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Un lector escribió: “Acabo de terminar de leer el libro El cielo. Conociendo a Jesús, lo encontré inspirador y bien documentado. Me decepcionó que no se mencionara más sobre el cielo inmediato, aquel justo después de dejar esta tierra. Acabo de perder a un ser querido y me gustaría más información y claridad sobre lo que ella está experimentando. He leído tres libros sobre el cielo, he leído mucho sobre la tierra nueva, pero poco sobre lo que sucede cuando muero”.

Mientras mi libro El cielo se centra en la tierra nueva, el cielo eterno, algunos capítulos abordan el cielo presente. Cuando un cristiano muere, entra en lo que los teólogos llaman el “estado intermedio”, un período de transición entre la vida en la Tierra y la futura resurrección a la vida en la tierra nueva. Por lo general, cuando hablamos de “cielo”, nos referimos al lugar al que van los cristianos cuando mueren. Cuando les decimos a nuestros hijos “La abuela está en el cielo ahora”, nos referimos a lo que yo prefiero llamar el cielo presente (la palabra intermedio a veces confunde a la gente).

Los libros sobre el cielo a menudo fallan en distinguir entre los estados intermedios y eternos, usando la misma palabra, cielo, para incluir ambas cosas. Pero esta es una distinción importante. El cielo presente es un alojamiento temporal, un lugar de espera (¡uno maravilloso!) hasta el regreso de Cristo y nuestra resurrección corporal. El cielo eterno, la tierra nueva, es nuestro verdadero hogar, el lugar donde viviremos para siempre con nuestro Señor y el uno con el otro. Las grandes promesas redentoras de Dios encontrarán su cumplimiento final en la tierra nueva, no en el cielo presente. Los hijos de Dios están destinados a la vida como seres resucitados en una tierra resucitada.

Aunque el cielo presente no es nuestro destino final, es un lugar maravilloso, y es comprensible que aquellos que han tenido seres queridos que mueren en Cristo se pregunten cómo es la vida para ellos allí. Basándonos en la enseñanza de la Biblia, sabemos varias cosas: el cielo presente es un lugar real (y posiblemente físico). Aquellos que aman a Jesús y confían en Él para su salvación estarán con Él allí, junto con todos los que han muerto en Cristo. Estaremos despiertos y conscientes. Ya que estaremos con Jesús, es “mucho mejor” que nuestra existencia actual.

El cielo presente es un lugar real

El cielo es normalmente invisible para los que viven en la Tierra. Para aquellos que tienen problemas en aceptar la realidad de un reino invisible, considera la perspectiva de los investigadores que abrazan la teoría de cuerdas. Científicos de Yale, Princeton y Stanford, entre otros, han postulado que hay diez dimensiones inobservables y probablemente un número infinito de universos imperceptibles. Si esto es lo que algunos científicos afirman, ¿por qué alguien debería sentirse cohibido de creer en una dimensión inobservable, un reino que contiene ángeles, el cielo y el infierno?

La Biblia enseña que a los humanos a veces se les permite ver el cielo. Cuando Esteban estaba siendo apedreado debido a su fe en Cristo, miró al cielo: “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios; y dijo: ‘Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios’” (Hch 7:55-56). Las Escrituras no nos dicen que Esteban lo soñó, sino que realmente lo vio.

El cielo eterno, la tierra nueva, es nuestro verdadero hogar, el lugar donde viviremos para siempre con nuestro Señor

Wayne Grudem señala que Esteban “no vio meros símbolos de un estado de existencia. Fue más bien que sus ojos fueron abiertos para ver una dimensión espiritual de la realidad que Dios nos ha ocultado en esta era presente, una dimensión que realmente sí existe en nuestro universo espacio/tiempo y dentro de la cual Jesús vive ahora en su cuerpo físico resucitado, esperando aún el tiempo en que Él volverá a la tierra”.

Estoy de acuerdo con Grudem en que el cielo presente es un universo espacio/tiempo. Puede que tenga razón en que es parte de nuestro propio universo, o puede ser en un universo diferente. Podría ser un universo cercano que normalmente está oculto pero a veces abierto. En cualquier caso, no creo que Dios le dio a Esteban una visión con el fin de hacer que el cielo parezca ser físico. Más bien, Él permitió a Esteban ver un cielo presente que era (y es) físico.

El profeta Eliseo le pidió a Dios que le diera a su siervo, Giezi, una visión del reino invisible. Oró: “‘Oh Señor, te ruego que abras sus ojos para que vea’. Y el Señor abrió los ojos del criado, y miró que el monte estaba lleno de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo” (2 R 6:17). Estos (Hch 7 y 2 R 6) son relatos narrativos, de naturaleza histórica, no es literatura apocalíptica o parabólica. El texto es claro de que Esteban y Giezi vieron cosas reales.

El cielo presente puede ser un lugar físico

Si miramos las Escrituras, encontraremos evidencia considerable de que el cielo presente tiene propiedades físicas. Nos dice que hay pergaminos en el cielo, ancianos que tienen rostros, mártires que usan ropa, e incluso personas con ramas de palma en sus manos. Hay instrumentos musicales en el cielo presente, caballos entrando y saliendo del cielo y un águila volando sobre el cielo.

Muchos comentaristas descartan la posibilidad de tomar literalmente cualquiera de estos pasajes de Apocalipsis, basados en el argumento de que el libro de Apocalipsis es literatura apocalíptica, la cual es conocida por sus figuras literarias. Pero el libro de Hebreos no es apocalíptico, es epistolar. Al construir el tabernáculo terrenal, a Moisés le fue dicho: “Haz todas las cosas conforme al modelo que te fue mostrado en el monte” (He 8:5). Si se construyó algo físico a partir del patrón, ¿podría eso sugerir que el original también era físico? El libro de Hebreos parece decir que deberíamos ver a la Tierra como un reino derivado y al cielo como el reino fuente.

A diferencia de Dios y de los ángeles, que en esencia son espíritus (Jn 4:24; He 1:14), los seres humanos por naturaleza son tanto espirituales como físicos. Dios no creó a Adán como un espíritu y lo colocó dentro de un cuerpo. Más bien, primero creó un cuerpo y luego respiró en él un espíritu. Nunca hubo un momento en que un ser humano existiera sin cuerpo. No somos esencialmente espíritus que habitan cuerpos; somos esencialmente tanto físicos como espirituales. No podemos ser completamente humanos sin un espíritu y un cuerpo.

Dadas las descripciones físicas consistentes del cielo intermedio y de aquellos que habitan allí, parece posible, aunque esto es ciertamente debatible, que entre nuestras vidas terrenales y nuestra resurrección corporal, Dios nos conceda alguna forma física temporal que nos permita funcionar como seres humanos mientras estamos en ese estado no-natural “entre cuerpos” esperando nuestra resurrección corporal. Si es así, eso explicaría las repetidas representaciones de personas que ahora están en el cielo ocupando espacio físico, usando ropas y coronas, llevando ramas y teniendo partes del cuerpo (por ejemplo, el dedo de Lázaro en Lc 16:24).

Cuando mueren, aquellos cubiertos por la sangre de Cristo están experimentando el gozo de la presencia de Cristo

Un artículo fundamental de la fe cristiana es que el Cristo resucitado está morando en el cielo. Se nos dice que su cuerpo resucitado en la Tierra era físico y que este mismo Jesús físico ascendió al cielo, de donde algún día regresará a la Tierra. Entonces, parece indiscutible decir que hay al menos un cuerpo físico en el cielo presente. Si el cuerpo de Cristo en el cielo intermedio tiene propiedades físicas, parece lógico que otros en el cielo puedan tener formas físicas también, aunque solo sean temporales.

Para evitar malentendidos, necesito hacer hincapié en un punto doctrinal crítico. Según las Escrituras, no recibimos cuerpos de resurrección inmediatamente después de la muerte. La resurrección no ocurre de uno en uno. Si tenemos formas intermedias en el cielo intermedio, no serán nuestros cuerpos verdaderos que dejamos atrás al morir.

Por lo tanto, si se nos concede una forma material cuando morimos (y estoy sugiriendo esta posibilidad solo debido a las muchas Escrituras que representan formas físicas en el cielo presente), serían vasos temporales. Cualquier comprensión de las personas teniendo formas físicas inmediatamente después de la muerte que nos lleve a concluir que la resurrección futura ya ha sucedido es innecesaria o ¡está enfáticamente equivocada!

