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Una de las características más importantes del ser humano es que por naturaleza es un ser de tradiciones. Siempre hemos tenido diferentes tradiciones que guardamos y esta realidad humana seguirá existiendo. Por eso no debe extrañarnos que encontremos esta característica humana que se manifiesta en costumbres y hábitos entre las diferentes iglesias.

Esto no es algo malo en sí mismo. Dios nos creó así. De hecho, esta característica representa una fortaleza cuando está bien encaminada conforme a la Biblia. Sin embargo, existe un riesgo común cuando nuestra cultura o tradición eclesiástica se convierte en la guía de nuestras convicciones. Las tradiciones pueden ser dañinas cuando las usamos mal al dejar de lado la Palabra de Dios y convertir la tradición en el elemento predominante en nuestras creencias.

Una tradición encaminada por la Palabra de Dios nos mantendrá en la verdad, pero si la tradición, mezclada con la cultura que nos rodea, moldea nuestro entendimiento de la Palabra de Dios, entonces nos alejaremos de la verdad.

Quiero invitarte a reflexionar en esto considerando brevemente el rol de la tradición en los tiempos de Jesús, en la historia del cristianismo y en nuestros días.

La tradición en el tiempo de Jesús 

Podemos ver cómo los fariseos cayeron en este error en los días de Jesús. Ellos eran los que más cumplían con las tradiciones judías desarrolladas, en un principio, para ayudarlos a obedecer la ley impuesta por Dios. Sin embargo, Jesús expuso cómo ellos elevaron en muchos casos la tradición por encima de la Palabra de Dios, a tal punto que ellos rechazaron a Jesús.

Jesús citó la Escritura cuando les dijo que «LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS CONSTRUCTORES, ESA, EN PIEDRA ANGULAR SE HA CONVERTIDO» (Mr 12:10, Sal 118:22). Los fariseos entendieron que Él hablaba de ellos y de cómo rechazaron a Jesús, y querían prenderlo. Ellos no pudieron escuchar el mensaje de que Cristo, era la piedra angular profetizada y que traería redención al pueblo de Dios. Su tradición alejada de la Palabra no les permitió ver la promesa cumplida.

Una tradición encaminada por la Palabra de Dios nos mantendrá en la verdad

En otras palabras, los fariseos estaban acostumbrados a cumplir la ley y hacerla cumplir, pero luego de muchos años de tradición no pudieron identificar qué lo que a ellos los movía realmente eran sus costumbres y no la Palabra de Dios. Esto los llevó a ser los precursores de la muerte de Jesús (Mt 27:1-2).

Por otra parte, Jesús mostró que las Escrituras hablan de Él (Lc 24:13-35). Esto llevó a una serie de tradiciones entre los primeros creyentes, distintas a la de los fariseos (como la adoración en el primer día de la semana y la predicación del evangelio), como podemos ver en detalle en el libro de Hechos.

La tradición en la historia del cristianismo

Más adelante, la principal razón por la que la iglesia se desvió de sus raíces fue por predicar la tradición por encima de la Biblia. A pesar de que la iglesia, en el concilio de Hipona del siglo IV, afirmó estar de acuerdo con el canon de las Escrituras y decidió que sería la base para sus decisiones, para el tiempo de Martin Lutero, en el siglo XVI, la historia era diferente: la tradición era más importante.

Poco más de 1100 años después, debido a muchas causas (incluyendo políticas) vinculadas principalmente con la tradición, la Iglesia católica romana estaba lejos de las raíces que la iglesia había afirmado seguir. Por esta razón, el 31 de octubre de 1517, Martin Lutero se vió obligado a publicar noventa y cinco tesis en Wittenberg, Alemania, acto que desencadenó la Reforma Protestante y llevó a la división entre la iglesia protestante y la católica romana.

Con el tiempo, incluso la iglesia católica le dió cierta razón a Lutero al reconocer que ellos estaban lejos de lo que habían establecido siglos atrás. Así que tuvieron una Contrarreforma, marcada por el Concilio de Trento (1545), que los llevó a justificar sus tradiciones no bíblicas en vez de volver a la Palabra de Dios en primer lugar.

