Cristo es Salvador y también Señor de su Iglesia. Como tal, Él tiene siervos que fueron redimidos y ahora oyen su voz, le obedecen y viven para servirle. Este servicio toma lugar tanto en el mundo como en la iglesia. Tenemos la responsabilidad de servir como “sal y luz del mundo” (Mt 5:14) y el honor de edificar a la iglesia de Cristo. Por eso, al meditar en este llamado, si estás por empezar a servir a Dios en la iglesia o si ya lo estás haciendo, podemos reflexionar en cinco verdades básicas en cuanto al servicio.
1) Los creyentes genuinos son siervos
Todo creyente es un siervo de la justicia porque fue librado del pecado a través de la obra de Cristo (Ro 6:18). También es cierto que servimos como una expresión de gratitud por nuestra salvación y servimos para imitar a nuestro Salvador que vino a servir (Mt 20:28). Si la Biblia dice que somos siervos, debemos ser dedicados y fieles servidores de la iglesia de Cristo; comprometidos con el bienestar, el crecimiento y la edificación de los creyentes de nuestra congregación.
Es decir, debemos actuar en conformidad con lo que ya somos en Cristo (Jn 13:15-17). Nuestro andar con la iglesia debe mostrar expresiones prácticas y visibles de nuestra condición de siervos. A la luz de esta realidad, la pregunta no sería si servimos o no, sino, más bien, quién se beneficia con nuestro servicio. Somos servidores y eso no cambia. Si no servimos a Dios y a su iglesia, serviremos a algo o alguien más, incluso si es a nosotros mismos. Por eso, antes de servir en la iglesia, debo tener siempre presente que el creyente ya es un siervo para honra de Dios y edificación de la iglesia (Ef 4:12).
2) Servir es un don de Dios
Pablo recibió el ministerio de predicar el evangelio a los gentiles. Él entendía el servicio como una gracia de Dios (Ef 3:8). Todo lo que Dios nos llama hacer como hijos debe ser considerado como una expresión de su gracia. No merecemos ni siquiera servir para el avance de su reino ni para la edificación de su iglesia.
Todo lo que Dios nos llama hacer como hijos debe ser considerado como una expresión de su gracia
Tenemos el privilegio de que Dios nos llame servidores. Esta es una visión liberadora sobre el servicio, porque así no fallaremos en pensar que al servir le hacemos “un favor” a Dios. El favor lo hace Él al darnos el privilegio de ser instrumentos de su obra. Esta conciencia bíblica también nos guardará del orgullo. Servir a la iglesia es la gran dicha que Dios nos brinda para participar y colaborar con Él en sus propósitos redentores (1 Co 3:9-10).
3) Servir en la iglesia es servir a personas
Pablo decía: “sírvanse por amor los unos a los otros” (Gá 5:13). Él explicaba que su ministerio estaba enfocado en servir a los cristianos y tenía como meta su bienestar espiritual (Col 1:28; cp. Hebreos 6:10). Además, el constante énfasis en orar unos por otros, exhortarnos, alentarnos, sustentarnos y amarnos unos a otros, describe un servicio que tiene como fin al cristiano (Stg 5:16; Ro 12:10,13; 1 Tes 5:11,14).
Estos versos nos recuerdan que nuestro servicio debe estar orientado con prioridad a las personas y no a una institución, programa, estructura o área de ministerio. Nuestro enfoque debe ser el bienestar de los creyentes. Nuestra disposición mental y del corazón deben considerar esto: servimos a Dios por medio de servir a los hermanos de la iglesia. Sea que sirvamos con el sonido, proyección, limpieza, mantenimiento, cantando o tocando un instrumento en la banda, debemos tener presente que lo hacemos para bendecir a nuestros hermanos.
Aunque no todas estas actividades las hacemos directamente para ellos, no olvidemos que son los creyentes los que se benefician de nuestro servicio. Cuando servimos, nuestra motivación es dar gloria a Dios y también edificar a la iglesia.
4) Sirvamos con el poder de Dios
Cuando servimos a Dios en nuestra congregación, debemos tener presente que los desafíos serán grandes, las dificultades constantes y las demandas a suplir serán muchas. Además, no tenemos todas las fuerzas ni habilidades para hacer todo lo que se requiere en la iglesia. Todo esto, con seguridad, tendrá un efecto abrumador.
Servir a la iglesia es la gran dicha que Dios nos brinda para participar y colaborar con Él en sus propósitos redentores
Todo el que sirve será superado por las demandas y desafíos, y llegará el momento en que sentirá el peso de servir y amar a la iglesia. Sentiremos nuestra fragilidad, limitaciones e incapacidad sumadas al cansancio físico, emocional y mental. No es para menos, ya que el servidor cristiano es un medio que Dios usa para nutrir, restaurar, confrontar y edificar a su iglesia.
Los horarios, la falta de recursos, la incomodidad, los desafíos relacionales e incluso nuestra incapacidad —sumados a otras circunstancias— pueden provocar un gran agotamiento y frustración en el servicio. Las palabras de Pedro son oportunas cuando nos encontramos en situaciones semejantes: “el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da” (1 P 4:11). No estamos llamados a servir en nuestras fuerzas. Siempre debemos orar una y otra vez, y buscar la guía del Espíritu Santos para ser capacitados y fortalecidos para ser eficaces, fieles y perseverantes en el servicio (Col 1:29).
5) Cristo es la recompensa
Dios recompensa nuestras buenas obras y servicio a Él (1 Co 15:58). El autor bíblico nos recuerda que “Dios no es injusto como para olvidarse de la obra de ustedes y del amor que han mostrado hacia Su nombre, habiendo servido, y sirviendo aún, a los santos” (He 6:10).
Aunque no debe ser nuestro propósito prioritario, creo que podemos esperar que Dios recompense el esfuerzo y el servicio (Mt 25:23; He 11:6). Pero tampoco debemos ignorar que hay una recompensa que supera a todas: el Cristo que dio su vida por los pecadores. Pablo decía que su vida la vivió con el fin de “ganar a Cristo” (Fil 3:8). Para el apóstol, Cristo era el premio y recompensa que perseguía (Fil 3:14).
Cuando vemos a Cristo y el servicio como nuestras recompensas, podremos perseverar incluso en la dificultad y sobretodo nos ayudará a servir con gozo
Esta conciencia no solo tiene la garantía de ser bíblica, sino que también nos guardará de decepciones cuando no seamos reconocidos. Pero además, cuando vemos a Cristo y el servicio como nuestras recompensas, podremos perseverar incluso en la dificultad y, sobre todo, nos ayudará a servir con gozo.
Palabras finales
Los creyentes somos siervos a quienes se nos concede el don de colaborar con Dios y ser sus instrumentos en la edificación de la iglesia. Servimos a las personas. El poder de Dios nos capacita y fortalece en el servicio y en Cristo está toda nuestra recompensa. ¡Que nuestra vida sea invertida en el reino de los cielos!
Todo lo que tenemos lo hemos recibido de Él y lo más lógico es ponerlo a su servicio. Nuestro tiempo, nuestras habilidades, nuestras fuerzas y recursos son dados por Dios para que sean ofrecidos para el beneficio de su iglesia. Sirvamos para la gloria de Dios y el bien de la iglesia.