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Nota del editor: 

Este devocional está tomado del ebook Noticias de gran gozo: 25 reflexiones para celebrar el Adviento.

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«Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, también Jesús participó de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida» (Hebreos 2:14-15).

«Libertad» es una palabra cuya connotación ha cambiado en nuestros días, pues la libertad que nuestra generación anhela suena más a anarquía. Nos hemos convencido de que la libertad es simplemente hacer todo lo que queramos. Esta visión revela ser corta de vista, pues se enfoca en el corto plazo: libertad para hacer lo que quiero ahora

Sin embargo, la definición bíblica de la libertad tiene una connotación más permanente y profunda: Cristo nos libertó del poder del pecado. Él vino para eso en la primera Navidad. Por su vida perfecta, muerte y resurrección, nos declaró libres de culpa, porque éramos culpables de hacer lo que queríamos en desobediencia al Señor. Pero ahora, por su Espíritu Santo, somos verdaderamente libres para decir no al pecado, para amar a Dios, para amar a otros y para caminar creciendo en santidad y en el conocimiento de Dios.

Aún más, somos libres con la esperanza de una libertad completa de la presencia del pecado que será consumada en el futuro, gracias a que lo que más tememos —la muerte— fue vencida de una vez y para siempre por Cristo. Esto nos despierta cada día a una esperanza de que lo peor que podría pasarnos en este lado de la eternidad, la muerte, será solo el inicio a una nueva vida.

¿Has visto una escena común en muchas películas, en donde alguien es atacado y la persona, con gran habilidad, despoja al atacante de su arma y lo apunta de regreso? Cristo usó la peor arma contra la humanidad, la muerte, para vencer a nuestro atacante y mayor opositor con esa misma arma. Jesús, quien es verdaderamente hombre y verdaderamente Dios, mediante su muerte en la cruz derrotó al diablo y a la misma muerte a la que estábamos todos condenados.

La Biblia está llena de ironías y esta es significativa. Mediante la muerte de Jesús, tenemos libertad para vivir. Esta vida abundante nos es prometida, no solo para cuando lleguemos al cielo, sino también desde que somos unidos a Cristo. En su encarnación, Cristo participó de nuestra humanidad, para que en su muerte y resurrección nosotros muriéramos al pecado y resucitáramos en vida y libertad. 

En esta Navidad, medita: ¿vives conforme lo que ya es una realidad por Cristo y en Cristo? Toma unos minutos para orar sobre esto. Que esta no sea solo una verdad intelectual, sino una realidad que experimentes cada día de tu vida, permaneciendo y deleitándote en el Cristo resucitado, por cuya vida ahora gozas de vida eterna.

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