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Recientemente llamó mi atención el artículo Por qué decidí no usar el término «consejería» bíblica, escrito por el pastor Joselo Mercado, donde él expone sus preocupaciones acerca del término consejería y las confusiones que podría acarrear su uso irreflexivo.

Tengo un gran aprecio por el pastor Mercado y agradezco la oportunidad de dialogar acerca de este y otros temas con él y con otros hermanos. En Cristo somos una familia y es contrario a la unidad del evangelio promover tensiones entre hermanos por interpretaciones que no son fundamentales al evangelio, como el mismo pastor Mercado sostiene. Así que este artículo no es una polémica contra la postura de mi hermano, sino que más bien es una respuesta amable donde busco presentar otro ángulo en la conversación.

El pastor Mercado presenta reflexiones edificantes y estoy agradecido por su énfasis en la centralidad del evangelio durante el proceso de la consejería bíblica. También me anima mucho leer sobre su preocupación con respecto a la «psicología cristiana», al llamarlo un «modelo problemático» para la iglesia. Cuando leemos con detenimiento su artículo, me parece claro que nuestro hermano no está en contra de la consejería bíblica, sino que está a favor de un discipulado integral que aconseja, edifica y opera en el contexto de la iglesia local y con el formato pastoral que Dios ha proporcionado para la comunidad cristiana.

Lo que hace el pastor Mercado es llamar la atención sobre los peligros y problemas del uso del término consejería bíblica. Es pensando en esto que quisiera presentar tres ideas que considero serán de ayuda para tener un panorama más amplio del tema, para luego explicar por qué he decidido seguir usando el término consejería bíblica.

1. La consejería bíblica no es una perspectiva nueva, es antigua.

Mercado explica que el concepto de lo que llamamos consejería bíblica tiene relación con «una perspectiva nueva liderada por el pastor y consejero Jay Adams, que él llamaba “consejería noutética” y que proponía recuperar la suficiencia de la Palabra de Dios para enfrentar los problemas humanos». En efecto, en ese sentido la consejería bíblica es un movimiento relativamente nuevo y también es cierto que es parcialmente el resultado de buscar contrarrestar el énfasis en la psicología cristiana. Sin embargo, pienso que es bueno tener en cuenta que esa no es toda la historia de la consejería.

La enseñanza bíblica sobre la suficiencia de la Palabra de Dios para todas las áreas de la vida viene desde los tiempos del Antiguo Testamento. Allí podemos leer cómo en múltiples ocasiones, después de que eran confrontadas con la Palabra, las personas eran llamadas a responder corrigiendo sus caminos a la luz de la voluntad de Dios para sus vidas. Por ejemplo, el joven rey Josías escuchó por primera vez la ley de Dios y se sintió inmediatamente confrontado, tanto que la Biblia nos dice: «Cuando el rey oyó las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos» (2 R 22:11). Lo mismo pasó con David, el rey de Israel, cuando fue confrontado por el profeta Natán, y entonces tuvo un arrepentimiento genuino (2 S 12; Sal 51).

En ese sentido, la consejería noutética no pertenece a Jay Adams ni es nueva, sino que es bíblica y ha sido usada a lo largo de los siglos de la historia de la iglesia. En las palabras de los reformadores: Sola Scriptura, la Escritura sola es nuestra máxima autoridad. Lo que llamamos consejería bíblica es la amonestación (noutheteo) de las personas con la Palabra de Dios. Es la aplicación de las verdades emanadas en las Escrituras para que la persona pueda vivir con la sabiduría de Dios en cada área de su vida. Por lo tanto, puede que la expresión «consejería bíblica» sea novedosa para algunos, pero su ejercicio no lo es.

La consejería bíblica parte del entendimiento de que la Escritura, y solo la Escritura, es suficiente para todos los problemas del ser humano

La consejería bíblica parte del entendimiento de que la Escritura, y solo la Escritura, es suficiente para todos los problemas del ser humano. Partimos de la premisa de que no nos creamos a nosotros mismos y que, por lo tanto, cuando tenemos dificultades, pruebas o adversidades, debemos recurrir a Aquél que nos creó. En Su Palabra encontramos a Dios revelado y Su plan de rescatarnos a través de la instalación de Su reino en el Mesías Jesús.  

