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Los últimos tres días de Jesús en la tierra (de viernes a domingo) representan bien las etapas que todos atravesamos. Debido a que vivimos en un mundo caído, aunque hay acontecimientos de gozo, también los hay trágicos y otros de silencio.

Viernes y domingo

El Viernes Santo, como lo llamamos, pudo ser cualquier cosa menos santo, por todo lo que le hicieron a Jesús. El Creador y Sustentador del mundo, que voluntariamente vino para salvarnos, fue burlado, insultado, torturado y ejecutado por Sus propias criaturas. El Todopoderoso se sometió a la mayor injusticia ¡para salvar a Sus enemigos!

Las implicaciones van más allá de lo que mi mente finita puede entender. Sin embargo, en el domingo que siguió, la verdad de lo que había ocurrido se hizo evidente.

Este hombre colgado en la cruz desnudo, como una exhibición, triunfó sobre el pecado y así hizo un espectáculo público de las autoridades malvadas

La realidad brilló y las dudas desaparecieron. Lo que parecía una tragedia producida por los poderes de las tinieblas, en realidad fue un triunfo sobre ellas, pues Jesús las despojó de su poder. Este hombre que fue colocado en la cruz desnudo, como una exhibición, triunfó sobre el pecado y así hizo un espectáculo público de las autoridades malvadas (Col 2:15). Su sacrificio incluso cubrió la misma iniquidad con que las personas planificaron Su crucifixión.

Aquel hombre que parecía débil y vulnerable, cuando lo colgaron en la cruz, venció a la muerte porque ella no pudo retenerlo. Al conquistarla, cambió sus implicaciones para siempre. ¡Porque Él resucitó, nosotros también resucitaremos! Por eso nos regocijamos y clamamos: «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh sepulcro, tu aguijón?» (1 Co 15:55).

Muchas veces no logramos entender lo que en realidad ocurrió hasta después de que los acontecimientos pasan, pero ahora quiero que nos enfoquemos en el sábado santo.

El silencio del sábado

Los discípulos de Cristo pasaron por la agonía del viernes. Vieron a su amado maestro sufrir, morir y ser sepultado. El dolor que sintieron fue tan grande que seguro era insoportable. No solo vieron cómo trataron a Aquel que amaban, sino que también pensaban que sus sueños se habían destruido. ¿Qué harían ahora? Ellos habían dejado todo para seguir a Jesús y Él ya no estaba. Se encontraban solos y tenían que hacer nuevos planes para el futuro porque parecía que todo había cambiado.

En medio de su dolor, probablemente no podían pensar con claridad y seguro tenían muchas preguntas: ¿Cómo pudo ocurrir esto? ¿Cómo pudimos haber estado tan equivocados? Sus palabras parecían tan sabias… ¿qué ocurrirá ahora con nuestras vidas?

¿Has pasado por tiempos así, cuando parece que tu mundo ha colapsado y no puedes ver un futuro claro? Seguro que sí, todos hemos vivido momentos así. Tiempos donde las dudas son abrumadoras y parece que Dios no está haciendo nada. Estamos orando, pero no sentimos Su presencia y creemos que Él no está escuchándonos.

Pero el silencio del sábado, antes de la resurrección, nos demuestra que Dios sí está escuchándonos y obrando a pesar de que no lo vemos, así como lo hizo durante ese sábado.

Dios también obra en el silencio

El apóstol Pedro nos dice que Cristo predicó a los espíritus encarcelados (1 P 3:19). Aunque no sabemos cuándo fue eso, algunos consideran que Jesús descendió, ese sábado santo, a proclamar Su victoria a los espíritus previamente condenados. Aunque existen otras interpretaciones sobre esa declaración, el punto es que ese sábado, cuando parecía que nada estaba ocurriendo, ¡con seguridad Dios estaba llevando a cabo Su propósito! Hay una batalla espiritual que no vemos y que, aunque a veces la sentimos, no siempre es evidente.

El silencio del sábado, antes de la resurrección, nos demuestra que Dios sí está obrando a pesar de que no lo vemos, así como lo hizo ese sábado

En este lado de la gloria, tenemos que caminar por fe y no por vista. Así que, aceptemos lo que Jesús nos dijo respecto a que Él y el Padre siempre están obrando (Jn 5:17). Podemos confiar en que, a pesar de que no entendamos lo que atravesamos, a pesar de que el dolor sea insoportable, a pesar de que todo parezca perdido, Dios no ha terminado de obrar en nuestras vidas. No podemos poner un punto donde Dios pone una coma.

Cuando todo parezca perdido, sigue esperando Su dirección. Nosotros solo vemos un poquito de la realidad, mientras Dios está viendo todo desde el principio hasta el fin y tiene todo bajo Su control. Espera en Él con tranquilidad, reconociendo que «para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito» (Ro 8:28).

¿Fuiste llamado conforme a Su propósito? Entonces confía. Él es tu gran Padre amoroso y lo que pudiera parecer una equivocación es lo mejor que pudiera ocurrir.

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