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Nota del editor: 

Esta entrada pertenece a la serie “Una guía para nuevos pastores“. Escritos por pastores experimentados y de buen testimonio, estos artículos proveen de consejo y aliento bíblico a pastores nuevos (¡y no tan nuevos!) a través de temas teológicos y prácticos.

En cuanto a mi esposa y yo, es un gran privilegio y honor ser escogidos y llamados para ser una familia que sirve a Dios. Vivimos en una generación donde la vida es definida en términos de cosas temporales. Que gozo el nuestro de que Dios nos haya elegido para servir en un proyecto de objetivos eternos.

Servir en el ministerio con mi esposa nos ha brindado mayor protección espiritual, y nos permite enfocarnos en la Palabra juntos. A la vez, servir juntos nos expone a ciertos peligros de los cuales debemos estar al tanto, y para los cuales debemos prepararnos.

La vida de una pareja que sirve en el ministerio es en muchas maneras igual a la de otros matrimonios cristianos; pero con retos diferentes. Como siervos, ambos comparten el mismo amor por el Señor, por su iglesia, por su obra, por la gente, y por el ministerio. Toda pareja cristiana está, en cierta manera, comprometida con apoyar las necesidades del ministerio local, pero la pareja ministerial tiene más que un simple compromiso, pues sirve como respuesta a un llamado. Este llamado viene con sus retos.

Por ejemplo, la esposa, como ayuda idónea (Gn. 2:18), debe entender y comprender claramente su llamado a completar a su esposo mientras este sirve en las necesidades del pastorado. El matrimonio que sirve en el ministerio hará sacrificios que ninguna otra pareja en la congregación tendrá que hacer, así que establecer roles bien definidos ayudará inmensamente en el liderazgo de servicio del esposo. Uno de los grandes retos será encontrar el debido balance que les ayude a poner los límites necesarios en sus vidas, incluyendo horarios de trabajo, tiempo de familia, vacaciones, o días libres.

El pastor, como cualquier otro miembro de la familia, necesitará tiempo de descanso, tiempo de citas con su esposa, tiempo para ir al juego de fútbol de su hijo, al recital de música, y claro, tiempo para resolver asuntos del hogar. Descuidar ese balance expone gravemente a la pareja, pues se traspasan los límites del servicio y, como consecuencia, hay un deterioro en la familia y la relación, que en casos extremos provoca la salida del ministerio.

Como pastores, debemos distribuir el tiempo durante la semana, para que nos permita abarcar ordenadamente las diferentes necesidades de la vida familiar y de la iglesia. De esta manera, cada área especifica recibirá la atención necesaria, sin que una socave la necesidad de otra. Una vez establecida la asignación de tiempo por área, el reto será aprender a respetar esas prioridades en los límites de tiempo establecidos.

Entendemos bien que el ministerio puede poner en riesgo a la familia. ¿Cómo puedo evitar que el ministerio ponga nuestro matrimonio, y nuestra familia, en peligro?

Cuidado a ovejas necesitadas

Uno de los aspectos más particulares del llamado ministerial es aprender a manejar las demandas de las ovejas necesitadas. El autor de Hebreos nos describe enfáticamente la naturaleza de nuestro llamado con relación al cuidado de las almas. Hebreo 13:7 nos instruye: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”.

El nuestro es un llamado sobrenatural que demanda gracia sobrenatural. Necesitamos la ayuda de Dios para eso, y la única manera en que ese cuidado espiritual resultará en algo provechoso es si somos asistidos por la gracia de Dios, para hacerlo con alegría. La pregunta es: ¿cómo servir las necesidades espirituales de nuestra gente sin hacer a un lado las necesidades de nuestra familia? La respuesta es, con una necesaria planificación de prioridades. Y si queremos tener nuestras prioridades correctas, debemos huir de cualquier extremo.

Evitando los extremos

Hay dos extremos que debemos evitar en nuestro servicio a las ovejas.

El primero es la co-dependencia. Me refiero a una relación donde las ovejas dependen del pastor para la más mínima decisión. Esto bloquea el crecimiento natural que todo creyente debe tener de manera independiente con su real pastor, Jesucristo. En esta dinámica, la relación se define más por un control desmedido que por crecimiento en gracia.

Debemos evitar una relación donde las ovejas dependen del pastor para la más mínima decisión.

El segundo es la sobre-independencia. Una relación donde las ovejas no tienen la más mínima conexión con el pastor, sus vidas nunca son examinadas, y no hay seguimiento en el proceso de santificación. En esta dinámica, la relación se define más por una libertad desmedida que por un cuidado espiritual.

Evitar esos extremos ayudará a nuestro matrimonio, ya que estaremos usando nuestro tiempo correctamente, de la manera en que Dios lo ha establecido para los pastores. Es decir, sin descuidar las ovejas, y sin enseñorearnos sobre ellas.

