Para conocer una perspectiva diferente, te invitamos a leer también este artículo: Por qué decido usar el término “consejería” bíblica.
Mi esposa suele preguntarme por qué tengo la inclinación a hablar de temas que podrían traerme conflictos y dolores de cabeza. Mi respuesta es que estoy convencido de que fui creado para manifestar mi compromiso con la verdad. Además, mi preparación como ingeniero me lleva a pensar de forma particular: si veo que ciertas ideas o decisiones pueden causar problemas a largo plazo, creo que lo mejor es abordarlas ahora, en vez de esperar hasta que los costos sean mayores.
En este tiempo he podido percibir que el uso del término «consejería», al hablar de «consejería» bíblica, puede volverse cada vez más problemático para el futuro de la iglesia. Por eso he tomado la decisión de no usar este término y en este artículo quiero explicarte por qué, pero primero quisiera dejar en claro que llevo reflexionando por varios años en este tema, mi reflexión ha sido enriquecida por conversaciones con amigos y no escribo motivado por ningún suceso actual, sino como resultado de dicha reflexión abundante en el tiempo.
La consejería bíblica y sus beneficios
Para entender los problemas potenciales al hablar de «consejería» bíblica, es útil tener un resumen de cómo surgió este concepto.
A mediados del siglo pasado se había normalizado la práctica de la «psicología cristiana», disciplina que trataba de validar el modelo humanista de la psicoterapia con versos bíblicos. Esta disciplina era un modelo problemático porque tendía a socavar la autoridad de la Biblia. Entonces surgió una perspectiva nueva liderada por el pastor y consejero Jay Adams, que él llamaba «consejería noutética» y que proponía recuperar la suficiencia de la Palabra de Dios para enfrentar los problemas humanos.
Posteriormente, hermanos como Paul D. Tripp, David Powlison y Ed Welch, entre otros, ajustaron el enfoque de Adams y pusieron un mayor énfasis en los aspectos del corazón por encima del comportamiento. Debido al énfasis en la suficiencia de las Escrituras, la propuesta recibió el nombre de «consejería bíblica», tal como es conocida hoy.
Ese énfasis hizo que el modelo de consejería bíblica nos ayude a abordar los problemas cotidianos de los creyentes con una sólida base bíblica. Su énfasis en el corazón ha contribuido a identificar la profundidad de pecados como la idolatría y a recuperar el valor del evangelio como herramienta principal para la transformación.
En la actualidad, tenemos grandes ministerios de consejería bíblica que son de gran ayuda para la iglesia. Puedo decir que he sido muy beneficiado, en mi vida y ministerio, por la consejería bíblica. Por ejemplo, durante mi tiempo en el seminario, tuve la oportunidad de cursar cuatro asignaturas de consejería que me ayudaron a crecer en la habilidad de aplicar el evangelio en la vida diaria.
La iglesia es el contexto apropiado para practicar el ministerio de «unos a otros», incluido el aconsejarnos unos a otros
Aunque la consejería bíblica corrigió muchos errores de la psicología cristiana y es de gran bendición para la iglesia actual, considero que se quedó corta en algunos aspectos. Entre las deficiencias está el uso de un término terapéutico, «consejería», en lugar de otro más bíblico (por ejemplo, «discipulado»). El uso irreflexivo del término consejería puede traer problemas y consecuencias a futuro que podrían causar confusión y desorden en el cuerpo de Cristo.
Los peligros del término “consejería”
Estos son tres de los problemas que puede traer el uso del término «consejería».
1) Tiene una connotación terapéutica.
Lo que comunican las palabras importa. En ese sentido, la palabra «consejería» tiene una fuerte connotación terapéutica que es muy difícil de remover de la mente de las personas. Desde mi perspectiva, este es el principal dilema del uso de la expresión «consejería bíblica».
Con «terapéutico» me refiero a que muchos creyentes, según he notado, imaginan la consejería como un consultorio con un diván y un profesional que los ayudará con sus problemas. Esperan tener alrededor de veinte sesiones con un consejero para poder «desahogar sus emociones». Quizás no tienen la posibilidad económica para ir a un psicólogo y ven la consejería bíblica como una alternativa similar pero más barata.
Verlo de esa manera puede fomentar la idea equivocada de que una serie de sesiones de consejería será la clave para crecer en santificación, lo que minimizaría el valor de los medios de gracia que Dios nos ha dado: la exposición del evangelio en Su Palabra, la oración y la comunión. También hace que se pierda de vista que la iglesia local es el contexto apropiado para practicar el ministerio de «unos a otros», incluido el aconsejarnos unos a otros (cp. Ro 15:14).