2. La consejería bíblica no es terapia, es discipulado.

Mercado argumenta que al usar el término consejería bíblica, esta práctica puede ser confundida con un evento terapéutico: «Con “terapéutico” me refiero a que muchos creyentes, según he notado, imaginan la consejería como un consultorio con un diván y un profesional que los ayudará con sus problemas. Esperan tener alrededor de veinte sesiones con un consejero para poder “desahogar sus emociones”».

Estoy de acuerdo en que esa clase de consejería no es bíblica, y ni siquiera es lo que muchos en el movimiento de la consejería bíblica entendemos como consejería. Si eso es lo que imaginan muchos creyentes, entonces comparto la preocupación de Joselo. Sin embargo, pienso que eso no debería llevarnos a abandonar el uso del término, sino más bien a ayudar a los creyentes a entender mejor la consejería bíblica.

Es cierto que mayormente las consejerías bíblicas se centran en un número determinado de sesiones y conversaciones en las que se abordan ciertas problemáticas específicas. Pero esto no quiere decir que la consejería bíblica solo es impartida en esas sesiones. Es nuestra labor ayudar a nuestros aconsejados a no malinterpretar este medio de gracia.

En el movimiento a favor de la consejería bíblica se habla mucho de que la consejería debería ser un estilo de vida, más que un evento o una serie de sesiones. La vida de discipulado está por encima de la consejería, y no al revés. Aunque a menudo los consejeros vemos necesario establecer sesiones de consejería con el aconsejado, esta clase de ministerio no se remonta a un cierto número de sesiones o al servicio de un «oficial especializado», sino a un estilo de vida y a una cultura de discipulado. La consejería es discipulado y responde al mandamiento dado a través del apóstol Pablo: «Les exhortamos, hermanos, a que amonesten a los indisciplinados, animen a los desalentados, sostengan a los débiles y sean pacientes con todos» (1 Ts 5:14).

En otras palabras, la consejería bíblica es la formación de creyentes maduros que ayudan en la impartición de sabiduría bíblica entre sus hermanos y hermanas en Cristo (Gá 6:1). En ese sentido estoy totalmente de acuerdo con ayudar a las personas a no confundir la consejería con una terapia. Los consejeros no somos gurús, o «entrenadores de vida», sino que más bien somos hermanos y hermanas en Cristo que «hacemos vida» juntos.

La consejería bíblica es la formación de creyentes maduros que ayudan en la impartición de sabiduría bíblica entre sus hermanos y hermanas en Cristo

Al mismo tiempo, creo que es útil reconocer la ausencia en Latinoamérica de consejeros bíblicos certificados por instituciones cristianas que brindan capacitación para esta forma de ministerio. En los Estados Unidos hay gobiernos locales que certifican a consejeros y también existen ministerios de consejería que certifican a personas interesadas en la consejería. De acuerdo al pastor Mercado, esto puede conducir a cierta confusión entre la consejería bíblica con un tratamiento terapéutico.

Sin embargo, he notado que en el resto de Latinoamérica no existe ese fenómeno aún (para empezar, casi no tenemos consejeros certificados). Por eso entiendo que debemos educar a la iglesia local para entender la diferencia entre consejería que discipula y meras sesiones terapéuticas. Desde mi perspectiva, no veo problema con usar el término consejería bíblica precisamente porque en mi contexto no tiene una relación directa con terapias, sino que habla de cuidado mutuo, amor entre hermanos y promoción de salud espiritual. 

3. La consejería bíblica no socava la autoridad pastoral, más bien la promueve.

Mercado también explica que el término consejería «contribuye a una confusión de autoridad y de oficios» en la vida de la iglesia. Es cierto que en los Estados Unidos hay centros de consejería que reciben honorarios por sus servicios y, en efecto, pueden confundir a las personas acerca de la función de la iglesia. En esos casos, claro que podrá haber confusión y falta de confianza en su propio pastor. Mercado comparte su experiencia: «He notado que muchas personas pierden la motivación para congregarse cada domingo y escuchar lo que Dios hablará para su propia salud personal por medio de la prédica de su pastor».

