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Oseas fue un profeta de Dios que desarrolló su ministerio en el reino del norte (Israel), luego de la división de la nación de Israel, y es considerado el autor del libro bíblico que lleva su nombre, el cual significa «salvación».

Aunque desconocemos el lugar de su nacimiento, su familiaridad con los acontecimientos de la nación del norte sugiere que no era de Judá (el reino del sur), sino de Israel (4:15; 5:1; 6:8; 7:5; 10:5; 12:11). El libro describe a Oseas como hijo de Beeri, esposo de Gomer y padre de dos varones y una mujer (1:1, 3, 4, 6, 9).

El contexto de su ministerio

Oseas fue comisionado por Dios para profetizar en el reino del norte y al parecer desarrolló un ministerio largo que comenzó probablemente en 760 a. C. y finalizó en el 720 a. C. Su ministerio, registrado en 2 Crónicas 26 – 32, abarcó el reinado de los últimos seis reyes del norte y de cuatro reyes de Judá (1:1).

Junto a Jonás, forman los únicos profetas oriundos del reino del norte que profetizaron a las diez tribus de Israel y que dejaron plasmadas sus palabras en libros que tenemos en nuestras biblias. Oseas comenzó su ministerio después de Amós, tiempo en que la sociedad de Israel experimentaba una combinación engañosa de paz política y prosperidad económica, como también corrupción moral y decadencia espiritual. Unos cuarenta años después de que el profeta iniciara su ministerio, la nación fue destruida por Asiria, en el 721 a. C. (2 R 14 – 20).

Su mensaje

Dios ordenó a Oseas tomar por esposa a una prostituta (1:2), por lo cual el profeta se une a una mujer llamada Gomer (v. 3). Cada uno de los tres hijos que procrearon obtuvo un nombre que representaba un mensaje, tanto de rechazo a la conducta pecaminosa de Israel como de juicio por parte del Señor (1:4, 6, 9).

A pesar de la convivencia matrimonial, Gomer vuelve a prostituirse y cae en esclavitud. Sin embargo, Dios ordena al profeta comprar su libertad. Esta extraña historia se convierte en una ilustración clara de la situación espiritual deplorable del reino del norte. Gomer representa al rebelde Israel, mientras Oseas representa al amor paciente y fiel de Dios hacia Su pueblo infiel.

De hecho, Oseas nos narra una de las enseñanzas más claras sobre el amor de Dios hacia Su pueblo en toda la Biblia. Además, aunque sus palabras de juicio contra el pueblo y sus pecados fueron predicadas con pasión, también habló con compasión y ternura, al señalar la esperanza futura que la nación necesitaba.

Cristo y Oseas

El género profético presenta desafíos para el intérprete moderno. No obstante, existen claves para entender la profecía y su relación con el Nuevo Testamento.

En el Nuevo Testamento, leemos que Jesús reprendió a los fariseos con una cita del libro de Oseas: «Pero vayan, y aprendan lo que significa: “MISERICORDIA QUIERO Y NO SACRIFICIO”; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mt 9:13; cp. Os 6:6-7). Esta referencia certifica más aún el carácter canónico del libro de Oseas.

Además, Mateo interpreta la estadía de Jesús en Egipto como el cumplimiento de una profecía mesiánica: «Cuando Israel era niño, Yo lo amé, y de Egipto llamé a Mi hijo» (Mt 2:15; cp. Os 11:1). Aquel llamado es como un escalón que nos conduce al Calvario, donde el Hijo de Dios se convirtió en el sacrificio perfecto como evidencia clara del inigualable amor del Padre por Sus elegidos.

Lecciones que aprendemos de Oseas

Por último, quisiera mencionar al menos un par de lecciones que podemos aprender de este profeta. La primera de ellas, es la importancia de la obediencia sumisa. Se requiere gallardía para proclamar un mensaje como el de Oseas a una nación rebelde, similar a la que necesitamos para anunciar el evangelio al mundo en que vivimos. Más allá de eso, también es necesario que modelemos lealtad y amor profundos por Dios para transmitir a otros Su palabra..

La segunda lección en la que te invito a reflexionar es el valor del amor perdurable de Dios que vemos reflejado en la vida y el ministerio de este profeta. 

Tanto Oseas como sus oráculos representan el amor fiel de Dios por Su pueblo. Por lo tanto, su enseñanza nos debe inspirar a proclamar el evangelio —un mensaje de amor verdadero— a toda criatura.

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