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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Transformados a Su imagen: Tu santificación a través de tus circunstancias (B&H Español, 2023), por Miguel Núñez y Luis Méndez.

La consejería bíblica es el proceso a través del cual un creyente maduro contribuye al crecimiento emocional y espiritual de un hijo de Dios por medio del poder del Espíritu Santo, bajo la autoridad de la Palabra y en el contexto de una comunidad cristiana; para que, a través de las circunstancias de la vida permitidas por Dios, esa persona pueda glorificar al Señor y crecer a la imagen de Cristo. La persona que imparte este tipo de consejera necesita, ante todo, haber nacido de nuevo y, además, haber madurado en la fe cristiana.

Una definición no será suficiente para entender lo que es la consejería bíblica. Por esa razón, creemos necesario definir algunos aspectos especiales de este tipo de consejería.

1) El Espíritu Santo como el mejor consejero

En el aposento alto, horas antes de Su crucifixión, el Señor Jesús dejó a Sus discípulos algunas de las enseñanzas más significativas de todo su entrenamiento. Con relación al Espíritu, Jesús les compartió grandes verdades para la vida cristiana que encuentran importantes aplicaciones en el proceso de consejería. Veamos algunas de estas enseñanzas en el Evangelio de Juan:

Pero el Consolador [gr. παρακλητος, paraklétos], el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que les he dicho (Jn 14:26, énfasis añadido).

La palabra «consolador» también puede ser traducida como «ayudador», que en el original significa: «el que defiende la causa de otro ante un juez, un abogado, un abogado defensor, un asistente legal; un abogado».1 Es evidente la razón por la que decimos que el Espíritu de Dios es el mejor consejero; nadie como Él para fortalecer, ayudar, consolar, enseñar y recordarnos lo aprendido. Su ayuda es vital en el proceso de consejería bíblica y no simplemente deseable.

En consejería bíblica, siempre hay una pregunta crucial por hacer antes de evaluar y dar un consejo: ¿cuál es el veredicto de la Palabra de Dios sobre el tema en consideración?

Más adelante, el Maestro agregó: «Pero cuando Él, el Espíritu de verdad venga, los guiará a toda la verdad» (Jn 16:13a). Esta función es vital en el proceso de consejería, tanto para el consejero como para el aconsejado. Tenemos que tocar la puerta de Dios, buscando la asistencia del Espíritu Santo.

Hoy en día estamos poco habituados a depender del Espíritu Santo, ya que es más fácil llamar a un amigo, un consejero o al pastor para conversar sobre nuestros problemas.

2) La Palabra como marco de referencia e instrumento de santificación

Es evidente que no vemos las cosas como son, sino como nosotros somos. Por eso, cada evento de la vida tiene dos lecturas: una terrenal (como nosotros lo vemos) y una celestial (como Dios lo ve). ¡Claro! Dios ve toda la vida como Dios, y nosotros como humanos que somos. Imaginemos ahora la diversidad de opiniones o consejos existentes a la hora de evaluar un problema o solucionar un conflicto. Por eso necesitamos un marco de referencia objetivo para evaluar las diferentes circunstancias de la vida (2 Co 10:12).

En consejería bíblica, siempre hay una pregunta crucial por hacer antes de evaluar y dar un consejo: ¿cuál es el veredicto de la Palabra de Dios sobre el tema en consideración? Luego, es la función del consejero encontrar la aplicación de dicha sabiduría. Por otra parte, la Palabra de Dios es un elemento indispensable a la hora de aconsejar a un creyente. Ya dijimos que la consejería bíblica, en gran manera, no es más que ayudar a otra persona en su proceso de santificación. Creemos que es así y por eso es imposible hacer consejería despegados de la revelación de Dios.

Cristo enseñó esta verdad mientras oraba al Padre en el aposento alto en Su última noche con los discípulos: «Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad» (Jn 17:17). La Palabra se representa como el martillo que despedaza la roca, es decir, que elimina de nosotros aquellas cosas que no lucen como Cristo. También se representa como el fuego que consume las impurezas… las impurezas de nuestros pensamientos, emociones y motivaciones (Jr 23:29). Entendemos que estas palabras fueron pronunciadas o inspiradas por Dios en otro contexto, pero encuentran una excelente aplicación en la idea que estamos desarrollando con respecto a la consejería bíblica.

