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He pasado casi una década ayudando a las personas a desarrollar el hábito de la lectura. La mayoría de los que se encuentran con mis artículos, videos o podcasts está convencida de que leer es importante. No necesito persuadirlos de que pasen más tiempo entre las páginas y menos en la pantalla. Solo necesitan que les ayude a dejar las excusas, tomar un buen libro y sentarse a leer.

Ese, sin embargo, no fue el caso de Juan (nombre ficticio, historia real). Este joven llegó con una pregunta sencilla: ¿Por qué? ¿Cuál es el propósito de tanta insistencia entre los cristianos con la lectura de libros? ¿Para qué necesito leerlos?

Juan, este artículo es para ti.

La pregunta es legítima. ¿Tú podrías responderla? Con la abundancia de escritos en medios digitales, la lectura de libros parece casi irrelevante. Irónicamente, hoy leemos más que nunca en correos electrónicos, mensajes de texto, publicaciones en redes sociales, etc., pero los libros parecen quedar rezagados ante las tecnologías que nos otorgan muchísima información en menos tiempo.

¿No será que aferrarnos a los libros cuando tenemos videos de YouTube es como aferrarse a andar a caballo cuando tenemos automóviles? 

Debo admitir que me cuesta articular esta respuesta. Los libros siempre han sido importantes para mí y nunca he pasado demasiado tiempo preguntándome por qué. Estas son solo cinco ideas sobre por qué muchos cristianos leemos libros, a las que otros lectores con seguridad podrán añadir.

1) Los libros nos permiten leer mejor el Libro.

Muchas veces se ha dicho que la Biblia es más que un libro, pero no menos que un libro. Dios inspiró palabras que deben ser entendidas en su género, como poesía, narrativa, epístola, proverbio, etc., y en su contexto literario e histórico. Entonces, no debería extrañarnos que los nuevos creyentes sin experiencia en la lectura lleguen a sus biblias y se sientan del todo abrumados por el texto. Para leer la Biblia hay que saber leer; para aprender a leer hay que practicar la lectura.

Para leer la Biblia hay que saber leer; para aprender a leer hay que practicar la lectura

Lo ideal es empezar a familiarizarnos con la lectura desde pequeños; por ejemplo, escuchando historias sencillas leídas en voz alta por nuestros padres. Esta práctica nos permite adquirir el vocabulario, el conocimiento y la paciencia que necesitamos para comprender narrativas y conceptos más complejos. Conforme maduramos, podemos seguir desarrollando nuestras habilidades de comprensión leyendo buenas novelas, poemarios o libros de ensayo. Toda esa experiencia de lectura será una herramienta en nuestro arsenal para que, al acercarnos a la Escritura, podamos comprenderla mejor y utilizarla con precisión (2 Ti 2:15).

2) Los libros nos permiten subirnos a hombros de gigantes.

No todos los libros contienen buenas ideas, pero las mejores ideas se encuentran en libros. En ellos está registrada la historia de la humanidad: lo que hemos observado y experimentado, lo que entendemos y lo que nos deja perplejos. Así que no sería provechoso intentar descifrar el cosmos nosotros solos, desde cero. La buena noticia es que no tenemos que hacerlo. 

En 1675, Isaac Newton escribió al también científico Robert Hooke: «Si he llegado a ver más lejos, ha sido porque estoy parado sobre hombros de gigantes». Entre las páginas de buenos libros nos encontramos con el pensamiento de hombres y mujeres que, mucho antes que nosotros, pasaron sus vidas meditando en el Creador y en la creación. De ellos aprendemos, y edificamos sobre lo que ellos construyeron. Llevamos a las nuevas generaciones la sabiduría que le fue concedida a la anterior.

Si quieres ver más lejos de lo que podrías contemplar por ti mismo, toma un buen libro y, así, súbete a los hombros de un gigante.

3) Los libros nos permiten pensar con profundidad.

