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Aparte de la Biblia, no creo que ningún otro libro o serie me haya ayudado a amar más a Jesús o despertado una gama de emociones más amplia que Las crónicas de Narnia. Estos libros estimulan mi corazón a la valentía, bondad, humildad, resiliencia y fe.

Cuanto más aprecio la gran historia de Lewis, más escucho los ecos de la gran historia del evangelio. Estas son siete lecciones que he aprendido de cada uno de los siete libros de la serie.

1. El dolor es grande

En el libro El sobrino del mago, Digory está experimentando una profunda desesperación por la enfermedad de su madre, y se sorprende cuando el gran León se inclina con lágrimas brillantes, a tal punto que él creyó que el León sentía más pena por su madre que él mismo.

Jesús no es ajeno a nuestro dolor. Él lloró con sus amigos (Jn 11:35), cargó nuestro dolor (Is 53:4), fue experimentado en aflicción (Is 53:3) y se acerca a los quebrantados de corazón (Sal 34:18). También nos llama a revestirnos de corazones compasivos (Col 3:12), llorar con los que lloran (Ro 12:15) y llevar las cargas los unos de los otros (Gá 6:2). Como el León le dice a Digory: «La pena es muy grande… Vamos a ayudarnos el uno al otro». 

2. Cuidado con la carnada del enemigo

En El león, la bruja y el ropero, vemos que mientras algunos pecados tienen consecuencias inmediatas, otros producen una devastación tardía, quizás aún más temible.

La Bruja Blanca provocó el apetito físico de Edmund con delicias turcas, unos dulces deliciosos, mientras provocaba el apetito de su corazón por el poder, el reconocimiento y la venganza. La primera degustación no pareció producir consecuencia alguna. Sin embargo, la carnada que el enemigo había entretejido estaba endureciendo su corazón, doblegando su lealtad y alimentando su escepticismo sobre la bondad y confiabilidad del León.

Así también, cuando no percibimos las consecuencias tangibles de nuestro pecado, podemos sentirnos cada vez más cómodos en él, ajenos a su guerra contra nuestra alma y sus ramificaciones en todo lo demás. Cuando los antojos crecientes de Edmund y las defensas bajas lo llevaron de regreso a la trampa de la bruja, él descubrió el verdadero costo de toda carnada del enemigo, un costo tan alto que el propio León tendría que pagarlo.

3. Lo que no te toca saber 

En El caballo y el muchacho, el León les recuerda en numerosas ocasiones a los niños que su trabajo, propósitos y planes para la vida de los demás no son para que ellos lo sepan, porque «a nadie se le cuenta ninguna historia excepto la suya misma». De manera similar, cuando Pedro le preguntó a Jesús sobre sus propósitos para la vida de Juan, Jesús respondió: «¿A ti, qué? Tú, sígueme» (Jn 21:22). 

Con frecuencia me siento tentada a comparar mi historia con la que Dios está escribiendo en la vida de los demás. Como Shasta y Aravis, necesito que se me recuerde que debo concentrarme más en lo que Dios está tratando de enseñar, dirigir y trabajar en mí, y no en lo que está haciendo en los demás. ¿Qué quiere decir eso para mí? Yo lo sigo a Él. 

4. Las historias son ciertas

Parece que todos han perdido la fe en el poder, las promesas e incluso la existencia del León en El príncipe Caspian. La creencia en tales ideas es ridiculizada como infantil e ignorante. Sin embargo, buscando confirmar las garantías de su humilde mentor y su ferviente tutor, Caspian descubre que estas historias que se apoderaron de su corazón y capturaron sus esperanzas eran ciertas. 

A veces parece que todos los que nos rodean también han abandonado la fe en la vieja historia del evangelio. Pero Dios puede mostrar su gracia al darnos un mentor y tutor (o un abuelo, un compañero de trabajo, un compañero de clase o un vecino) que todavía cree y nos inspira a buscarlo con todo nuestro corazón, confiando en que nosotros también encontraremos verdadera la historia de las Escrituras.

5. Nos han dejado sin dragón

En La travesía del viajero del alba, el orgullo y la codicia de Eustace lo llevan por un mal camino hacia la guarida de un dragón. Eustace se convierte allí en uno de ellos, a pesar de su repulsión por los dragones. Nosotros también podemos reconocer (y aborrecer) a los «dragones» en el mundo —quizás aquellos engreídos por el orgullo, esclavizados a la codicia y aislados del amor abnegado— sin darnos cuenta de que las mismas trampas nos han corrompido a nosotros también.

A medida que esto nos lleva a profundidades miserables de soledad y dolor, podemos anhelar el arrepentimiento por la bondad de Dios (Ro 2:4), al descubrir que no podemos transformarnos a nosotros mismos. Solo Dios puede santificarnos y conformarnos a su semejanza, quitando las escamas pecaminosas y lavándonos de nuevo. Será doloroso, pero ese dolor no se comparará con la gloria que se nos revelará al final (Ro 8:18).

6. Recuerda las señales

En La silla de plata, el León instruye a Jill a creer y recordar las señales, instrucciones destinadas a guiar su aventura. También advierte que no vendrán como ella espera, por lo que «es tan importante conocerlas de memoria y no prestar atención a las apariencias». 

Así también, Dios nos ha dado mandamientos como señales, postes de indicación destinados a salvarnos de una multitud de angustias y trampas. Él trabaja con nosotros en nuestro objetivo de que lo hagamos bien. Nos da a los demás para ayudarnos a recordarlos. Nos dice que las repitamos (Dt 6:7), entrenando nuestra mente y corazón para reconocer sus llamados, aun si no llegan como imaginamos.

Aun cuando «perdemos de vista las señales» y nuestros errores traigan consecuencias y retrasos, Dios todavía puede hacerlos obrar para bien mientras confesamos, nos arrepentimos y hacemos lo correcto.

7. No te dejes engañar

En La última batalla, vemos cuán astuto puede ser el enemigo, que a menudo usa a la gente y las filosofías de este mundo para engañarnos. 

No debemos dejarnos engañar, como los súbditos de Shift, por mentiras sobre el carácter o la obra de Dios que contradicen todo lo que sabemos que es verdad por su Palabra. No debemos dejarnos engañar, como los enanos, asumiendo que si hemos sido espiritualmente decepcionados antes, todas las demás invitaciones a la fe también deben ser falsas. Como los animales, no debemos dejarnos engañar en el universalismo de mezclar todos los dioses en uno. 

La verdadera Narnia

Estoy muy agradecida por cómo Narnia me ha convencido, alentado y estimulado hacia Jesús. Después de todo, como Lewis le aseguró a la madre de su joven lector Laurence, quien temía amar a Aslan más que a Jesús:

«Laurence realmente no puede amar a Aslan más que a Jesús, aun si siente que eso es lo que está haciendo. Porque las cosas que ama de Aslan por lo que Él hace o dice son solo las cosas que Jesús realmente hizo y dijo. De modo que cuando Laurence cree que ama a Aslan, en realidad ama a Jesús: y quizás lo ama más que nunca».

Así como el mundo de Narnia puede servir como una sombra del hogar eterno para el que fuimos creados (la tierra que hemos estado buscando durante toda nuestra vida), nuestro mundo también puede serlo. El verdadero León de Judá que en realidad amamos recibirá toda la alabanza a medida que su única historia eterna continúe para siempre hasta el final.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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