%. En cambio, dar progresivamente quiere decir que cuanto más Dios nos prospere, más deberíamos dar generosamente (2 Co. 8:2-3; 12-15).

Así que, por ejemplo, digamos que un Creyente A tiene un ingreso anual de $30,000 y un Creyente B recibe $60,000 por año. Ambos dan el 10% de sus ingresos. Con todo lo demás siendo igual, ¿ha dado el Creyente B progresivamente? No, no lo ha hecho. Después de todo, el Creyente A tiene $27,000 para vivir, mientras que el Creyente B tiene $54,000 o el doble. El Creyente B en realidad podría dar el 20% y todavía tener alrededor de $20,000 o más que el Creyente A.[8]

Dar progresivamente significa que cuanto más tengas, más deberías dar. No se trata simplemente de dar una cantidad más alta, sino de dar un porcentaje más alto. De manera que, si recibes un aumento salarial, esto te permitiría dar un porcentaje más elevado de tus ingresos. Recuerda, la generosidad no está caracterizada por lo mucho que damos, sino por lo mucho que retenemos.

5. Abundantemente

Debemos dar generosamente. Pablo concluye su instrucción diciendo, «para que no se tengan que hacer colectas cuando yo vaya». Cada uno de nosotros debería dar lo que finalmente hemos decidido en nuestro corazón dar (2 Co. 9:6-7), mientras reflexionamos en todo lo que Dios nos ha dado en Cristo.

6. Privadamente

Y finalmente, no olvidemos la enseñanza de Jesús en Mateo 6:3-4: «que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en secreto». Los actos públicos de adoración, tales como ofrendar durante el servicio, glorifican a Dios. Pero no deberíamos dar con el propósito de ser reconocidos públicamente, o no recibiremos ninguna recompensa de parte de Dios.

¿Preguntas o comentarios?

VI. Conclusión

Bien, entonces, concluyamos. «Hay más dicha en dar que recibir» (Hechos 20:35). Esas son las palabras de Jesús, y son verdaderamente ciertas. Una de las alegrías más grandes para los cristianos es ser capaces de dar más. Hay una enorme satisfacción que viene de ver los frutos de nuestro trabajo multiplicados muchas veces en las vidas de otros. El dinero es algo poderoso, y cuando lo usamos correctamente, tiene el potencial de hacer un bien increíble. Y eso se siente genial. Espero que podamos mejorar en la gracia de dar. Y habiendo sido fieles en lo poco, Dios se complazca en confiarnos con más.

ORACIÓN

Apéndice A

No dar a la iglesia

¿Qué deberías hacer si no quieres dar a la iglesia porque no estás de acuerdo con la forma en que se usan los fondos? Parte de ser miembro de una iglesia es que, quizá, no estés de acuerdo con todo lo que la iglesia haga con sus fondos. La tentación entonces es no dar o limitar estrechamente cómo se puede usar lo que das. Ciertamente, si la iglesia no continúa en la enseñanza de Cristo, no deberíamos dar a la iglesia nuestro apoyo (2 Juan 9-11). Pero si el desacuerdo es un asunto secundario, como pagar demasiado por gastos de capital, entonces tenemos que seguir dando y trabajar en pro de la unidad (1 Co. 1:10). Como mínimo, deberíamos apoyar a los pastores entre nosotros (1 Ti. 5:17-18). Si dejamos de dar completamente, estaríamos desobedeciendo a Dios. También debemos asegurarnos de que restringir nuestras ofrendas no sea un acto de egoísmo usado por nuestra parte para atacar a la iglesia.

Dar a organizaciones no cristianas

¿Deberíamos dar a organizaciones no cristianas? Dios extiende su gracia común a todos, así que, no está mal apoyar a una organización secular que alimenta a los pobres, por ejemplo. Dicho esto, no quieres apoyar a una organización que se oponga al evangelio (2 Juan 9-11). Si las demás condiciones no varían, probablemente sería mejor suministrar tus fondos para promover el evangelio, dándolos a una organización cristiana que alimente a los necesitados.

Donación en línea

¿Está bien dar a la iglesia a través de donaciones en línea? Aunque la Escritura enseña que debemos dar regularmente (1 Co. 16:2) como parte de la adoración corporativa, también, podemos dar en otros momentos, y eso debería ser una parte cotidiana de la vida. En realidad, muchas personas encuentran que dar virtualmente realmente les ayuda a ser regulares con sus donaciones. La objeción normal a este método, es que esa donación ya no se vuelve sincera porque a menudo es algo que se establece automáticamente para que se transfiera cierta cantidad mensualmente. Sin duda, tienes que ser intencional cuando des en línea. Tal donación podría volver a alguien indiferente, pero también podría hacerlo escribir un cheque de diezmos cada semana. Lo que Dios demanda es un dador alegre (2 Co. 9:7). Eso es lo que importa. La manera en que alteras cualquier indiferencia al dar es recordando el sacrificio de Cristo por nosotros y que todas las cosas son suyas; vuelves al evangelio.

Ingresos restantes

¿Qué hago con los ingresos restantes después de haber pagado los gastos inmediatos? Hay mucha libertad cristiana al responder esta pregunta. Si tienes una deuda, podrías pagarla antes. Esto brinda más flexibilidad financiera y elimina el peligro de quedar endeudado. Podrías donarlo todo; no hay nada de malo en eso, porque puedes bendecir a muchos otros con tu generosidad. También podrías ahorrar dinero para gastos a futuro, como un nuevo auto. La única salvedad sobre ahorrar es que debes protegerte de acaparar y confiar en tus riquezas.

 Sin ingresos restantes

¿Está bien no dar, cuando no tienes nada más excepto los gastos necesarios para vivir? La Escritura espera que los cristianos sean generosos y den (Mt. 6:2). Pablo le dice a Timoteo, «Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos» (1 Ti. 6:18). Por tanto, sugiero que si un cristiano recibe algo, debe poner en práctica el dar, incluso si se trata de algo pequeño. De lo contrario, perderá el gozo de dar y la oportunidad de crecer. Pero probablemente hay ciertas circunstancias donde una persona no peca por no dar a causa de su empobrecida posición.

 Dar en fe

¿Deberíamos dar más allá de nuestros medios como una forma de ensanchar nuestra fe? Primero que todo, dar siempre debería ser planificado y apartado (1 Co. 16:2). Sería tonto y peligroso dar tanto que tengas que endeudarte o te conviertas en una carga para otro. Habiendo dicho esto, Dios nos llama a crecer en la gracia de dar (2 Co. 8:7). Por ejemplo, la viuda que dio sus dos monedas, todo lo que tenía para sobrevivir. Ella usó su dinero para aumentar su fe, lo cual fue loable ante Dios. Teniendo tan poco, seguramente era consciente de lo que tenía para vivir. Si hubiera sido ignorante, se cuestionaría si estaba dando por fe o no. Al mismo tiempo, deberíamos dar nuestras primicias. Esto es practicar la confianza en Dios para el futuro, aún cuando no sabemos necesariamente lo que va a pasar el próximo mes con nuestro presupuesto (e.j. ¡que nuestro auto tenga que ser reparado por $3,000!). No hay manera segura de hacer esto salvo la fe. No conocemos el futuro, pero conocemos a nuestro Dios y él cuidará de su pueblo mientras confiamos en él, y él quiere que dependamos de él más y más.

El evangelio de la prosperidad

¿Qué es el evangelio de la prosperidad y por qué está mal? El actual evangelio de la prosperidad inició en el siglo XIX. Los maestros del evangelio de la prosperidad valoran el cristianismo por lo que pueden obtener de él en esta vida. A menudo, estos maestros anunciarán revelaciones extra-bíblicas de parte de Dios. «De acuerdo con el evangelio de la prosperidad, decir las palabras correctas combinadas con la fe en esas palabras puede producir resultados increíbles porque Dios estableció leyes espirituales que gobiernan este mundo. La tarea del creyente es usar las palabras a fin de ejercer las leyes espirituales para su propio beneficio. Si los creyentes repiten las palabras correctas y creen, entonces Dios debe bendecirlos, porque las leyes espirituales están activas».[9] Ellos elevan al hombre, y reducen a Dios a alguien que sólo existe para satisfacer necesidades humanas. El sacrificio bíblico, la humildad, el sufrimiento no están presentas en dicha teología. Al final, el evangelio de salvación del pecado se convierte en la salvación de una vida difícil y empobrecida.

Diezmar

¿Están los cristianos obligados a diezmar el 10% a la iglesia? Hay algunos cristianos que piensan que el diezmo es el mínimo cristiano en dar (e.j. Randy Alcorn) porque de no ser así, disminuiría los estándares bíblicos establecidos en el Antiguo Testamento. Pero este punto de vista no está justificado en el Nuevo Testamento bajo el Nuevo Pacto. Aunque el 10% puede ser un objetivo o una meta útil para algunos en dar a la iglesia local, la iglesia no es el Israel del Antiguo Testamento, que vivía en una teocracia con leyes civiles y económicas, tales como los diezmos. Bajo el Nuevo Pacto, las leyes de Dios están escritas en los corazones de su pueblo y dar está en concordancia con lo que cada uno tenga. Los cristianos del Nuevo Testamento no deben dar a regañadientes o por mandato, como ocurría con el diezmo, sino alegremente. A Dios le preocupa más nuestra devoción que nuestro dinero.

 

[1] D.L. Roth, Crazy from the Heat.

[2] El evangelio es descrito a menudo en términos monetarios, por ejemplo, Cristo nos rescató o compró con su sangre.

[3] Por supuesto, esto no significa que Dios no nos bendecirá materialmente (e.j. Filipenses 4:19 demuestra que Dios suplirá nuestras necesidades físicas).

[4] Este tercer diezmo puede haber sido parte del segundo diezmo en Deuteronomio 12:17-18.

[5] Puede ser difícil cuantificar qué puede glorificar más a Dios con nuestro dinero. Hay mucha libertad cristiana en esta área. Sin embargo, esta es un área donde sería útil recibir un buen consejo sobre la mejor manera de usar nuestro dinero para la gloria de Dios.

[6] Ser estratégico con el dinero básicamente significa no ser inconsiderado o egoísta con él. Aunque no sepamos cómo nuestro dinero será usado para los propósitos de Dios, aun así podemos esforzarnos por ser fieles pensando en cómo lo gastamos para la gloria de Dios.

[7] En Éxodo 36 cuando Moisés pidió ofrendas voluntarias para ayudar a construir el santuario, los israelitas dieron tanto que Moisés dio la orden de que dejaran de dar. Por retraso, algunos pierden la oportunidad de obedecer.

[8] Adaptado del libro Financial Faithfulness de J. Hampton Keathley, III. (http://bible.org/article/financial-faithfulness).

[9] D.W. Jones y R. W. Woodbridge, Health, Wealth & Happiness: Has the Prosperity Gospel Overshadowed the Gospel of Christ?, pp. 59-60.

La Economía de Hoy

I. Introducción

¡Buenos días y bienvenido a nuestro seminario básico sobre el dinero! La semana pasada nos enfocamos en el dinero que damos; el día de hoy estaremos reflexionando en el dinero que gastamos. Pero antes de empezar, tengo una pregunta para ti:

¿Cómo debería cambiar el evangelio la manera en que gastamos nuestro dinero? Cuando contestes, dame el resultado y el motivo. Es decir, dame un ejemplo de un cambio en nuestras vidas financieras producido por el evangelio y qué aspecto del evangelio produce dicho cambio. ¿Cómo debería cambiar el evangelio la manera en que gastamos nuestro dinero?