3) La oración como el instrumento que nos permite acceder al trono de la gracia

No oramos antes de iniciar una consejería bíblica para cumplir con los requisitos tradicionales, sino más bien para buscar la sabiduría de Dios (Stg 1:5). Sin embargo, la oración es uno de los medios de gracia más subutilizados. No «usamos» la oración como si fuéramos utilitaristas, sino que hacemos uso de ella porque no somos suficientes.

La noche antes de elegir a Sus discípulos, Jesús oró durante toda la noche (Lc 6:12-13). Si Cristo, la segunda persona de la Trinidad, oró toda una noche antes de tomar esta decisión, es lógico pensar que los consejeros debemos orar antes de aconsejar a alguien. Lo mismo debería hacer el aconsejado a la hora de entender y aplicar lo aconsejado.

No oramos antes de iniciar una consejería bíblica para cumplir con los requisitos tradicionales, sino más bien para buscar la sabiduría de Dios

La oración nos coloca en una posición de dependencia y sumisión a nuestro Dios. Santiago es de gran ayuda a la hora de entender la oración y su aplicación en el proceso de consejería. Tenemos que enseñar al aconsejado a orar por cada uno de los aspectos con los que estamos lidiando. Hay cosas que no hemos recibido simplemente porque no hemos hablado con Dios sobre esa dificultad o deficiencia: «No tienen, porque no piden» (Stg 4:2b).

Jesús también nos anima a orar en todo tiempo: «Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; llamen, y se les abrirá» (Mt 7:7). Cristo no pronunció estas palabras en el contexto de la consejería, pero no hay duda de que Sus enseñanzas encuentran aplicación en la consejería bíblica.

4) La suficiencia de las Escrituras correctamente entendida

Debido a que este concepto está en el centro del debate sobre lo que es y no es una consejería bíblica, creemos necesario enfatizar la definición de la suficiencia de las Escrituras. La idea de la suficiencia de las Escrituras se enfatizó en la época de la Reforma, cuando la iglesia de Roma insistía en que las tradiciones tenían el mismo peso que la revelación de Dios a la hora de regular la iglesia y la vida de los creyentes. Lutero y el resto de los reformadores respondieron diciendo: «¡No, la Palabra es suficiente! Suficiente para la fe y la vida de la piedad». Desde entonces, diversos autores y teólogos han provisto diferentes definiciones sobre el significado de la suficiencia de las Escrituras. Veamos un ejemplo:

La Confesión de Fe de Westminster (1.6) tiene quizás la definición más completa para la suficiencia de las Escrituras:

El consejo completo de Dios con relación a todas las cosas necesarias para Su propia gloria y para la salvación, la fe y la vida del hombre, están claramente dichas en las Escrituras, o se pueden deducir de ellas… y, nada ha de añadirse a esta revelación de Su voluntad, ni por nuevas revelaciones del Espíritu, ni por las tradiciones de los hombres…

Cuando hablamos de la suficiencia de las Escrituras nos referimos, entonces, a las verdades que el ser humano necesita conocer… para su salvación, para su santificación, para la gloria de Dios. Las Escrituras no hablan sobre todo lo que queremos saber, pero sí de todo lo que necesitamos saber para nuestra vida de piedad.

En resumen, las Escrituras son suficientes para conocer todo lo que necesitamos conocer sobre Dios, el hombre y cómo ese hombre debe relacionarse con Dios en su diario vivir de una manera que glorifique Su nombre. La suficiencia de las Escrituras no elimina la necesidad de maestros de la Palabra, de consejeros bíblicos, de otras autoridades, ni tampoco vuelve innecesario el uso de la ciencia y de la razón. Lo que sí podemos decir es que en todas las áreas donde la Biblia habla, la revelación de Dios está por encima… de todo maestro, de toda otra autoridad, de toda ciencia y de la razón humana.

Quizás el mejor pasaje bíblico para hablar de la suficiencia de las Escrituras dice:

Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra (2 Ti 3:16-17).

Pablo menciona cuatro áreas donde considera que las Escrituras son útiles y luego define para qué son útiles: «a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra» (2 Ti 3:17). Por su parte, Keith Mathison explica la suficiencia de las Escrituras (en inglés) de la siguiente manera: «La doctrina de la Sola Escritura, en pocas palabras, afirma que la Escritura es nuestra única fuente de revelación apostólica normativa e infalible y que todas las cosas necesarias para la salvación y concernientes a la fe y la vida se enseñan en la Biblia con la suficiente claridad que el creyente común puede encontrarlas allí y comprenderlas».


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1 Thayer’s Greek Lexicon [Léxico griego de Thayer], Strong’s Concordance [Concordancia de Strong] #3875.
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