¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

A lo largo de los años he recibido mensajes de creyentes que dicen algo como esto: “Me cuesta perdonarme por un pecado pasado. He pedido que Cristo me perdone por ese pecado muchas veces, pero al parecer no puedo sobrepasar mis sentimientos de culpa y aceptar el perdón de Dios”.

Respóndele al diablo

Si te identificas con el sentimiento de este mensaje, esto es lo que te animo a hacer. Pregúntate: “¿He aceptado el sacrificio de Cristo a mi favor, y le he confesado a Dios este pecado?” Si la respuesta es sí, ¿diría Dios por un lado “te he perdonado completamente” (la enseñanza clara de las Escrituras), pero luego se volvería en tu contra para atormentarte con sentimientos de culpa cuando, de hecho, murió para eliminarla? Obviamente no. Eso significa que la fuente de tu desesperación no es Dios, sino el maligno. Así que respóndele al diablo y dile: “Tienes razón, soy un pecador. Pero Cristo me ha perdonado completamente y Él es infinitamente mayor que tú, como 1 Juan 4:4 dice. ¡Así que le creeré a mi Señor y no a ti!” (A.W. Tozer tituló uno de sus editoriales “Le contesto al diablo” y más tarde se convirtió en el título de uno de sus libros).

Si le creemos a Satanás cuando dice que la muerte de Cristo no fue suficiente para cubrir cada uno de nuestros pecados, entonces estamos eligiendo creer al mejor mentiroso de todos los tiempos

Jesús dijo que Satanás es un mentiroso, y que cuando miente habla su lengua materna. Mentir es lo que hace mejor. Satanás te miente y te dice que la obra redentora de Cristo no está disponible para ti en este caso. Cristo es el que nos dice la verdad. ¿Qué es lo que dice? “Al que viene a Mí, de ningún modo lo echaré fuera” (Jn. 6:37). “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:9). Si le creemos a Satanás cuando dice que la muerte de Cristo no fue suficiente para cubrir cada uno de nuestros pecados, entonces estamos eligiendo creer al mejor mentiroso de todos los tiempos, aquel cuya lengua materna es la mentira.

Entonces, ¿has confesado tus pecados a Cristo? Si es así, estás perdonado. Ya sea que tengas dudas o no, que tengas un sentimiento emocional subjetivo de “sentirte perdonado” o no, eso es irrelevante. El hecho es que has cumplido lo que dice 1 Juan 1:9, (¡y a menos que Dios no diga la verdad!) estás perdonado.

No nos atrevamos a llamar a Dios mentiroso

Todo pecado debe ser castigado. Si no aceptamos el castigo que Cristo tomó en nuestro lugar, nos toca cargarlo nosotros mismos. Sin embargo, ya que no tenemos justicia para pagar por nuestros pecados, nunca podremos expiarlos y, por tanto, el castigo autoimpuesto nunca terminaría. Solo aquellos que estamos cubiertos por la sangre de Cristo escaparemos el castigo eterno por nuestros pecados, porque ese juicio ha sido puesto sobre otro cuyo don de expiación hemos recibido.

No somos lo suficientemente buenos como para pagar por nuestros propios pecados. Entonces, si elegimos creer que no somos perdonados después de haber confesado, decimos que el sacrificio de Cristo no fue lo suficientemente bueno como para salvarnos por su gracia, y en efecto, llamamos a Dios mentiroso.

Si sientes que no eres digno del perdón de Dios, estás en lo cierto: ninguno de nosotros es digno de su gracia. Si fuéramos dignos de ella, ¡no la necesitaríamos! Pero Dios mostró su gracia para con nosotros

Chuck Swindoll escribió: “Al centramos en perdonarnos a nosotros mismos, tomamos el foco de atención de Dios y lo ponemos en nosotros, ¡haciendo que sea el doble de difícil de soltar nuestro pecado! Él nos ha perdonado. Simplemente hemos de recibir ese perdón y descansar en Él. Eso significa soltar esos pecados a los que queremos aferrarnos, negándonos a volver a repasarlos en nuestra mente, y permitiendo que la verdad de nuestro perdón nos cubra con su paz. La absolución del Señor es mucho más poderosa que la absolución de uno mismo”.

Si sientes que no eres digno del perdón de Dios, estás en lo cierto: ninguno de nosotros es digno de su gracia. Si fuéramos dignos de ella, ¡no la necesitaríamos! Pero Dios mostró su gracia para con nosotros en que cuando éramos aún depravados y pecadores, Cristo murió por nosotros (Ro. 5:8). Él ha visto lo peor de nosotros y aun así nos ama.

