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En los artículos pasados hemos estado examinando el importante tema de la virtud; los rasgos de carácter que orientan o disponen a una persona para actuar de buena manera. Como hemos visto, antes de hablar de lo que deberíamos hacer, debemos hablar de qué clase de persona debemos ser.

Esta tarea es un poco intimidante. Muchos filósofos seculares piensan que la tarea es imposible porque solo pasaríamos todo el tiempo discutiendo acerca de cuál es la manera ideal de vivir, en lugar de hacer algo con nuestras vidas. Creo que deberíamos tener compasión de ellos. No puedo imaginarme lo que es tratar de inventar definiciones para las virtudes, y que estas definiciones sean universalmente aceptables, y que tengan como base nada más que la fuerte opinión personal y el sentido de cómo es el mundo y cómo debería ser.

Las virtudes dignas de tener que estoy proponiendo serían aceptadas por la mayoría de las personas seculares. Mi esperanza es que, como cristianos, tanto la manera en que vivimos nuestras vidas como las razones que tenemos para hacerlo sean convincentes para aquellos que no son cristianos, y que esto los lleve a confesar a Jesucristo como Señor y Salvador y a empezar a vivir como nosotros lo hacemos. No buscamos poseer las virtudes como pensamos que son, sino como la Palabra de Dios las explica y muestra.

En el artículo pasado estudiamos la virtud del amor. Lo interesante del amor es que todos aman hablar sobre el amor, pero tienen dificultades para hacerlo. Una de las dificultades es la realidad de que el amor frecuentemente luce de manera similar entre los cristianos y los no cristianos, como sucede con la mayoría de las otras virtudes. La principal diferencia está en el fundamento de por qué actúo en amor. Para el no cristiano es difícil tener una motivación que tenga sentido racional (“Simplemente amo a mi hija”, “Es mi deber amar a mi esposa”, “Quiero dejar un legado”). Debemos admitir que muchos cristianos actúan en amor por motivos similares. Los cristianos deberían actuar en amor porque han sido amados por Dios. El amor que mostramos fluye del amor que hemos recibido en nuestros propios corazones.

La esperanza y la fe

Esta semana examinaremos la virtud de la esperanza. A veces es difícil distinguir la esperanza de la fe, ya que ambas involucran cosas que no están frente a nosotros y ambas son lo opuesto a la duda. La distinción entre la esperanza y la fe está en su orientación respecto al tiempo. La esperanza ve hacia el futuro, a las promesas de Dios que todavía no se han cumplido, mientras que la fe mira a todo lo que Dios ha hecho en el pasado hasta hoy. La esperanza es fruto de la fe, ya que tenemos esperanza fundamentada en la fe en quien Dios es.

La esperanza como la he definido es un poco diferente a lo que comúnmente nos referimos como esperanza. Usamos la esperanza como referencia a

  1. Lo que deseamos: “Espero poder dormir hasta tarde mañana”.
  2. Lo que es posible: “Espero obtener un mejor trabajo algún día”.
  3. Lo que no es seguro: “Espero que no tengas que pagar extra por eso”.

Debemos decir que hay ocasiones en las que la “esperanza” se utiliza de esta manera en la Biblia: “Cuando vaya a España los visitaré. Porque espero verlos al pasar y que me ayuden a continuar hacia allá, después de que haya disfrutado un poco de su compañía” (Ro. 15:24). Sin embargo, lo que hace de la esperanza una virtud cristiana son dos cosas: la orientación escatológica y la seguridad.

Orientación escatológica

La esperanza es necesaria para los cristianos porque no tenemos lo que anhelamos. Como dice Pablo en Romanos 8:23-25: “Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza hemos sido salvados, pero la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué esperar lo que uno ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos”. Lo que más deseamos en esta esperanza es nuestra resurrección.

La esperanza es necesaria para los cristianos porque no tenemos lo que anhelamos.