Sin embargo, desde mi perspectiva, la práctica de la consejería bíblica usando el término consejería en realidad no tiene nada que ver con ese fenómeno. Las personas pueden dejar de congregarse los domingos por muchas razones, y la mayoría de ellas son incorrectas (Heb 10:25). Alguien que deja de ir a su iglesia por estar en consejería bíblica necesita abandonar esa supuesta consejería y arrepentirse de inmediato. Pero eso no quiere decir que el término consejería produzca esa clase de resultados. El problema no está en el término o el concepto, sino en el corazón de la persona. Puede que hablemos de un mal consejero, o puede ser un mal aconsejado, pero la consejería verdaderamente bíblica no produce un desinterés por la iglesia local, ni por la autoridad pastoral. Al contrario: la promueve, la afirma y la defiende cuando es bien enseñada, entendida y practicada.

Al mismo tiempo, mientras los pastores de la iglesia son los encargados primordialmente de ofrecer consejo y guía (1 Ti 4:12), ellos también son los encargados de preparar a otros creyentes a que hagan lo mismo (2 Ti 2:2; 1 Ts 5:11). Si solo los pastores ofrecen consejo y discipulado, entonces pronto estarán tan cargados de trabajo que no podrán sobrellevar de manera eficiente. La predicación desde el púlpito es elemental para la salud de la iglesia, pero no es suficiente. Si los pastores son los únicos encargados de aconsejar con la Palabra, pronto tendrán largas líneas de personas esperando afuera de sus oficinas o estudios. Pero si toda la iglesia participa activamente en la consejería, instrucción, ayuda, ánimo y exhortación de los santos, entonces será una iglesia que forma discípulos, los cuida, los nutre y los aconseja.

Los pastores enseñan el consejo bíblico, pero también equipan a otros para hacerlo

Bien entendido, el término consejería bíblica no es problemático porque reconocemos que la consejería promueve la autoridad pastoral, pues los pastores son los primeros en ejemplificar esta clase de vida sabia entre ellos y entre su congregación. Los pastores enseñan el consejo bíblico, pero también equipan a otros para hacerlo. 

Por qué decido usar el término consejería bíblica

En los párrafos anteriores expliqué por qué no creo que tengamos que abandonar el término «consejería bíblica». Ahora quisiera dedicar unas palabras a explicar por qué decido usarlo.

Estoy convencido de usar el término «consejería bíblica» porque veo que tiene una connotación teológica. No es solo un asunto de semántica, sino de biblicidad. La Biblia es suficiente para todos los problemas del alma (Pr 3:8; Salmo 110:103) y la iglesia es la encargada de dar esa guía a las ovejas de Dios (1 Ts 5:11-18). El término consejería conlleva la esencia de instrucción y guía, y el adjetivo bíblica refleja que esta consejería está arraigada en la infalibilidad, inerrancia y autoridad de la Biblia. Al usar ambas palabras, se informa a las personas qué clase de consejo recibirán y de dónde proviene tal consejo.

No niego que hay riesgos y peligros reales al hablar de consejería bíblica usando este término (consejería), como los que el pastor Joselo Mercado expone, pero desde mi perspectiva, eso solo subraya la necesidad de informar más bíblicamente a las personas.

Por último, quiero brindar unas palabras de ánimo para quienes brindamos consejería bíblica en un entorno cada vez más secularizado y con muchos gobiernos en este mundo buscando inmiscuirse en la vida de la iglesia.

Es cierto que Satanás es el príncipe de este siglo (2 Co 4:4) y su gobierno es hostil contra el reino de Dios; somos una molestia para la serpiente antigua (Ap 12:9). Sin embargo, Dios está con nosotros. Por eso trabajamos en medio de este ambiente adverso y alumbramos con gallardía la luz que vence las tinieblas. Operamos con sabiduría, funcionamos con prudencia, y no animamos a la confrontación ni prometemos cosas que son imposibles (como «todos tus problemas desaparecerán si haces consejería»). No estamos llamados a detenernos, sino que progresamos, avanzamos, conquistamos y expandimos el reino de Dios, una persona a la vez, dependiendo de Su presencia con nosotros.

Damos gracias a Dios por Su Palabra y confiamos en que la iglesia de Dios está en buenas manos (Mt 16:18). Estemos de acuerdo con usar el término consejería o no, lo cierto es que la gran comisión incluye el trabajo de aconsejarnos mutuamente. Así que oremos que el Señor nos ayude a hacer discípulos para Su gloria hasta el día de Su pronto retorno.

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