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Nota del editor: 

El pastor John Piper recibe preguntas de algunos de sus oyentes de su programa Ask Pastor John. A continuación está su respuesta a una de esas preguntas.

Las redes sociales se han convertido en un infierno de insultos e ira. A veces, aún los cristianos añaden a esta ira sin pensar en la necedad que representa vomitar estos abusos verbales. Necesitamos ser mejores y esto lleva a la pregunta de hoy de un joven, un oyente del podcast que escribe esto: “Hola, Pastor John. Mi padre es un pastor que pasa gran parte de su tiempo interactuando con personas en las redes sociales, a menudo usando un lenguaje degradante e insultante en el proceso. Esto puede ir desde llamar mentirosos a las personas por decir cosas con las que no está de acuerdo, hasta llamarlos directamente estúpidos.

“Parece excusar este comportamiento con la mentalidad de que ‘no es un insulto si es la verdad’, pero todavía me hace sentir muy incómodo ver este comportamiento en él, tanto como mi padre como mi pastor. En mi opinión, va directamente en contra del llamado de las Escrituras de no responder ultrajando sino bendiciendo (1 P 2:23), y que nuestras palabras ‘sea siempre con gracia, sazonada como con sal’ (Col 4:6). Soy un cristiano joven y sé que mi conocimiento de los asuntos espirituales puede ser deficiente, pero ha estado inquietando mi conciencia pensar que mi papá podría estar participando en un comportamiento pecaminoso en línea. Me gustaría mucho saber su opinión sobre este asunto”.


Permíteme intentar hacer algunos comentarios que nuestro joven amigo puede considerar en la formación de su propio entendimiento de cómo hablar y cómo quizás, al final, acercarse a su padre de una manera humilde y eficaz.

1. Di la verdad

Primero, la expectativa mínima de nuestro discurso en las redes sociales debería ser que sea verdadero, es decir, que sea un hecho fáctico y bíblicamente sólido. Cuanto más evidente sea la verdad, mejor. En otras palabras, si la gente puede ver por qué es verdad, entonces es mejor.

Ahora, digo que eso es la expectativa mínima, y la razón por la cual enfatizo que es lo mínimo es porque puedes manejar la verdad de maneras pecaminosas. Decir la verdad no garantiza que estés hablando con rectitud o amor. Ese es uno de los puntos principales de Job 3-31. Son 29 capítulos de teología cuestionable. Mucho de lo que Elifaz, Bildad y Zofar le decían a Job era, en cierto sentido, verdadero.

Decir la verdad no garantiza que estés hablando con rectitud o amor

De hecho, estoy leyendo Job en este momento y acabo de leer un capítulo completo esta mañana que me hizo rascarme la cabeza y decir: “¿Qué tiene de malo?”. Y lo que tenía de malo era que fue inoportuno y estaba desbalanceado. Sin embargo, probablemente podrías justificar la mayoría de las cosas que él dijo comparándolas con los Salmos. El libro de Job, creo, está en la Biblia por muchas razones. Una de ellas es mostrar que la verdad no es suficiente; la verdad puede usarse injustamente.

2. Ten como objetivo edificar a los demás

Esta es mi segunda observación. Pablo dijo en Efesios 4:29: “No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan”. Así que, además de ser verdad, Pablo dice que debemos probar si lo que decimos tiene como objetivo edificar a la otra persona. Edificar, en el vocabulario de Pablo, significa ayudarlos a crecer en su fe, en su comprensión de Cristo, en su amor por los demás y en su santidad.

En otras palabras, la prueba es esta: En mis publicaciones en las redes sociales, ¿es mi objetivo ayudar a la persona con la que estoy hablando (o de la que estoy hablando) a conocer mejor a Dios, confiar más en Él, amar mejor a los demás, caminar en menos pecado y más santidad? Ahora, eso deja mucho espacio para las críticas. No estoy diciendo que nunca puedas decir nada crítico sobre lo que alguien ha dicho o hecho. Pero la prueba de Efesios 4:29 es: ¿tenemos como objetivo obvio edificar a la otra persona? Esa es la forma de impartir gracia al hablar, dice Pablo.

Pablo agrega que nuestro discurso debe ajustarse a la necesidad del momento. Es decir, se necesita verdadera sabiduría para saber cómo usar la verdad de la manera más efectiva en cada situación. Puedes escuchar esto en Proverbios 26:7, donde dice: “Como las piernas que penden del lisiado, así es el proverbio en boca de los necios”. Ese es un proverbio verdadero. Simplemente cuelga allí como piernas inútiles en la boca de un tonto porque no conoce la situación y no sabe cómo usarla.

También considera Proverbios 26:9: “Como espina que se clava en la mano de un borracho, así es el proverbio en boca de los necios”. Una persona puede decir una verdad proverbial y su hablar puede ser perfectamente inútil o dañino, dependiendo, en parte, de si se ajusta a la necesidad del momento.