Queremos entender por qué nuestro uso del dinero debería ser diferente por causa del evangelio. Creo que Proverbios 30:8-9 hace un buen trabajo resumiendo el enfoque de la Escritura para el dinero. «No me des pobreza ni riquezas; manténme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios». No me des pobreza ni riquezas. La Escritura es notablemente indiferente hacia el valor del dinero. Puede ser usado para un gran bien en esta vida—bien que durará hasta la eternidad. Y aún así, Pablo escribe a Timoteo, «raíz de todos los males es el amor al dinero» (1 Ti. 6:10). El dinero puede usarse en ambos sentidos. Nuestro objetivo es usarlo como una herramienta—dominarlo en lugar de ser dominados por él.

Para hacer eso, comenzaré repasando algunos principios que ya hemos cubierto en esta clase. Luego hablaremos sobre cuánto deberíamos gastar—con un enfoque en el llamado de Dios para cada uno de nosotros a cierto estilo de vida. Terminaremos con una discusión sobre presupuestos—y luego concluiremos reflexionando en la administración en la comunidad de la iglesia local.

Principios básicos

  1. Todo lo que tienes le pertenece a Dios. No sólo tu dinero. Creo que muchos de nuestros problemas como cristianos surgen porque pensamos en el dinero aisladamente del resto del llamado de Dios en nuestras vidas.
  2. Dios te ha hecho un administrador de todo lo que tienes. Y serás llamado a rendir cuentas por tu administración. Hay muchas formas de representar esta administración como hay cristianos en el mundo. Pero todos tenemos el mismo objetivo: Aprovechar al máximo cada oportunidad que se nos presente para la gloria de Dios. Hay gran libertad, pero un solo objetivo.
  3. El acaparamiento es dañino espiritualmente. Como dije la semana pasada, Dios te ha dado una cierta cantidad de dinero. Parte de esa cantidad necesitas gastarla. Otra parte, si tienes la oportunidad, probablemente deberías guardarla para el futuro. Eso puede ser tan simple como una cuenta de ahorros, o tan complejo como el dinero invertido en tus negocios. Sin embargo, tienes que dar el resto. Retener para ti lo que no necesitas es un intento, dice Jesús, de servir a dos señores. Servir a Dios y al dinero. Así que… gasta, ahorra, da. La semana pasada hablamos sobre dar. La próxima semana hablaremos sobre ahorrar—la economía del mañana. Pero hoy hablaremos sobre lo primero de estos componentes: ¿Cuánto deberíamos gastar en nosotros mismos?
  4. Y cuarto, también un repaso de la semana pasada. Como respuesta a la pregunta «¿cuánto deberíamos dar?», mi respuesta fue que deberíamos dar hasta que el próximo centavo que habríamos dado realmente habría glorificado más a Dios si lo hubiésemos gastado en nuestras propias necesidades. Debemos maximizar nuestra capacidad de glorificar a Dios con toda nuestra vida—y convertir el dinero en una herramienta para apoyar ese objetivo.

¿Cuánto deberíamos gastar?

Y eso nos lleva al gasto. ¿Cuánto dinero gasta un administrador sabio en sí mismo? Ciertamente, no todo. Imagina por un momento que confiaste tu dinero de liquidación a un gerente financiero a cambio de una reducción de gastos. Y un año después descubres que ese dinero desapareció. Su reducción fue de un 100%. ¿Cuál sería tu reacción? ¡Es absurdo! ¡No te di el dinero para eso! Se suponía que debías invertirlo para —no gastarlo todo en ti. Pero, ¿cuántos cristianos han hecho exactamente eso a Dios?

El versículo de Proverbios 30 que leímos anteriormente responde la pregunta «¿cuánto debería gastar?» con la pregunta «¿cuánto necesito?» «manténme del pan necesario». O como Pablo escribe en 1 Timoteo, «Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento» (6:6). Pero incluso la pregunta «¿cuánto necesito?» puede ser difícil de comprender.

Así que, permíteme replantear la pregunta. Preguntémonos, «¿a qué estilo de vida nos ha llamado Dios?» Creo que nuestra tendencia es a menudo responder la pregunta «¿qué necesito?» en el nivel más granular posible. ¿Necesito el Big Mac o la hamburguesa del menú económico? ¿Realmente necesito volar a casa para Navidad? ¿Qué pasa si sólo conduzco? Y así sucesivamente. No obstante, eso no nos brinda una base sólida a la hora de tomar decisiones—y terminamos atados de nudos. En cambio, pienso que es mejor comenzar de arriba hacia abajo. ¿A qué estilo de vida me llamó Dios?

Por «estilo de vida», me refiero a los hábitos de consumo a los que estás acostumbrado.  Dónde vives, si conduces o qué conduces, cómo te vistes, cómo vacacionas, cómo comes, etc. ¿Cuáles son los gastos de consumo a los que estás acostumbrado? Nuestro estilo de vida determina nuestras necesidades. Si compras una casa, entonces necesitas pagar la hipoteca cada mes. Si decides ser la clase de familia que se va de vacaciones fuera de la ciudad, entonces necesitas un medio de transporte para llegar allí. El estilo de vida determina las necesidades.

Hay dos peligros que tenemos que tomar en cuenta al plantear la pregunta en términos de estilo de vida.

El primero es que nuestro estilo de vida determine un conjunto de necesidades que excedan nuestros ingresos. Te puedo asegurar, con la excepción de circunstancias temporales e inusuales—tales como un período de desempleo—que Dios no te está llamando a un estilo de vida que requiera mayores ingresos de los que posees. Si no puedes suplir tus necesidades más básicas, quizá, él te esté llamando a buscar un trabajo con un mejor salario. Pero él no te está llamando a un estilo de vida que cueste más de lo que produces. Me recuerda a una parodia de Saturday Night Live. Steve Martin aparece en un falso comercial sobre un revolucionario libro de administración financiera llamado «No Compres Cosas Que No puedes Costear». A Steve Martin le parece complicado y confuso, y pregunta, «Pero, ¿qué pasa si quiero algo y no tengo dinero?» El locutor le dice, «Todo está en mi libro, capítulo 1, es sólo 1 página». «Si no tienes dinero, no deberías comprar nada». Y Steve Martin se fue rascándose la cabeza. Parece simple—pero a veces es sorprendentemente difícil. Creo que la única razón por la que esto puede ser tan desafiante es nuestro deseo de complacer a otras personas. Digamos que produces la misma cantidad de dinero que un amigo—pero esa persona vive acumulando deudas de tarjetas de crédito y no da nada de su dinero. Para hacer que los números sumen, vas a tener que decir «no» a muchas de las cosas que él haga—salir menos a cenar o comprar un auto usado, por ejemplo. Las expectativas de tus amigos y de tu familia pueden forzarte a gastar más de lo que deberías. Y hay todo tipo de problemas que pueden verse atrapados en esto. Si sientes que tus necesidades exceden tus ingresos, programa un tiempo con tu amigo cristiano para hablar sobre tus finanzas juntos. Sé que es contracultural escuchar, no mereces que las cosas salgan como quieres. No mereces un descanso hoy. Nomereces un tiempo para ti, no mereces salir a cenar esta noche porque estás cansado, nomereces esas vacaciones en Disney World. Renunciaste a tus derechos cuando te convertiste en cristiano. ¿Y lo que sí merecías? Cristo lo clavó en la cruz. Dios no te está llamando a necesitar más dinero del que generas.

Pero hay otro peligro, y es que nuestras necesidades aumenten inexorablemente con nuestros ingresos. Mencioné la semana pasada una investigación que encontré unos años atrás. Si observas al público estadounidense, la clase más generosa haciendo donaciones de caridad es la clase alta. Tiene sentido—ellos tienen mucho más de lo que necesitan. Pero el siguiente grupo más generoso no es la clase media—es la clase trabajadora pobre[1]. Me parece fascinante. Al parecer, cuando uno pasa de pobre a clase media, las necesidades percibidas en realidad incrementan más rápido que los ingresos. La diferencia entre los pobres y la clase media no es tan amplia como para que la clase media se considere más tacaña y la clase pobre más generosa. La diferencia es lo que se percibe  como necesidad. Para un grupo, un segundo auto es un lujo. Para el otro, es una necesidad. Lo mismo ocurre con la televisión por cable y la educación privada. Mi hermano menor trabaja en una compañía con chicos que ganan tres o cuatrocientos mil dólares por año. Y él dice que el tema de conversación en el almuerzo siempre es sobre lo apretado que es el dinero. Porque cuando añades lo que ellos sienten que es necesario en determinada situación de su vida—el auto que se ve respetable en el estacionamiento de la compañía, la escuela privada en la ciudad, el lugar para entretenerse en los Hamptons—las «necesidades» han aumentado a un nivel impresionante. Tu estilo de vida consiste mayormente en lo que tú consideras que son necesidades—pero la clave es darte cuenta de que lo que tú consideras «necesario» es en realidad altamente subjetivo. Lo que hace que nuestra pregunta sea tan importante. ¿A qué estilo de vida te está llamando Dios?

Por tanto, para resumir estos dos peligros: El estilo de vida no debería ser más que los ingresos. Y el incremento de los ingresos no debería traducirse necesariamente en incrementos del estilo de vida.

Entonces… ¿cómo elegir un estilo de vida? Ocasionalmente, Dios hablará sobrenaturalmente. «¡Juan el Bautista! Ve a vivir en el desierto y come saltamontes y miel». De acuerdo. Suficiente. Pero para la mayoría de nosotros, su llamado no llega de esa forma. Consideramos nuestros valores en la Escritura, oramos por sabiduría, recibimos el consejo de otros, y usamos el buen sentido que él nos ha dado para «buscar primeramente su reino». Y por eso, necesitamos mantener nuestro objetivo mente: para usar cada don, cada oportunidad, cada relación, cada centavo que tengamos para proclamar la gloria de Dos con cada mino que él nos da en esta tierra. ¿Tienes hijos? Gasta tu dinero proveyendo para ellos. ¿Te gusta el ciclismo? Quizá, sea un buen uso de tu dinero comprar una bicicleta para que puedas refrescarte y disfrutar de lo que Dios te ha dado. Después de todo, como dice 1 Timoteo, «Dios nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos».

Con ese objetivo en mente, aquí hay seis principios para elegir un estilo de vida.

