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Nota del editor: 

#CoaliciónResponde es una serie donde pastores y líderes de la iglesia responden a inquietudes que llegan a Coalición por el Evangelio por diversos medios, y que son parte de las inquietudes que caracterizan a la iglesia en nuestra región.

¡Me encantan los perros! Toda mi vida he tenido perros, y gracias a Dios me casé con alguien a quien también le gustan. De hecho, si vienes a nuestra casa, tres hermosas caninas te recibirán con emoción en la puerta.

Para mí y para muchos los perros son un regalo de Dios. Son fieles, siempre buscan tu compañía, saben cuando estás triste, buscan tu perdón incluso cuando fuiste tú que (sin querer, por supuesto) les hiciste algo, y aman a la gente más que a su comida. Y así hay personas que defienden a sus gatos, sus aves, y hasta sus cerditos. Similar al hombre en la historia del profeta Natán (2 Samuel 12:3), para algunas personas las mascotas son su única compañía.

Pero como el pecado siempre tiene que ver con la corrupción de algo bueno, aquí hay algunas cosas que debemos considerar con relación al amor por nuestros perros.

Un ejemplo de cuidado

Todos los animales son parte de la creación de Dios, pero ¿alguna vez te has preguntado por qué fueron creados? ¿Por qué Dios creó una incontable variedad de animales, muchos de los cuales ni siquiera conocemos? ¿Por qué Él no simplemente creó aquellos animales que sirven para el sustento y alimentación de los seres humanos? ¿Por qué tantas especies, tantos colores? ¿Por qué animales como los perros, llenos de inteligencia y capacidad de conectar con los seres humanos?

Cada variedad, cada hermosura en apariencia, cada especie llena de inteligencia, refleja y proclama la majestuosidad del Creador. Él se deleita en su creación (Salmo 30:31), porque su creación glorifica y exalta su Nombre (Salmo 19:1).

Los animales, como todo lo creado, tienen el propósito principal de exaltar a su Creador, y en eso sirven también como una bendición y un regalo para nuestras vidas. El ejemplo y el llamado que encontramos en la Palabra es uno de amor y cuidado para nuestras mascotas. Algunos ejemplos:

Miren las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta…“, Mateo 6:26.

¿Quién prepara para el cuervo su alimento cuando sus crías claman a Dios y vagan sin comida?“, Job 38:41.

Tu justicia es como los montes de Dios; Tus juicios son como profundo abismo. Tú preservas, oh Señor, al hombre y al animal. ¡Cuán preciosa es, oh Dios, Tu misericordia!“, Salmo 36:6-7.

Si Dios cuida de las aves, si el Señor da alimento a los cuervos, si Él preserva al animal, nuestro llamado no es diferente.  La creación nos fue dada para ejercer mayordomía sobre ella (Génesis 1:28), y la forma en la que debemos hacerlo es siguiendo el ejemplo mismo del Creador y dueño. Dios valora los animales; si esto no fuera así, Él no cuidara de ellos. Si el Señor lo hace, yo estoy llamado a hacerlo tratando de imitar a ese Dios lleno de amor que cuida de su creación.

Un amor en la medida correcta

Como ya vimos, desde una perspectiva bíblica los animales tienen valor. Son parte de la creación de Dios y merecen nuestro apropiado respeto, amor, y cuidado. Si bien lo anterior es cierto, y definitivamente podemos amar a nuestros perros, hay por lo menos dos cosas que nuestro nivel de amor debe considerar:

1. Las personas valen más que las mascotas.

No podemos confundir la dignidad y el valor de nuestros perros con el de los seres humanos. La imagen de Dios en nosotros pone nuestro valor por encima de todo lo creado (Génesis 1:27; Salmo 8); no por nosotros, sino por Su imagen.

Es lamentable como muchas veces nos duele la calamidad y el sufrimiento de los animales, mientras somos indiferentes al sufrimiento humano. Somos movidos a actuar para socorrer y ayudar animales indefensos mientras tenemos personas en necesidad muy cerca de nosotros a las que ni siquiera prestamos atención.

No estoy en lo absoluto en contra de que ayudemos a animales que vemos en necesidad y por los que podamos hacer algo. De hecho, considero que esto es parte del llamado que tenemos de ser mayordomos de la creación. Lo que nunca debemos hacer es poner a nuestras mascotas por encima de las personas. Por más que las amemos, y que nos sorprenda su inteligencia, ellas no tienen la imagen de Dios.

Si Dios cuida de las aves, si el Señor da alimento a los cuervos, si Él preserva al animal, nuestro llamado no es diferente.

2. Nuestro amor por los perros no debe interferir en nuestro amor por Dios.

Nuestros perros son un regalo de Dios, pero no importa qué tan bueno sea un regalo, solamente Dios —no el regalo— es digno de nuestra devoción. La Biblia nos enseña que toda buena dádiva proviene del Señor y que nunca la dádiva debe ser amada más que el dador. Cuando esto ocurre caemos en la idolatría.

Todo lo que consuma nuestro tiempo más que conocer a Dios, todo lo que consuma nuestros recursos más de que lo que invertimos en el avance del Reino, todo lo que mueva nuestros afectos más de lo que Dios lo hace es un ídolo para nuestras vidas. Esto incluye nuestras mascotas. Cuida tu corazón de que tu perro o tu gato no ocupe el lugar de Dios; cuida tu corazón de amar más la dádiva que al Dador.

Es lamentable como muchas veces nos duele la calamidad y el sufrimiento de los animales, mientras somos indiferentes al sufrimiento humano.

Ahora, tal vez nos es útil terminar preguntándonos, ¿qué pasa con nuestras mascotas cuando mueren?

Por el amor que le tenemos, en algún momento nos hemos preguntado esto. Y mi respuesta es que, en última instancia, no sabemos. No tenemos la certeza de si Dios tendrá a nuestras mascotas en el cielo. No hay ninguna razón para pensar que la Nueva Creación solo será habitada por seres humanos. La Biblia apunta a lo contrario, aun a la posibilidad de mascotas en el cielo (Isaías 11:6). Pero el plan de salvación no incluye nuestras mascotas, ni hay ningún tipo de garantías o evidencias de que los animales que estarán presentes en el Cielo Nuevo y Tierra Nueva son aquellos que conocimos aquí.

De lo que sí podemos estar seguros es que, sea  lo que sea que Él haya establecido, será lo que traiga más gloria a su Nombre y nos ayudará a disfrutarlo a Él por siempre.

Nuestro Dios es uno lleno de bondad que nos ha dado su creación, que primero es para su gloria, pero también resulta en nuestro beneficio. Confiemos en su bondad al darnos mascotas que podemos amar y cuidar como Dios cuida su creación, honremos su imagen en el ser humano, y descansemos en su sabiduría y cuidado al decidir el destino final de nuestras amadas mascotas.


Imagen: Lightstock
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