¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×
Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Un año de cambios: un devocional centrado en disfrutar a Dios (Ministerio Cambios Profundos, 2021), por Nicolás Tranchini.

Hay veces que parece como si Dios quisiera confundirnos. En la historia de Gedeón vemos al Señor decirle que vaya con un grupo de solo trescientos hombres a pelear contra un grupo de varios miles (Jue 7:1-25). Sin embargo, al comienzo del mismo libro, Dios le había ordenado a la tribu de Judá que vaya a pelear contra otro pueblo y no tiene ningún problema en que le pida más soldados a la tribu de Simeón y juntos ganen la batalla (1:1-7).

¿En qué quedamos, Señor? ¿Se puede pedir ayuda a otros o está mal hacerlo? Primero dices que sí, luego que no. ¿Cómo vamos a discernir Tu voluntad si en un momento dices una cosa y tiempo después dices otra? La respuesta no es tan compleja como parece. De hecho, estos dos pasajes que parecen dispares tienen un elemento en común: la actitud de dependencia.

Este es un principio bíblico que te ayudará a tomar decisiones sabias: Dios espera que tomes la decisión sabia en tu situación, pero que lo hagas con una actitud de dependencia

Discierne las circunstancias

En ambas historias de Jueces hay una batalla por delante. En ambas se consulta la voluntad de Dios en oración y Él les responde con una directiva. Finalmente, en ambas historias el pueblo de Israel demuestra confianza en Dios. ¿Resultado? En las dos ocasiones «el Señor entregó en sus manos» a sus enemigos (Jue 1:4 y 7:9). ¿Por qué Dios actúa de esta forma? Para que nadie pueda decir: «Mi propia fortaleza me ha librado» (7:2).

Dios espera que tomes la decisión sabia en tu situación, pero que lo hagas con una actitud de dependencia

En la historia de José, padre de Jesús, vemos algo similar. Un ángel guía a José a irse de Israel y mudarse a Egipto (Mt 2:13). ¡A Egipto! ¡Enemigos antiguos del pueblo de Dios! Sin embargo, unos años después, el mismo ángel guía a José a hacer exactamente lo opuesto; irse de Egipto y volver a Israel (2:20). ¿Qué tienen en común estos dos eventos tan «opuestos»? 

En primer lugar, nos muestran la disposición de José a dejarse guiar. En ambos casos vemos una actitud de dependencia. Lo segundo que podemos aprender es que la dirección de Dios no sucede en un vacío, sino que está fuertemente vinculada a las circunstancias. ¿Qué quiero decir? Dios guió a José a mudarse porque el rey Herodes quería matar a Jesús. Luego lo guió a volver a Israel porque Herodes había muerto y la vida de Jesús ya no corría peligro.

Para tomar una decisión con una actitud de dependencia debo ser capaz de discernir las circunstancias que me rodean. Pero quiero aclarar algo acerca de las circunstancias.

He detectado una tendencia en ciertos cristianos a tomar decisiones basándose casi exclusivamente en «las puertas que Dios abre». Si un cristiano vive en Quito y no tiene trabajo pero se le abre una puerta en Tokio, automáticamente lo deja todo y se marcha sin pensarlo demasiado. Cree que Dios le ha revelado Su voluntad a través de las circunstancias. ¿Pero cómo puede impactar esta decisión en su vida espiritual, la de su familia, su servicio a Dios, etc.? No parece importarle demasiado, porque las «puertas abiertas» (es decir, las circunstancias favorables) destronan incorrectamente cualquier otro indicador divino. 

¡Ten cuidado! La sabiduría verdadera tiene en cuenta toda la verdad de Dios, no un solo punto. Antes de tomar una decisión, hazte la pregunta: «¿Qué puedo discernir de mis circunstancias actuales?». 

Discierne tu personalidad

También quisiera aclarar que existen dos extremos igualmente peligrosos al discernir nuestras circunstancias. Por un lado, prestarles demasiada atención; por el otro, ignorarlas por completo. Las personas demasiado reflexivas tienden a caer en lo primero y sobreanalizan todo, mientras que las personas demasiado impulsivas no prestan suficiente atención. Por eso, no solo debes evaluar las circunstancias, sino también tu personalidad.

Quisiera que consideres estas preguntas: ¿Estás tomando una decisión confiando en tu personalidad o dependiendo de Dios? ¿Cuál es tu inclinación más normal a la hora de tomar decisiones? ¿Sueles ser demasiado precavido o más bien impulsivo? En otras palabras, ¿cómo tu personalidad (y no la confianza en Dios) tiende a tomar el control de tus decisiones?

Debo ser cuidadoso. Es posible confundir la tendencia de mi personalidad con «la voz de Dios» y atribuir autoridad divina a lo que mi propio temperamento considera correcto. Puedo creer que estoy siguiendo a Dios sin ser consciente de que estoy santificando mi propio criterio (Pr 14:12).

Es posible confundir la tendencia de mi personalidad con «la voz de Dios» y atribuir autoridad divina a lo que mi propio temperamento considera correcto

Si eres demasiado reflexivo puedes preguntarte: ¿Estoy a punto de tomar una decisión por temor? ¿Me está pidiendo Dios que confíe en Él y tome una decisión más arriesgada? Por otro lado, si eres demasiado impulsivo puedes preguntarte: ¿Estoy a punto de actuar de forma apresurada sin considerar bien todas las variables? ¿Me está pidiendo Dios que confíe en Él y espere? 

Lo más probable es que si tu tendencia es ser cauteloso, Dios te ponga en situaciones que demanden que confíes en Él y te arriesgues. Lo opuesto también es verdad: si sueles tomar decisiones demasiado rápido, Dios te va a entrenar para que aprendas a esperar y confiar. 

¿Cuál es la forma bíblica? ¿El equilibrio? No, la dependencia, que seguramente te hará más equilibrado. Recuerda: La clave para tomar decisiones es caminar en dependencia de Cristo para desarrollar desprendimiento de mi tendencia natural y tener discernimiento para poder actuar de cualquier forma que Él me pida.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando