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Imagina que una mujer en tu iglesia anuncia que tiene cáncer y que no tomará tratamiento. ¿Es esta una decisión legítima? ¿Es una decisión buena? ¿Es una decisión cristiana? ¿Existen siquiera las decisiones “cristianas”?

Para empezar a responder, necesitamos más información. Debemos primero escuchar a nuestra hermana. Definitivamente, los cristianos deberíamos escuchar y preguntar mucho más, y hablar mucho menos.

Digamos que cuando preguntamos “¿Por qué?”, ella responde, “Porque he vivido una vida plena y completa”. Parece que nuestra hermana está demostrando la virtud del contentamiento. Pero cuando seguimos conversando, ella dice “La verdad es que tengo temor del dolor del tratamiento. No quiero sufrir, y por eso no voy a hacer nada”. En este caso, parece que nuestra hermana está demostrando una falta de valentía.

¿Qué hacemos? ¿Cómo podemos ayudar nuestra hermana? Es mi esperanza que en los próximos meses vayamos entendiendo cómo ayudar a las personas que están luchando con decisiones difíciles —en cuanto a la bioética y otras áreas— por medio de un entendimiento de las virtudes.

¿Qué son las virtudes?

A pesar de que las virtudes son una gran fuente de ayuda, hoy son casi completamente ignoradas por la iglesia protestante.

Estoy convencido de que las virtudes son críticas para ayudarnos en las aguas turbias de bioética. ¿Por qué? Porque en el área de bioética casi nunca hay preguntas claras y sencillas. Es fácil correr rápido a los tópicos que demandan acción (“¿Qué debo hacer?”), en vez de enfocarnos en las virtudes (“¿Qué tipo de persona debo ser?”). Sin embargo, en las situaciones donde no hay respuestas fáciles, es más importante ser una persona formada de manera correcta que pensar que tienes respuestas correctas.

Las virtudes son rasgos de carácter que nos orientan a actuar de buena manera. Cada vez que tomamos una decisión, sea pequeña o grande, actuamos en acuerdo con las virtudes que hemos cultivado o en contra de ellas… muchas veces sin pensar en lo que estamos haciendo. Por ejemplo, si estoy acostumbrado a robar cosas, para mí será más fácil robar algo que para ti, si tú no estás acostumbrado a robar. De la misma manera, será más fácil para ti decir la verdad si estás acostumbrado a decir la verdad. En cada decisión nos acercamos a las virtudes o a los vicios.

¿Las virtudes son importantes para los cristianos? ¡Sí! Nuestro deseo es ser conformados a la imagen de Cristo (Romanos 8:29). Eso significa mucho más que entender detalles sobre su vida, hacer lo que Él hizo (suerte con eso), o cambiar tu apariencia para parecerte a Jesús. Significa que el anhelo de un cristiano es ser como Él en nuestro pensamientos, actitud, carácter, y finalmente en la glorificación.

Cuando confesamos a Cristo como rey y salvador, no alcanzamos automáticamente su estatura. La verdad es que en esta vida nunca seremos iguales que Él. Pero es algo que perseguimos. Los cristianos son personas “en proceso”. Muchas veces son las dificultades de nuestras vidas las que Dios usa para mostrar quienes somos y moldearnos en algo mejor. Este proceso de ser conformados a la imagen de Cristo es el proceso de perseguir las virtudes.

Las virtudes son críticas para ayudarnos en las aguas turbias de bioética.

En los próximos meses vamos a estudiar seis virtudes, siempre con el deseo de ver cómo estas virtudes nos ayudan en el contexto de la bioética. Las virtudes que vamos a observar son: fe, esperanza, amor, coraje, contentamiento, y constancia.  

Fe

“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres;
pero el mayor de ellos es el amor”. — 1 Corintios 13:13

Desde hace mucho tiempo, la teología cristiana ha tomado este pasaje como el inicio del enfoque en las virtudes. La fe es la virtud más importante para los cristianos porque es la fuente de todo las demás virtudes. La fe dirige nuestro enfoque a Cristo.

Uno de los principios más importantes en la Reforma Protestante fue Sola fide, la idea de que tenemos paz, amistad, y salvación con Dios por medio de la fe solamente. Hebreos 11:6 nos dice que “sin fe es imposible agradar a Dios”. Además, como aprendemos en Romanos 14:23, “todo lo que no procede de fe, es pecado”. Santiago 2 nos enseña que la fe sin obras está muerta… y que las obras sin fe no valen nada. Muchas veces hablamos sobre la justificación por fe, y es verdad (Efesios 2:8-9), pero debemos recordar también que somos adoptados por fe (Galatas 3:25-26) y santificados por fe (Hechos 26:15-18). Todo en la vida cristiana fluye de la fe.

Todos los cristianos están convencidos de que fe es importante, pero para muchos es difícil definirla. ¿Qué es la fe? Podemos explicarla con tres palabras: conocimiento, aprobación, y confianza.

Conocimiento

Para tener fe en algo necesito conocer ese algo. No puedo tener fe en que una taza va a contener mi café si no sé qué es una taza. Igual con Dios. Si no conozco a Dios no puedo tener fe en Él. Con poco conocimiento puedo tener poca fe. Conforme mi conocimiento crece, mi fe puede crecer también.

Ahora, ¿es el conocimiento suficiente? De ninguna manera. En primer lugar, hay ateos que conocen más de la Biblia y de Dios que algunos cristianos (no es broma… varios son amigos míos). En segundo lugar, Satanás conoce mucho acerca de Dios, pero no es cristiano. El conocimiento es necesario, pero no es suficiente. Nuestro conocimiento requiere aprobación.

Con poco conocimiento puedo tener poca fe. Conforme mi conocimiento crece, mi fe puede crecer también.

Aprobación

Para tener fe tengo que estar de acuerdo con lo que conozco. Regresemos al ejemplo de la taza y el café. Es posible que mi amigo me enseñe varias cosas en cuanto a las propiedades de una taza, pero que yo no lo crea, o sea, no le dé mi aprobación. Tal vez no tengo confianza en mi amigo o tal vez la información no es correcta desde mi punto de vista. Si no puedo dar mi aprobación al conocimiento, estoy en incredulidad.

Ahora, ¿es el conocimiento junto con la aprobación suficiente? De ninguna manera. Los demonios son una prueba. Según Santiago 2:19, “los demonios creen, y tiemblan”. En otras palabras, los demonios tienen conocimiento de Dios, y aprueban lo que conocen. No temblarían si no estuvieran convencidos de que Dios es Dios. El conocimiento y la aprobación son necesarios, pero no suficientes. Nuestro conocimiento y aprobación requieren confianza.  

Confianza

Regresemos una vez más al ejemplo de la taza y el café. Al final de todo tengo que servir el café. Es una demostración de confianza. Si digo, “Bueno, amigo, está bien; te creo. La taza tiene suficientes propiedades para contener el café… No quiero servirlo, pero te creo… Mejor no tomar café”. Decir esto revela que no tengo confianza y, por lo tanto, no tengo fe.

¿Cómo funciona la confianza en el cristianismo? Significa un abandono de mi ser para servir la causa de Cristo. Podemos observar al ladrón en la cruz como un ejemplo:

Uno de los malhechores que estaban colgados allí Le lanzaba insultos, diciendo: “¿No eres Tú el Cristo? ¡Sálvate a Ti mismo y a nosotros!”. Pero el otro le contestó, y reprendiéndolo, dijo: “¿Ni siquiera temes tú a Dios a pesar de que estás bajo la misma condena? Nosotros a la verdad, justamente, porque recibimos lo que merecemos por nuestros hechos; pero éste nada malo ha hecho”. Y añadió: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en Tu reino”. Entonces Jesús le dijo: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:39-43).

    • Conocimiento: Ambos ladrones tienen conocimiento. El primero conoce que Jesús es el Cristo. El segundo conoce que Dios debe ser temido, que los seres humanos están bajo condenación, que la condenación produce castigo justo, que Jesús no había hecho nada malo, que hay un reino venidero, y que Jesús es el rey de ese reino.
    • Aprobación: Ambos ladrones aprueban lo que conocen. El primero quiere salvarse y está de acuerdo con Jesús como el Cristo para salvarse de la cruz. El segundo (¡uno de los mejores evangelistas en toda la Biblia!) reprende al primero entendiendo su propia condición y la condición de Jesús.
    • Confianza: Aquí vemos la diferencia entre los ladrones y, por tanto, la diferencia entre la fe y la nada. El primero no reconoce Cristo como es, solo como Él quiere que Cristo sea. El segundo tiene confianza completa en Cristo por quien es. El segundo tiene fe. El primero no.

Es importante reconocer que podemos tener fe en cualquier cosa. La verdad es que vivimos la mayoría del tiempo con una fe ciega y segura en muchas cosas: la gravedad, el lenguaje, los números, etc. Cuando hablamos de la fe como una virtud estamos hablando de fe en Dios. Con cada decisión crecemos o disminuimos en cuanto a la virtud de la fe.

¿Cómo crecemos en la virtud de la fe? Asistiendo a una iglesia donde la palabra de Dios sea predicada y los sacramentos son correctamente practicados. No es magia y no crecemos en fe muy rápido. La iglesia es donde nos vamos formando poco a poco. Como las demás virtudes, no es posible (ni necesario) medir nuestra cantidad de fe… y no importa mucho si tenemos más fe que nuestro vecino o no. Lo que sí es importante es que alabemos al Señor al perseguir la virtud de la fe.

La fe y la bioética

¿Por qué es tan importante la virtud de la fe en el contexto de la bioética? Porque en las situaciones difíciles se revela el lugar donde hemos puesto nuestra fe… y hay pocas situaciones más difíciles que las situaciones de bioética. El experto en ética, Stanley Hauerwas, habla mucho sobre la realidad de que hoy en día, en nuestras culturas “avanzadas”, nuestros sacerdotes son doctores y nuestros templos son hospitales. Tenemos fe en ellos porque estamos convencidos de que por medio de ellos podemos ser salvos. Nuestras almas no parecen importar mucho, para los seculares y para los cristianos también.

En nuestras culturas ‘avanzadas’, nuestros sacerdotes son doctores y nuestros templos son hospitales.

Por supuesto, doy gracias a Dios por los doctores, la medicina, y los hospitales. Sin embargo, debemos reconocer que somos tentados a tener fe en estas cosas antes que en Dios. La virtud de la fe nos ayuda a confiar en el Señor y seguir adelante con nuestras decisiones, confiando en Él desde el inicio hasta el final. El tiempo para perseguir la virtud de la fe no es cuando estamos enfrentando nuestra muerte o la de algún miembro de nuestra familia, sino hoy.

Nuestra fe se exhibe en las dificultades de nuestras vidas. Que Dios nos ayude a perseguir constantemente esta virtud.


Imagen: Lightstock.
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