¿De dónde viene esta esperanza? 1 Corintios 15:19-23 nos dice: “Si hemos esperado en Cristo para esta vida solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima. Pero ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron. Porque ya que la muerte entró por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo en Su venida”. Nota que nuestra esperanza (v. 19) está basada en lo que es cierto en Cristo (v. 20). Una resurrección lleva a la otra. Por la resurrección de Cristo, la nuestra sucederá.

Junto con esta hay otras esperanzas:

  • Esperanza de gloria eterna (Col. 1:27).
  • Esperanza de vida eterna (Tit. 3:4-7).
  • Esperanza de la segunda venida de Jesús (1 Pe. 1:13).

Hay muchas otras que pudiéramos encontrar, pero con estos versículos podemos ver que el motivo de nuestra esperanza expuesto en el Nuevo Testamento es la vida en el mundo venidero.

Seguridad

Algo que está ausente de la manera en que comúnmente hablamos acerca de la “esperanza” es cualquier clase de seguridad de que lo que estamos esperando en realidad sucederá. La virtud cristiana de la esperanza es una esperanza segura porque descansa en las promesas de Dios.

Por ejemplo, Hebreos 6:17-18: “Por lo cual Dios, deseando mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de Su propósito, interpuso un juramento, a fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, los que hemos buscado refugio seamos grandemente animados para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros”.

Deberíamos tener seguridad solamente en las cosas que esperamos según creemos que Dios permanece fiel a sus promesas. Las buenas noticias son que Dios permanece fiel a todas sus promesas, y por lo tanto podemos estar seguros de nuestra esperanza en las cosas que Él le ha prometido a su pueblo.

Cristiano, ¿estás buscando una razón para leer tu Biblia? Léela porque de principio a fin te habla de un Dios que permanece fiel a sus promesas, y así nos da seguridad en la esperanza.

La virtud cristiana de la esperanza es una esperanza segura porque descansa en las promesas de Dios.

Ahora podría ser más claro por qué la fe es de tanta importancia para la virtud de la esperanza cristiana. Debemos creer que estas cosas son verdad, porque si no no hay nada por qué tener esperanza. Sin embargo, si son verdad y por la fe somos justificados delante de Dios, entonces tenemos toda la razón para tener esperanza. La fe y la esperanza juntas nos llevan a la paz. No sabemos qué vendrá mañana, pero no necesitamos saberlo; soy justificado delante de Dios por causa de Jesús y me espera un mejor futuro del que jamás podría imaginar cuando esta vida termine. Esto no nos lleva a la apatía, sino a la verdadera paz.

Muchas de las cosas en el ámbito de la bioética son problemas porque lidian con cosas que fácilmente nos pueden llevar a la desesperación: cáncer, infertilidad, demencia, etécera. Como veremos en los próximos meses, y como algunos de nosotros sabemos de primera mano, nuestro futuro biotecnológico luce tanto asombrosamente brillante como dramáticamente aterrador. El mundo tiene esperanza en la medicina y en la tecnología; ya sea en tratamientos que existen o podrían existir pronto. Las personas invierten todo lo que tienen esperando que estas cosas los salven, o viven en desesperación porque no existe nada para su condición. Los cristianos actúan igual muchas veces, negando la esperanza que existe en el evangelio. Deberíamos vivir mejor… y morir mejor.

La falta de esperanza es peligrosa; nos llevará a la desesperación. La esperanza puesta en el lugar incorrecto también es una tragedia, pues no solo ponemos nuestra esperanza en casi cualquier cosa cuando estamos desesperados, sino que también la falta de esperanza en un Dios que sabe lo que hace hará que nunca podamos aceptar las situaciones o las personas como son en este momento.

La esperanza en Cristo moldea la virtud de la esperanza. Nos da esperanza en la vida ahora y en el mundo venidero… lo que hace posible la verdadera esperanza.


Imagen: Lightstock
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