Una comprensión equivocada de cómo funciona la consejería bíblica nos puede llevar a pensar que no necesitamos de nuestros hermanos en la fe, sino de un terapeuta. Lo que se suele obtener con ese mal entendimiento de la consejería es cristianos aislados de la comunidad a la que Dios les llama a servir; creyentes que solo abren su vida a un terapeuta experto bajo acuerdos de confidencialidad.
2) Contribuye a una confusión de autoridad y de oficios.
La situación se vuelve más problemática cuando se asume que el consejero, entendido como un profesional con un certificado, no necesita ser un pastor o un miembro maduro de la iglesia local. De esa forma se agregan estructuras a la iglesia que pueden obstruir la práctica del diseño de Dios: «Él dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (Ef 4:11-12).
Aunque la Escritura enseña que entre los hermanos de la iglesia local debemos exhortarnos, alentarnos y corregirnos entre todos (Ro 15:14), de acuerdo con el diseño de Dios, las personas encomendadas con la autoridad de capacitar al resto de la iglesia son los pastores y ancianos. No obstante, muchas veces, las certificaciones y los títulos parecen dar autoridad a personas que el Señor no ha ordenado.
Esto se evidencia cuando personas que atraviesan por situaciones difíciles buscan ayuda en consejeros externos a su iglesia local. Dan prioridad a estos profesionales solo porque tienen un certificado que los avala, en vez de buscar primeramente a sus pastores o hermanos maduros que conocen su vida, tienen una comprensión amplia de la situación que atraviesan y pueden alinear sus consejos con la enseñanza general de la iglesia.
Mientras se mantenga firme en el evangelio y la Palabra de Dios, la iglesia prevalecerá
Como consecuencia de los dos puntos anteriores, he notado que muchas personas pierden la motivación para congregarse cada domingo y escuchar lo que Dios hablará para su propia salud personal por medio de la prédica de su pastor. Es posible que terminen rechazando el mantener comunión verdadera con su comunidad local de hermanos. Pueden llegar a creer que será mejor consultar a un experto o leer un libro que hacer uso de los medios de gracia prescritos por Dios.
Esa realidad no nos debe hacer olvidar que durante siglos (y hasta el día de hoy) el Señor ha cuidado y santificado a Su iglesia con estos medios. Por lo tanto, podemos confiar en los métodos que Dios ha designado para Su pueblo en Su Palabra.
3) Facilita la regulación estatal.
Por último, debemos reconocer que el uso del término «consejería» también podría facilitar la regulación por parte del Estado de las prácticas de la iglesia. Una certificación legal como consejero o terapeuta puede otorgar credibilidad y respaldo ante diversos sectores de la sociedad, pero junto con los beneficios también abrimos la puerta a las autoridades civiles para que regulen e impongan sus requisitos. Esto sucedió con una iglesia norteamericana con un sólido ministerio de consejería que tuvo que enfrentar la intromisión del gobierno (en inglés).
Por estas razones sostengo que lo mejor sería abandonar el término «consejería» bíblica y utilizar en cambio expresiones bíblicas, las cuales ayudarán a la iglesia a mantenerse firme en el diseño de Dios y a conservar una sana independencia de las autoridades civiles. Quizá lo mejor sería reemplazar «consejería» con términos bíblicos como «discipulado» o «sabiduría bíblica» para el ministerio y la vida diaria, y con «teología aplicada a la vida» en el caso de cursos o materias de seminarios.
El evangelio no es negociable
Estoy consciente de que muchas personas no estarán de acuerdo con mi posición y mis argumentos, pero el objetivo de mis palabras es plantear e invitar a una reflexión sobre un tema que requiere de clarificación. No busco imponer mi perspectiva, sino promover un análisis a la luz de las Escrituras sobre las posibles consecuencias de usar el término «consejería».
Posiblemente, hace treinta años, cuando Jay Adams comenzó con su propuesta, el uso del término no causaba mayor preocupación. Pero en la cultura actual, donde el mundo terapéutico ha triunfado y donde los gobiernos civiles están cada vez más deseosos de poder controlar las actividades de las iglesias, sería sabio que podamos adelantarnos a posibles problemas.
Al final, no negociamos el evangelio ni los términos de las Escrituras que afirman su mensaje. No negociamos términos como «justificación», «expiación» y «propiciación» que son esenciales para la salvación y la salud del cristiano. Mientras se mantenga firme en el evangelio y la Palabra de Dios, la iglesia prevalecerá y cumplirá el propósito establecido por Dios.