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Aún trato de olvidar mi primer sermón. La sede fue el Home of Grace, un centro de rehabilitación para mujeres que sufren de abuso. Los domingos por la tarde, acompañaba a un amigo, que por lo general era quien predicaba. En esta ocasión, me pidió que manejara las responsabilidades de la predicación.

A lo largo de la semana, construí mi sermón —si se puede llamar así— anoté mis versos favoritos de la Biblia, reuní toda la jerga de predicador que sabía, y escribí mi historia de conversión.

Cuando llegó el momento de la verdad, prediqué a mi mejor capacidad. Pensé que tenía 30 minutos de “cosas que decir”, pero termine mis notas en 15. Sobre la marcha, regresé a la parte superior de mis notas y una vez más recorrí mis notas para llenar el tiempo.

Al concluir el sermón, extendí una invitación y varias damas pasaron adelante para oración. Salí en la novena nube. De regreso a casa, mi amigo me dijo: “¿Te hizo sentir bien cuando las damas pasaron al frente, verdad?” Le respondí, “Increíble. Eso fue increíble”. Mi amigo sonrió y dijo: “Conozco la sensación. Esas mismas damas pasan al frente todas las semanas”.

En retrospectiva, ese sermón fue un desastre absoluto. Incluso ahora, oro para que no fuera registrado y que no salga a la superficie algún día en mi vida. Mi intento débil de predicar era serio, pero el producto terminado terminó siendo como para reírse, sin lugar a dudas.

En retrospectiva, hay algunos consejos que me gustaría me hubiesen dado como predicador principiante. Permíteme compartirte ocho de ellos:

Busca la afirmación y el consejo de tu pastor

Aunque la ordenación al ministerio por lo general requiere de la afirmación formal de la iglesia, puedes ser invitado a predicar sin la afirmación de la iglesia o la aprobación de tu pastor. En cualquier caso, cuando se te pida predicar tu primer sermón busca sobre todo la afirmación y el consejo de tu pastor. No la veas como una conversación en la que te sientas amenazado; más bien, comparte con él la oportunidad que tienes por delante. Si te anima a seguir adelante, entonces haz precisamente eso. Su confianza en ti va a reforzar tu confianza en ti mismo.

Encuentra un escenario de baja presión

Predicar tu primer sermón será estresante bajo casi cualquier circunstancia. Como regla general, mientras más grande el escenario, mayor será la presión. No hay necesidad de esto, especialmente si puedes evitarlo. La mayor parte de mis primeros sermones fueron predicados en ministerios de la prisión, en centros de reinserción social y antes de la escuela dominical. Predicar en tu iglesia local delante de tu familia y amigos será una alegría, pero es mejor predicar algunos mensajes antes de que estés delante de ellos. Busca escenarios de baja presión.

Elige sabiamente tu texto

Si eres un predicador principiante, no selecciones un pasaje confusos. No trates de conciliar la fe y las obras de Santiago 2; armonizar la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre de Romanos 9 y 10; o explicar la unión hipostática de Cristo de Filipenses 2. Tales mensajes son demasiado ambiciosos para para un predicador principiante. Elije un pasaje más manejable, como Isaías 6, Juan 3 o Mateo 6. De hecho, uno de los secretos de la predicación es que muchos textos prácticamente se predican a sí mismos. Elige uno que va a hacer precisamente eso.

Expón el texto

Después de elegir el texto, determina exponerlo para el pueblo de Dios. Como predicador principiante, serás perdonado por hablar sin refinar, la falta de una homilética pulida, locuciones torpes, hábitos inquietos y tics nerviosos. Pero no debes ser perdonado por el mal manejo del pasaje. De manera simple —pero fiel— explicar y aplicar el pasaje cubrirá multitud de errores en el púlpito. Además asegurará que el pueblo de Dios oiga la Palabra de Dios, aunque su portavoz esté verde detrás de las orejas.

Prepárate el doble

A medida que trabajas para preparar tu sermón, asegúrate de prepararte el doble. Por mucho que pienses que necesitas para prepararte para el sermón, haz el doble. Nunca he terminado un sermón sintiéndome como si hubiese pasado demasiado tiempo preparándolo. Por desgracia, he concluido algunos sermones percibiendo lo contrario. Definitivamente así me sentí la primera vez que prediqué. En esa ocasión, yo estaba sorprendido de lo rápido que fui a través de mis notas en el sermón. Es probable que también te sorprendas. Para ser franco, prefiero predicar desvestido que sin prepararme. La primera vez que te paras frente a un púlpito, sabrás exactamente lo que quiero decir.

Saca el “yo” del sermón

Es probable que sobrestimes cuánto la congregación quiere oír sobre ti. Ellos quieren oírte a ti, pero no mucho acerca de ti. Ten cuidado con las ilustraciones personales, opiniones, y cualquier otra frase que comienza con “yo”. La conexión con el público es importante y un poco de auto-divulgación puede ayudar, pero peca por usar la palabra “yo” demasiado poco y no demasiado.

Exalta a Jesús

Un predicador sabio me dijo una vez, “Si alguna vez no estás seguro de qué predicar, simplemente predica a Jesús”. Ahora, la verdad del asunto es que, cada sermón debe presentar a Cristo, pero especialmente tus primeros sermones. A medida que predicas, asegúrate que Cristo te eclipsa. Deja que tu corazón sea cautivado con su belleza, y es probable que prediques un sermón más apasionado, del corazón. Nunca te ira mal exaltando a Jesús.

Descansa en el poder de Dios

Por último, mientras predicas, descansa en el poder de Dios. Confía en él. Ten confianza en su Palabra. Sé fiel al texto y ten la seguridad de que Dios va a trabajar a través de ti. Mientras más prediques, mejor aprenderás esta lección, y aunque quizás ya lo sepas, la eficacia del sermón descansa en el poder de Dios, no el tuyo.

En conclusión

Nunca tienes una segunda oportunidad para predicar tu primer sermón. Todavía recuerdo mi primer sermón, pero probablemente soy el único, y eso es algo bueno. Si Dios te abre puertas para predicar, es probable que sientas tanto euforia como miedo. Camina a través de esas puertas alegremente, pero prudentemente, y mantén estos ocho consejos en mente a medida que avanzas.


Publicado originalmente en Jason K. Allen. Traducido por Raúl Caban. Crédito de imagen Lightstock.
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