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La frase «por fe andamos, no por vista» (2 Co 5:7) significa que los cristianos vivimos con una perspectiva eterna mientras estamos en este cuerpo mortal. Dicha manera de ver la vida implica confiar en las promesas futuras contenidas en las Escrituras, lo cual constituye la esperanza que el evangelio produce en aquellos que están en Cristo.

Explicando el concepto

Luego de modificar su plan de visitarlos, Pablo abre una sección en su segunda carta preservada a los corintios, en la que expone a sus lectores lo que es un verdadero ministerio: ser predicadores del nuevo pacto, confiar en Dios en las dificultades y proclamar el mensaje de reconciliación (2 Co 3:4 – 6:13). De hecho, en el resto de la epístola, reitera que la fidelidad a esas cualidades forma parte esencial de la base de un ministerio que goza del respaldo divino.

Es válido destacar que, al escribir esta carta, Pablo busca defender su ministerio para evitar que la iglesia de Corinto sea engañada por falsos maestros y, por lo tanto, desviada del verdadero evangelio de la gloria de Cristo. Esta información es relevante, porque la frase «por fe andamos, no por vista» forma parte del flujo de pensamiento de Pablo que inicia en el capítulo anterior (4:18).

Como parte de su defensa, el apóstol explica que él y sus consiervos se expusieron a la muerte mientras servían a los corintios. El sufrimiento que conlleva servir a Cristo, sin embargo, no les produce desaliento. Por el contrario, debido a que la esperanza de la futura glorificación es segura, tienen ánimo para seguir adelante y poseen a la vez el anhelo de agradar al Señor (4:10-12, 16; 5:8, 9).

Los cristianos vivimos por fe gracias a la obra de Cristo y del Espíritu en nosotros (Ef 2:8), y por lo tanto tenemos una esperanza futura garantizada

La pregunta relevante es esta: ¿De qué manera ellos son sostenidos aún ante la amenaza de una posible muerte física (5:1-4)? La clave, dice Pablo, es que su perspectiva se encuentra en las cosas que no se ven, las cuales son eternas (4:18). En otras palabras, el apóstol y sus compañeros vivían no por lo que se ve mediante sus ojos humanos, sino a través de la fe recibida de Dios y robustecida por las verdades de las Escrituras. A esa fe estaba atada la esperanza que los sostenía.

Aplicando el concepto

El teólogo Jonathan Edwards indica en uno de sus sermones que «una verdadera esperanza es hija de la fe». Luego explica la combinación entre ambas con la ilustración de la fe como la raíz de un árbol y la esperanza como la rama: «Según la fuerza de la raíz, así es la rama más o menos floreciente». Entonces, concluye, «nunca hay una verdadera seguridad de esperanza sin una seguridad de fe». Los cristianos vivimos por fe gracias a la obra de Cristo y del Espíritu en nosotros (Ef 2:8), y por lo tanto tenemos una esperanza futura garantizada.

Otra versión de la Biblia traduce el texto de esta forma: «Pues vivimos por lo que creemos y no por lo que vemos» (2 Co 5:7 NTV). Hay un efecto beneficioso en el cristiano que vive por fe, ya que con ese enfoque evalúa el mundo, lidia con su pecado y responde a las contrariedades propias de la vida.

Con los lentes de la fe bíblica, vemos la vida con esperanza y recuperamos el vigor para seguir adelante con la tarea que el Señor nos ha delegado

Pablo señala que esta manera de vivir —por fe en las promesas futuras del evangelio— trae como resultado el valor para afrontar las circunstancias difíciles (5:8). La perseverancia del cristiano es otro producto de vivir con un enfoque en lo eterno, «arriba», donde Cristo está sentado a la derecha de Dios (Col 3:1-2; 2 Co 4:16; cp. Jn 15). Un creyente puede resistir las pruebas cuando mantiene su confianza en las promesas bíblicas.

Cuando miramos nuestras circunstancias con los lentes de la fe bíblica, vemos la vida con esperanza y recuperamos el vigor para seguir adelante con la tarea que el Señor nos ha delegado.

Nos corresponde decidir a cada momento, en dependencia del Espíritu, la manera en que veremos nuestras adversidades, pecados y luchas en la vida. Cuando lo hagamos por fe, no por vista, viviremos conforme a la óptica del reino de los cielos. Por tanto, gozaremos de esperanza en nuestro Dios y honraremos el propósito por el que nos concedió la fe.

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