3. Conoce a tu audiencia

Aquí está mi tercera observación: ajustarse a la necesidad del momento tiene implicaciones especiales para Internet y las redes sociales. Esto requiere de un tipo peculiar de sabiduría y moderación. Lo peculiar de este momento llamado Internet es que no tiene un contexto. No tenemos ningún control sobre quién, cómo, dónde o cuándo una persona lee lo que hemos escrito. Hay miles de entornos, condiciones emocionales, niveles de madurez, estados de altura o profundidad espiritual y experiencias inmediatas que son diferentes, entre otras cosas.

Esto quiere decir que estamos lanzando nuestras oraciones hacia una mezcla desconocida de momentos. No estoy diciendo que esto deba silenciarnos por completo. Estoy diciendo que la sabiduría, hablando según la necesidad del momento, debe darnos cierta moderación para que no seamos indiferentes a todos los efectos desconocidos que pueda tener lo que podamos decir.

De hecho, una de mis mayores quejas sobre la forma en que la gente usa Twitter, por ejemplo, es que mucho de lo que se dice públicamente para que lo lean diez mil personas debe decirse en privado a la persona, no públicamente. Se le dicen tantas cosas a un individuo para que una tribuna de personas te vea decirlo. No lo entiendo. Realmente me desconcierta. Me hace preguntarme: ¿Por qué quieres que tanta gente te escuche decir lo que le acabas de decir a esa persona? Entonces, deberíamos preguntarnos, realmente, ¿por qué quieres que tanta gente escuche lo que le dices a tu amigo? Creo que hay cosas profundas sucediendo allí que no son realmente saludables. Lo he probado en mí mismo y lo veo en otros.

4. Busca la paz y síguela

Mi cuarta sugerencia es que midamos lo que decimos en las redes sociales en función de si comunica un deseo sincero, no solo de que una persona crezca en su relación con Dios, sino de que se den cuenta de que nos gustaría tenerlos más unidos con nosotros de lo actualmente estamos.

En otras palabras, cuando criticamos a alguien por un punto de vista o una actitud, ¿perciben que, detrás de esa crítica, realmente nos gustaría que llegara el día en que pudiéramos ser amigos? ¿O se llevan la impresión de cierto desprecio que comunica: “No solo no me gusta tu opinión, sino que no querría estar cerca de ti aunque cambiaras de opinión”? ¿Cuál de las dos comunicamos? ¿Los queremos? ¿Los queremos a ellos?

¿Puede la gente detectar que tu corazón está profundamente contento y satisfecho con la belleza, el valor y la grandeza de Jesús?

Escucho este punto en Efesios 4:1-3, donde Pablo dice: “Vivan de una manera digna de la vocación con que han sido llamados… con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándose unos a otros en amor, esforzándose por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. En otras palabras, no importa cuán seriamente sentimos que debemos discutir con alguien o sobre algún problema, ¿damos evidencia de que realmente nos gustaría que hubiera paz? Sí, queremos una paz basada en la verdad. Pero no solo queremos la verdad; queremos una paz basada en la verdad. ¿O perciben que lo que realmente disfrutamos es la guerra, no la reconciliación?

5. Sé lento para la ira

La quinta sugerencia es que nos tomemos muy en serio a Santiago 1:19-20: “Que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira; pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. Por supuesto, no estoy diciendo que no haya motivo para una ira justa. Solo digo que, dada la forma en que fuimos hechos pecaminosamente (afectados por la caída y muy propensos a defendernos y muy fácilmente provocados, frustrados y enojados) las palabras de Santiago son realmente necesarias.

Sé lento para airarte, lento para hablar, porque es muy, muy, muy (diré tres y me detendré ahí: muy, muy, muy) probable que tu enojo no sea justo y el mío tampoco lo sea, y no producirá el bien que crees que podría producir. Ese texto es un regulador para nuestro acelerador de ira y lo necesitamos.

6. Deja que tu tesoro brille

El último criterio que mencionaría para hablar en las redes sociales es este: ¿Puede la gente detectar que tu corazón está profundamente contento y satisfecho con la belleza, el valor y la grandeza de Jesús? Por eso existimos: para mostrar a Jesucristo como el tesoro supremo del mundo. ¿Saben eso? ¿Saborean eso cuando leen o escuchan lo que decimos? “Puedo decir que tienen contentamiento y paz y están satisfechos en Jesús”.

Terminaré diciéndole a nuestro joven amigo, si encuentras que estas seis observaciones que acabo de hacer podrían ser útiles para ti y tu padre, acude a él con toda humildad y una profunda conciencia de tu propia pecaminosidad, como Gálatas 6:1 dice, y exprésale nuevamente tu preocupación. Y pídele tal vez que lea estos puntos, que los escuche o que te escuche a ti compartirlos. Y luego no lo presiones; no pidas un gran cambio inmediato. Pero tú, yo y otros oraremos juntos para que tal vez sus comunicaciones se ajusten, en el futuro, más de cerca a la Palabra de Dios.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Equipo Coalición.
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