  1. El estilo de vida se define a menudo en grandes partes—pero puede variar gradualmente con el tiempo. Así que, una vez que hayas establecido dónde vas a vivir, probablemente has definido la mayoría de tus gastos, porque con ello viene la elección de tu casa, si necesitas un auto o un segundo auto, la educación de tus hijos, etc. Debes tomar esa decisión seriamente. Sin embargo, comprende que la creciente presión de tu estilo de vida a medida que aumentan tus ingresos llegará a través de cosas pequeñas. Y aunque puede que eso no sume mucho dinero, podría ser significativo espiritualmente. ¿Mi consejo? Usa un presupuesto. Más sobre eso en un momento.
  2. El tiempo y el dinero son intercambiables. ¿Cómo tomas el tiempo que Dios te ha dado y lo conviertes en dinero? ¿Y cómo conviertes el dinero en tiempo? Contratas a un plomero para que repare tu baño, le pagas a alguien para que corte tu césped, etc. Y en menor medida, el dinero y las relaciones son intercambiables. Puedes construir relaciones con dinero—comprando flores para tu esposa, por ejemplo. O puedes cambiar una relación por dinero—trabajado un segundo turno en lugar de pasar tiempo con tus compañeros. Gran parte de tu estilo de vida implicará determinar dónde se encuentra tu factor limitante—dinero, tiempo, relaciones—y luego convertir uno en el otro. Algunos «lujos» que los hombres y las mujeres piadosos buscan—una casa más limpia o unas buenas vacaciones, por ejemplo—entran en esta categoría. Y algunos sacrificios que los hombres y las mujeres piadosos hacen también caen en esta categoría—mi abuela complementa el seguro social vendiendo edredones hechos a mano para poder contribuir con las misiones, por ejemplo. El dinero puede convertirse en tiempo; el tiempo en dinero; ambos pueden construir relaciones.
  3. La flexibilidad es una virtud. Santiago 4 (v. 13-17) nos dice que no presumamos el futuro. No presumas que Dios obrará en el futuro exactamente como lo ha hecho en el pasado. Mientras construyes tu estilo de vida, no hagas compromisos que limiten tu capacidad para responder a oportunidades o restricciones que podrían cambiar tu estilo de vida.
  4. Mantén presente la visión a largo plazo. Tu objetivo es una vida de fidelidad. No solamente el próximo año. Así que, si eres capaz, un estilo de vida donde puedas esforzarte y no sólo sobrevivir, será probablemente más provechoso prolongadamente. Pienso que para aquellos de nosotros con familias, esta es una pregunta importante a considerar. Quizá, estés prosperando en este estilo de vida. Pero, ¿qué hay del resto de tu familia? Puedes arruinar el futuro gastando muy poco (por ejemplo, haciendo que tu familia se enoje contigo o enseñando a tus hijos a ser tacaños) o gastando demasiado (por ejemplo, malcriando a tus hijos o construyendo un gusto por el lujo que no deberías sostener).
  5. Considera a tu hermano más débil (1 Co. 8:9). Tienes una enorme libertad en donde invertir tu dinero para el reino de Dios. Pero algunas decisiones tentarán a otros más que otras. Por ejemplo, para ti puede funcionar el cálculo de contratar a un cocinero y a un encargado de la limpieza. Pero si nadie más en el cuerpo de tu iglesia puede estar cerca de hacer eso—y si muchos de ellos no entienden por qué lo haces, el beneficio para ti de servir al Señor, quizá, no valga el costo para otros de lucha y tentación adicional. Como Pablo dice en 1 Corintios 6:12 «Todas las cosas me son lícitas, mas no todas me convienen».
  6. Considera las oportunidades que parezcan únicas para ti. Por ejemplo, no todos son capaces de plantar sus vidas en Capitol Hill a largo plazo. Pero como iglesia, necesitamos personas que sí. Si honestamente crees que puedes hacerlo—por la naturaleza de tu trabajo, por tu capacidad de vivir sencillamente, por tu amor a la ciudad, o por tu don de soltería, etc.—Creo que tienes la fuerte obligación de considerar esa posibilidad muy seriamente. Esta iglesia puede sentirse llena de creyentes maduros. Pero si echas un vistazo al directorio de membresía y cuentas los números de las personas que posiblemente podrían estar en esta iglesia veinte años a partir de ahora, notarás realmente cuán poco son esos potenciales «vividores». Por supuesto, frecuentemente nos encontramos con el peligro de sobrestimar nuestra «singularidad ». Así que, asegúrate de hacer este tipo de evaluaciones con la ayuda de otros que no estén tan impresionados por ti como tú lo estás.

Gestiona un presupuesto

Muy bien. Has determinado tu estilo de vida. Y con suerte no cambiará a medida que tus ingresos aumenten con el tiempo. ¿Cuál es la mejor forma de manejar tu estilo de vida? Un presupuesto.

A menudo pensamos en un presupuesto como una herramienta financiera. Algo para asegurarnos de que nuestros cheques no reboten. Creo que eso es muy limitado. Un presupuesto es principalmente una herramienta de contentamiento. Y es una herramienta de comunicación—una prudente si eres soltero y una crítica si eres casado. 1 Timoteo 6: 8-10 nos dice que, «Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores». Tu presupuesto puede ayudarte a proteger tu contentamiento, y a protegerte de esta ruina y destrucción.

Entonces, ¿cómo es tu presupuesto una herramienta para el contentamiento?

  • Ayuda a restringir el exceso de gastos. Creo que eso es lo primero que a menudo pensamos.
  • Ayuda a protegerte de la culpa falsa o de la ansiedad cuando gastas ¡Oh, no! ¡Se dañó el horno! ¡Eso saldrá costoso! Pero está en el presupuesto, ¿cierto? Bien. No hay problema. El presupuesto demuestra cómo Dios ya ha provisto para nosotros.
  • Se asegura de que tus gastos se basen en lo que necesitas en lugar de aumentar con tus ingresos.

Y es una herramienta de comunicación.

  • Convierte las conversaciones financieras en estratégicas y proactivas—cuando organizas todo tu presupuesto—en lugar de limitadas y reactivas—como cuando el esposo llega a casa con un nuevo juguete para los niños y la esposa se enfurece.
  • Ayuda a protegerte de juzgar a tu cónyuge. Tu esposa compra una mermelada un poco más costosa que la regular. ¡Que impía! ¿No sabe ella que tenemos mejores cosas que hacer con ese dinero? Pero todavía nos mantenemos dentro de nuestro presupuesto de comestibles, ¿no? Entonces, relájate. Deja esas conversaciones para el nivel del presupuesto macro.

La administración como un proyecto comunitario

Esas son algunas opiniones sobre usar un presupuesto para ayudarnos a ser estratégicos y proactivos con nuestros gastos y estilo de vida. Pero mientras hemos avanzado, probablemente has notado lo complejo y desafiante que son muchas de estas decisiones. Así que, antes de finalizar nuestro tiempo, permíteme llevarte a una última reflexión: Estas no son decisiones que deberíamos hacer por nuestra cuenta.

Tenemos una oportunidad considerable como iglesia de tener conversaciones sobre cómo gastamos el dinero en una parte normal de la vida. Estamos dispuestos a ser abiertos sobre las luchas con la pornografía, con la ira, la comida, el orgullo—pero raramente hablamos sobre el amor al dinero, o acerca de cuánto damos, o de dónde gastamos nuestro dinero. Eso parece extraño. Por qué serías transparente sobre todo lo demás en tu vida excepto tu dinero—especialmente cuando el dinero es algo de lo que Jesús enseñó muchas veces. Deberíamos hablar del dinero como iglesia. En relaciones de discipulado. Con amigos. En nuestros grupos pequeños. Deberíamos hacer que otros vean dónde gastamos y damos nuestro dinero, y deberíamos estar dispuestos a tener serias conversaciones con los hermanos y hermanos que, tememos, estén actuando más por amor al dinero que por amor a Dios. Claro está, hay algunos peligros conocidos aquí. Permíteme examinar dos de ellos:

El primer peligro es el de juzgar. Somos tan rápidos para juzgar las decisiones financieras de otros, ¿no es así? Somos tan egoístas que a menudo asumimos que todos los demás tienen nuestro raciocinio, nuestros motivos y nuestras circunstancias. Por lo que rápidamente aplicamos categorías morales a cosas que sencillamente son diferentes en preferencia. Esto es algo de lo que hablo mucho cuando doy consejería prematrimonial. Una recién casada que creció con padres que gastaban libremente en comestibles. Un recién casado que creció con padres que gastaban libremente en clases de música. Se casan, y el esposo está consternado por los gastos en comestibles de la esposa; la esposa está consternada por las expectativas del esposo para la educación de sus hijos. Rápidamente, uno acusa al otro—al menos en su corazón—de ser egoísta e impío. Pero en realidad lo que ha ocurrido es que ambos sencillamente han asumido los hábitos de sus propias familias. ¿Está bien escatimar en comida para financiar clases? ¿O eliminar las clases para comprar mejor comida? Por supuesto. Eso simplemente nos muestra el peligro de convertirnos en jueces en nuestros corazones. Déjame hacerte dos sugerencias para ayudarte a evitar juicios errados de las finanzas de otros:

  1. No supongas los motivos. Cuando alguien haga algo que no entiendes, no interpoles por qué lo hizo. En cambio, si tu relación lo permite, pregúntale. Y si no, olvida el asunto y asume lo mejor, como Pablo nos dice que hagamos en 1 Corintios 13.
  2. Cuando sí hables con alguien sobre sus decisiones financieras, asegúrate de que tu motivación sea compasiva y no distante. Que tu actitud no sea la de juzgar, «¡Cómo se atreven a hacer eso! Voy a mostrarles lo equivocados que están», sino la que vemos en Gálatas 6:1 –«Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado».

Pero también está el peligro del orgullo. Recuerda Mateo 6:1, donde Jesús dice que nuestra razón para dar no debería ser la alabanza de los hombres. Su enfoque, evidentemente, no es tanto la discreción por el bien de la discreción, sino un deseo de tener los motivos correctos. Asegurarte de que estás honrando a Dios y no a ti mismo. Si luchas con esto—y sospecho que de alguna forma nos pasa a todos—creo que encontrarás muy útil la clase sobre el «temor al hombre» que saldrá en un par de semanas. Y confiésalo a un amigo. Tal vez, tu discusión sobre tu presupuesto comienza con una discusión sobre cuánto quieres impresionar a otros al dar. O quizá,  tiene que ver con donde se encuentra tu corazón, no empieces a hablar sobre el presupuesto, habla primero sobre tu lucha con el orgullo.

Así que, ¿cómo puede verse esto desde una perspectiva positiva? Al igual que muchas otras áreas de nuestra vida como iglesia, me encantaría vernos aprender a hablar específicamente sobre nuestras decisiones financieras incluso al nuestras relaciones irradiar la gracia que deberían. Muchas veces cuando alguien es especifico en su crítica hacia nosotros, tendemos a ser rápidos para alegar la bandera del «legalismo». Eso es ridículo. Y para nada el término usado por la Biblia. No hay razón por la que no podamos ser específicos al animar y exhortar yal mismo tiempo ser abrumados por la gracia de Dios para con nosotros. Me encantaría ver hermanos y hermanas maduros ayudando a los más nuevos o débiles en esta área—con consejos, y cuando sea apropiado, con préstamos y donaciones a fin de que la falta de dinero no limite la fertilidad de nadie para el reino de Dios. Y me encantaría vernos ser rápidos para confesar las áreas con las que batallamos y rápidos para animar en esta área de nuestras vidas. Después de todo, el mundo ama estigmatizar las finanzas como algo simplemente privado y personal. Hay una cultura de transparencia piadosa que creo puede revolucionar  nuestro enfoque del dinero. Y pienso que deberíamos orar y trabajar en pro de ese fin.

Esas son algunas de las reflexiones sobre cómo podemos gastar nuestro dinero para la gloria de Dios. Oremos.

[1]Charles T. Clotfelter, Federal Tax Policy and Charitable Giving (Prensa de la Universidad de Chicago, 1985)

La Economía del Mañana: Deuda y Ahorro

I. Introducción

Bienvenido a la cuarta clase del seminario básico «El Dinero». La semana pasada aprendimos cómo administrar las presentes riquezas que Dios nos ha dado a través del presupuesto y el gasto. Esta mañana trataremos de considerar lo que Dios dice acerca de la clase de impacto que tienen nuestras decisiones financieras en el futuro.

Probablemente muchos de nosotros nos sentimos agobiados al hablar del dinero y de las finanzas. ¿Por qué? Creo que posiblemente porque sentimos la presión de las deudas o estamos preocupados por el futuro. Bien, si te sientes de esta manera, espero que esta clase pueda brindarte algo de ayuda mientras examinamos la sabiduría de Dios en estos temas.

