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Nota del editor: 

Este artículo pertenece a una serie mensual de biografías breves que hemos estado publicando sobre cristianos que fueron usados por el Señor para impactar a incontables vidas, y de los cuales podemos aprender. Otras biografías en esta serie: Martín Lutero, George Müller, George Whitefield, y John Newton.

Es el año 1926. Un joven galés en Londres, con solo 26 años, abandona su prometedora carrera como médico en el Reino Unido para dedicarse a predicar el evangelio en un pequeño pueblo decadente llamado Aberavon, de vuelta a Gales.

Así, este joven se vuelve noticia nacional y llega a recibir elogios por el “sacrificio” que hace al dejar el mundo de la medicina. “Yo no dejé nada”, afirma el ahora evangelista. “Yo recibí todo. Lo considero el mayor honor que Dios puede conferir a cualquier hombre; llamarlo heraldo del evangelio”.1

Este hombre era Martyn Lloyd-Jones (MLJ). Muy posiblemente, el predicador favorito de tu predicador favorito. Como John MacArthur ha dicho, este ministro “fue sin dudas el mejor expositor bíblico del siglo XX. De hecho, cuando se escriba el capítulo final de la historia de la iglesia, creo que el Doctor se mantendrá como uno de los mejores predicadores de todos los tiempos”.2

Llamado por Dios

David Martyn Lloyd-Jones nació un día como hoy, 20 de diciembre, en el año 1899 en la ciudad Cardiff, en Gales. Fue el segundo hijo de una familia de tres hijos, y sus padres se llamaban Henry Lloyd-Jones y Magdelene Evans.

MLJ y su familia sobrevivieron a un incendio en casa en 1910, y más adelante se mudaron a Londres, donde su padre emprendió un negocio de distribución de leche luego de haber caído en bancarrota. Esto hizo que la adolescencia de MLJ fuese diferente a la de otros jóvenes de su edad, ayudando diariamente a su padre a salir adelante en su negocio.

La crisis económica no impidió que Lloyd-Jones brillase en uno de los mejores colegios de medicina en Londres, el St. Bartolomew Hospital. A los 21 años, MLJ ya era doctor de medicina. Llegó a ser asistente de Lord Horder, el médico más importante de la nación. Además, conoció en Londres al amor de su vida, Bethan Phillips (también estudiante de medicina), en la capilla galés a la que su familia asistía.

En la primera mitad de la década de 1920, se desarrolló un interés en el Doctor por la Palabra de Dios a través de algunos predicadores, aunque no siempre recibía lo que más requería. Hablando de esta época, él dijo: “Lo que yo necesitaba era predicación que me diera convicción de pecado y me hiciera ver mi necesidad”.3

Mientras conocía más la Palabra, MLJ vió la realidad del pecado en su corazón y a su alrededor, incluso en la alta sociedad en la que trabajaba como médico. Entendió que el hombre necesita más que educación y bienes para ser diferente. El hombre necesita nacer de nuevo; necesita el evangelio. Esto transformó a Lloyd-Jones, quien dijo luego:

«Soy cristiano única y exclusivamente por la gracia de Dios y no por algo que haya pensado, o dicho, o hecho… Él me hizo a ver que la verdadera causa de todos mis problemas y mis males, y la de todos los hombres, era una naturaleza malvada y caída que odiaba a Dios y amaba el pecado. Mi problema no fue que hice cosas que estaban mal, sino que yo mismo estaba equivocado en el centro mismo de mi ser».4

Soy cristiano única y exclusivamente por la gracia de Dios y no por algo que haya pensado, o dicho, o hecho.

Poco después, el Doctor se involucró en la predicación del evangelio. A inicios de 1927, justo luego de casarse con Bethan, inició su ministerio pastoral en Gales, en la Bethlehem Forward Movement Church, conocida como la iglesia Sandfields por el nombre del distrito en que se encontraba la congregación.

La predicación de MLJ fue usada con poder por el Señor. Pronto, se convirtió en un predicador reconocido en varias partes del mundo, aceptando muchas invitaciones a predicar. “Si alguna vez un hombre fue llamado al ministerio, es el Dr. Martyn Lloyd-Jones”, dijo uno de los primeros periodistas en escribir de él.5

Ministerio impactante

Durante su ministerio en Sandfields, Dios en su gracia avivó a esta congregación con conversiones de toda clase de personas, profunda comunión entre los hermanos, y fervor en la iglesia por la oración.

