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Tom Schreiner proporciona un buen resumen de toda la historia del Antiguo Testamento en su comentario sobre el libro de Hebreos para el Evangelical Biblical Theology Commentary (Comentario de la Teología Bíblica Evangélica) publicado por Lexham. El mismo fue reproducido debajo con permiso. [He añadido los títulos].


Las Escrituras comienzan en Génesis con Dios como el Rey soberano que crea el mundo y todo lo que hay en él.

Adán y Eva

Los seres humanos fueron creados a imagen de Dios y designados para gobernar el mundo para Él (Gn 1:26-27). Reciben el mandato de gobernar el mundo bajo el señorío de Dios y para su gloria.

En lugar de confiar y obedecer a Dios, Adán y Eva lo desafiaron y se negaron a someterse a Él (Gn 3). Debido a su transgresión incitada por las palabras de la serpiente, fueron separados espiritualmente de Dios e introdujeron la muerte en el mundo.

Sin embargo, la muerte no es la última palabra porque Dios promete que la simiente de la mujer aplastará a la serpiente (Gn 3:15).

La maldad tan extrema de los seres humanos destruye el optimismo inicial que fue generado por la promesa. Caín era la simiente de la serpiente y asesinó a Abel (Toda la simiente de Adán y Eva vino al mundo como la simiente de la serpiente, y por lo tanto, los que pertenecen a Dios son los destinatarios de su gracia). La simiente de la serpiente estaba triunfando sobre la simiente de la mujer, aunque Dios concedió a Set a Adán y Eva para continuar el linaje a través del cual se cumpliría la promesa (Gn 4:25).

Noé

Ya que la corrupción era tan grande y la simiente de la serpiente se estaba extendiendo muy rápido, Dios tuvo que destruirlos con el diluvio, mostrando que Él gobierna y reina aun cuando el mal parece tener la ventaja. Dios estableció un pacto con Noé, comprometiéndose a preservar el mundo hasta lograr la redención (Gn 6–9).

La torre de Babel

Sin embargo, la historia de la torre de Babel revela que los seres humanos no habían cambiado (Gn 11:1-9); todavía estaban inclinados hacia el mal y vivían para hacerse un nombre en lugar de vivir para la gloria, el honor y la alabanza del único Dios verdadero.

Génesis 1–11 revela la profundidad del mal humano para que los lectores comprendan que la victoria sobre la serpiente es una tarea enorme. El mal en los seres humanos no es un asunto trivial. Los seres humanos son afligidos debido a su rechazo demoníaco de Dios y su abrazo del mal.

Abraham

A pesar de la maldad humana que desafía toda imaginación, Dios sigue siendo misericordioso. Eligió a un hombre a través del cual cumpliría la promesa hecha a la mujer. Le promete a Abraham que tendrá:

  • tierra (Canaán).
  • descendencia (Isaac).
  • bendición universal (Gn 12:1-3).

Aún así, la historia avanza con lentitud. Abraham, Isaac y Jacob nunca poseyeron la tierra, ¡y fue muy difícil para Abraham tener siquiera un hijo! A través del nacimiento de Isaac, el Señor le enseña que la promesa solo se cumplirá a través de Dios mismo y que los seres humanos no pueden contribuir al cumplimiento de la promesa.

Isaac y Jacob aprendieron la misma lección de modo que, cuando Génesis termina, Israel estaba en la tierra equivocada (Egipto), solo habían como 70 israelitas (cuando Dios había prometido que serían tantos como las estrellas del cielo) y ciertamente no hubo una bendición universal. Lo que se dice aquí podría malinterpretarse, ya que es difícil que existan incontables descendientes en tres generaciones, y José, como la mano derecha de Faraón, sí fue de bendición a las naciones.

Éxodo

Cuando comienza el Éxodo, vemos que se está cumpliendo la promesa de descendencia para Israel porque su población estaba en aumento, lo que aterrorizó a los egipcios. El Señor tenía la intención de mostrarle a Israel una y otra vez que la salvación es obra suya, no de ellos. Por lo tanto, liberó a Israel de Egipto a través de Moisés con grandes señales y prodigios (Éx 1–18). El Señor aplastó la descendencia de la serpiente (Faraón), quien intentó aniquilar al pueblo de quien vendría la descendencia de la mujer (Gn 3:15).

El pacto con Israel

Israel reconoció que el Señor los había redimido, cumpliendo su promesa a Abraham, Isaac y Jacob. Israel fue adoptado como hijo de Dios (Éx 4:22), convirtiéndose en su posesión especial y en un reino de sacerdotes si seguían las instrucciones del Señor (Éx 19:5-6). La redención de Egipto se convierte en un tipo y anticipación de la redención que se llevaría a cabo en Jesucristo.

