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Hace diez años empecé a trabajar como pastor de adolescentes en una iglesia en el estado de Washington, en los Estados Unidos. Me di cuenta (muy rápido) de que ser pastor de adolescentes es un trabajo bastante difícil, porque hay que enfrentarse a muchos problemas. Me acuerdo bien que un día antes de nuestra reunión de adolescentes había estado hablando con dos jóvenes que eran hermanas. Acababan de ver que su madre se divorciaba de su padre y necesitaban mi ayuda. ¿Qué les podía decir?

Durante mis ocho años como pastor, vi adolescentes luchando con depresión, ansiedad, angustia, trastornos de la alimentación, drogas, pensamientos de suicidio, embarazos no deseados, y problemas matrimoniales de sus padres, entre otras situaciones.

Si eres líder de un grupo pequeño, ayudas con el ministerio de mujeres, eres anciano en la iglesia, o madre de adolescentes, sin duda alguna enfrentarás problemas similares a los que mencioné. La gente pedirá tu ayuda. La pregunta es: ¿Qué vas a decir cuando vengan? La consejería bíblica —el ministerio de la iglesia local, consolidada por el Espíritu Santo, donde los creyentes se juntan con otros para ministrar la Palabra de Dios y guiarlos a crecer en santificación— se ocupa de la respuesta que damos en estas situaciones.

Para comprender mejor la consejería bíblica es útil observar sus principales componentes: Dios nos ha dado la Biblia, que se usa en el contexto de la iglesia local, a través del poder del Espíritu Santo y con el propósito de la santificación.

La Biblia

Algunos creen que para manejar los problemas espirituales más profundos necesitamos algo más que la Biblia. Hace unos meses hablé con alguien que estaba luchando con la angustia y me dijo que la Biblia le era útil pero no suficiente… que sentía que necesitaba algo más. ¿Es esto cierto?

La verdad es que cuando la Biblia se maneja correctamente, es suficiente para dar ayuda y esperanza a nuestros problemas más profundos. Es suficiente para transformar al incrédulo (Ro. 1:16), dar alegría a los abatidos (Sal. 19:8) y conceder al cristiano todo lo que necesita para vivir una vida que agrada a Dios (2 P. 1:3). Las Escrituras, a través del poder del Espíritu, pueden traspasar y discernir las intenciones más profundas de nuestra alma (Heb. 4:12). Debemos recordar que la fuente de la verdadera consejería debe ser teológica y provenir de las Escrituras.

Cuando la Biblia se maneja correctamente, es suficiente para dar ayuda y esperanza a nuestros problemas más profundos

La iglesia

La consejería bíblica debe ocurrir, principalmente, en la iglesia local. Dios ha creado su iglesia para ser un lugar donde los líderes enseñan la Palabra a las ovejas, incluso a través de la consejería (Tit. 1:9; Ef. 4:12; 1 Ti. 3:2). Vemos que a los miembros de las iglesias locales se les ordena exhortar y hablar la verdad unos a otros, lo que provoca el crecimiento espiritual (Ef. 4:25). La Biblia también ordena que los espiritualmente fuertes lleven las cargas de los espiritualmente débiles (Gá. 6:1-2).

Porque la consejería bíblica es el ministerio de toda la iglesia, vemos la consejería haciéndose en oficinas con pastores y miembros, en cafés entre amigos, y en grupos pequeños. Al resumir el papel de la iglesia en la consejería, David Powlison ha dicho: “El pueblo de Dios, funcionando como pueblo de Dios, proporciona la institución ideal y deseable para reparar lo que nos aflige”.[1] La consejería no es un trabajo solo para expertos, sino para toda la iglesia. ¡Eso te incluye a ti!

El Espíritu Santo

Uno de los componentes fundamentales de la consejería bíblica es la obra poderosa del Espíritu Santo que aplica la Palabra de Dios a los aconsejados. Con frecuencia, Jay Adams ha dicho que, cuando hacemos consejería bíblica, podemos estar seguros de que hay al menos tres personas presentes en el proceso: el consejero, el aconsejado, y el Espíritu Santo.[2]

El Espíritu juega un papel importante en la consejería bíblica, pero a menudo pasa inadvertido. Él es quien ayuda al aconsejado a recordar y comprender la Palabra de Dios y creer en Cristo (Lc. 12:12; Ef. 1:17-18). El Espíritu es también quien guía al aconsejado en el proceso de cambio hacia la santidad (Jn. 16:13; Gá. 5:22-23).

Muchas veces he hablado con consejeros bíblicos que están desanimados por los resultados de su tiempo con alguien, preguntándose si lo que dijeron tuvo algún impacto en la vida de las personas. Mi recordatorio para ellos es que el Espíritu es el que continúa obrando fielmente en los corazones para aplicar la Palabra, incluso cuando no estamos con los aconsejados.

La santificación

Sin duda, algunas formas de psicoterapia ayudan a las personas a llegar a algún tipo de cambio. Pueden ayudar a las personas a lidiar con las adicciones o formas de depresión. Sin embargo, el cambio que proporcionan no es, en última instancia, una santificación progresiva. Rara vez trata con los patrones de pecado y con los ídolos.

La consejería bíblica, sin embargo, ayuda al creyente en la santificación progresiva. En otras palabras, su objetivo es ayudar a los creyentes a manejar bíblicamente el sufrimiento y arrepentimiento del pecado en su vida para que puedan llegar a ser más como Jesús. La santificación progresiva no es un proyecto de superación personal, sino el proceso en el que Dios usa su Palabra, su pueblo y el Espíritu para que seamos más como Jesús (2 Co. 4:16-17).

A diferencia de muchos otros modelos de cambio, la santificación no se enfoca en cambiar el pasado, ni las circunstancias, ni a otras personas. Más bien, su enfoque está en cambiar el corazón de la persona para glorificar a Dios (Mt. 12:33-37; Stg. 4:1-2). La santificación trae las preciosas promesas del evangelio y la obra de Cristo para influir en la vida de un creyente, para que pueda ver que vale la pena vivir la vida para Dios y no para ellos mismos.

La consejería bíblica nos recuerda que, dependiendo de la Palabra y el Espíritu, todos podemos ser equipados para ayudar en los momentos más difíciles en la iglesia

Desafío y oportunidad

La consejería bíblica nos recuerda que, dependiendo de la Palabra y el Espíritu, todos podemos ser equipados para ayudar en los momentos más difíciles en la iglesia. Cuando me piden ayuda en el ministerio para entender los problemas de la vida, puedo decir la verdad y dar esperanza. ¿Por qué? Porque Dios promete que Su Espíritu Santo está obrando y Su palabra es poderosa y suficiente para lograr sus propósitos.

Cuando pensamos en el desafío y la oportunidad de la consejería, podemos tranquilizar nuestro corazón con las palabras de Romanos 15:14: “En cuanto a ustedes, hermanos míos, yo mismo estoy también convencido de que ustedes están llenos de bondad, llenos de todo conocimiento y capaces también de amonestarse los unos a los otros”.


[1] Counseling by the Book, John Babler, 119. 
[2] Manual del Consejero Cristiano, Jay Adams, 4.
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