Considerando que su tiempo allí había terminado, Lloyd-Jones aceptó en 1939 la invitación de pastorear con G. Campbell Morgan (un predicador muy reconocido en su época) en la Westminster Chapel [Capilla Westminster] en Londres. Luego de la muerte de Morgan en 1945, el Doctor pastoreó la iglesia hasta el año 1968, retirándose del ministerio en Westminster al entender que su época allí había concluido, y sentir confirmación de eso al ser sometido a una operación de emergencia por una obstrucción en su colón ocasionada por un cáncer.

Durante sus años en Westminster, su ministerio fue de mucho impacto en la vida de la congregación. Cuando llegó, MLJ percibió frialdad espiritual en la iglesia. Por ejemplo, no había comunión entre los hermanos y ni siquiera habían reuniones de oración. Pero Dios usó a su siervo para la revitalización de este cuerpo local. Al mismo tiempo, el Doctor también tuvo un impacto global, siendo invitado con regularidad a predicar en distintos lugares y diversas conferencias influyentes.

Mientras servía en Westminster, Martyn Lloyd-Jones también fue conocido por oponerse el liberalismo teológico y a los esfuerzos ecuménicos de diversos líderes y denominaciones. En su entender, estos esfuerzos buscaban establecer comunión entre congregaciones sin priorizar las verdades centrales de la Palabra, dando espacio para recibir como hermanos a personas que negaban doctrinas bíblicas cruciales.

En contraste, Lloyd-Jones argumentó a favor de una mayor unidad entre evangélicos, lamentando que muchos creyentes permanecieran unidos en sus denominaciones con personas que negaban enseñanzas esenciales de la Biblia, mientras permanecían separados de otros cristianos.6 Esto hizo que él tuviera muchos difamadores, llegando a ser incomprendido por muchos creyentes. En medio de esta controversia, Dios lo sostuvo y siguió usándolo.

Luego de retirarse de Westminster, el Doctor pasó sus últimos años enseñando a líderes, trabajando en la publicación escrita de sus sermones, y predicando en diversas conferencias e iglesias en varios países.

Su nieto, Christopher Catherwood, comenta: “Él era un hombre que practicaba lo que predicaba en cualquier contexto en que se encontrara”,7 y eso fue lo que siguió haciendo mientras continuó enseñando. Su legado perdura a través de sus libros y las grabaciones de sus sermones (en inglés) en MLJTrust.org.8

Soy tan pecador que Dios siempre ha tenido que obligarme a hacer cosas… Mis experiencias de vida son prueba de la soberanía de Dios y su interferencia directa en la vida de los hombres.

Poco antes de morir, Martyn Lloyd-Jones reflexionó sobre su vida y (¡extraordinario!) ministerio de esta manera:

“Soy tan pecador que Dios siempre ha tenido que obligarme a hacer cosas… Mis experiencias de vida son prueba de la soberanía de Dios y su interferencia directa en la vida de los hombres. No puedo dejar de creer lo que creo. Sería un loco si creyera cualquier otra cosa”.9

Martyn Lloyd-Jones murió pacíficamente en su cama el 1 de marzo de 1980 en Ealing, Londres a los 81 años, y luego de meses de creciente debilidad y enfermedad. Un par de días antes de partir, escribió con su mano temblorosa las siguientes palabras dirigidas a su familia: “No oren por mi sanación. No me retengan de la gloria”.10

Predicación dependiente del Espíritu

Entre muchas cosas que podemos aprender de este hombre, hay dos lecciones cruciales que mencionaré y que creo que resumen el modelo de su vida. La primera, la predicación sólida en el poder del Espíritu Santo es más importante de lo que creemos.

Lloyd-Jones aplicó su mente médica a la condición de la iglesia. Se enfocó en abordar la raíz de los males que podemos ver en nuestros corazones, sin distraerse tratando de lidiar directamente con los síntomas. Así entendió que la predicación sólida es la mayor necesidad de toda congregación. Él sabía que la verdad es lo mejor que podemos darnos los unos a los otros como iglesia, y dar a los que aún no han creído el evangelio si queremos ser usados en la salvación de los inconversos.

