Cuando escribió por el 64-65 d. C., el apóstol Pablo incluyó una solicitud en su carta a su discípulo pastoral y amigo Timoteo:
“Cuando vengas, trae la capa que dejé en Troas con Carpo, y los libros, especialmente los pergaminos”, 2 Timoteo 4:13.
Vale la pena leer lo que comentó Charles Spurgeon al respecto, sobre las implicaciones de esto en nuestros días:
No sabemos de qué trataban estos libros, y solo podemos adivinar sobre qué eran los pergaminos. Pablo tenía unos cuantos libros que había dejado, quizá envueltos en una capa, y Timoteo debía ser muy cuidadoso y traerlos. Incluso un apóstol debe leer. Aquel hombre que viene al púlpito, habla de un texto sin haberlo estudiado, y se pone a hablar cosas sin sentido, es el ídolo de muchos. Si habla sin premeditarlo, o pretende hacerlo, sin jamás producir lo que comúnmente llaman un platillo del cerebro de hombres muertos, ¡ah!, ese sí que es un predicador. ¡Gente así recibe una buena reprimenda del apóstol!
¡Ha sido inspirado, pero quiere libros!
¡Ha estado predicando por 30 años por lo menos, y sin embargo quiere libros!
¡Ha visto al Señor, y sin embargo quiere libros!
¡Ha tenido más experiencia que ningún otro hombre, y sin embargo quiere libros!
¡Ha sido arrebatado al tercer cielo, y ha escuchado palabras inefables que al hombre no se le permite expresar, y sin embargo quiere libros!
¡Ha escrito la mayor parte del Nuevo Testamento, y sin embargo quiere libros!
El apóstol le dice a Timoteo, y por lo tanto a todo predicador: “Dedícate a la lectura”. El hombre que nunca lee jamás será leído; el que nunca cita, nunca será citado. El que no usa los pensamientos del cerebro de otros hombres, prueba que no tiene cerebro propio.
Hermanos, lo que aplica a los ministros, aplica a todos. Necesitan leer. Renuncia lo más que puedas a la literatura ligera, pero estudia lo más posible las obras teológicas sanas, especialmente los escritores puritánicos, y las exposiciones de la Biblia. Estamos bastante convencidos que la mejor forma de pasar tu tiempo libre es leyendo u orando. Podrás recibir mucha instrucción de libros que después podrás usar como una verdadera arma en el servicio de tu Señor y Maestro.
Pablo exclama: “Trae los libros”. Únete al grito.
A fortiori—tolle lege! ¡Con más razón! ¡Toma y lee!