No podía considerar cierta una creencia solo porque me la habían dicho en la iglesia, sino que debía evaluarla a la luz de la Palabra

Sin embargo, la historia del cristianismo nos deja muchas cosas positivas por medio de la tradición que todavía practicamos, como el partimiento del pan y el vino en nuestros servicios de adoración o el canto congregacional el día domingo. Estas son tradiciones que han salido de la Palabra de Dios, son ordenadas por Él y resultan ser buenas prácticas en nuestro tiempo (1 Co 11:23-26; Ef. 5:19).

Las tradiciones en la actualidad

Hoy en día es difícil poder hablar de todas las tradiciones que existen en las iglesias. Hay una gama enorme de denominaciones y no coincidimos en todas nuestras costumbres. Esto hace que este asunto sea más crucial en la actualidad.

Hay muchos tipos de tradiciones en las diferentes iglesias: algunas relacionadas con la salvación, otras con la santificación o inclusive con elementos prácticos como el noviazgo, la pureza, los matrimonios, cómo debería ser nuestra ofrenda a la iglesia, cómo debería llevarse a cabo la adoración, qué instrumentos deben ser usados y cuál debe ser su función, entre muchas otras prácticas que se realizan por tradición. 

Sin embargo, es importante resaltar que las desviaciones en que la tradición predomina por encima de la Biblia son las que nos alejan de Dios. Esto se debe a que nuestra doctrina está siendo afectada por nuestra tradición, cuando debería ser nuestra tradición la que es afectada y moldeada por la Palabra de Dios. En otras palabras, las desviaciones en que la tradición predomina por encima de la Palabra forjan nuestra forma de pensar y actuar en una dirección opuesta a Dios, y esto puede suceder incluso a pesar de que la motivación sea buena al principio.

Muchas tradiciones pueden nacer con una buena intención, pero si están basadas más en experiencias y opiniones humanas, que en la Palabra de Dios, ellas nos llevarán por terrenos peligrosos. Por otra parte, si las tradiciones son guiadas por la Palabra de Dios y recordamos constantemente su origen, ellas nos acercan a la Palabra, pues son elementos muy útiles para apuntarnos a Dios.

Leamos la Palabra de Dios de tal manera que ella evalúe nuestra forma de andar

Recuerdo haber llegado a mi primera instrucción teológica formal con muchas ideas preconcebidas que yo tenía como ciertas, pero que no podía sustentarlas teológicamente. Todavía recuerdo hablar con el decano de la casa de estudios y decirle mi postura sobre un tema; dos minutos después, él estaba rebatiendo mi teoría y mostrándome como la Palabra de Dios hablaba otra cosa. De ahí en adelante me di cuenta de que no podía considerar cierta una creencia solo porque me la habían dicho en la iglesia, sino que debía evaluarla a la luz de la Palabra. Solo la Biblia puede determinar con precisión qué es correcto y qué no lo es.

Guiados por la Palabra

El propósito de este escrito es poder mostrarte la necesidad de que la Palabra de Dios y no las tradiciones sea lo que guíe la forma de pensar y actuar de quienes profesamos a Cristo Jesús como nuestro Salvador.

La cultura en general querrá darnos una dirección y es fácil poder seguirla para poder adaptarnos y agradar a nuestro entorno. Pero la cultura no siempre está en lo correcto. Es más, la tradición, cuando se transmite alejada de las Escrituras, no solo puede estar equivocada, sino que también es probable que esté distorsionada. 

Por lo tanto, leamos la Palabra de Dios de tal manera que ella evalúe nuestra forma de andar. Podemos ayudarnos con buenos libros de teología sistemática, bíblica o histórica, siempre y cuando sus autores estén sometiendo sus ideas a la Palabra de Dios. Esto nos ayudará a vivir guiados por la Palabra en primer lugar, siendo ella la que dicte cuáles deben ser nuestras convicciones, cuáles tradiciones son buenas y cuáles no, y cómo conducirnos en las costumbres que tengamos. 

Usemos esta característica con la que Dios nos creó, nuestra tendencia a las tradiciones, para acercarnos más a la verdad y no para alejarnos de ella.

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