Estaremos juntos con Cristo y los que le aman

Por dolorosa que sea la muerte, y por correcto que sea llorarla (Jesús lo hizo), nosotros en esta Tierra moribunda también podemos regocijarnos por nuestros seres queridos que están en la presencia de Cristo. Cuando mueren, aquellos cubiertos por la sangre de Cristo están experimentando el gozo de la presencia de Cristo en un lugar tan maravilloso que Cristo llamó Paraíso.

Como nos dice el apóstol Pablo, aunque naturalmente nos afligimos por la pérdida de seres queridos, “no se entristezcan como lo hacen los demás que no tienen esperanza” (1 Ts 4:13). Nuestra separación no es el fin de nuestra relación, solo una interrupción. No los hemos “perdido” porque sabemos dónde están. Se nos dice que un día, en una magnífica reunión, ellos y nosotros “estaremos con el Señor siempre. Por tanto, confórtense unos a otros con estas palabras” (1Ts 4:17 -18).

Pedro nos dice: “De esta manera les será concedida ampliamente la entrada al reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P 1:11). Dios es quien da la bienvenida principal, sin duda. Todos los ojos están en Jesús, el centro cósmico, la fuente de toda felicidad. Pero ¿no tendría sentido que los segundos en dar la bienvenida fueran el pueblo de Dios, aquellos que tocaron nuestras vidas y cuyas vidas nosotros tocamos? ¿No sería una gran fiesta de bienvenida?

Jesús dijo: “hay gozo en la presencia de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (Lc 15:10). Es muy probable que los ángeles también se regocijen, pero a los que Jesús se refiere como los que viven en la presencia de los ángeles son probablemente el pueblo de Dios, seres humanos redimidos, algunos de los cuales conocían, amaban y oraban por la conversión de estos pecadores y ahora están contemplando las respuestas a sus oraciones. ¿No serían estas personas una parte natural del comité de bienvenida cuando entramos en el cielo?

Aquellos que viven en la presencia de Cristo encuentran gran felicidad en adorar a Dios

Imagino reuniones gloriosas y presentaciones sorprendentes, conversaciones y narraciones en banquetes y paseos, personas boquiabiertas o riendo mucho y fuerte, siendo la risa de Jesús la más contagiosa.

Cuando entre al cielo, espero ser abrazado por mi querida madre, a quien guié a Cristo cuando era un nuevo creyente en la escuela secundaria. Luego me imagino a mamá, con esa gran sonrisa en su rostro, presentándome a mi sexto nieto. Mi hija Angie tuvo un aborto espontáneo en 2013. Fue un momento muy doloroso para nuestra familia, pero es una razón más por la que estoy deseando llegar al cielo. Cuando esto suceda, miraré a Jesús, asintiendo mi agradecimiento a Aquel de las manos horadadas sin dejar ir a mi nieto o a mi madre.

Los que están en el cielo presente actual están despiertos y vivos

Que se nos conceda “una entrada” amplia al reino eterno requiere que estemos despiertos y conscientes al morir. Cristo describió a Lázaro y al hombre rico como conscientes, tanto en el cielo como en el infierno, inmediatamente después de morir (Lc 16:22-31). Jesús dijo al ladrón moribundo en la cruz: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23:43). El apóstol Pablo dijo que morir era estar con Cristo (Fil 1:23) y que estar ausente del cuerpo era estar presente con el Señor (2 Co 5:8). Después de su muerte, los mártires son representados en el cielo, clamando a Dios para que haga justicia en la Tierra (Ap 6:9-11).

Estos pasajes enseñan claramente que no existe tal cosa como el “sueño del alma” o un largo período de inconsciencia entre la vida en la tierra y la vida en el cielo. La palabra “duermen” (1 Ts 4:13 y pasajes similares) es un eufemismo para la muerte, que describe la apariencia exterior del cuerpo. La partida del espíritu del cuerpo termina nuestra existencia en la Tierra. La parte física de nosotros “duerme” hasta la resurrección, mientras que la parte espiritual de nosotros se traslada a una existencia consciente en el cielo (Dn 12:2-3; 2 Co 5:8).

