Dios espera que cada creyente cumpla la gran comisión, pero no espera que lo haga solo (Jn 20:21; Hch 13:1-3; 3 Jn v. 8). La participación personal es necesaria, pero separar la obediencia a la gran comisión del contexto de la iglesia local está en desacuerdo con el concepto bíblico de las misiones.
La Escritura presenta el papel de la iglesia local en la gran comisión como preeminente y presente en cada aspecto. Por esta razón, al considerar esta gran tarea, debemos comenzar con la naturaleza corporativa del mandato.
La iglesia local autentica el mensaje de la gran comisión
Las iglesias locales hacen visible nuestra proclamación verbal del evangelio y son como teatros ordenados por Dios para dar a conocer Su infinita sabiduría (Ef 3:10).
Como comunidades físicas de creyentes reunidos —cuya nueva identidad en Cristo trasciende la cultura, la raza y la posición social—, las iglesias locales autentican la verdad trascendente del evangelio que proclamamos. Cada iglesia local forma parte de la esposa de Cristo, y es el comienzo y el fin de cada esfuerzo misional (Ef 5:25-33).
La iglesia local es el contexto para obedecer a la gran comisión
La obediencia a la gran comisión requiere de las iglesias locales. El mandato de hacer discípulos incluye la obediencia a todos los mandamientos de Cristo, muchos de los cuales solo se pueden obedecer de manera adecuada en el contexto de la iglesia local (Mt 28:20).
Por ejemplo, el mandamiento de bautizar es explícito en la gran comisión (Mt 28:19). El bautismo simboliza nuestra unión con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección (Col 2:11-12). También simboliza nuestra unidad con otros creyentes (1 Co 12:13). Como acto iniciativo del discipulado, el bautismo muestra la incorporación de nuevos convertidos a la comunidad cristiana. Por lo tanto, la ordenanza del bautismo es un acto que incorpora al nuevo creyente en una comunidad física de cristianos que es la iglesia local (Hch 2:41).
La iglesia local facilita el avance de la gran comisión
La iglesia local es el agente de Dios para facilitar la gran comisión. En los cuatro pasajes que la mencionan, Jesús encomienda la misión a los discípulos como grupo (Mt 28:16-20; Lc 24:45-49; Jn 20:19-23; Hch 1:4-8). La importancia de este aspecto corporativo se desarrolla a lo largo del libro de los Hechos. A nivel individual, los cristianos obedecen la gran comisión. A nivel colectivo, la iglesia local facilita su obediencia. Sin negar la responsabilidad del individuo, Dios quiere que la iglesia local sostenga cada aspecto de la tarea de la gran comisión.
Dios quiere que la iglesia local sostenga cada aspecto de la tarea de la gran comisión
Los tres roles claves en la facilitación del avance de la gran comisión son la confirmación, el envío y el apoyo a los misioneros.
En primer lugar, Dios confirma el llamado de los misioneros potenciales por medio de las iglesias locales. Los misioneros independientes que operan sin el consentimiento y la confirmación de una iglesia local son un fenómeno moderno. La evidencia de la fidelidad bíblica, un carácter piadoso, un verdadero llamado y la competencia para cumplir la tarea misionera debe preceder al envío de cada misionero.
En segundo lugar, Dios delega el envío de misioneros a las iglesias locales. Por definición, un misionero es aquel que es enviado a cruzar fronteras geográficas, culturales o lingüísticas para predicar el evangelio, hacer discípulos y multiplicar iglesias en lugares donde Cristo no es conocido por la mayoría o en lo absoluto (Hch 22:21; Ro 10:13-15; 15:20). No obstante, los misioneros no pueden enviarse a sí mismos (Ro 10:14-15). Las iglesias locales deben enviar emisarios como representantes del evangelio a lugares donde toda la iglesia no puede ir (Hch 13:1-4).
En tercer lugar, Dios sostiene a los misioneros por medio de las iglesias locales (2 Jn vv. 5-8). Contrario a la práctica común, la responsabilidad de la iglesia local no termina con el envío. El papel de las iglesias locales para exhortar a nivel espiritual, sostener en lo financiero y supervisar a sus misioneros garantiza una labor misionera saludable y prolongada (Hch 14:26-28; Fil 4:15-16).
Aunque Dios complementa la preparación, el envío y el apoyo de los misioneros por medio de varias organizaciones —como los seminarios, las agencias misioneras y las juntas misioneras—, Él confía a Su iglesia la responsabilidad final de enviar misioneros. En otras palabras, las organizaciones paraeclesiásticas existen para servir a la iglesia local, no al revés.
La iglesia local planta nuevas iglesias para la gran comisión
La gran comisión requiere que las iglesias locales se reproduzcan. Dado que la iglesia local autentica el evangelio, ella es el contexto apropiado del discipulado, el cual facilita la obediencia misionera. Es decir, las iglesias locales no solo son agentes que promueven la obediencia a la gran comisión, sino que también son parte del objetivo de la obediencia a la gran comisión.
La iglesia local es el instrumento principal de Dios para completar la gran comisión
Las iglesias locales que cumplen su papel al plantar nuevas iglesias aseguran la expansión continua del evangelio, a medida que las nuevas iglesias asumen su responsabilidad de alcanzar a sus comunidades (1 Ts 1:6-10). Cristo está construyendo Su iglesia y lo está haciendo por medio de la iglesia local (Mt 16:13-26; 1 Co 3:6).
En resumen, el papel de la iglesia local en la gran comisión es prominente y preeminente. Las iglesias locales sostienen todos los aspectos de la tarea misionera. Durante la época de la iglesia —el tiempo entre la primera y la segunda venida de Jesús—, Dios encomienda a la iglesia local la administración de llevar a cabo Su misión en la tierra. La iglesia local es el instrumento principal de Dios para completar la gran comisión, no el cristiano solitario que opera independientemente de la iglesia local. En otras palabras, la gran comisión no existe para la iglesia, la iglesia existe para la gran comisión.