II. Conociendo el futuro

Dios tiene mucho que decir acerca de nuestro futuro. Él quiere que seamos sabios y que entendamos cómo las decisiones que tomamos hoy impactan nuestras vidas en el mañana. Proverbios dice, «Trampa es consagrar algo sin pensarlo y más tarde reconsiderar lo prometido» (Pr. 20:25) (NVI).[1]

Proverbios nos dice que nuestra ignorancia no es algo bueno—¡Es necedad! Es sabio considerar el futuro, y una locura no hacerlo. No somos de alguna manera más santos por permanecer inconscientes de las futuras consecuencias de nuestras decisiones financieras.[2]Hacernos los tontos no es la manera de seguir el mandamiento de Jesús de no preocuparnos (Mt. 6:25). La ignorancia no nos exime del pecado[3], y tampoco nos libra de ser responsables por nuestras finanzas. En cambio, debemos crecer en la comprensión de la voluntad de Dios de cómo deberíamos pensar sobre el futuro.[4]

A.El conocimiento de Dios vs. El conocimiento del hombre

Cuando se trata del futuro, «[Dios] sabe todas las cosas» (1 Juan 3:20). Él conoce perfectamente el pasado, el presente y el futuro. Dios es soberano sobre el tiempo y él es quien permite que ocurran todas las cosas. Como David escribe, «Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas» (Salmos 139:16).

Pero a diferencia de Dios, tú y yo no sabemos todo. ¡Recordar el pasado es lo suficientemente difícil para algunos de nosotros! ¿Cómo podemos afirmar conocer el futuro?[5] En lugar de ello, con Moisés, deberíamos orar a Dios así, «Enséñanos de tal modo a contar nuestros días,
que traigamos al corazón sabiduría» 
(Salmos 90:12). De modo que, aun cuando no sabemos lo que sucederá el próximo año o la próxima semana o incluso la próxima hora, debemos considerar el futuro en nuestras decisiones.

B.Tomando decisiones sobre el futuro

Entonces, ¿cómo hacemos esto? ¿Cómo tomamos decisiones financieras para el futuro cuando no conocemos el futuro? Bueno, vamos a Dios. En la Escritura, Dios revela acontecimientos futuros que ocurrirán, tales como la segunda venida de Cristo. Él también da a conocer las posibles consecuencias de las acciones actuales, como por ejemplo, «La mano negligente empobrece;
Mas la mano de los diligentes enriquece» 
(Pr. 10:4). Esto es la sabiduría, y la sabiduría tiene un componente futurista adjunto—ser negligentes hoy, nos hará pobres mañana. Aunque Dios no nos dice todo acerca del futuro, él revela cómo vivir en el presente para el futuro.

Pero Dios no es el único que habla y da consejos sobre el futuro. Hay especulaciones acerca del futuro en todas partes. Los meteorólogos, los científicos, los economistas, los aficionados del deporte, todos ellos hacen predicciones. Así que, ¿de qué manera deberíamos abordar consejos sobre el futuro, particularmente sobre nuestras finanzas? Estas son tres cosas a tomar en cuenta.

Primero, considera la fuente. ¿Viene de personas honestas e integras? Proverbios dice, «El que camina en integridad anda confiado» (Pr. 10:9). ¿Son personas bien informadas de lo que están hablando? Proverbios dice, «Los sabios guardan la sabiduría» (Pr. 10:14). ¿Tienen experiencia en el tema? Proverbios dice, «La hermosura de los ancianos es su vejez» (Pr. 20:29). Mantente alejado de los horóscopos y de los que practican la adivinación; no son consejeros confiables.[6]

Segundo, considera el contenido. ¿Es su consejo razonable y consciente de los tiempos? ¿O es su consejo, uno sin sustancia e inventado de la nada? Por ejemplo, ¿te están diciendo que las tasas de interés aumentarán porque hoy es noche de luna llena o porque las tasas de interés se encuentran actualmente en un 0% y no pueden continuar disminuyendo?[7] ¿El consejo tiene precedentes? Por ejemplo, después del colapso del mercado en el 2008, los asesores financieros alentaron a sus clientes a no vender las acciones despreciadas porque la historia demostraba que después de cada colapso del mercado normalmente llegaba un pico de corrección. Evita los programas de «enriquecimiento rápido». Reconoce que, «el que recoge con mano laboriosa aumenta las riquezas» (Pr. 13:11).

Tercero, considera las limitaciones. Como hemos dicho, nadie conoce el futuro. Proverbios dice, «No te jactes del día de mañana; porque no sabes qué dará de sí el día» (Pr. 27:1). Es por ello que las propagandas de compañías de inversión incluyen la frase, «Los rendimientos pasados no garantizan los resultados a futuro». Sin importar cuán confiable sea la fuente o cuán verídico sea el contenido, sólo Dios conoce el futuro.[8]

Entonces, aunque todos nosotros necesariamente tomamos decisiones sobre el futuro, no debemos hacerlo neciamente o sin asesoramiento, sino humilde y sabiamente, buscando la sabiduría de la palabra de Dios. Esto es específicamente útil cuando se trata de hablar acerca del tema de hoy—Deuda y Ahorro.

III. Deuda: Hipotecando el futuro

Hablemos sobre las deudas. Una deuda puede definirse como obtener algo ahora pagándolo después. ¿Cuántos de nosotros tiene alguna especie de deuda? Hasta cierto punto, el crédito es un medio necesario para hacer negocios. Así, puedo alquilar un auto por una semana, sin tener que pagar por él hasta que la semana haya terminado.

A.    ¿Dios prohíbe pedir prestado?

¿Qué opina Dios acerca de las deudas? ¿Dios prohíbe pedir prestado? Bien, para los que piensan afirmativamente, estarás feliz en saber que podemos pedir dinero legítimamente sin pecar. Dios no prohíbe del todo el pedir prestado.

En el Antiguo Testamento, vemos que Dios de hecho permitía el préstamo en la ley dada a los israelitas. Éxodo dice, «Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura» (Ex. 22:25). En el Nuevo Testamento, Jesús fomentó el préstamo y dijo, «Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos» (Lucas 6:35).[9]

Por tanto, si Dios permitía el préstamo, entonces naturalmente también permitía el pedir prestado. De lo contrario, el acto de prestar conduciría al que pide prestado al pecado. En cambio, el préstamo puede ser usado en ocasiones para mostrar misericordia a aquellos en necesidad, y ser capaces de pedir prestado es una bondad de Dios.

No obstante, aunque podemos pedir prestado sin pecar, también podemos pecar pidiendo prestado. Pedir prestado puede ser el acto exterior de un corazón que es impaciente, codicioso o incrédulo, y «todo lo que no proviene de fe, es pecado» (Ro. 14:23). Por ejemplo, podemos razonar infielmente que Dios ha fallado en proveer para nuestras necesidades, así que, sentimos que por nuestro bien debemos pedir prestado para suplir esas deficiencias.

Pedir prestado también se convierte en pecado cuando suponemos equivocadamente acerca de Dios. ¿Qué significa exactamente esto? Bien, no quiere decir que no debamos hacer planes y compromisos para el futuro. ¡La vida requiere que hagamos planes y compromisos para el futuro! Hacemos compromisos matrimoniales, planificamos nuestros presupuestos y nos preparamos para el regreso de Cristo. ¡Así es la vida!

Pero cuando se trata de deudas, suponer erróneamente sobre Dios significa una de dos cosas. Primero, puede significar que estamos intentando pecaminosamente obligar a Dios a pagar por nuestra deuda. Por ejemplo, sería como aumentar el saldo de nuestra tarjeta de crédito esperando que Dios provea el dinero adicional para pagarlo. Confiamos en Dios para algo que él no nos ha prometido y para lo que tal vez esté en contra. Asumimos que él nos atenderá, pero fallamos en recordar que Dios es santo. No podemos manipularlo para que haga lo que nosotros queramos.

Segundo, suponer equivocadamente acerca de Dios para nuestra deuda es ignorar su soberanía sobre el futuro. La suposición es sinónimo de orgullo. Suponer nos hace actuar como si controláramos nuestro propio destino y la capacidad de pagar nuestra deuda. Pero Santiago escribe, «¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala» (Santiago 4:13-16). 

B. La sabiduría de pedir prestado

Muy bien, digamos que examinas tus motivos para asumir una deuda y no los encuentras pecaminosos. ¿Cuál es el próximo paso? Bueno, probablemente deberías preguntarte si sería prudente pedir prestado. Después de todo, la libertad cristiana permite la estupidez cristiana, ¿no es así?

¿A cuántos de nosotros nos gusta tener la opción de pedir dinero prestado? ¿Por qué nos gusta?

Hay un cierto valor en tener un crédito disponible para nosotros. El crédito nos permite enfrentar emergencias no previstas, tales como pagar la cirugía de un hijo. El crédito nos brinda la oportunidad de ganar dinero proporcionando educación para un comercio o los gastos para dar marcha a un negocio. Las empresas, a su vez, generan riquezas y proveen trabajos a las personas. Los microcréditos se utilizan en todo el mundo como un recurso para ayudar a la gente a salir de la pobreza.[10] El crédito también nos permite comprar artículos de gran valor que pueden ser necesarios para cuidar de la familia, tales como una casa o un auto. De manera que hay algunos beneficios.

De acuerdo, así que si nos gusta la opción de pedir dinero prestado, ¿a cuántos de nosotros nos gusta estar endeudados? ¿Por qué no nos gusta tener deudas?

Aunque pedir prestado no es siempre un pecado, es siempre una forma de esclavitud. Proverbios dice, «El rico se enseñorea de los pobres, y el que toma prestado es siervo del que presta» (Pr. 22:7). Esto es generalmente cierto. Alguien que tiene que pedir prestado queda, por la naturaleza de la transacción, endeudado con su prestamista. Y mientras mayor sea la necesidad, mayor será el poder del prestamista sobre el deudor.[11]

En el Antiguo Testamento, si Israel fallaba en obedecer los mandamientos de Dios, Dios los maldeciría, y parte de esta maldición consistiría en que ellos se convertirían en deudores de los pueblos vecinos. Tener que pedir prestado era una señal del juicio de Dios (Dt. 28:43-45).

La deuda también hipoteca el futuro. Limita su flexibilidad financiera y las opciones que podríamos desear tener en el camino.[12] Y esas restricciones también pueden obstaculizar relaciones. Sólo mira el matrimonio. Para los solteros, tener una gran deuda puede ahuyentar a los posibles cónyuges. Y aquellos que se casan, con frecuencia, lamentablemente eligen permanecer estériles por un tiempo porque la esposa necesita trabajar para pagar las deudas. Las deudas causan tensión en la relación, y las deudas con frecuencia juegan un rol en el divorcio.

Asumir una deuda no es algo que se deba hacer a la ligera. Nunca deberíamos ver una deuda como nuestra salvación, sin importar lo baja que sea la tasa de intereses. Todavía debemos pagar todo—¡incluyendo los intereses! Y aunque no temamos ir a prisión o ser vendidos como esclavos en nuestro país, otras veces y en otros lugares estas amenazas son reales.[13]Recuerda que sólo porque un banco aprueba un crédito, no necesariamente significa que Dios lo haga.

C.Tomando decisiones sobre pedir prestado

Hagamos esto algo práctico. Digamos que estás pensando en tomar un préstamo para comprar un auto. ¿Cómo deberías estar en pensando en esto? Bien, hay tres preguntas generales que deberías hacer.

(1) ¿Por qué lo necesitas?