Alguien podría plantear: «Antes toda esa gracia común de sabiduría se encontraba en los libros, pero ahora la podemos encontrar en videos de YouTube o en episodios de un podcast». Si tuviera razón, ¿para qué invertir treinta horas de tu vida leyendo Confesiones de Agustín, cuando un youtuber puede resumir las ideas principales en quince minutos? ¿De qué serviría adentrarte en Enfócate de Cal Newport, cuando puedes escuchar sus consejos prácticos de productividad en su podcast?

Sin embargo, se nos olvida que la maravilla de los libros no se encuentra solo en su contenido, sino también en la manera en que ese contenido es presentado. Un buen libro nos invita a considerar un tema de manera profunda y cuidadosa. Que tome tiempo y esfuerzo leerlo no es algo malo; de hecho, es necesario. Esto es porque un buen autor construye su argumento con más evidencia y pericia de la que se puede empaquetar en un video con cinco puntos destacados. Una obra digna de leerse representa años, a veces décadas, de pensamiento e investigación destilados en trescientas páginas. Simplificar el contenido y consumirlo en unos cuantos minutos nos da la ilusión de haber entendido sin reflexionar, lo que con frecuencia no se logra. 

4) Los libros nos permiten ver desde otras perspectivas.

Durante demasiado tiempo menosprecié el valor de la narrativa; lo cual es irónico para una cristiana, ya que gran parte de las Escrituras es narrativa. Pero en los últimos años he aprendido la importancia de «ver con otros ojos, imaginar con otras imaginaciones, sentir con otros corazones, además de con el nuestro» (C. S. Lewis, The Reading Life  [La vida de lectura]).

Las películas, a pesar de que son capaces de presentar historias de manera poderosa, no logran capturar el mundo interior del ser humano como lo hace una obra literaria. Si un actor hace un buen trabajo, puedo adivinar en su rostro lo que sucede en el corazón del personaje. Sin embargo, en los libros puedo experimentar, junto con el autor y sus personajes, la intensidad de la lucha, o del gozo, o de la confusión, o del dolor.

5) Los libros nos permiten fortalecer nuestra mente.

A nadie le sorprende que la lectura esté relacionada con un mejor rendimiento académico. En su libro The Read-Aloud Handbook [El manual de la lectura en voz alta], el autor Jim Trelease lo resume así: «Entre más lees, mejor lees; entre mejor lees, más te gusta leer; entre más te gusta leer, más lees. Entre más lees, más sabes; entre más sabes, te vuelves más inteligente». Leer buenos libros nos provee conocimiento para comprender mejor el mundo que habitamos. 

Por supuesto, el conocimiento no lo es todo, pero es bueno y necesario. Si Pablo le pidió sus libros a Timoteo (2 Ti 4:13), ¿qué nos hace pensar que nosotros no los necesitamos? Charles Spurgeon comenta sobre esta petición:

¡[Pablo] ha sido inspirado, pero quiere libros!
¡Ha estado predicando por treinta años, por lo menos, y sin embargo quiere libros!
¡Ha visto al Señor, y sin embargo quiere libros!
¡Ha tenido más experiencia que ningún otro hombre, y sin embargo quiere libros!
¡Ha sido arrebatado al tercer cielo, y ha escuchado palabras inefables que al hombre no se le permite expresar, y sin embargo quiere libros!
¡Ha escrito la mayor parte del Nuevo Testamento, y sin embargo quiere libros!
El apóstol le dice a Timoteo, y por lo tanto a todo predicador: «Dedícate a la lectura». El hombre que nunca lee jamás será leído; el que nunca cita, nunca será citado. El que no usa los pensamientos del cerebro de otros hombres, prueba que no tiene cerebro propio.

El Dios que nos hizo y entregó a Su Hijo por nosotros nos da una mente para Su gloria. ¿De qué la estamos llenando? ¿Estamos aprovechándola al máximo o solo se está atrofiando con entretenimiento barato?

Estas cinco ideas son solo un bosquejo inicial de por qué leer libros es importante. Con seguridad hay mucho más que se puede decir al respecto. Con todo, me parece que lo que hemos explorado es más que suficiente para animarnos a apartar un rato con un buen libro y sumergirnos entre sus páginas. Espero que Juan haga lo mismo.

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