“Estamos perdiendo el tiempo y descuidando nuestro deber al predicar moralidad a un mundo perdido. Porque lo que el mundo necesita es vida, vida nueva, y se puede encontrar solo en Cristo”.11

Esta realidad fue un ancla para el Doctor que le impidió ser arrastrado por mareas de modas que buscan sustituir la Escritura por otras cosas en el primer lugar de la vida de la iglesia. Este hombre determinó no entretener a la gente, sino predicar la Palabra con fidelidad:

“Hay personas… que piensan que el hombre moderno necesita entretenimiento. Hay una manía por el canto, el drama, el mimo. ‘La gente no puede aceptar la predicación’, se dice, ‘dales el canto, enséñales a bailar’. En el nombre de Dios digo que eso es violentar las Escrituras. La iglesia no está aquí para entretener… Las personas están muriendo por falta de conocimiento. No estamos aquí para ser populares, sino para decir la verdad desnuda”.12

En nuestros países latinoamericanos, caracterizados por la corrupción, la mala doctrina, y una necesidad muy evidente del evangelio, necesitamos abrazar nuestro rol profético en la sociedad. Lloyd-Jones nos recuerda que nuestro propósito aquí no es agradar al mundo, sino llamarlo al arrepentimiento y mostrarles a Cristo. Solo la Palabra puede transformar a las personas, y eso debemos darles.

Las personas están muriendo por falta de conocimiento. No estamos aquí para ser populares, sino para decir la verdad desnuda.

Esta confianza ejemplar de MLJ en la Palabra iba de la mano de su dependencia en el poder del Espíritu Santo para que nuestros esfuerzos en la vida cristiana (como el esfuerzo de la predicación) produzcan fruto. De hecho, uno de los temas que más apasionaron al Doctor eran los avivamientos.13

Sin el poder del Espíritu Santo, es imposible vivir como Dios quiere que lo hagamos, y la mayor prueba de que dependemos de Él es que somos personas de oración. “Nadie entenderá a mi esposo hasta que se den cuenta de que él es ante todo un hombre de oración y luego un evangelista”, expresó la señora Lloyd-Jones.14 ML-J llegó a decir más tarde: “Las dos reuniones más grandes en mi vida fueron ambas reuniones de oración”.15 Para MLJ, el Espíritu Santo y la necesidad de la oración no eran notas al pié de las páginas de la Biblia.

Este hombre nos recuerda que el éxito de lo que hagamos para el Reino de Dios está en manos del Señor, quien es soberano sobre todo. Es por eso que decía a ministros más jóvenes: “No pierdas demasiado de tu tiempo preocupándote por el futuro de la iglesia cristiana”,16 porque él sabía que Dios cumple sus propósitos por medio del Espíritu Santo aplicando su Palabra.

Sorprendido por Dios

La humildad de Lloyd-Jones al confiar en la Biblia y el Espíritu Santo iba acompañada por su asombro el amor de Dios y la forma en que Él lo usaba. De esta manera, MLJ nos ilustra una segunda lección: Dios se complace en usar a personas sorprendidas ante su gracia.

Vemos esto de forma especial en sus últimos meses de vida, cuando ya casi no podía predicar. Él hablaba que su gozo se mantenía firme en el Señor a pesar de eso. “No tengo más que alabanzas en mi corazón. Soy más consciente que nunca antes de la bondad de Dios”.17 Él decía que “Nuestro mayor peligro es vivir de nuestra actividad. La prueba máxima de un predicador es lo que siente cuando no puede predicar».18 Para Lloyd-Jones, la gracia del Señor era su mayor fuente de gozo y asombro, lo cual fue suficiente para él incluso cuando ya no podía servirle a Dios como antes.