Primero, ¿por qué lo necesitas? ¿Cuáles son las razones? ¿Glorifican a Dios o son egoístas? ¿Necesitas nuevos neumáticos para atraer a las chicas o para dejar claro que eres exitoso? ¿O necesitas el auto para lograr el estilo de vida que has escogido para honrar a Dios, como hablamos la semana pasada? Quizá, la razón  por la que tengas que comprar un auto sea para ayudarte a llegar más rápido al trabajo y puedas tener más tiempo desarrollando relaciones? Examina tu corazón y lo que está «impulsando» tu decisión de gasto.

(2) ¿Puedes costearlo?

Segundo, ¿puedes costearlo? ¿Tienes los medios para pagarlo? La semana pasada, dijimos que Dios no nos está llamando a un estilo de vida con gastos superiores a nuestros ingresos. Si tomas un préstamo, ¿has evaluado los riesgos? Aquí es donde el presupuesto, que discutimos la semana pasada, es extremadamente beneficioso.[14] El costo de comprar un auto implica mucho más que sólo pagar el precio de compra. Primero, debemos pagar intereses por el privilegio de tomar el préstamo. Luego, debemos pagar impuestos sobre las ventas, el seguro del auto, el registro, la inspección, la gasolina, el estacionamiento y los peajes. ¿Tienes suficiente dinero para  pagar también por todo esto? No debemos vivir más allá de nuestras posibilidades.

¿Has considerado todas las otras alternativas antes de obtener una deuda? ¿Puedes producir ingresos adicionales, tomar un trabajo temporal por un tiempo? A lo mejor, ¿liquidar otros activos? ¿Puedes reducir otros gastos? ¿O renunciar a ciertas comodidades, como la televisión por cable? ¿O comprar un auto más económico? Tal vez, podrías usar diferentes medios de transporte como el autobús, el metro, caminar, andar en bicicleta o pasear. ¿Has pensado en ahorrar para el gasto primero?

Algo que caracteriza a nuestra cultura es el deseo de conseguir lo que queremos. Sin embargo, la impaciencia no es un fruto del Espíritu.[15] ¿Creemos que Dios no provee para su pueblo? ¡Qué absurdo! ¡Por supuesto que sí! Desde colocar al hombre en el mundo después de que todo había sido establecido hasta colocar a su Hijo en la cruz después de que todo estuviera arruinado, Dios ha provisto para todas nuestras necesidades. Ahora bien, podemos definir nuestras «necesidades» más libremente, pero no deberíamos ir más allá de lo que Dios ha prometido en la Escritura para sus hijos. Y debemos confiar en Dios siendo más pacientes antes de adquirir una deuda.

Cuando se trata de deudas, «El buen juicio hace al hombre paciente» (NVI) (Prov. 19:11). Por un lado, la paciencia nos impide tomar decisiones impulsivas y espontaneas que luego podemos lamentar. Ser pacientes nos da más tiempo para ver las cosas con precisión, para orar y buscar consejería. También es una gran manera de auto-disciplinarnos para ahorrar para un pago inicial, como el 50% del costo, antes de hacer la compra. Esto no solamente reduce el préstamo general, sino que nos permite establecer el hábito de realizar pagos en esta compra antes de que esos pagos sean obligatorios.

Finalmente, ¿has evaluado los riesgos asociados al préstamo? ¿Qué sucede si no cumples? Proverbios advierte que si careces de los medios para pagar una deuda después asegurarla, entonces, perderás «tu cama» (Pr. 22:26-27). ¿El valor de tener un préstamo vale la pena el riesgo de pérdida en caso de incumplimiento? ¿Estarías dispuesto a poner la casa donde duermes como garantía de un préstamo? ¿Estás dispuesto a asumir otros riesgos, como el estrés y la presión extra de pagar la deuda?

Toda deuda es esclavitud, pero el grado de esclavitud depende de nuestra capacidad de deshacer la obligación. Aquí es donde entra en juego el tipo de deuda incurrida. Por ejemplo, el préstamo de un auto se puede reducir grandemente o incluso se puede pagar, vendiendo el auto involucrado a la deuda. Probablemente tenga un menor impacto en nuestras decisiones de estilo de vida que otras deudas, tales como las deudas de las tarjetas de crédito. Esta deuda del consumidor permanecerá.

(3) ¿Has buscado consejería?

Tercero y último, ¿has buscado el consejo de personas que conozcas y en las cuales confíes? Esto va de la mano con la transparencia de la que hablamos en la clase pasada. Mientras más grande sea la deuda, más deberías buscar y obtener asesoría. Ora y examina tus motivos. Esto parece simple, pero raramente es puesto en práctica. Proverbios dice, «Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se afirman» (Pr. 15:22).

D. Viviendo en deuda

De acuerdo, hemos hablado sobre tomar decisiones en el futuro respecto a las deudas. Sin embargo, ¿qué pasa si ya tienes deudas…muchas…demasiadas? ¿Qué deberías hacer? La respuesta rápida es pagar. Pablo dice en Romanos, «Pagad a todos lo que debéis… No debáis a nadie nada» (Ro. 13:7-8). La Escritura también nos dice que el impío toma prestado y no paga (Salmos 37:21).[16] Las deudas no son siempre fáciles de deshacer, y puede costarnos mucho tiempo y sacrificio liberarnos de una.

La respuesta larga es que necesitas reflexionar acerca de por qué tienes tantas deudas. Es posible quedar endeudado involuntariamente. Quizá, tu cónyuge abandonó el matrimonio, tomó el dinero, y te dejó con las deudas. Pero, la mayoría de nosotros, tenemos muchas deudas por causa de nuestras decisiones imprudentes y posiblemente pecaminosas—decisiones derivadas de la codicia, la impaciencia o el materialismo.

Por tanto, debemos arrepentirnos, confesar nuestro pecado y buscar ayuda. Debemos asumir la responsabilidad de nuestras acciones, trabajando humildemente con nuestros acreedores para conciliar y pagar la deuda.[17] Jesús dijo, «Ponte de acuerdo con tu adversario pronto… no sea que el adversario te entregue al juez… y seas echado a la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante» (Mt. 5:25-26).[18]  El objetivo de Jesús es buscar la reconciliación ahora para evitar un juicio más riguroso después. El arrepentimiento también implica tomar las medidas necesarias para que no se repitan las mismas decisiones, como por ejemplo, abstenernos de usar las tarjetas de crédito.

Finalmente, todos somos deudores—deudores de la misericordia de Dios. Solamente podíamos ser liberados de nuestra deuda del pecado a través de Cristo. Jesús hizo lo imposible para pagar nuestra deuda, y nosotros deberíamos seguir su ejemplo.

IV. Ahorro: Habilitando el futuro

Supongamos que has estado en este seminario básico, y te consideras alguien generoso al dar, tus gastos no rebasan tu estilo de vida básico, y fácilmente pagas tus deudas… Pero, no estás ahorrando para el futuro. ¿Eso quiere decir que eres un tonto? O por otra parte, ¿significa que no tienes una gran fe? Eso es lo que queremos explorar el resto de nuestro tiempo juntos, mientras pensamos sobre ahorrar nuestro dinero.

Anteriormente, definimos la deuda como obtener algo ahora, pagándolo después. Bien, ahorrar es lo contrario. Es conseguir algo después, pagándolo ahora.

¿Cuántos de nosotros realmente disfrutamos de ahorrar dinero? Ahorrar no es divertido, ¿o sí? Para un niño, la mejor alcancía es una alcancía rota. Pero, ¿qué piensa Dios de ahorrar dinero?

A.Prudencia al planear

Lo primero que deberíamos entender es que la Biblia está a favor de planear para el futuro. Proverbios dice, «Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos y sé sabio… Prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento» (Pr. 6:6-8). En otra parte dice que los pensamientos del diligente tienden a la abundancia (Pr. 21:5), y que el sabio almacena, mientras que el tonto despilfarra todo lo que tiene (Pr. 21:20). José es un gran ejemplo de planear y ahorrar sabiamente para el futuro. Después de recibir una revelación de Dios, almacenó el grano de Egipto para proveer para el pueblo durante los próximos siete años de escasez.

Así que, vemos que ahorrar es el medio normal de Dios de capacitarnos para proveer para el futuro. No ignores los medios de provisión de Dios. De lo contrario, serás como el tonto de la fábula que estaba siendo arrastrado en el diluvio, y se rehusaba a ser rescatado por el bote y el helicóptero que pasaban, porque él estaba esperando que Dios lo rescatara.[19] No se dio cuenta de que el bote y el helicóptero eran los medios de Dios para rescatarlo.

Hay peligros en no ahorrar para el futuro. Ese futuro puede incluir gastos no anticipados o pérdidas de ingresos. Vivimos en mundo caído lleno de sorpresas. De modo que, es prudente apartar algo de efectivo para este tipo de emergencias. Nos impide vivir de pago en pago y nos evita tener que pedir dinero prestado cada vez que incurramos en un gasto no esperado. Dios no quiere que seamos una carga para otros.[20] Al contrario, él quiere que nosotros seamos de bendición para otros. El dinero es inherentemente relacional, y tener efectivo disponible a la mano puede ayudar a proveer para las necesidades de otros cuando éstas surjan.[21]

También podemos ahorrar para gastos mayores y anticipados, tales como el nacimiento de un hijo, el pago de una casa, la matrícula universitaria, o un nuevo horno. Podemos ahorrar para la jubilación cuando el ingreso se vea reducido y el deterioro de la salud esté pendiente. Asimismo, es bueno que los padres ahorren para sus hijos (2 Cr. 12:14). Proverbios dice, «El bueno dejará herederos a los hijos de sus hijos» (Pr. 13:22).[22] Lo importante es que todo el dinero que ahorremos tenga el propósito de glorificar a Dios.

B.Los riegos de acaparar

Así que, es prudente planificar y ahorrar para el futuro. No obstante, también es posible pecar en el proceso. Así es el peligro del dinero—¡Estas son las dos caras de la misma moneda!

Jesús contó un parábola sobre un hombre que recibió una gran cosecha y decidió construir graneros más grandes y almacenar sus frutos y bienes para poder vivir cómodamente (Lucas 12:13-21). Pero, ¿qué sucedió? Dios dijo, «Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?» Jesús continúa diciendo, «Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios».

Esta es la definición de acaparamiento: Acumular egoístamente riquezas sin considerar a Dios. El acaparamiento es un pecado. Debemos ahorrar con un propósito. No debemos simplemente ahorrar por ahorrar o por razones egoístas—¡eso es acaparar! Dios nos llama a usar nuestras riquezas—las riquezas que él nos ha dado—para glorificarlo y para bendecir a otros generosamente. Proverbios dice, «Al que acapara el grano, el pueblo lo maldecirá; pero bendición será sobre la cabeza del que lo vende» (Pr. 11:26).

Sin embargo, el acaparamiento no sólo afecta a otros. Eclesiastés nos dice, «Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su mal»(Ec. 5:13), y Santiago nos dice que Dios nos juzgará por ello (Santiago 5:1-5). Finalmente, acaparar es codiciar egoístamente, y eso es idolatría (Col. 3:5). Es un acto de independencia de Dios, ya que, el acaparador confía la seguridad de su futuro a sus riquezas. Pero, «El que confía en sus riquezas caerá» (Pr. 11:28). En lugar de ser dueño del dinero, el dinero será tu dueño. Mientras más un acaparador acumule con el tiempo, más lejos estará su lealtad de Dios. «El naufragio espiritual no es algo que ocurre en un instante, sino que es un lento y quieto emigrar hacia el mar».[23]

Entonces, el acaparador y el ahorrador bíblico pueden ahorrar las mismas cantidades de fondos, pero las motivaciones del corazón se encuentran diametralmente opuestas. Uno ahorra confiando en sus riquezas, el otro ahorra confiando en su Dios.

