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Cada pastor conoce el peso constante de la preparación del sermón. El domingo es una fecha límite permanente e inamovible. Es como vivir en la semana del examen final, con una fecha límite antes de cada día del Señor. Pero el examen del predicador es público, para que todos lo vean. Será calificado por el pueblo de Dios. Y lo que es más importante, será calificado por Dios mismo.

Pararse semanalmente ante el pueblo de Dios, abrir su Palabra, y ser su portavoz es una responsabilidad que puede desalentar. Cuestiono el juicio, por no decir el llamado, de quienes lo toman a la ligera. Es por eso que los pastores pasan tanto tiempo cada semana preparando sermones. Ser un predicador es ser un preparador de sermones.

La forma en que predicamos nunca ha sido más importante.

Dada la necesidad de la iglesia, las presiones culturales que enfrentamos, y la agitación social general de nuestros tiempos, la forma en que predicamos nunca ha sido más importante. Eso significa también que nuestra preparación de sermones nunca ha sido más importante.

Recientemente, disfruté leyendo el libro Deep Work (Trabajo profundo) de Cal Newport. Es uno de una larga lista de libros nuevos que detallan las dificultades de nuestro tiempo de atención, los efectos nocivos de las redes sociales sobre nuestra capacidad de concentración, y cómo el hombre moderno rebota de una distracción a la siguiente. Newport lamenta estos desafíos y ofrece sugerencias útiles de corrección. Mientras leía su libro, mi mente se iba continuamente hacia la preparación del sermón, y cómo los pastores pueden fortalecer su tiempo de estudio. Considera estas seis claves.

1. Date cuenta del valor del trabajo profundo.

El “trabajo profundo” se refiere a “actividades profesionales realizadas en un estado de concentración libre de distracciones, un estado que lleva las capacidades cognitivas hasta su límite”.[1] Es el trabajo más exigente mentalmente, y con más consecuencia en lo que logra. La preparación del sermón es por excelencia un trabajo profundo. Aquellos que han logrado mucho, autores, compositores, economistas, políticos, y predicadores, le han dado prioridad al trabajo profundo, ya sea que lo llamen así o no.

2. Reserva bloques de tiempo para el trabajo profundo.

El trabajo profundo, como la preparación del sermón, casi siempre requiere bloques de tiempo. Se necesitan dos, tres, o más horas de concentración ininterrumpida para un tener un enfoque sostenido. Es simplemente imposible exegetar y delinear un texto en ráfagas de diez minutos. Date grandes cantidades de tiempo en los que puedes sumergirte en la Palabra de Dios. Este es un tema recurrente a lo largo del libro, y con razón. Si no sacas nada más del libro de Newport, o de este artículo, asegúrate que sea este punto.

3. Procesa por bloques las actividades superficiales.

Todos nosotros tenemos minucias con las que debemos lidiar y que ocupan tiempo durante nuestros días. No importa quién eres, no puedes evitar regresar llamadas telefónicas, responder correos electrónicos, revisar el próximo orden de adoración, etcétera. La clave es no rociarlos durante el día, sino reservar un par de bloques de tiempo para procesarlos por lotes, todo junto. Es mejor activar y desactivar el grifo de administración intencionalmente que tener un goteo constante y lento que dificulte tu estudio.[2]

4. Corta las redes sociales.

Surfear en las redes sociales es la gran pérdida de tiempo de nuestra generación.

John Piper hizo una famosa observación de que, si no tiene otro uso, Facebook demostrará en el juicio final que tuvimos tiempo para orar, pero lo desperdiciamos. Me gustaría agregar la preparación del sermón a eso también. Surfear en las redes sociales es la gran pérdida de tiempo de nuestra generación. Cuando estudies, apaga tus redes sociales, tu correo electrónico, y acceso a internet también.[3] Este es un paso indispensable para una preparación del sermón más productiva.

5. Cultiva rutinas.

Las rutinas son una forma de programarte para que te comportes de cierta manera por adelantado. Si, por ejemplo, te despiertas rutinariamente a las 5:00 a. m., y has estado en tu estudio hasta las 9:00 a. m., estás posicionado para tener éxito. Si eres inconsistente en tu tiempo para despertarte y inconstante en tus tiempos de estudio, te resultará mucho más difícil mantener una preparación de sermones adecuada.[4]

6. Recuerda, tienes más tiempo del que crees.

Newport sugiere programar tu día en detalle. Así como un presupuesto dice cómo gastar el dinero antes de hacerlo, un horario le dice a tu tiempo cómo usarlo antes de hacerlo.[5] A medida que programes tu tiempo y lo administres como el recurso estratégico que es, descubrirás que hay más tiempo en tu semana de lo que inicialmente pensaste, y tiempo suficiente para la preparación adecuada del sermón.

En conclusión

Una gran predicación no sucede por sí sola. Por lo general, ocurre después de una semana de gran preparación. Una gran preparación tampoco ocurre por sí sola. Usualmente ocurre después de estructurar intencionalmente tu vida para tener un estudio adecuado, y luego mantener la disciplina para usar la estructura.

Predicar es una vocación demasiado importante como para no darle nuestra mejor preparación. Y la preparación del sermón es un trabajo por excelencia. Por lo tanto, usa estas seis claves para fortalecer tu tiempo.


[1] Newport, Cal. Deep Work. Londres: Piatkus, 2016, 3.

[2] Ibid, 16-17.

[3] Ibid, 181.

[4] Ibid, 100.

[5] Ibid, 221.


Publicado originalmente en For the Church. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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