El Señor hizo un pacto con Israel y los eligió como su pueblo especial (cp. Éx 19–24). Si Israel obedecía las estipulaciones del pacto, serían bendecidos; pero si transgredían lo que el Señor ordenó, experimentarían las maldiciones del pacto (Lv 26, Dt 26-28). El Señor no exigió perfección para permanecer en el pacto porque se instituyeron sacrificios para otorgar perdón por las transgresiones de Israel (Lv 1–7, 16).

El Señor también recalcó su santidad a Israel. Él habitó con su pueblo en el tabernáculo (Éx 25–40), pero aquellos que trataran al Señor con desprecio serían destruidos (Lv 10), como mostró al pueblo la tormenta que se apoderó del monte Sinaí.

Al final, el antiguo pacto fue un fracaso. Los sacrificios no limpiaron la conciencia del pecado ni proporcionaron acceso libre a Dios, ni el antiguo pacto inscribió la ley en el corazón. ¡Pero nos estamos adelantando a la historia!

La tierra de Canaán

El siguiente elemento de la promesa de Abraham estaba listo para cumplirse. Israel estaba a punto de tomar posesión de Canaán. Leemos en Números cómo la gente no siguió las instrucciones del Señor. Después de ver las señales y maravillas que el Señor hizo para derrotar a los egipcios, Israel no creyó que el Señor podría traerlos a la tierra prometida y por eso desobedecieron sus instrucciones.

Sin embargo, la historia no terminó aquí. Israel tomó posesión de la tierra de Canaán bajo el liderazgo de Josué, aunque la historia aclara que no poseyeron la totalidad de la tierra. Los triunfos de Israel son obra del Señor porque obtienen victorias imposibles sobre enemigos que son mucho más fuertes que ellos. Josué concluye diciendo que el Señor le ha dado descanso a Israel (Jos 21:4; 22:4; 23:1). El descanso bajo Josué fue un tipo y anticipación de un descanso mayor por venir.

Jueces

Al abrir Jueces, podríamos pensar que el paraíso está a la vuelta de la esquina. Se cumplen dos elementos de la promesa a Abraham: Israel

  • tenía una gran población y 
  • ahora habitaba la tierra de Canaán.

Habían pasado cientos de años desde que se le hizo la promesa a Abraham, pero ahora Israel parecía estar en la cúspide de la bendición.

Es muy impresionante ver cómo continúa la historia. En lugar de avanzar, Israel retrocede. En ese sentido, eran como Adán en el paraíso. En lugar de confiar y obedecer al Señor, se volvieron hacia los ídolos y por eso el Señor dió riendas sueltas a sus enemigos. Israel repitió un ciclo de pecado, derrota ante enemigos, arrepentimiento y liberación. Jueces concluye con una historia que hace eco de lo que le sucedió a Lot en Sodoma (Jue 20; Gn 19). Israel estaba en la tierra, pero no se sometían al señorío de Yahvé. En lugar de bendecir a las naciones, las naciones corrompían a Israel.

El rey Saúl

Cuando comienza 1 Samuel, Israel tenía un sacerdocio corrupto y se tambaleaba hacia el colapso. Aun así, el Señor fue misericordioso y levantó a Samuel para traer a la nación de regreso a Él. El reinado fue instituido bajo Samuel cuando Saúl fue instalado como el primer rey.

Si leemos con entendimiento, el tema de la realeza está realmente en la narrativa desde el principio. El Señor promete que los reyes vendrán de Abraham y Jacob (Gn 17:6, 16; 35:11). De hecho, el cetro pertenecerá a Judá, y los pueblos del mundo (¡bendición universal!) le obedecerán (Gn 49:10). Balaam profetiza que una estrella y un cetro de Israel aplastarán (cp. Gn 3:15) a los enemigos del Señor (Nm 24: 17-19). La simiente de la mujer que destruirá a la serpiente vendrá de un rey de Israel.

La narración plantea una pregunta implícita: ¿Saúl es ese rey? Al tomar las riendas del poder por primera vez, parecía que podría serlo. Pero Saúl resultó como Adán en el jardín y como Israel después de poseer Canaán. En lugar de confiar y obedecer al Señor, siguió sus propios deseos y por eso el Señor promete que no habrá dinastía por el lado de Saúl.

El pacto con el rey David

David fue ungido como rey en lugar de Saúl y este último se convirtió en el enemigo mortal de David, siguiendo los pasos del Faraón (¡la simiente de la serpiente!) que trató de destruir a los escogidos del Señor. David fue perseguido y huyó, pero en lugar de arrebatarle el reino a Saúl, confió en que el Señor lo exaltaría. Finalmente, los filisteos mataron a Saúl en batalla y el rey David reinó sobre todo Israel.