Toda referencia en Apocalipsis a los seres humanos hablando y adorando en el cielo antes de la resurrección de los muertos demuestra que nuestros seres espirituales están conscientes, no dormidos después de la muerte. (Casi todos los que creen en el sueño del alma creen que las almas son separadas del cuerpo al morir; no está claro cómo los seres desencarnados podrían dormir, porque dormir involucra a un cuerpo físico).

Como seres despiertos y conscientes, aquellos en el cielo son libres de hacer preguntas a Dios (Ap 6:9-11), lo que significa que tienen una audiencia con Dios. También significa que pueden aprender y en verdad lo hacen. No estarían haciendo preguntas si ya supieran las respuestas. En el cielo, la gente desea comprensión y la busca. También existe el tiempo en el cielo presente. La gente es consciente del paso del tiempo y está ansiosa por el día venidero del juicio del Señor. Dios responde que los mártires “descansaran un poco más de tiempo”. Esperar requiere el paso del tiempo. No veo ninguna razón para creer que las realidades de este pasaje se aplican solo a un grupo de mártires y a nadie más en el cielo. Debemos asumir que lo que es cierto de ellos también es cierto de nuestros seres queridos que ya están allí, y lo será de nosotros cuando muramos.

La vida en la presencia de Cristo es mucho mejor

Pablo dice: “Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia…. Porque de ambos lados me siento apremiado, teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, pues eso es mucho mejor” (Fil 1:21, 23). La vida en el cielo al cual vamos cuando morimos, donde habitaremos antes de nuestra resurrección corporal, es “mucho mejor” que vivir aquí en la Tierra bajo maldición, lejos de la presencia directa de Dios.

Nuestros seres queridos que ahora están en el cielo viven en un lugar donde el gozo es el aire que respiran

Pablo habló por experiencia. En realidad había sido llevado al cielo años antes de escribir esas palabras (2 Co 12:1-6). Sabía de primera mano lo que le esperaba en el Paraíso. No estaba especulando cuando lo llamó ganancia. ¿Estar en la presencia misma de Jesús, disfrutando de las maravillas de su ser, estar con el pueblo de Dios y no estar más sujeto al pecado y al sufrimiento? ¡“Mucho mejor” es una subestimación!

El rey David escribió: “En Tu presencia hay plenitud de gozo; en Tu diestra hay deleites para siempre” (Sal 16:11). En la presencia de Dios no hay más que gozo. Aquellos que viven en la presencia de Cristo encuentran gran felicidad en adorar a Dios y vivir como seres justos en una rica comunión en un ambiente sin pecado. Ya que Dios está continuamente obrando en la Tierra, los santos que observan desde el cielo tienen muchas razones para alabarlo, incluyendo la atracción que Dios hace de la gente en la Tierra hacia Él (Lc 15: 7,10).

Nuestros seres queridos que ahora están en el cielo viven en un lugar donde el gozo es el aire que respiran y nada que vean en la tierra puede disminuir su gozo. Su gozo no depende de la ignorancia, sino de la perspectiva, proveniente del Cristo en cuya presencia viven. Si estás siguiendo a Jesús, sin duda tus seres queridos allí se regocijan por ti. La gran nube de testigos de Hebreos 12 está ahora arriba en las gradas del cielo, observándote en el mismo campo de juego en que alguna vez corrieron. ¡Ellos están deseando escuchar a Jesús decirte “bien hecho”, y también puede que te feliciten por tu servicio a Jesús!

Pero aquellos en el cielo actual también están esperando ansiosos el regreso de Cristo, su resurrección corporal, el juicio final y la formación de la tierra nueva de las ruinas de la antigua. Es en ese momento y lugar, en el cielo eterno, el hogar que Jesús está preparando para nosotros, que todo mal, sufrimiento y tristeza serán lavados por la mano de Dios. Es en ese momento y lugar que experimentaremos la plenitud del gozo que Dios ha destinado y comprado para nosotros en Cristo, ¡a quien alabaremos por siempre!


Publicado originalmente en Eternal Perspective Ministries. Traducido por Diana Rodríguez.
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