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He reservado una hora para pasar tiempo con el Señor antes de trabajar en la mañana, pero me levanté tarde. ¿Ahora qué hago?


¿Quién no se siente identificado con esta pregunta?

Es indudable que no todos tienen su tiempo devocional a primera hora en la mañana. Algunos cristianos cierran el día con un tiempo prolongado en la Palabra y en oración. Algunos se toman la hora del almuerzo para hacer su devocional. Pero casi todo el mundo ha experimentado el perder un día (o más), soñar despierto durante el tiempo de oración o tal vez hojear las Escrituras mientras nuestra mente está en otra parte.

Atesoro mi tiempo temprano con la Palabra de Dios en mis mejores mañanas. Además del asombro que quiero tener siempre al pasar tiempo en la presencia de nuestro Rey (un Rey que me ama, por cierto), esa comunión con Él tiene una manera de estabilizarme y fortalecerme para el día que tengo por delante al brindarme un corazón tierno y una mente humilde que solo Él puede formar en mí (1 P 3:8).

Pero el Señor sabe (literalmente) que tengo mis mañanas en las que acorto el tiempo (ya sea porque me quedé dormida o me distraje con otras tareas) o hasta pierdo ese tiempo por completo. Me siento desorientada al comenzar el día siempre que lo hago. Puede que sea impaciente y cortante con algún vecino al salir por la puerta, cuando debería haber ido más despacio y ser más amable. Puede que me sienta abrumada por las responsabilidades del día en lugar de arrojar las ansiedades sobre Él y tomar su yugo fácil y su carga ligera. Es posible que tome decisiones basadas más en la racionalidad humana que en la sabiduría espiritual.

Después de este tipo de mañanas, con frecuencia abro Su Palabra más tarde esa misma noche y me doy cuenta de cómo debería haber vivido el día según Su consejo, lo que me hace desear el poder rehacerlo desde el principio. Entonces, ¿qué debemos hacer cuando surgen días así?

1. No condenes.

Si nuestra reacción inicial es la desesperanza, podemos empezar por recordarnos que no hay condenación para los que están en Cristo Jesús (Ro 8:1) y que nuestras buenas obras, la lectura diaria de la Biblia y demás, nunca nos salvarán (Ef 2:8-9).

Si hemos pecado dando prioridad a otras cosas sobre Dios, podemos arrepentirnos sinceramente. Sabemos que nuestro Dios promete perdonarnos cuando le confesamos nuestro pecado (1 Jn 1:9). Nada, ni siquiera el tiempo que no pasamos con Él, puede separarnos de su amor (Ro 8:38-39).

Tanto Moisés en el Antiguo Testamento, como Jesús en el Nuevo, describieron la Palabra de Dios como un sustento más necesario que incluso la comida

2. Mantén la prioridad.

Aun así, no queremos que la ausencia de tiempo con Él se convierta en un hábito aceptado gradualmente si le damos cada vez menos prioridad. Tanto Moisés en el Antiguo Testamento, como Jesús en el Nuevo, describieron la Palabra de Dios como un sustento, más necesario incluso que la comida (Dt 8:3; Mt 4:4). Hacemos bien en considerar la Escritura como lámpara para nuestros pies y lumbrera para nuestro camino (Sal 119:105). Solo ella puede discernir los pensamientos y las intenciones de nuestro corazón, el cual es demasiado engañoso para entenderlo de otra manera (Jer 17:9; Heb 4:12). Es nuestra única arma ofensiva contra las artimañas del Enemigo (Ef 6:17) y la fuente de nuestra fe (Ro 10:17).

Es por eso que sin duda sentiremos las consecuencias de esa falta de tiempo en la Palabra de Dios a lo largo del día, no en forma de condenación sino de disciplina natural. Nuestras acciones tienen consecuencias. Sin una buena noche de sueño, es de esperar que al día siguiente me sienta un poco lenta y con el cerebro nublado. Todavía puedo funcionar y desenvolverme a mi manera, pero conozco los efectos de su ausencia y eso me hace estar aún más decidida a tenerlo.

