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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Un año de cambios: un devocional centrado en disfrutar a Dios, por Nicolás Tranchini.

Cualquier persona que ama a Cristo se ha preguntado en más de una ocasión: «¿Qué quiere Dios para mi vida? ¿Cómo puedo estar seguro de lo que Él espera de mí?». Aunque es un tema muy extenso, podemos comenzar por establecer este principio bíblico que nos ayudará a tomar decisiones sabias: Haz de Dios tu mayor tesoro.

Con todo tu corazón

Además, el Señor tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas (Dt 30:6).

¿Cuál es el objetivo de Dios para tu vida según este versículo? Está muy claro, ¿verdad? Que ames a Dios con todo tu ser.

Pero ¿qué quiere decir Dios cuando afirma que va a «circuncidar tu corazón» para lograr ese objetivo? ¿Significa que literalmente va a tomar un bisturí y te va a cortar un pedazo de órgano? Claro que no. Lo que quiere decir es que Dios utilizará las circunstancias de tu vida para que, de alguna forma, lleguen a «circuncidar tu corazón» de otros amores.

En otras palabras, Dios utilizará todo lo que te suceda como instrumento para que seas liberado de tus ídolos. A esta misma idea se refiere Jesús cuando asegura que «todo [sarmiento] que da fruto, [Mi Padre] lo poda para que dé más fruto» (Jn 15:2b).

Disfrutar a Dios es tenerlo todo; perder a Dios, aun teniéndolo todo, es no tener nada

Como también lo dice Pablo: «Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de los que lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos (…) para que llegaran a ser como su Hijo» (Ro 8:28-29 NTV).

Dios controla las circunstancias para que se realice Su propósito: que lleguemos a ser como Su Hijo, amantes reales del Padre. Dios permite y controla todo lo que te está sucediendo, aun tus circunstancias dolorosas, con el objetivo de que lo ames y hagas de Él tu mayor tesoro.

¿Cuál es el resultado que produce en nosotros amarle a Él con todo nuestro ser? ¡Verdadera vida! ¡Gozo indescriptible! ¡Plenitud! Porque disfrutar a Dios es tenerlo todo; perder a Dios, aun teniéndolo todo, es no tener nada.

«Haz lo que quieras»

¿Cómo se conecta el amar a Dios con la toma de decisiones? Como dice la conocida frase de Agustín de Hipona: «Ama y haz lo que quieras». Creo que Agustín tiene razón. Sin embargo, la frase puede malinterpretarse con facilidad. Permíteme explicar con un ejemplo lo que quiere decir.

Asumamos por un momento que el objetivo máximo de mi vida es amar a mi esposa con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas. Mis pensamientos, mis fantasías, mis sueños y mis metas giran en torno al objetivo de amarla con todo mi ser.

Entonces un día le preparo una cena romántica bajo la luna, con velas, música instrumental y un ambiente de película. Sin embargo, cometo un «error» en la elección del plato principal. Elijo preparar pescado frito, pensando que eso va a causarle mayor placer. Pero justo esa noche, ella tenía antojo de comer carne asada.

Tu mayor necesidad al tomar una decisión es discernir cuál es tu verdadero deleite, tu mayor tesoro

¿Te parece que la mujer que me ama se ofenderá y hará un escándalo por mi elección «errónea»? Claro que no, pues ella entiende que la intención de mi corazón era demostrarle mi amor.

De la misma manera, un Dios completamente omnisciente, que puede escudriñar las intenciones más profundas de mi ser, es capaz de ver si verdaderamente le estoy amando al tomar una decisión. Dios puede ver si la intención de mi corazón es vivir para Él.

Permíteme llevar este pensamiento un poco más lejos. ¿Será que Dios, que claramente me dice que lo más importante es que lo ame «con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mi fuerzas», se molestará de mi elección mientras mi deseo máximo y verdadero sea amarle Él?

Es una pregunta larga pero valiosísima. Por favor, vuelve a leerla y piensa en alguna decisión concreta que aplique a tu vida, como estudiar ingeniería o medicina; o comprarte un vehículo nuevo.

¿Cuál es tu mayor tesoro?

Compara la pregunta de más arriba con las palabras del salmista: «pon tu delicia en el Señor, y Él te dará las peticiones de tu corazón» (Sal 37:4). Tu mayor necesidad al tomar una decisión es discernir cuál es tu verdadero deleite, tu mayor tesoro.

El problema no es la decisión que tienes que tomar; el problema es a quién estás amando al tomar tal decisión. El problema no es elegir entre «A» o «B», sino la tendencia del corazón a «santificar» las decisiones, es decir, colocarle un manto de santidad a tus pasiones y llamar «voluntad de Dios» a tus sueños propios.

El problema es atribuirle motivaciones santas, puras y divinas a planes y metas cuyo anhelo más profundo no es amar a Dios, sino a nosotros mismos.

El problema no es la decisión que tienes que tomar; el problema es a quién estás amando al tomar tal decisión

Reconozco esta misma tendencia en mí. Por ejemplo, puedo estar convencido de que es la voluntad de Dios que escriba un libro. Pero ¿cuál es mi verdadero anhelo? ¿Hay un deseo de impresionar? ¿Hay una motivación de esculpir mi nombre entre los grandes? La triste realidad es que la hay.

Entonces ¿cuál sería la mejor pregunta para hacerme? ¿Debería preguntarme si Dios quiere que escriba un libro? En realidad, lo más apropiado sería preguntarme cuál es mi motivación al escribir un libro (o al elegir una pareja, una carrera o un automóvil nuevo).

La pregunta más importante es a la vez la más difícil: ¿Estoy «santificando» mis propias ambiciones o estoy amando a Dios? Al tomar una decisión, sé honesto contigo mismo y responde ¿cómo te ayudará esta decisión a disfrutar y amar a Dios?

Quizás Agustín tenga razón. Ama a Dios al punto que Él llegue a ser tu mayor deleite y entonces haz lo que quieras. Primero que todo, haz de Dios tu mayor tesoro.

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