Confía en su Palabra, no en tus sentimientos

No aceptes la mentira de Satanás de que tu relación con Dios depende de que siempre hagas lo correcto y de sentirte de cierta manera. El diablo puede incluso intentar convencerte de que has perdido tu salvación. Si es así, recita lo que dicen las Escrituras. No podemos hacer absolutamente nada para ganar nuestra posición con Cristo (Ef. 2:8-9, Tit. 3:5). Por tanto, no podemos hacer nada para perderla. Nadie puede arrebatarnos de las manos de nuestro Padre (Jn. 10:29). El que paremos de hacer buenas obras o que hagamos obras malas no puede movernos de sus manos, simplemente porque no son nuestras buenas obras las que nos pusieron ahí en primer lugar (no tenemos buenas obras aparte de las de Cristo), solo la perfecta obra de Cristo hecha a nuestro favor.

Ten cuidado en permitir que tus sentimientos te impidan confiar en el Señor. De lo contrario, caerás en la trampa del diablo y caerás en sus planes, de los cuales se nos ordena que no ignoremos, para que él no tome ventaja de nosotros (2 Co. 2:11). Una de las cosas que Satanás le encantaría hacer es enfocarte tanto en tu culpa que dejes de servir en la iglesia, dejes de testificar, de crecer en tu fe, y de confiar en lo que dice la Palabra de Dios. Como no puede evitar que vayas al cielo, ahora quiere descarrilarte y distraerte de servir a Dios. Él quiere crear una brecha entre tú y Dios. No dejes que haga esto. Pídele a Dios que te ayude a no caer en la trampa de Satanás.

No confíes en tu intelecto más que en tus emociones si aún este contradice la Palabra de Dios. No confíes en nada más que en su Palabra

Cree en Cristo y medita en las Escrituras, no en cómo te sientes, y eventualmente Dios cambiará cómo te sientes. Has sido perdonado, eventualmente te sentirás perdonado, pero hasta que así lo sientas, sigues siendo perdonado. No confíes en tu intelecto más que en tus emociones si aún este contradice la Palabra de Dios. No confíes en nada más que en su Palabra. Obliga a tu intelecto a someterse a ella, pídele ayuda a Dios y, eventualmente, tus emociones se sumarán, pero si lo hacen o no, la verdad sigue siendo verdad. Si has pecado y confesado, has sido perdonado. Ningún pecado es más grande que nuestro Salvador.

Satanás quiere verte envuelto en tinieblas y en desesperación porque sabe que la verdad te hará libre (Jn. 8:32), y quiere mantenerte atado. Cristo, por el contrario, quiere que aceptes su gracia y aceptes su poder para caminar en la luz como Él está en la luz, su sangre cubriéndonos de todos nuestros pecados (1 Jn. 1:7). (Una aclaración: la Biblia enseña no solo el perdón de nuestros pecados, sino también las consecuencias de nuestras elecciones. Ser perdonado significa que Dios elimina nuestra condenación y culpa eterna. Pero no significa que nuestras acciones en esta vida no tengan consecuencias en la tierra. Personas perdonadas aún puede contraer una ETS o ir a la cárcel por conducir ebrio, por ejemplo).

Se trata de Cristo

En última instancia, negarse a perdonarnos a nosotros mismos es un acto de orgullo: nos hace a nosotros mismos y a nuestros pecados más grandes que Dios y su gracia.

Tim Keller escribe en “Dioses falsos”: “Cuando la gente dice: ‘Sé que Dios me perdona, pero no puedo perdonarme a mí mismo’, significa que le han fallado a un ídolo, cuya aprobación es más importante que la de Dios”.

Negarnos a perdonarnos a nosotros mismos es un acto de orgullo: nos hace a nosotros mismos y a nuestros pecados más grandes que Dios y su gracia

C. S. Lewis expresó un sentimiento similar en una de sus cartas: “Creo que si Dios nos perdona, debemos perdonarnos a nosotros mismos. De lo contrario, es casi como establecernos como un tribunal superior a Él”.

Como yo, eres un miserable, un indigno pecador. Ninguno de nosotros se merece la gracia de Dios. Pero Él nos la da de todos modos, ¡y eso debería hacernos danzar de gozo! Por tanto, no seas egocéntrico ni te des tanta importancia, como si todo se trata de ti y tuvieras que descifrarlo todo y abrirte camino. Cristo ya lo hizo todo y te ha abierto el camino. No se trata de tu justicia, sino de la de Cristo en favor tuyo (2 Co. 5:21). Él es quien nos ha convertido en sus amados hijos (Ro. 8:16) y nos llama amigos suyos (Jn. 15:15).

Si continúas teniendo dificultades, sin falta busca ayuda de tu pastor, de un amigo cristiano maduro, o de un consejero. Escucha a Dios, que murió por ti en la cruz, no al enemigo de Dios, que te dice que la obra de Cristo en la cruz no fue lo suficientemente buena. Lee sus palabras de gracia y perdón en voz alta, escríbelas, y memorízalas. Elije la libertad, no la esclavitud. No desesperes, sino regocíjate en la gracia de Dios. El precio se ha pagado, depende de ti aceptar la expiación de Cristo, no intentar repetirla.

Acepta el perdón de Dios. Relájate. Regocíjate.

“Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús”, Romanos 8:1.

“Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”, Romanos 5:1-2.


Publicado originalmente en Eternal Perspective Ministries. Traducido por Manuel Bento Falcón.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando