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Nota del editor: 

El pastor John Piper recibe preguntas de algunos oyentes de su podcast Ask Pastor John. A continuación está una de esas preguntas y su respuesta.

En los primeros capítulos de 1 Samuel, nos encontramos con la historia de un padre llamado Elí y sus hijos indignos, esta historia nos confronta con una evaluación brutal. El propio texto bíblico lo dice en 1 Samuel 2:12: «Los hijos de Elí eran hombres indignos». Es una valoración terrible desde el inicio de su relato, que continúa en 1 Samuel 2:12-36 y se retoma en 1 Samuel 4:12-22.

Una historia tan fuerte nos lleva inevitablemente a reflexionar sobre la crianza de los hijos. Es fácil pensar que existe un vínculo directo e inequívoco entre nuestra labor como padres y el resultado en nuestros hijos, ¿verdad? Hijo que ha fallado, padre que ha fallado. Sin embargo, esa conexión nunca cuenta toda la historia de la crianza, como veremos al considerar las certezas sobre la crianza que leemos en el libro de Proverbios.

Todo esto surgió a raíz de la pregunta de una madre llamada Brenda. Ella escribió: 

Pastor John, tengo una hija de veintidós meses y ya le estoy enseñando sobre Jesús y compartiendo mi fe con ella. Sin embargo, últimamente he oído hablar de muchos hijos adultos que crecieron en hogares cristianos sólidos —algunos incluso con padres que eran líderes en la iglesia— y que finalmente abandonaron la fe al ser adultos. Este se ha convertido en mi mayor temor para mi propia hija. ¿Puedes explicar Proverbios 22:6 y darme algunas formas prácticas para ayudar a mi hija a tener una relación verdadera y auténtica con Jesús, una que no abandone más adelante?


Bueno, desearía saber más sobre esta pregunta de lo que sé, incluso después de cuarenta y tres años criando a cinco hijos, pero quiero basar todo lo que diga, tanto como sea posible, en la Biblia y no solo en mis limitaciones personales. Así que intentaré decir algo. Hablemos primero de Proverbios 22:6 y luego abordaremos lo que puedes hacer para maximizar la probabilidad de que tu hija siga al Señor.

Proverbios 22:6 dice: «Instruye al niño en el camino que debe andar, / Y aun cuando sea viejo no se apartará de él». El problema que todos sentimos es que la parte de la promesa de ese versículo —«no se apartará de él»— parece tan absoluta que cada vez que un hijo adulto de una familia cristiana se aparta del camino de la sabiduría, o del camino de la fe en Jesús, debemos concluir que se debe a un fracaso de los padres en obedecer la primera parte del versículo, es decir, en instruirlo adecuadamente. Esa es una carga bastante pesada de llevar para la mayoría de los padres. Pero si eso es lo que significa el texto, entonces deberíamos estar dispuestos a sobrellevarla.

Antes de decir lo que creo que esa promesa significa en realidad, hay pasajes en la Biblia donde la desobediencia de los hijos ya adultos, apartándose de la fe y arruinando sus vidas, se atribuye a los fracasos de los padres.

Fracasos en la crianza 

Por ejemplo, Adonías, hijo de David el hombre conforme al corazón de Dios, «se ensalzaba diciendo: “Yo seré rey”. Y preparó para sí carros, hombres de a caballo y cincuenta hombres que corrieran delante de él. Su padre nunca lo había contrariado preguntándole: “¿Por qué has hecho esto?”» (1 R 1:5-6). Ahora bien, esa es una crítica muy intencional a David. Su padre nunca se había tomado el tiempo para decirle: «No hagas eso», porque no quería disgustar a Adonías. Claramente, el escritor bíblico está atribuyendo la rebeldía de Adonías contra su propio padre al fracaso de este en reprenderlo. Así que, ahí lo tienes. Ciertamente erramos, y nuestros errores tienen consecuencias terribles.

Aquí hay otro ejemplo: los hijos del sacerdote Elí. Un profeta vino a Elí y le dijo: «¿Por qué pisotean Mi sacrificio y Mi ofrenda que he ordenado en Mi morada, y honras a tus hijos más que a Mí, engordándose ustedes con lo mejor de cada ofrenda de Mi pueblo Israel?» (1 S 2:29). ¡Vaya! Cuando Elí oyó que sus hijos habían sido muertos por Dios debido a su desobediencia, cayó hacia atrás, se rompió la nuca y murió, porque era viejo y pesado (1 S 4:18). Se dice que engordó porque honraba a sus hijos más que a Dios, ya que sus hijos sacaban las mejores partes de los sacrificios para comer, y su padre amaba tanto la comida que no criticaba a sus hijos.

Oh, sí, criticó la fornicación de ellos en el templo, pero mantuvieron sus puestos y siguieron usando indebidamente los sacrificios. Lo que esto muestra es que un padre puede ser muy selectivo en su disciplina y crítica hacia sus hijos, y claramente el profeta aquí quiere criticar a Elí por honrar a sus hijos por encima de Dios al no reprenderlos por la forma en que manejaban el sacrificio.

Entonces, el punto aquí es simplemente no ignorar Proverbios 22:6, como si no hubiera correlación entre la forma en que crías a tus hijos y lo que llega a ser de ellos. Quiero decir, soy padre, y por supuesto sé que es un peso enorme para todos nosotros —cuando nuestros hijos no hacen cosas que creemos que deberían hacer o hacen cosas que creemos que no deberían hacer— mirar hacia atrás y decir: «¿Podría haberlo hecho mejor?». La respuesta es casi siempre sí.

No hay proceso infalible

Aun habiendo dicho todo eso, dudo que el escritor de Proverbios pretenda que tomemos la segunda parte de Proverbios 22:6 «aun cuando sea viejo no se apartará de él», como una promesa absoluta sin excepciones. Tengo tres razones por las que no creo que signifique que sea un proceso infalible; es decir, que si crías a tu hijo de manera piadosa, nunca se apartará de la fe.

1. Hijos malos suceden a reyes buenos (y viceversa).

Cuando lees la historia de los reyes de Israel, a un rey bueno y fiel a veces le sigue un hijo malo. A un rey malo a veces le sigue un hijo bueno. No parece haber ningún esfuerzo por parte del escritor inspirado en decir que los padres fieles tienen hijos fieles y los padres infieles tienen hijos infieles. No parece haber ningún esfuerzo por hacer eso. El escritor parece no tener problema en señalar que este rey piadoso tendrá un hijo impío (y viceversa).

2. El único Padre perfecto tuvo un hijo rebelde.

El único Padre perfecto que jamás existió tuvo un hijo que se descarrió. Israel es el hijo de Dios y fue rebelde casi toda su existencia, a pesar de todas las formas paternales de Dios con Su hijo. Aquí hay un ejemplo: en Oseas 11:1-2, Dios dice: «Cuando Israel era niño, Yo lo amé, / y de Egipto llamé a Mi hijo. / Cuanto más los llamaban, / tanto más se alejaban de Ellos». Este es Dios, el Padre perfecto, suplicando a Su hijo. ¿Qué recibe a cambio? Toda una vida —quiero decir, toda una historia, la historia entera de Israel, la historia entera del Antiguo Testamento— muestra que este hijo es rebelde.

3. Un proverbio rara vez es una afirmación absoluta.

Creo que este es el punto más importante contextualmente. Proverbios 22:6 es un proverbio, y los proverbios, por su naturaleza misma, son generalizaciones sobre cómo suele ser la vida, más que promesas sobre cómo tendrá que ser siempre. Puedes simplemente leer Proverbios para ver esto.

Por ejemplo, en Proverbios 22:29 dice: «¿Has visto un hombre diestro en su trabajo? / Estará delante de los reyes». Bueno, en serio, ¿vamos a forzar al escritor a querer decir que cada carpintero o cada cantero en Israel que haga bien su trabajo tendrá la oportunidad de ir al palacio y presentarse ante el rey? Seguramente esa no es la forma en que debemos tomar el proverbio, ni muchos otros. El punto del proverbio es hacer la generalización de que la excelencia en nuestro trabajo generalmente es reconocida por personas con discernimiento y conduce a grandes beneficios, algo así.

El ejemplo más claro de cómo funcionan los proverbios es, por supuesto (todo el que ha estudiado Proverbios lo sabe), Proverbios 26:4-5. Proverbios 26:4 dice: «No respondas al necio de acuerdo con su necedad, / para que no seas tú también como él». El versículo 5, el siguiente, dice: «Responde al necio según su necedad se merece, / para que no sea sabio ante sus propios ojos».

Esta dinámica es similar a la que encontramos en la sabiduría popular. Por ejemplo, considera el refrán «Las prisas son malas consejeras». ¿Es verdadero? Generalmente, sí. Pero, ¿qué hay del dicho «No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy»? También es cierto, ¿verdad? Sin embargo, uno advierte contra la precipitación y el otro anima a la prontitud. Parecen aconsejar enfoques opuestos.

Esto demuestra que tanto los proverbios bíblicos como los dichos populares requieren sabiduría para saber cuándo y cómo aplicarlos correctamente. No son fórmulas mágicas. Precisamente por eso, Proverbios 26:9 advierte sobre el peligro de usarlos neciamente: «Como espina que se clava en la mano de un borracho, / así es el proverbio en boca de los necios».

Los padres no deben cargar con el terrible peso de pensar que si pudieran hacerlo todo exactamente bien, eso garantizaría que sus hijos serán creyentes sólidos

En otras palabras, puedes hacer daño si usas un proverbio sin sabiduría, como un borracho que agita una espina. Tienes que ser sabio incluso para saber qué hacer con un proverbio; no puedes simplemente tomarlos y asumir que se explican por sí mismos. Se necesita sabiduría para saber cómo manejar un proverbio. «Como manzanas de oro en engastes de plata / es la palabra dicha a su tiempo» (Pr 25:11). Pero, precisamente, tienes que conocer el tiempo y el lugar adecuados para usar un proverbio.

Así que, por esas tres razones, no creo que Brenda deba cargar con el terrible peso de pensar que si pudiera hacerlo todo exactamente bien, eso garantizaría que su hija de veintidós meses será una creyente sólida cuando tenga veintidós años. Ella no puede soportar esa carga.

Consejos para una crianza piadosa

Así que, esto es lo que quiero decirle a ella; solo algunas cosas:

  1. En general, criar a los hijos a la manera de Dios los conducirá a la vida eterna. En general, creo que eso es verdad.
  2. Esto incluiría poner nuestra esperanza en Dios y orar fervientemente por sabiduría y por la salvación de ellos hasta la tumba. No ores solo hasta que se conviertan a los seis años. Eso no es muy inteligente. Ora hasta la tumba por la conversión de tus hijos y por la perseverancia de sus aparentes conversiones.
  3. Satúralos con la Palabra de Dios. «Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo» (Ro 10:17).
  4. Sé radicalmente coherente y auténtica en tu propia fe, no solo en el comportamiento, sino en los afectos. Los hijos necesitan ver cuán precioso es Jesús para mamá y papá, no solo cómo se le obedece, o cómo asisten a la iglesia, o cómo leen sus devocionales, o cómo cumplen con su deber. Necesitan ver el gozo y la satisfacción en el corazón de mamá y papá porque Jesús es el mejor amigo del mundo.
  5. Modela lo precioso que es el evangelio. A medida que nosotros, los padres, confesamos nuestros propios pecados y dependemos de la gracia, nuestros hijos verán: «Oh, no tienes que ser perfecto. Mamá y papá no son perfectos. Aman la gracia. Aman el evangelio porque Jesús perdona sus pecados. Entonces sé que Él puede perdonar mis pecados».
  6. Sé parte de una iglesia amorosa y saturada de la Biblia. Los hijos necesitan estar rodeados de otros creyentes y no solo de mamá y papá.
  7. Exige obediencia. No seas perezosa. Hay tantos padres jóvenes hoy en día que simplemente me dan la impresión de ser muy perezosos. No están dispuestos a levantarse y hacer lo necesario para disciplinar al niño. Así que debemos cumplir con nuestros castigos y, especialmente, cumplir con todas nuestras promesas de cosas buenas que decimos que vamos a hacer por ellos.
  8. Dios salva a hijos de crianzas fallidas y no creyentes. Dios es soberano. No somos nosotros, en última instancia, quienes salvamos a nuestros hijos.
  9. Descansa en la soberanía de Dios sobre tus hijos. No podemos cargar con el peso de su eternidad. Eso es asunto de Dios. Debemos entregarle todo eso a Él.

Publicado originalmente en Desiring God. Traducido y adaptado por Eduardo Fergusson.
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