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En los muchos años que llevo dando consejería, muchas hermanas se han quejado de que sus esposos no les ayudan en casa. Esto no tienen nada que ver con que la mujer tenga un trabajo secular o no, pues la vida como esposas y madres es un arduo trabajo, y necesitamos ayuda para poder renovar fuerzas espirituales y físicas.

Primeramente vemos cómo en la Palabra se describe la creación del hombre y la mujer en Génesis 1:27: “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó”.

En algunos aspectos los hombres y mujeres son iguales: ambos han sido creados por Dios a su imagen, lo cual implica dignidad y valor. Sin embargo, el hombre y la mujer tienen roles diferentes, los cuales debemos tener siempre presentes a la luz de la Palabra.

Es de suma importancia entender que Cristo y la Iglesia son un modelo para el hogar (Ef. 5:22-33). Con esto en mente, demos un vistazo primeramente a los roles que Dios le ha dado tanto al esposo como a la esposa.

Roles del esposo

Primeramente, debe ser un esposo proveedor. Después de la caída de Adán y Eva, el hombre sufrió consecuencias. Dios estableció en Génesis 3:19: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”. Así que el hombre fue diseñado por Dios para cubrir las necesidades físicas, emocionales, y espirituales de la familia.

Segundo, debe ser un esposo amoroso. Este es un mandato de Dios. El Señor hace un llamado a los esposos a amar a sus esposas como Cristo ama a la Iglesia. En otras palabras, el esposo debe ser un modelo como Cristo. Pablo escribió en Efesios 5:25: “Maridos, amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio El mismo por ella”. También deben amar a sus esposas como a su cuerpo: “Así también deben amar los maridos como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer así mismo se ama” (Ef. 5:28).

Hay varios puntos importantes sobre el amor del esposo:

  • Es un amor sacrificial: “Y se dio a sí mismo por ella” (Ef. 5:25).
  • Es un amor que purifica: “Para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha y arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada” (Ef. 5:26-27).
  • Es un amor protector (Efesios 5:28-30).

Si el esposo no trata a su esposa como lo describe la Palabra, está pecando y por lo tanto habrá consecuencias para él.

Roles de la esposa

La mujer debe ser una esposa en sujeción. Este, por supuesto, no es su único rol. Sin embargo, es uno polémico hoy en día. Pero este es el modelo de la Iglesia a Cristo. Dice la Biblia:

“Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo Él mismo el Salvador del cuerpo. Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo”, Efesios 5:22-24

La palabra someter quiere decir “estar bajo autoridad de”, o sea, estar bajo la autoridad de alguien.

Muchas veces se ha malinterpretado lo que significa el sometimiento de la esposa al esposo. En la Biblia encontramos varios ejemplos de cómo debemos someternos a otros: a las autoridades civiles (Ti. 3:1), a la iglesia (1 Co. 16:16), unos a otros (Ef. 5:21), y especialmente a la Palabra de Dios (Jos. 1:8).

El trabajo de la casa

Proverbios 31:10-31 nos describe claramente el elogio de una mujer hacendosa (trabajadora). En las diferentes etapas de nuestra vida, por circunstancias o decisiones particulares, las mujeres trabajan en casa o fuera de ella. Estas son decisiones muy personales, en las cuales tenemos infinitas responsabilidades. El esposo debe, con mucho amor, ser parte de la ayuda del hogar que juntos están construyendo como una sola carne.

¿Pero qué pasa cuando el marido no se involucra en la casa como nos gustaría? Su responsabilidad delante de Dios es su hogar, pero no todos los hombres entienden esto, algunos por no ser creyentes y otros por falta de convicción bíblica. En una situación así, ¿qué hacer? Aquí algunos consejos bíblicos:

1. Ora

El Señor nos dice que vayamos a Él aunque Él ya conoce nuestras necesidades. Cuando lo hacemos, estamos reconociendo que solas no podemos.

El Señor nos dice que vayamos a Él aunque Él ya conoce nuestras necesidades. Cuando lo hacemos, estamos reconociendo que solas no podemos. Dependemos humildemente de Él (Mt. 7:7-11).

2. Pide ayuda con amor

Así como reconocemos nuestra necesidad delante del Señor, podemos hacerlo con nuestros esposos. Pero al hacerlo debemos tomar en cuenta el llamado de la Palabra a actuar en amor, y eso incluye pedir ayuda.

“Todas sus cosas sean hechas con amor”, 1 Corintios 16:14.

3. Pide ayuda con respeto

Debemos pedir ayuda a nuestros esposos de una manera respetuosa, recordando el llamado que como esposas la Palabra nos ha dado:

“… y que la mujer respete a su marido”,  Efesios 5:33.

4. Ten cuidado con la crítica

Debemos cuidarnos de encontrarnos a nosotras mismas criticando o asumiendo cosas que no son sobre nuestros esposos. La Biblia nos exhorta a que las palabras que salgan de nuestra boca sean aquellas que sirvan para edificación, no para destrucción.

“No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan”, Efesios 4:29.

5. Sé agradecida

El llamado de la Palabra es a tener corazones agradecidos.

El llamado de la Palabra es a tener corazones agradecidos. Aprende a apreciar las bondades de Dios a través de tu esposo, sin importar que no haga lo que deseas o como lo deseas.

“Den gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús”, 1 Tesalonicenses 5:18.

6. No lo trates como a un niño

Una de las cosas más perjudiciales en nuestra relación de matrimonio es tratar a nuestros esposos como niños. Cuando pidamos su ayuda, debemos hacerlo de la forma adecuada, recordando que es nuestro esposo, que somos una sola carne, y que él es un adulto, no uno de nuestros hijos.

“Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa”, 1 Pedro 3:1-2 RV60.

7. Recuerda que son diferentes

Una de las grandes fallas como mujeres es tratar de que nuestro esposo haga las cosas como nosotras las hacemos. Recuerda que somos personas criadas en dos contextos diferentes, y diseñadas por Dios de maneras distintas.

Las cosas no tienen que ser hechas como nosotras queramos, y en el momento en que lo deseemos.

“No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás”, Filipenses 2:3-4.

8. Trátalo como quieres ser tratada

No debemos olvidar que de la misma manera como queremos ser tratadas, debemos tratar a nuestro esposo: con amor, respeto, y paciencia.

“Por eso, todo cuanto quieran que los hombres les hagan, así también hagan ustedes con ellos, porque ésta es la Ley y los Profetas”, Mateo 7:12.

9. Recuerda que Dios está trabajando contigo

En medio de la falta de ayuda que percibes de tu esposo, recuerda que el Señor trabaja en nuestro carácter en cada circunstancia. Ninguna de nosotras estamos donde deberíamos estar, y aun cuando creemos que nosotras somos las víctimas, hay pecado en nuestro corazón con el que el Señor quiere lidiar para hacernos más como Él.

“Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”, Filipenses 1:6.

Querida hermana, no pienses que yo no he luchado conmigo misma para pedirle ayuda a mi esposo de una manera que a honre a Dios. En el proceso, Dios me ha llevado a rendirme a sus pies, y ha venido transformando maneras de actuar contrarias a la Palabra que traía de mi antigua vida.

Oro al Señor por ti que luchas con esto, y por mí, para que el Señor nos siga transformando a su imagen y semejanza. Recordemos que somos dos pecadores unidos por la gracia del Señor, y que debemos tener un alto nivel de aceptación y tolerancia el uno por el otro. Para terminar, medita en este verso:

“Soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes”, Colosenses 3:13.


Imagen: Unsplash.
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