3. Sé creativo.

No hay sustituto para la Palabra de Dios en nuestras vidas. Necesitamos esta fuente inspirada por Dios de enseñanza, reprensión, corrección y formación para completarnos, equiparnos (2 Ti 3:16-17) y para atarnos a la verdad de un Dios que nunca cambia (Stg 1:17).

Cuando nos perdemos la hora de estar sentados en el sofá leyendo nuestra Biblia física, tal vez podamos encontrar formas creativas de hacerlo (incluso sin hacer sustituciones regulares). ¿Puedo escuchar la Biblia en audio mientras conduzco al trabajo? ¿Puedo leer un capítulo durante la pausa del almuerzo? ¿Puedo poner en casa canciones con letras de las Escrituras mientras realizo otras tareas? Un festín de lectura puede prepararnos mejor para el día, pero incluso una pequeña comida posterior del pan de cada día es mejor que no comer nada.

4. Recurre a la oración.

Tanto en los días en que logramos dedicarnos a la Palabra como en los que no lo hacemos, debemos recordar que la Palabra de Dios —Él mismo— está siempre con nosotros (Jn 1:1; Mt 28:20). Nunca está lejos de nosotros; tan cerca que podemos buscarlo, alcanzarlo y encontrarlo (Hch 17:27). Se nos ordena orar sin cesar, en el Espíritu, en todas las ocasiones y presentando todo tipo de peticiones (1 Ts 5:16; Ef 6:18).

Sin importar lo que nos depare el día y por muy ajetreado que esté, no hay ningún lugar —oficina, trayecto al trabajo, cocina, aula o aeropuerto— en el que no podamos estar en comunión con el Autor de la vida (Hch 3:15). Puede que no hayamos pasado tiempo con un ejemplar impreso de Su Palabra en nuestras manos, pero esta no es la única forma en que nos invita a encontrarnos con Él.

5. Analiza y planifica.

También podemos aprender de lo sucedido, planificando cómo podemos evitarlo mañana. ¿Me he quedado dormido porque me quedé despierto hasta muy tarde la noche anterior? ¿Me dejé llevar por las redes sociales y pasé más tiempo deslizando la pantalla de lo que pretendía? ¿Intenté leer la Biblia en la ajetreada intersección de una sala de estar compartida en lugar de hacerlo en un lugar aislado y menos propenso a las interrupciones?

Sin importar lo que nos depare el día y por muy ajetreado que esté, no hay ningún lugar en el que no podamos estar en comunión con el Autor de la vida

Aún más significativo, ¿perdí mi tiempo en la mañana porque en realidad no es tan prioritario para mí? ¿Dudo si Su Palabra es realmente tan poderosa y esencial para mi vida como Él dice que es?

Nuestro enemigo no nos quiere en nuestras Biblias, por lo que seguramente tiene muchos planes bajo la manga para alejarnos de ella. Al identificar sus tentaciones, debemos considerar nuestras debilidades y planificar una defensa contra ellas, podemos proteger el buen depósito que el Espíritu Santo nos ha confiado, la mayor amenaza de nuestro enemigo (2 Ti 1:14). Ninguna tentación —ni siquiera un episodio extra de televisión a altas horas de la noche o revisar el correo electrónico justo cuando nos levantamos—será tan grande como para no poder resistirla (1 Co 10:13).

Misericordias nuevas cada mañana

Las misericordias de Dios se renuevan cada mañana (Lm 3:22): lo han hecho esta mañana, cuando nos hemos quedado dormidos, y lo harán mañana, cuando nos propongamos volver a intentarlo.

Mientras tanto, podemos acostarnos y dormir en paz (Sal 4:8), recordando que la Palabra de Dios es más preciosa que el oro y más dulce que la miel (Sal 19:10) a la vez que nos encomendamos a Su amor inquebrantable, porque incluso cuando somos infieles, Él permanece fiel (2 Ti 2:13).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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