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«Marcas de la iglesia» se refiere a las características de identificación utilizadas por los reformadores protestantes del siglo XVI y sus herederos para distinguir las iglesias verdaderas de las falsas.

Las iglesias de la reforma formularon tres marcas tomadas de las Escrituras para separar las verdaderas iglesias de las de Roma y de varias sectas. Estas eran la predicación pura de la Palabra, la administración apropiada de las ordenanzas (sacramentos) y el ejercicio fiel de la disciplina de la iglesia. La Gran Comisión de Jesús contiene dos de las marcas. El discipulado incluye el bautismo y la observancia de Sus mandamientos (la Palabra, Mt 19:20; cp. Mt 28:19). 

En el Evangelio según Mateo, Jesús también enseña la importancia de la disciplina de la iglesia e instituye la Cena del Señor (Mt 18:15-17; 26:26-30).

1) La Palabra

Predicar la Palabra significa proclamar el evangelio de acuerdo con la enseñanza bíblica en el poder del Espíritu. Esto significa enseñar que la salvación es solo por gracia de Dios por medio de la fe en Cristo, el único Salvador (Hch 4:12; Ef 2:8-9). Presenta su muerte y resurrección como el único medio de rescate del pecado y del infierno (1 Co 15:3-4). Esta marca permite a los cristianos unirse en torno a las enseñanzas bíblicas centrales.

2) Las ordenanzas (sacramentos)

Jesús estableció las dos ordenanzas del Nuevo Testamento del bautismo cristiano y la Cena del Señor (Mt 26:26-28; 28:19-20). Ambas ceremonias retratan de forma evidente el evangelio: el bautismo una sola vez (Ef 4:5) y la Cena del Señor hasta que Jesús regrese (1 Co 11:26). El bautismo y la Cena del Señor muestran unión con Cristo (Mt 28:19; Gá 3:27) y perdón (Hch 22:16; Mt 26:28). La iglesia debe observar fielmente estas ordenanzas.

3) La disciplina de la iglesia

Dios usa Su Palabra, leída y especialmente predicada, para disciplinar a Su pueblo en santidad y amor. Además, Jesús y Sus apóstoles insisten en que la iglesia debe disciplinar a los cristianos profesantes que se apartan de las enseñanzas fundamentales (herejía) o cuyas vidas deshonran a Cristo (Mt 18:15-17; 1 Co 5:11-13; Gá 6:1-2).

Los objetivos de la disciplina son glorificar a Dios, recuperar al pecador (2 Co 2:5-8) y advertir a la iglesia (1 Ti 5:19-20). Los miembros de la iglesia extraviados, quienes se niegan a arrepentirse, corren el riesgo de ser excomulgados de la mesa del Señor y la membresía de la iglesia. Las iglesias deben ejercer la disciplina con amor y mansedumbre (Gá 6:1-3) como un medio dado por Dios para ayudar a los que se desvían y evitar que otros se desvíen.

Nota del editor: 

Este artículo es un fragmento adaptado del libro Diccionario conciso de términos teológicos, por Christopher W. Morgan y Robert A. Peterson (B&H Español, 2022).

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