C. Tesoros al confiar

Hasta ahora en este seminario básico, hemos hablado sobre dar, gastar, la deuda y ahora el ahorro. A menudo surgen preguntas acerca de cuál de estas áreas tiene prioridad sobre las otras. ¿Debería pagar mi deuda o ahorrar para mi jubilación? ¿Debería ahorrar después para esto o gastar lo que tengo para esto ahora? ¿Debería dar a la iglesia o pagar mi deuda? Cada situación es diferente, y no hay una respuesta que las abarque a todas. Pero generalmente, deberíamos seguir el patrón bíblico de priorizar primero el dar y luego ahorrar. Ahorrar para las necesidades futuras es sabio, pero también es un lujo que no todos tienen.

No obstante, para aquellos que pueden ahorrar, ¿cuánto deberían ahorrar? ¿Cuál es el monto? ¿Hay una fórmula? ¿Quizá el 5% de todas las ganancias?

Sería agradable tener un versículo bíblico para eso, ¿no? Ciertamente aliviaría la tentación de estar ansiosos sobre el futuro. Pero Dios escogió no revelarnos esto en su Palabra. ¿Por qué? Porque él no quiere que confiemos en una formula, sino que confiemos en él. Tener esta tensión sobre qué ahorrar, qué guardar, y qué dar nos ayuda a esforzarnos. Nos enseña a depender de Dios y a almacenar tesoros en el cielo al confiarle a él nuestras riquezas.

Cuando Israel estaba en el desierto, Dios los alimentó proveyendo maná en la tierra cada día. Pero Dios les dijo que no recogieran más de lo necesario para ese día. De lo contrario, hedería y estaría lleno de gusanos al día siguiente. ¿Por qué Dios hizo esto? Lo hizo para enseñarle a Israel a confiar en él para proveer para su futuro, incluso cuando no tuvieran nada. Finalmente, apuntaba a Jesús como el verdadero pan del cielo (Juan 8:32-59).[24]

Ahorrar para el futuro no quiere decir que no confías en Dios, aunque podría significar eso. Ahorrar dinero puede ser una sabia administración para futuras necesidades—siempre y cuando nuestros planes estén dedicados al Señor. La pregunta de cuánto debería ahorrar es diferente para cada persona, pero los motivos deberían serlos mismos—debemos glorificar a Dios.

Hay una gran diferencia entre cómo el mundo ahorra y cómo un cristiano ahorra. El mundo confía en sus ahorros. Sus ahorros son todo para ellos. Así que, cuando el mercado de valores se hunde o su casa se incendia, su miedo, ansiedad y estrés se elevan porque todo está en riesgo. Los ahorros no son eternos, sólo Dios lo es.

El cristiano, sin embargo, no teme una inmersión del mercado de valores o la pérdida de un patrimonio porque su confianza está en Dios. Jesús dice a sus discípulos, «No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mt. 6:31-33).

El objetivo de ahorrar para el cristiano es simple—ser fiel. Dios proveerá. Si hemos sido responsables con lo que hemos recibido, entonces nuestra meta—la fidelidad—ha sido alcanzada. No importa si terminamos con nada en nuestra jubilación por circunstancias que escapan a nuestro control. Dios conoce nuestra situación. Nuestro trabajo como cristianos es simplemente ser fieles.

Si has recibido los medios para ahorrar sabiamente para gastos futuros y anticipados—bien. Se agradecido de que Dios haya provisto de esta manera y se generoso con otros que carecen de esto. Si nos ha recibido los medios para ahorrar—bien. Estás en la posición correcta para confiar en Dios, que es exactamente donde él quiere que estés.

¡Recuerda quién es nuestro Dios! Él es nuestro Padre celestial, que cuida compasivamente de sus hijos. Él es nuestro Señor soberano, que permite que todas las cosas sucedan para el bien de los que confiamos en él. Él es nuestro Príncipe de Paz, que elimina nuestros miedos sobre el futuro. Él es nuestra Roca, que nos protege. Él es nuestro Buen Pastor, que calma nuestras almas y nos extiende bondad y misericordia todos los días de nuestras vidas. Él es el Dios que cuida de la viuda y de los huérfanos (Santiago 1:27). Él es el Dios que cuidó de Israel y sus hijos en medio de una grave escasez, que convirtió a Ester en reina en un momento de gran desesperación, que envió ángeles para fortalecer a Elías, y que enseñó a Pablo a estar contento en todas las circunstancias.

Podríamos seguir y seguir, pero el punto es este: Como cristianos, no debemos preocuparnos por el mañana (Mt. 6:31). Debemos buscar el renio de Cristo y comprometernos con su voluntad. Dios puede llamarnos a tribulación o persecución (Ro. 8:35), pero incluso en estas situaciones, Dios, que no escatimó a su propio Hijo, no nos abandonará. Él es nuestro refugio y todas las cosas obran a bien para aquellos que aman a Dios (Ro. 8:28).

V. Conclusión

Así que para concluir, sólo Dios conoce el futuro. Sin embargo, él nos ha revelado cómo ser sabios para organizar nuestras vidas hoy en preparación para el mañana. Cristo prometió que regresaría, y puesto que él ha pagado nuestra deuda del pecado, trabajemos en ahorrar riquezas en el cielo para la gloria de su nombre.

APÉNDICE A
Ahorrando para el futuro

En su famoso libro ¿Cuánta tierra necesita un hombre?, Leo Tolstoi narra la historia de un campesino llamado Pajom, que se quejaba por no tener suficiente tierra. Poco después, Pajom compró una pequeña parcela, la pagó, y vivió una vida más cómoda. Sin embargo, Pajom se volvió posesivo de su tierra, lo que ocasionaba conflictos con sus vecinos. Así que, decide mudarse a otro sitio donde podía acumular una pequeña fortuna de tierra, pero desafortunadamente tenía que rentar la tierra, y eso le irritaba. Finalmente, Pajom encuentra a un grupo de personas, llamado los  Bashkirs, que estaban dispuestos a venderle toda la tierra que éste pudiera recorrer a pie por la suma de mil rublos por día.

No obstante, si Pajom no regresaba el mismo día al lugar donde empezó, perdería todo su dinero y no recibiría ninguna tierra. Pajom pensaba que había encontrado el negocio de la vida. Al amanecer, Pajom comenzó a caminar la tierra. A medida que avanzaba el día, Pajom seguía aventurándose más lejos para conseguir más tierra, pero hacia el final del día, se dio cuenta de que estaba lejos del punto de partida y regresó corriendo tan rápido como pudo. Finalmente, cayó alcanzando la meta justo antes de que se ocultara el sol. Tolstoi concluye el relato escribiendo esto: «¡Vaya, qué sujeto tan admirable!» -exclamó el jefe [de los Bashkirs]-. «¡Ha ganado muchas tierras!» El criado de Pajom se acercó corriendo y trató de levantarlo, pero vio que le salía sangre de la boca. ¡Pajom estaba muerto! Los Bashkirs chasquearon la lengua para mostrar lástima. Su criado empuñó la azada y cavó una tumba lo suficientemente larga para que Pajom entrara, y lo enterró en ella. Dos metros de la cabeza a los pies era todo lo que necesitaba.

Seguro

El seguro es una garantía contra una pérdida. El mecanismo de los seguros funcionan de esta manera: Los riegos son evaluados y agrupados, y las primas se invierten. Los acontecimientos asegurados son pagados, mientras que los beneficios de los aseguradores se añaden a las reservas. Si hay una pérdida, entonces las reservas se retiran y las primas aumentan. Generalmente, hay dos tipos: La propiedad (e.j., el auto, la casa) y la persona (e.j., la salud, la vida). Los beneficios incluyen pagos costeables que podrían ayudar ante una gran pérdida, tranquilidad, y siguiendo las leyes obligatorias de seguros (e.j. el auto o el seguro contra inundaciones).

Los desafíos para los cristianos son los siguientes: 1) Si se cubre cada eventualidad, ¿realmente estamos  confiando en Dios?; 2) Si necesitamos seguros de gran contenido, ¿tenemos demasiado?; y 3) El seguro y el bienestar reemplazan la dependencia de las relaciones. La Escritura identifica a la iglesia y a la familia como medios de seguro (Hechos 4:34-35; 1 Co. 12:26; 1 Ti. 5). En todos los seguros, la pregunta es si estamos sustituyendo la confianza en Dios o no.

Preguntas sobre deudas

Si tenemos dinero disponible a la mano, ¿deberíamos pagar un préstamo que no devenga intereses o usar el dinero para conseguir más a través de ganancias de inversión? Dios nos dice que no dejemos ninguna deuda pendiente (Ro. 13:8). El beneficio de pagar es que la carga será liberada y el acreedor ya no tiene derecho a la garantía. Al final del día, no sabemos que ocurrirá mañana y, quizá, perdamos la oportunidad de pagar la deuda (e.j., perder el trabajo y no poder hacer pagos, o robos, o un colapso económico).

Aunque pedir prestado para emergencias necesarias es entendible, ¿no estaríamos suponiendo acerca de Dios si asumimos cualquier otra clase de deuda? Todo depende del porqué pides prestado. Por ejemplo, un préstamo para un auto puede ser «necesario» porque sin un auto, un hombre no puede llegar al trabajo y proveer para su familia. El préstamo permite al hombre trabajar para pagar el préstamo. Pero si ese préstamo es más de lo que puedes pagar trabajando, entonces caes en el área de la suposición. [Otras situaciones podrían ser 1) Una deuda escolar para obtener un trabajo mejor remunerado; 2) Un préstamo de una pequeña empresa para ser financieramente independiente; o 3) Una hipoteca para proporcionar un seguro.

[1] Ve Proverbios 22:3 – «El avisado ve el mal y se esconde; Mas los simples pasan y reciben el daño».

[2] Ve Proverbios 8:33 y 10:17.

[3] Ve Hebreos 9:7.

[4] Ve Colosenses 1:9-10 y Apocalipsis 1:1-3.

[5] Ve Eclesiastés 8:7.

[6] Ve Deuteronomio 18:10, 20-22.

[7] Ve Mateo 16:2-3.

[8] Ve Lucas 12:16-21.

[9] Ve Salmos 37:26.

[10] En lugar de dar dádivas, los microcréditos generan responsabilidades para aquellos en pobreza, a medida que empiezan a trabajar y a ganar beneficios.

[11] Esto se ve a menudo en la capacidad del prestamista para dictar los términos del préstamo, incluyendo el establecimiento de una tasa de interés más elevada.

[12] Esto no es un argumento para de manera egoísta «mantener nuestras opciones abiertas» porque simplemente nos gustan las opciones. El punto es que hay muchos beneficios a los que tendremos que renunciar por el compromiso futuro que la deuda nos impone.

[13] Ve Mateo 18:23-25.

[14] Ve Lucas 14:28.

[15] Ve Gálatas 5:22.

[16] Ve también Éxodo 22:14; Proverbios 3:28; y Mateo 5:25-26.

[17] Esto puede implicar la quiebra. La quiebra implica que el deudor, un fiador, y los acreedores consideren un posible reembolso o perdón de la deuda. El concepto de quiebra en la jurisprudencia estadounidense está arraigado en el concepto bíblico de Jubileo: Libertad de la esclavitud de la deuda. Es un derecho fundamentalmente constitucional, y sirve como una exención social, para brindar un nuevo comienzo, y para fomentar el capitalismo arriesgado y empresarial.

