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La Iglesia no es el edificio ni el servicio en donde ella se reúne para adorar a Dios. La Iglesia son las personas que han sido unidas a la muerte y resurrección de Cristo por fe (Ro. 6:1-11).

Este es un concepto que reta a nuestra jerga evangélica. Muchos de nosotros solemos decir cosas como: “Voy a la iglesia”, o “¿A qué hora empieza la iglesia?”. Y aunque la palabra iglesia (ekklesia) significa “reunión” y podemos usarla correctamente para referirnos a la reunión con otros creyentes, lo más común es usarla para referirnos al edificio en donde nos congregamos.

Si pasajes en el Nuevo Testamento como Efesios 1:22-23 y 1 Corintios 12:13 dejan claro que los creyentes son la Iglesia, ¿por qué llamamos “iglesia” al edificio donde nos reunimos?

Aunque no hay un punto en la historia en el que los cristianos acordaron llamar “iglesia” al edificio, me atrevo a decir que este fenómeno se introdujo en nuestro lenguaje debido al error de ver el lugar donde nos reunimos como el lugar del dominio principal de Cristo.

Dios habita en nosotros

Muchos creyentes aprendimos un cristianismo que lleva a cabo todas sus actividades en el edificio en donde nos congregamos con otros creyentes. Como resultado, hemos fusionado la idea del templo en el Antiguo Testamento, el lugar donde Israel realizaba sus actividades religiosas, con el edificio de la iglesia hoy.

Sin embargo, el Nuevo Testamento explica que somos el templo de Dios. El templo en el Antiguo Testamento es una sombra de lo que sería la Iglesia. El Señor mora en nosotros, no en un edificio. Estos son algunos versículos que hablan esto (los énfasis los he agregado yo):

  • Juan 14:23: “Jesús le respondió: ‘Si alguien me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada’”.
  • 1 Corintios 3:16: “¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?”.
  • 1 Corintios 6:19: “¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos?”.
  • 2 Corintios 6:16: “Porque nosotros somos el templo del Dios vivo, como Dios dijo: ‘Habitare en ellos, y andaré entre ellos; y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo’”.

Cuando confesamos la fe en Jesús, el Espíritu Santo es enviado para morar en nosotros, haciendo que seamos el templo y la casa de Dios.

De igual manera, hay otros pasajes que nos enseñan que somos la casa de Dios. Como hemos visto, pensamos en el edificio de reunión de manera similar a como los israelitas veían al templo. Hemos creído que vamos a “la iglesia” (el edificio) para estar en la presencia de Dios. Así terminamos llamando “casa de Dios” al edificio, y perdemos de vista el significado de pasajes bíblicos importantes como estos:

  • 1 Pedro 2:5:También ustedes, como piedras vivas, sean edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”.
  • Efesios 2:19: “Así pues, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino que son conciudadanos de los santos y son de la familia (lit. casa) de Dios”.

Hermanos, ¡nosotros somos el lugar en donde mora el Señor!

¿Vemos a la iglesia de esta manera?

Después de que murió Cristo, la cortina que separaba al pueblo de Israel del lugar santísimo en el templo se rasgó de arriba abajo (Mt. 27:51). Esto da a entender que la presencia del Señor ya no estaba restringida a edificios y casas. Ahora, todos nosotros tenemos acceso a la presencia de Dios por medio de Cristo.

Cuando confesamos la fe en Jesús, el Espíritu Santo es enviado para morar en nosotros, haciendo que seamos el templo y la casa de Dios. ¿Hemos pensado en cómo esto debe cambiar nuestra forma de pensar y hablar con respecto a la iglesia?

Incluso aunque muchos de nosotros sigamos llamando al edificio “iglesia” por razones prácticas, conocer que la Iglesia somos los creyentes debe llevarnos a maravillarnos ante la misericordia del Dios que no solo quiso redimirnos, sino también venir a habitar entre nosotros.


Imagen: Lightstock.
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