Mientras para muchos de nosotros no resulta tan sorprendente que Dios nos salve y nos use, el asombro del Doctor era cada día era más grande:

“Cuando fui a Sandfields [al comienzo de mi ministerio], si alguien me hubiera dicho que iba a hacer todas las cosas que realmente hice, le habría dicho que estaba loco. Mi único pensamiento fue ser un evangelista en una misión local. Solo hay una explicación [para mi ministerio]: ¡La soberanía de Dios! ¡La mano guiadora de Dios! Es un asombro para mí”.19

Dios se complace en usar a hombres así de abrumados ante su gracia y lo que Él puede obrar. Esto cautivó a Martyn Lloyd-Jones durante su ministerio, como dijo en un sermón clásico presentando como ejemplo su experiencia en la predicación:

“Ha habido algunos domingos en que Dios me ha concedido su gracia, y he estado consciente de una libertad excepcional; pero he sido lo bastante tonto como para escuchar al diablo cuando me dice: ‘Ahora espérate hasta el próximo domingo. Va a ser maravilloso, pues vendrá mucha más gente’. Al domingo siguiente, subo al púlpito, y me encuentro con una congregación menor. Pero en otras ocasiones me paro en el púlpito y me encuentro luchando conmigo mismo, como si fuera yo la persona más abandonada a su suerte, predicando mal y sin ninguna energía, y el diablo viene y me dice: ‘El próximo domingo no vendrá nada’. No obstante, y gracias a Dios, me he encontrado con que el domingo siguiente asiste mucha gente. He aquí el método contable de Dios: subo al púlpito sin fuerzas, y termino con poder; subo confiado en mí mismo, y acabo por sentirme un tonto.

Tal es la contabilidad de Dios. Él nos conoce mucho mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos. Siempre nos está dando sorpresas, y nunca sabemos lo que Él va a hacer. Su contabilidad es lo más romántico que conozco en todo el mundo”.20

Dios se deleita en glorificarse a través de personas que reconocen que no tienen poder en sí mismas; personas que se entienden inmerecedoras de su misericordia.

Dios se deleita en glorificarse a través de personas que reconocen que no tienen poder en sí mismas; personas que se entienden inmerecedoras de su misericordia. Personas que cuando ven que Dios las redime y usa para su gloria, no piensan “Claro que Dios usaría a alguien como yo”, sino que declaran, “¡Esto es asombroso!”. Es por eso que Lloyd Jones definió a los cristianos de esta manera:

“Si me pidieran que diera una definición del cristiano, debo decir que él es uno que, desde que cree en Cristo, se siente el hombre más feliz del mundo y anhela que todos los demás sean igualmente felices”.21

Que nunca perdamos la sorpresa por lo que Dios hizo por nosotros, y, en su total gracia y soberanía, hace en y a través de nosotros.


[1] Iain H. Murray, The Life of D. Martyn Lloyd-Jones 1899-1981 (The Banner of Truth Trust, 2013), p. 99.

[2] Endorsements.

[3] Murray, p. 44.

[4] Ibíd, p. 49.

[5] Ibíd, p. 96.

[6] Para una introducción a esta controversia compleja, recomiendo el artículo 50 Years Ago Today: The Split Between John Stott and Martyn Lloyd-Jones, en el que Justin Taylor entrevista al Dr. Andrew Atherstone sobre la polémica en la que se involucraron MLJ y John Stott, especialmente el 18 de octubre de 1966.

[7] Christopher Catherwood, Martyn Lloyd-Jones: His Life and Relevance for the 21st Century (Crossway, 2015), p. 23).

[8] Para una introducción corta a los libros de MLJ, recomiendo el artículo de Jeff Robinson, Martyn Lloyd-Jones: A Reading Guide.

[9] Murray, p. 453.

[10] Ibíd, p. 458

[11] Ibíd, p. 107.

[12] Ibíd, p. 448.

[13] Lloyd-Jones dedicó toda una serie de sermones para hablar sobre este tema; una de sus series más recordadas e impactantes. Puedes escuchar las grabaciones (en inglés) aquí.

[14] Murray, p. 321.

[15] Ibíd, p. 440

[16] Ibíd, p. 442

[17] Ibíd, p. 450.

[18] Ibíd.

[19] Ibíd, p. 452.

[20] Martyn Lloyd-Jones, Depresión espiritual: sus curas y sus causas (Libros Desafío, 2004), p. 137-138. Énfasis añadido.

[21] Murray, p. 53.

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