[18] Ve también Proverbios 6:1-5.

[19] Había una vez, un hombre que vivía a orillas del río. Él escuchó un informe radial que decía que el río inundaría todo el pueblo, y que todas las personas debían evacuar inmediatamente. Sin embargo, el hombre no se fue y dijo, «Dios me salvará». A medida que las aguas empezaron a subir, un hombre en un bote de remos se acercó y le ofreció ayuda. Pero el hombre dijo, «No gracias, Dios me salvará». Luego, un helicóptero se ofreció a llevarlo a una zona segura. Él volvió a responder, «No gracias, Dios me salvará». Al final, el hombre se ahogó. Cuando llegó al cielo, le preguntó a Dios por qué no lo había salvado, y Dios le contestó, «¿Qué quieres decir? Te envié un informe radial, un bote de remos y un helicóptero».

[20] Ve 1 Tesalonicenses 4:11-12.

[21] Ve Efesios 4:28.

[22] Dios le dio a Israel la herencia de la Tierra Prometida.

[23] Citado por Greg Gilbert durante un sermon en Capitol Hill Baptist Church.

[24] Ve Proverbios 16:3.

Desarrollando un Corazón que Valora el Dinero Correctamente

I. Introducción

En Mateo 19, leemos sobre una interacción familiar, pero trágica entre Jesús y un hombre que tenía muchas riquezas:

«16 Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? 17 El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. 18 Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. 19 Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 20 El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? 21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. 22 Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones». (Mt. 19:16-22)

Algo importante que vemos en este pasaje es esto: Nuestras billeteras no están vedadas cuando se trata de seguir a Jesús. De hecho, el dinero es tan importante para el discipulado, significaba la diferencia entre obtener o perder la vida eterna para este hombre. ¿Piensas sobre el dinero de esta manera?

Uno de los desafíos con problemas de dinero y las posesiones es que no siempre son fáciles de identificar. Al igual que la rana y el agua hirviendo del proverbio, puede que no notemos que estamos en problemas porque el cambio ha sido gradual o simplemente hemos crecido con esa mentalidad. En poco tiempo, lo que una vez llamamos ‘lujo’ se convierte en una ‘necesidad’ y nos volvemos más dependientes de las cosas y menos dependientes de Dios.

¿Cómo abordamos este problema letal? En lugar de no hacer nada y estar cómodos con la forma de pensar del mundo, necesitamos «ser transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento»[1], para examinar cuidadosamente las palabras de Dios sobre los temas del dinero y nuestro corazón. Para ello, empezaremos observando la manera correcta de valorar el dinero y la contrastaremos con la manera equivocada de valorar el dinero. Luego, creo que seremos capaces de identificar el problema a fin de prescribir el mejor enfoque para combatirlo. Si alguna vez has luchado contra el materialismo, sabes que no es una pelea limpia; tenemos que estar equipados para luchar contra el miedo que a menudo se asocia con él. Así que, terminaremos hablando sobre cómo podemos luchar con el miedo.

II. Identificando el materialismo

Comencemos con una definición.

Cuando buscamos la palabra ‘materialismo’ en un diccionario, la encontramos definida como «doctrina en la cual el único o los valores u objetivos más elevados se encuentran en el bienestar material y en la promoción del progreso material»[2]. En otras palabras, es un sistema de valores que dice que comprar, gastar y acumular es lo que importa en la vida.

Ahora bien, creo que la mayoría de nosotros escucha una definición así y concuerda, «Sí, el materialismo es malo». No obstante, si miramos nuestras vidas, frecuentemente compramos cosas porque pensamos que nos harán felices. O porque creemos que son la solución para escapar del miedo. No sólo usamos las cosas; nos confiamos a ellas—y ese es un rol que debería estar reservado para Dios. De modo que, aunque nuestra profesada teología es correcta, nuestra teología funcional está llena de agujeros. Pero en vez de admitirlo, lo racionalizamos, «Es una inversión», «Es una marca más duradera», «Es para mis hijos».

Y reconocemos que el tacaño puede ser incluso más materialista que el derrochador. Excepto que él, en lugar de poner su confianza en las cosas que compra, pone su confianza en el dinero que ahorra. Pero al final, es exactamente lo mismo: Confianza en el mundo material para nuestra seguridad y felicidad.

No obstante, el dinero en sí mismo, no es malo—pero es como una dinamita. Usado de manera correcta, puede hacer un gran bien; incorrectamente, puede hacer mucho daño. Pero si vamos a ser conscientes sobre el materialismo, primero tenemos que preguntar, ¿cómo podemos disfrutar correctamente de las cosas materiales? Luego podemos preguntar, ¿cómo malgastamos las cosas materiales?

A. Disfrutando correctamente de las cosas materiales

1 Timoteo 4:1-5 «Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios… Prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad. Porque todo lo que creó Dios es bueno, y nada es de deshacerse, si se toma con acción de gracias, porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado».

Cuando Pablo le escribió a Timoteo, había falsos maestros en Efeso que asumieron que las cosas materiales eran malas por naturaleza, Prohibieron el matrimonio o el disfrute de ciertos alimentos –la idea es que si tenías la disciplina de abstenerte, eras más espiritual. Pablo no sólo pensaba que era una mala idea, él dijo que era una idea demoniaca[3]. Por otro lado, Pablo enseñó que todo lo que Dios creó es bueno[4] y puede ser usado para la gloria de Dios. ¿Cómo ocurre esto? Bien, podemos ver tres cosas en estos versículos que nos ayudan a disfrutar de las cosas materiales correctamente: acción de graciasla palabra de Dios y la oración.

  1. Acción de gracias – El materialismo dice, «Mereces esto y deberías enorgullecerte de ello – de hecho, deberías pavonearte». Por otra parte, cuando somos agradecidos, reconocemos que lo que tenemos es un regalo; un regalo que nos apunta hacia un Dios generoso y bueno. Cuando somos agradecidos, vemos nuestro papel, no como el de dueños, sino como el de administradores – jactarnos es tan ridículo como el hombre que consigue el ostentoso coche rentado que no puede costear para su reunión de secundaria de 10 años.
  2. La palabra de Dios– Es a través de la palabra de Dios[5], que Dios nos muestra cómousar las cosas para que no tengamos de que arrepentirnos[6] más adelante. La palabra de Dios nos ayuda a disfrutar la cena, pero no seamos tan glotones que luego lamentemos habernos comido esa tercera porción que no necesitábamos.[7] Asimismo, es la palabra de Dios la que nos ayuda a ver las cosas de una manera que nos permite apreciar más a Dios. A estar asombrados ante un Dios que es creativo, artístico y quien es la perfección de la belleza.[8]
  3. La oración – En oración expresamos nuestra dependencia de Dios para correctamente disfrutar de lo que él ha provisto. Así que, sea que se trate de una simple oración de gratitud antes de una comida o una petición para usar los regalos que él nos ha dado de manera correcta, reconocemos nuestra necesidad de él.

Estas cosas enfatizan cómo usamos los regalos de Dios correctamente, pero ¿está bien decir que deberíamos disfrutarlas? Más adelante en 1 Timoteo leemos,

«A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos». (1 Timoteo 6:17)

Observa aquí por qué Dios nos provee con todo lo que lo hace: para que las disfrutemos. ¡Sólo piensa en lo que esto dice acerca de Dios! Las riquezas y posesiones son inciertas –el mercado de valores colapsa, los autos y las computadoras se descomponen, los negocios cierran, las pinturas se desvanecen. Jactarnos de esas cosas es confiar en algo con lo que no podemos contar. En cambio, estamos llamados a confiar en Dios que nunca cambia, nunca falla. Y cuando confiemos en él, seremos finalmente libres para disfrutar de los regalos de Dios de la forma que él ha planeado.

En un mundo caído, sin embargo, usualmente entendemos esto al revés; confiamos no en Dios, sino en sus regalos, convirtiéndolos en ídolos que adoramos. Lo que nos lleva a nuestro segundo tema: Cómo desaprovechamos e idolatramos las cosas materiales.

B. Idolatrando cosas materiales

 El materialismo está colocando esencialmente el valor equivocado en el dinero y las posesiones. Los colores vibrantes, la comida deliciosa, la música hermosa, el placer sensual, los dulces aromas, todos son maravillosos regalos de Dios para ser disfrutados; que nos apuntan hacia Dios y nos invitan a adorarle. En el principio, así es como era. Me imagino a Adán y Eva comiendo un trozo de una deliciosa fruta o viendo un hermoso atardecer y siendo movidos a adorar a Dios; nunca fueron destinados a ser un fin en sí mismos. Pero el pecado entró en la historia y en lugar de atesorar a Dios, comenzamos a suprimir la verdad[9]  sobre su inmensurable valor y lo ignoramos.[10] Como resultado, el regalo fue valorado más que al Dador y pronto nos arrodillamos ante vacaciones agradables, trabajos que nos dan poder y estatus, televisores, y portafolios exitosos.

¿De qué manera hacemos esto?

Idolatramos el dinero y las posesiones cuando confiamos en ellas en lugar de Dios, cuando nuestro amor por ellas compite con nuestro amor por Dios, y cuando obedecemos las reglas del mundo para la prosperidad en vez de los mandamientos de Dios.[11]

Puedo recordar una conversación con un amigo que tiene un trabajo muy demandante. Él se lamentaba por la manera en que estaba llenando su horario, dificultándole encontrar tiempo para su familia y tiempo para la palabra de Dios, el cual se había vuelto inexistente. Mientras lo escuchaba, una parte de mí pensaba, «Sabes, hay temporadas de la vida donde eso probablemente esté bien. Una manera de honrar a Dios se encuentra en la forma en la que haces tu trabajo, y tienes la responsabilidad de proveer para tu familia». Pero otra parte de mí pensaba que esto podía ser pecado; idolatría escondida detrás de la excusa socialmente aceptable de ser un perfeccionista. El hecho es, que puede ser difícil saber cuándo estamos idolatrando cosas. Así que de vez en cuando, es bueno tomarse el tiempo para una honesta autoevaluación. Para ayudarnos en esta tarea, quiero sugerir 5 preguntas para reflexionar:

(1) ¿Poseer «X» o desear «X» te distrae de lo que Dios te ha llamado a hacer?

Por ejemplo, trabajar para ser promovido en el trabajo no es pecado, (en realidad puede ser una mejor forma de proveer para la familia o de ser generosos[12]), pero si estoy obsesionado con conseguir el ascenso al punto de que eso me distrae de amar a mi cónyuge (Ef. 5:25), hijos (Ef. 6:4), o prójimo (Lucas 10:37), estoy idolatrando mi trabajo.

En Lucas 8 Jesús explica, «La que semilla que cayó [la palabra de Dios] entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto» (Lc. 8:14).

Las riquezas y los placeres pueden ahogar la palabra de Dios para que no llevemos fruto.

(2) ¿En qué te deleitas? ¿Hacia dónde deambula tu mente cuando queda desatendida?

Todas las cosas están diseñadas para apuntarnos hacia a Dios, para canalizar nuestro afecto, apreciación y adoración hacia él. Está bien emocionarse por un gran partido, una comida deliciosa, o ropa nueva –pero cuando las cosas se vuelven un callejón sin salida para nuestros sentimientos en lugar de un conducto para que le atribuyamos todo el honor y valor a Dios, nos hemos convertido en idólatras. En contraste, el Salmista estaba tan satisfecho en Dios que fue capaz de escribir:

«¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre». (Sal. 73:25-26).[13]

(3) ¿De qué estás a la defensiva?