El reinado de David estuvo marcado por su confianza y obediencia al Señor. De hecho, el Señor hizo un pacto con David que es fundamental para la trama bíblica. La simiente de la mujer que triunfaría sobre la serpiente vendría del linaje de David. Sería un rey davídico, porque el Señor le prometió a David una dinastía perpetua (2 S 7). Esta promesa encuentra su cumplimiento en Jesús el Mesías.

A pesar de todas las virtudes de David, él no era el que aplastaría a la serpiente porque él también era un pecador que necesitaba perdón, ya que violó el pacto con el Señor al cometer adulterio con Betsabé y asesinar a Urías (2 S 11).

Salomón

Aún así, cuando Salomón, el hijo de David, ascendió al trono, parecía que el paraíso estaba a la vuelta de la esquina. Israel estaba en paz. Salomón fue un rey sabio y juicioso y erigió un templo maravilloso para adorar al Señor. ¿Podría estar muy lejos la bendición universal?

Pero Salomón volvió a repetir la historia que hemos visto una y otra vez. Siguió el modelo de Adán en el jardín, Israel en Canaán y Saúl como rey. Dejó de confiar en el Señor y se volvió a los ídolos.

El reino dividido

Después de los días de Salomón y como resultado de su pecado, el reino se dividió entre el norte y el sur, con Israel en el norte y Judá en el sur.

Cada rey de Israel siguió el modelo del primer rey, Jeroboam hijo de Nabat, y adoró a los ídolos. Los reyes de Judá tuvieron un historial más heterogéneo porque algunos fueron fieles al Señor. A pesar de esto, aun los mejores de ellos no cumplieron con todo lo que el Señor les mandó.

El exilio

Sin embargo, al fin de cuentas, tanto Israel como Judá se entregaron al pecado y por eso ambos reinos experimentaron las maldiciones del pacto:

  • Israel fue enviada al exilio a Asiria en 722 a. C.
  • Judá fue enviada al exilio a Babilonia en 586 a. C.

El nuevo pacto es mejor que el antiguo. Tal valoración está verificada por la historia de Israel. El reino no se llevó a cabo a través del antiguo pacto, ya que tanto Israel como Judá no cumplieron ni pudieron cumplir las prescripciones del pacto.

Los profetas

Los profetas llegaron al centro del escenario después de que se instituyera el reino en Israel, advirtiendo tanto a Israel como a Judá que serían exiliados a menos que se arrepintieran y se volvieran al Señor. El día del Señor vendrá y no será un día de salvación, sino un día de juicio para el Israel desobediente.

Los profetas, sin embargo, no solo proclamaron un mensaje de juicio. Israel iría al exilio, pero habría un nuevo éxodo. Israel, por la gracia de Dios, regresaría a la tierra. Habría un nuevo comienzo para el pueblo de Dios y el reino vendría con la llegada del nuevo éxodo.

Eso no es todo. Habrá un nuevo pacto (Jr 31:31-34; Ez 36:26-27) en el que los pecados de Israel serán perdonados por completo. El Señor escribirá la ley en el corazón de Israel dándoles el Espíritu Santo y entonces desearán hacer lo que el Señor dice. El Señor derramará su Espíritu sobre su pueblo y surgirá una nueva era de salvación (cp. Is 32:15; 44:3; Jl 2:28). La creación será renovada y habrá un nuevo éxodo, un nuevo pacto y una nueva creación.

El reino que Dios prometió no ha sido quitado. El reino vendrá y un nuevo David reinará en el trono (Os 3:5; Mi 5:2-4; Is 9:1-7; 11:1-10; 55:3; Jr 23:5-6; 30:9; 33:15-17; Ez 34:23-24; 37:24-25; Zac 9:9). ¡La nueva creación, el nuevo éxodo y el nuevo pacto se cumplirán a través de un rey! La serpiente será derrotada y vendrá el reino.

Regreso del exilio

Israel regresó del exilio en el 536 a. C. Sin embargo, las promesas de un nuevo pacto, una nueva creación y el reino venidero no se habían cumplido. Parecería que las profecías que se encuentran en los profetas solo tuvieron un cumplimiento presente, pero faltaba más en el futuro. En general y de manera sorprendente, Israel no abandonó su fe. Continuaron creyendo que el Señor cumpliría las promesas que les había hecho.


