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Quisiera contar una historia con un giro inesperado. Esta historia realmente me ocurrió hace 35 años aproximadamente, pero la volveré a contar como una parábola. Realmente ocurrió, pero es una parábola. Me impactó tanto que la recuerdo hasta el día de hoy. Tiene la intención —para mí y espero que también para ti, de parte de Dios— de ser instructiva con respecto a la ansiedad, además de ayudarnos a vivir más libres de sus efectos paralizantes y dañinos.

Parábola de la Mastercard perdida

Cuando Noël y yo teníamos como 35 años de edad, con tres niños (hemos tenido cinco), nuestras finanzas estaban muy ajustadas. Estuvimos revisando nuestro presupuesto al final de varios meses y sabía que tenía que tomar una iniciativa y hacer algo.

Asistimos a un seminario que se llevó a cabo en nuestra iglesia y descubrimos que la culpa era de las tarjetas Mastercard, las cuales teníamos en esos días. Perdíamos control sobre el uso que les estábamos dando, así que las cortamos en pedazos. Solo nos quedamos con una.  

Verdaderamente funcionó. Dejamos de utilizar las tarjetas de crédito, y pagamos todo con cheques y efectivo. Así podíamos determinar lo que teníamos en nuestra cuenta.  

Ahora bien, yo todavía llevaba esa Mastercard conmigo, aunque nunca la usaba. La llevé a California de vacaciones con la familia y la perdí. No tenía idea de dónde estaba. Pudo haber sido en el espectáculo de focas en SeaWorld, o pudo haber sido en la tienda de frutas en Tijuana donde fuimos al cruzar la frontera para visitar México. Pudo haber sido en, quién sabe, uno de los muchos McDonald’s que visitamos. Pudo haber sido en la playa en Coronado, California, donde la arena es dorada y los condominios se venden a un cuarto de millón de dólares (fuimos allí a la playa, no a comprar cosas).

Lo maravilloso fue que esta vez no sentí ninguna preocupación. Ninguna. Ahora bien, toma en cuenta que esto no es natural para mí. Por naturaleza mi primera reacción es ser pesimista. Pregúntenle a mi esposa.  

En circunstancias normales, hubiera llegado a la conclusión que alguien ya había usado nuestra tarjeta hasta el límite, y que estábamos en un gran problema. Por lo general, me hubiera enojado conmigo mismo o con la familia. Hubiera desquitado mi frustración con alguien indirectamente. Yo, por supuesto, trataría de encontrar algún propósito divino, por el cual Dios estaría obrando a través de esto, mientras luchaba (con dificultad) por estar feliz, porque soy un cristiano hedonista y ¡se supone que debo estar feliz!

Esta vez fue diferente. No sentí preocupaciones en lo absoluto. No me molesté con nadie. Nunca sentí frustración. Estuve feliz durante todo el camino. ¡Qué victoria! Todo el tiempo que la tarjeta estuvo perdida, me ocupé en mis asuntos como de costumbre. Confié en Dios. Amé a mi familia.

Apenas descubrimos que tenemos un problema, Dios ya ha estado trabajando en ello. La solución está en camino.

Cuando regresé de vacaciones, la tarjeta había llegado dentro de un sobre con el nombre del Dr. Fuller, mi antiguo profesor a quien había visitado. Él la había encontrado en el piso de su auto y me la había enviado en una carta.

¿Sabes cuál fue el secreto de mi felicidad? No supe que la había perdido. Inclusive nunca revisé mi billetera. No sabía que estaba perdida. Me quedé ahí sosteniéndola en mi mano, sonriendo. Me dije: “Solo piensa el mal carácter que hubieras tenido de haber sabido que estaba perdida”. 

Pienso en cuán deprimido, preocupado, enojado, frustrado, e irritado hubiera estado. Pero todo el tiempo Dios me estaba protegiendo. La tarjeta estaba segura en camino a Minneapolis, y toda mi ansiedad habría sido inútil. Todo el daño que le hubiera causado a la gente habría sido absolutamente innecesario, porque todo estaba bajo control. Ahora, pregunto, ¿no hay una parábola en esto para mí? La hay.  

Interpretando la parábola

Apenas descubrimos que tenemos un problema, Dios ya ha estado trabajando en ello. La solución está en camino. No siempre va a ocurrir así con tanta facilidad y sin dificultades, pero Dios siempre está trabajando en una solución, y esta ya se encuentra en camino.

Lo he visto ocurrir una y otra vez en mi vida. Una carta llega con la solución a algún problema, pero justo un día antes había estado desanimado y desconsolado, sin saber que la carta ya estaba en el correo.  

Si creemos en el Dios de Romanos 8:28, que nuestro Dios soberano obra todas las cosas para el bien de aquellos que lo aman y son llamados conforme a su propósito, si creemos en ese Dios, recordaremos que cuando nos demos cuenta de que existe un problema, Dios ya ha estado trabajando en ello. Su solución está en camino.  

Sí, Él ya está trabajando en ello antes de que suceda, y lo está encajando a un plan para nuestro bien. Por lo tanto, no te inquietes. Pon todas tus ansiedades sobre Él, porque son tan innecesarias como las mías hubieran sido por esa Mastercard perdida.  


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Diego Lazo.
Imagen: Lightstock.

 

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