Cuando estamos a la defensiva acerca de que nos quiten algo o de que nuestros corazones sean expuestos, a menudo eso puede resaltar un ídolo sobre el cual estemos construyendo nuestras vidas –algo en lo que estamos colocando mucho valor en lugar de Dios.

 Proverbios 13:8 «El rescate de la vida del hombre está en sus riquezas, pero el pobre no oye censuras».

(4) ¿Cómo te sientes hacia otros que tienen más que tú?

Podemos codiciar lo que otros tienen, pensando, «Si tuviera lo que ellos tienen, estaría bien». O podemos ir en la otra dirección del farisaico donde los miramos por encima del hombro por ser despilfarradores. De cualquier manera, si tratamos de justificarnos mediante la comparación, en lugar de a través de Cristo, estamos siendo idólatras.

Romanos 3:23-24 «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús».

(5) ¿Cómo reaccionas cuando te sientes inseguro?

 Adquirir cosas materiales puede ser una respuesta correcta al miedo. Si temo que mi casa sea asaltada, las barras de hierro en mi ventana podrían ser una inversión responsable. Pero de nuevo, las cosas materiales también pueden ofrecer un salvador falso. Es importante reconocer que la codicia no es el único impulso detrás del materialismo; también lo es el miedo.

El miedo a lo que otros piensen de ti puede llevarte a materialmente conseguir ropa, autos o casas que de otra forma podrías no querer. El miedo al futuro puede llevarte a ahorrar para cosas que de otra forma no necesitarías.

Proverbios 18:10-11 «Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo y será levantado. Las riquezas del rico son su ciudad fortificada, y como un muro alto en su imaginación».[14]

Mientras que el Señor es una torre fuerte, el rico sólo imagina que sus riquezas lo mantendrán a salvo. Un día, aprenderá la realidad de Proverbios 11:4 – «No aprovecharán las riquezas en el día de la ira; mas la justicia librará de muerte».

III. Luchando contra el materialismo

 Creo que todos, en mayor o menor grado, luchamos con el materialismo. Entonces, ¿qué debemos hacer al respecto? Permíteme darte una lista de siete ideas a considerar.

(1) Atesora la excelencia y la belleza de Dios

Jesús nos recuerda que donde esté nuestro tesoro, allí también estará nuestro corazón.[15] A menudo pensamos en esto como una advertencia sobre el dinero. Pero también es una verdad acerca de Dios –si lo atesoramos a él, nuestro corazón también lo hará. Así que, trabaja en atesorarlo. El Dios de la Biblia es digno de toda nuestra adoración, amor y honor. Es sólo cuando tenemos una visión tergiversada de Dios que nuestros corazones encuentran algo más para adorar. Si vamos a liberarnos del agarre del materialismo, debemos empezar teniendo una correcta visión de él. Eso podría incluir:

  • Hacer de la lectura y meditación de la Escritura una prioridad innegociable en tu horario. A medida que lo hagas, ora para que Dios abra tus ojos.
  • Compartir regularmente el evangelio. Hablarle a otros de las buenas noticias de Jesús es un dulce recordatorio de quién él es y es una manera de profundizar nuestra convicción.
  • Leer un buen libro con otro miembro de la iglesia; libros como La Santidad de Dios de R.C. Sproul, o Los Deleites de Dios de John Piper.
  • Escuchar el álbum de Shai Linne «Los atributos de Dios».

En particular, aprende a atesorar la expiación: la muerte que Jesús murió en nuestro lugar. Una cosa es admirar la eternidad de Dios—ata nuestros cerebros en nudos. Pero todavía puede parecer algo académico. La expiación, sin embargo, es profundamente personal—y es la puerta de entrada para maravillarnos ante quién es Dios. Pasajes como Isaías 53, Romanos 3, Efesios 1, y el Salmo 22 son grandes herramientas para meditar en la belleza de Cristo en la expiación.

(2) Lucha por la fe para descansar en Dios

Sea que provenga de la codicia o el miedo, el materialismo siempre es una alternativa a confiar en Dios. Así que, un buen lugar para comenzar a luchar es reorientando nuestra confianza en Dios. Hebreos 13:5-6 son dulces versículos:

Hebreos 13:5-6 «Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre».

¿Ves la conexión aquí? Si descansamos en la promesa de Dios, de que él siempre cuidará de nosotros, nuestras vidas estarán libres del amor al dinero.

El Salmo 62:1 es un buen objetivo: «En Dios solamente está acallada mi alma; De él viene mi salvación».

(3) Piensa en el cielo

Cuando mantenemos la eternidad en perspectiva, vemos cuán tonto es el materialismo. En Lucas 12, Jesús advirtió sobre los peligros de la codicia contando la historia de un hombre rico que acumulaba para el futuro. La meta del hombre era ser capaz de decirse a sí mismo:

«Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios». (Lucas 12:19-21)

Tenemos que pensar con frecuencia sobre la conversación que tendremos con Cristo en el Último Día. Cuando te encuentres luchando con algo, deja que la realidad de esa futura rendición de cuentas te ayude a poner las cosas en perspectiva. Si nuestro objetivo es ser fieles con lo que hemos recibido en lugar de tratar de comprar la seguridad independientemente de lo que venga, nuestros ojos estarán mejor enfocados en el cielo.

(4) Confiesa el materialismo como un pecado

Creo que algunas veces, pensamos en el materialismo como un comportamiento que tenemos que evitar en lugar de un pecado merecedor de condenación. «Oh, probablemente no necesitaba un reloj tan fino. Pero no pude evitarlo». Suena tan trivial, ¿no es así? Sin embargo, si el materialismo en realidad es idolatría, entonces es a lo que se dirige gran parte de la literatura profética del Antiguo Testamento.

Cuando confieses el materialismo, trata de confesar su causa fundamental en tu corazón. ¿Es que estás volviéndote a las cosas para batallar el miedo? ¿Para ser feliz? ¿O es algo más? Averiguar cuál de esas categorías generales de problemas del corazón estás enfrentado te ayudará a planificar un tiempo de confesión ante el Señor.

(5) Da generosamente

1 Timoteo 6:17-19 «A los ricos de este mundo… Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen. De este modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida verdadera». (NVI)

Observa cómo Pablo dice que atesoramos tesoros en el cielo. El versículo 19 aclara que es «de este modo»—es decir, siendo ricos en buenas obras, siendo generosos, estando dispuestos a compartir. Dios nos creó para amar a las personas y usar las cosas, pero los materialistas aman las cosas y usan a las personas.[16] Cuando damos luchamos contra el materialismo al usar el dinero como se supone que debe ser: para beneficiar a otros y glorificar a Dios.

Dar lucha contra la codicia—porque al dar descubrimos la verdad de lo que Jesús enseñó: «Hay más dicha en dar que recibir ». Y combate el miedo afirmando que confiamos en Dios y no necesitamos dinero extra arrinconado.

Firmar ese cheque es como firmar tu propia declaración de independencia del todopoderoso dinero. Y una disciplina regular de dar es una poderosa herramienta para pelear contra la confianza en el mundo material.

(6) Elabora un presupuesto

Proverbios 27:23-24a «Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, y mira con cuidado por tus rebaños; Porque las riquezas no duran para siempre».

Hablé de esto en la tercera clase, tener un presupuesto es un gran modo de saber dónde está tu dinero y hacia dónde se dirige. No sólo es una gran herramienta para ser estratégicos y constantes en la oración por nuestras finanzas, también puede apabullar el miedo que surge cuando simplemente no sabes la condición de tu dinero (¡o rebaño!).

Y un presupuesto es una gran herramienta para manejar mi deseo de solventar un déficit de felicidad gastando porque hace que mis consumos sean más medidos y considerados.

(7) Habla con otros al respecto

Al igual que con cualquier otro aspecto de nuestro discipulado, nos necesitamos mutuamente. Así que, para culminar, déjame sugerirte un plan para enseñarte cómo podría ser esto:

  • Toma tiempo para hacer una autoevaluación honesta. Usa las preguntas enlistadas en tu folleto mientras piensas en las diferentes áreas de tu presupuesto: cómo gastas tu dinero, ahorras o das. Si estás casado, puedes hacerlo con tu pareja.
  • El próximo mes, siéntate con un amigo (que no sea tu cónyuge), comparte tu autoevaluación, pero luego cubre una lista de preguntas que quieres que la otra persona te haga. Preguntas vergonzosas como:
    • ¿Qué decisiones de compras lamentas más?
    • ¿Dónde se encuentran tus debilidades al gastar dinero?
    • ¿Cuántas deudas tienes? ¿Cuál es tu plan actual para liberarte de esas deudas?
    • ¿Cuánto tienes ahorrado? ¿Invertido? ¿Cuál es el propósito de ese dinero?
    • ¿Cuánto das?

*Ejemplo de Philip Leeman con Steve Boyer

  • Invita sus comentarios en la manera en que actualmente gastas, das y ahorras con el propósito de honrar a Dios y serle fiel.
  • Haz un plan (crea un presupuesto por primera vez, ajusta tu presupuesto actual), y actúa en base a ello.

IV. CONCLUSIÓN

Mientras luchamos con el materialismo y aprendemos a disfrutar las cosas de acuerdo a la manera que Dios ha establecido, veremos nuestro corazón valorar el dinero de forma diferente: Veremos el dinero más como una herramienta que como una solución en la que finalmente confiamos.

  • Guardaremos el dinero libremente—pero con responsabilidad. Con la generosidad siendo un buen indicador de si estamos aferrándonos al dinero fuertemente o no; y con nuestro gozo al dar siendo un buen indicador de si estamos siendo responsables o no.
  • Nos veremos cada vez más como administradores que rendirán cuentas a Jesús y menos como dueños que llevan la batuta.
  • Veremos el dinero como una pieza del rompecabezas de la administración mientras buscamos ser fieles con todo el tiempo, los talentos y los tesoros que Dios nos ha dado.

Prepárate para la ronda de preguntas y respuestas de la próxima semana.

 

[1] Ro. 12:2a

[2]Merriam-Webster, I. (1996, c1993). Merriam-Webster’s collegiate dictionary. Incluye índice. (10º ed.). Springfield, Mass., U.S.A.: Merriam-Webster.

[3] 1 Ti. 4:1

[4] 1 Ti. 4:4; Gn. 1:31

[5] O el evangelio: la «Palabra de Dios» (λόγου θεοῦ)  es a menudo equivalente al mensaje del evangelio en las epístolas pastorales (cf. 2 Ti. 4:2; Tito 1:3; 2:5)

[6] Pr. 10:22 «La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella».

[7] Pr. 25:16

[8] Sal. 50:2

[9] Ro. 1:18

[10] Ro. 1:21-23

[11] Observando los modelos bíblicos de idolatría en el Antiguo y el Nuevo Testamento, se puede definir a la idolatría como «un ataque a los exclusivos derechos de Dios a nuestro amor, confianza y obediencia». (Ve el  Nuevo Diccionario de Teología Bíblica (IVP), pg. 573)

[12] Ve 1 Ti. 5:8

[13] La razón por la que él puede decir honestamente que no hay nada en la tierra que desea más que a Dios es porque él ha probado y ha visto la bondad de Dios y ha estado completamente contento en él. Lo que deseamos, en lo que nos deleitamos, lo que nos emociona puede revelar lo que adoramos.

[14] Ve también Ec. 5:10

[15] Mt. 6:21

[16] Money, Possessions, and Eternity, de Randy Alcorn (pg. 33)