Schreiner continúa proporcionando un breve resumen de la culminación de esta historia en los Evangelios y el libro de los Hechos:


Los evangelios

Cuando se abre el Nuevo Testamento, hay una variedad de opiniones y sectas en Israel, pero había una creencia común de que el Señor cumpliría las promesas de su reino. La mayoría creía que las grandes promesas se cumplirían solo si Israel obedecía la Torá. Los eventos en los Evangelios tuvieron lugar antes de que se escribiera Hebreos y, por lo tanto, son parte del trasfondo teológico de la carta. Difícilmente podemos hacer justicia al mensaje de los Evangelios aquí, pero algunos temas se destacan.

Primero: Jesús es el nuevo David prometido por los profetas. Él es aquel a través de quien se cumpliría la bendición prometida a Abraham y David.

Segundo: Jesús enseña que el reino ha llegado a través de su ministerio. ¡El reino ha llegado porque el Rey ha llegado!

Tercero: Jesús enseña claramente que Él es quien dará el Espíritu a su pueblo (cp. Mt 3:11-12 párr.; Jn 14–16); las promesas de regreso del exilio, un nuevo pacto y una nueva creación se llevarán a cabo a través del Espíritu de Dios.

Cuarto: Jesús es el Hijo del Hombre que recibirá el reino (cp. Dn 7:9-14). Él es el Hijo de Dios que es Emanuel, Dios con nosotros (Mt 1:23). Él es la Palabra de Dios (Jn 1:1-18) quien es completamente divino (cp. Jn 5:23). Existió antes de que naciera Abraham (Jn 8:58). Él es el Pan de vida, la Luz del mundo, el buen Pastor, la resurrección y la vida; el camino, la verdad y la vida y la Vid verdadera.

Quinto: en la última cena, Jesús enseña que el nuevo pacto se instituye con su muerte (Mateo 26:26-29). Jesús es el Siervo del Señor (cp. Is 53) que tomó sobre sí los pecados de su pueblo. Los Evangelios han sido llamados narraciones de la pasión con una introducción extendida, porque el punto culminante de la historia llega con la muerte y resurrección de Jesús y todos los Evangelios enseñan que el perdón se concede a través de la muerte y resurrección de Jesús (p. Ej., Mt 1:21; 20:28; Mr 10:45; Lc 22:19-20; Jn 1:29; 6:51; 11:49-52).

Se podría decir mucho más. Lo sorprendente de la historia de los Evangelios es que el pueblo de Israel, a excepción de unos pocos discípulos, no pudo ver lo que tenía delante de sus ojos. Aún persistía el problema que atormentó a Israel a lo largo de su historia. Continuaron resistiendo la revelación de Dios. Jesús no fue aceptado como el libertador de Israel. Fue despreciado como un pretendiente mesiánico, especialmente porque pensaban que su enseñanza no estaba de acuerdo con la ley. Por lo tanto, en lugar de coronar a Jesús como rey, lo crucificaron en la cruz.

No se dieron cuenta de que Jesús era el cordero de la pascua, el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios, la Palabra de Dios y el Siervo del Señor de Isaías 53.

No entendieron que a través de la muerte de Jesús en la cruz, el nuevo pacto fue instituido como Él enseñó en la última cena.

No se dieron cuenta de que el perdón que prometía el nuevo pacto (Jr 31:34) se logró mediante la muerte de Jesús.

La muerte no fue el final de la historia. Dios vindicó a Jesús levantándolo de entre los muertos. La resurrección (Is 26:19; Ez 37; Dn 12:2) señaló la llegada de la nueva creación y la era por venir.

En Jesús había llegado el regreso del exilio (que es la venida del reino), aunque no se consumará hasta la segunda venida.

El nuevo pacto se inauguró con su muerte y el don del Espíritu.

La nueva creación había llegado con su resurrección y ciertamente Él era el nuevo David.

Todas las profecías del Antiguo Testamento se cumplieron en Él.

Sin embargo, había una salvedad. La nueva creación, el nuevo pacto y el nuevo éxodo fueron inaugurados pero no consumados. El reino había llegado, pero no en su plenitud. Todas las naciones serían bendecidas a través de Él, de modo que hubiera una oportunidad de salvación para todos los pueblos antes del día final.

Hechos

Vemos en los Hechos de los Apóstoles el don del Espíritu Santo dado a la iglesia (Hch 2), indicando que había llegado el escatón. El nuevo pacto es la era del Espíritu Santo, que vino en Pentecostés. En Hechos, las buenas nuevas sobre Jesucristo se proclaman tanto a judíos como a gentiles, de modo que comienza a cumplirse la promesa dada a Abraham, Isaac y Jacob de bendición mundial.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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