Estableciendo horarios apropiados

Aunque siempre habrá excepciones, resulta de mucha ayuda tener horarios para atención de las ovejas. En esas horas se pueden cubrir las necesidades de consejería, visitas, y otras necesidades específicas.

Un pastor me cuenta que siempre que una oveja le dice que necesita una visita urgente, fuera de horario de oficina, él le ofrece juntarse a las 6 de la mañana del otro día. Así, él no pierde el pasar la noche con su familia, y a la vez puede servir la emergencia de la oveja. Claro, muchas ovejas luego le dicen que no era tan urgente.

La ventaja de tener este tiempo asignado es que nos permitirá una mejor administración de nuestro tiempo, para así atender las demandas de la congregación. El reto es educar a la gente a ajustarse, en la medida de lo posible, a esos horarios. Siempre habrá excepciones, pero son eso, excepciones y no reglas.

Como pareja podemos establecer ese tiempo en mutuo acuerdo, y cualquier excepción a estos horarios requerirá también de una mutua consideración.

Tiempo para el estudio

Resulta de mucha ayuda tener un horario establecido para enfocarnos en la oración y el estudio de la Palabra. Ese es el tiempo que con especial atención debemos proteger. Sabemos esto bien: no podemos dar lo que no tenemos. Si no desarrollamos una disciplina constante de invertir tiempo en la Palabra, y de buscar el rostro del Señor, se reflejará seguramente en nuestro ministerio. Este sigue siendo el aspecto que distingue a muchos pastores hoy en día. Hay más elocuencia que piedad, y más activismo que ministración del Espíritu. Hoy, como nunca antes, es necesario que como ministros volvamos a la Palabra y a cultivar estar ante la presencia de Dios.

Si no desarrollamos una disciplina constante de invertir tiempo en la Palabra, y de buscar el rostro del Señor, se reflejará seguramente en nuestro ministerio.

Cuando el apóstol Pablo quiso comunicar esta realidad al joven pastor Timoteo, lo puso en estas palabras:

”Entretanto que llego, ocúpate en la lectura de las Escrituras, la exhortación y la enseñanza. No descuides el don espiritual que está en ti, que te fue conferido por medio de la profecía con la imposición de manos del presbiterio. Reflexiona sobre estas cosas; dedícate a ellas, para que tu aprovechamiento sea evidente a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza; persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan”, 1 Timoteo 4:13-16.

Si ese tiempo dedicado a la oración y la Palabra se hace en la casa, entonces será muy provechoso que la pareja se ponga bien de acuerdo, para que se respete la privacidad y no haya interrupciones innecesarias.

Adicionalmente, hay que enfatizar continuamente que, al servir en el ministerio, estamos participando de manera extremadamente activa en una lucha espiritual. El apóstol Pablo lo ilustró:

“Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza. Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales”, Efesios 6:10-12.

Siendo consciente de la oposición espiritual

En mis 29 años de casado y más de dos décadas en el ministerio, esta es una de las advertencias que progresivamente más ha marcado mi entendimiento de la naturaleza de nuestro servicio. Continuamente tengo que recordar, en medio de los muchos conflictos que experimento en mi matrimonio y ministerio, que en cada cosa que me propongo hacer para el Señor existe una real, evidente, fuerte, y constante oposición del enemigo.

Tengo que recordar que en cada cosa que me propongo hacer para el Señor, existe oposición del enemigo.

Todos necesitamos recordar que la real oposición no es física, sino espiritual. Y si eso afecta a cada verdadero creyente, los efectos son mucho más contundentes para la pareja ministerial. En otras palabras, por causa de nuestro llamado, los ataques son más intensos.

Si el enemigo no logra distraernos de nuestro servicio mediante tentaciones inmorales, o despertando amor por el mundo, todavía lo intentará mediante conflictos en nuestra relación matrimonial. Algunas veces, un conflicto no resuelto con nuestra esposa puede drenar más el ministerio que cualquier otra situación fuera del hogar. ¡Esos ataques nunca faltarán! Pero puedes combatirlos de varias maneras.

Orando juntos.

Siguiendo las instrucciones de las Escrituras, debemos tomar toda la armadura de Dios para poder perseverar. Esa armadura incluye la oración (Ef. 6:18). Una de las disciplinas espirituales más importantes es desarrollar el hábito de orar juntos todos los días. Buscar el rostro de Dios juntos, como pareja, surte un efecto muy misterioso, en el cual los corazones de ambos son enlazados profundamente. Ambos son más sensibles a la unción del Espíritu, y se facilita el proceso de reconciliación. Específicamente, debemos orar a Dios por fe, que es el escudo y arma defensiva (Ef. 6:16) que nos ayudará a identificar y procesar correctamente la causa de los conflictos.

Buscar el rostro de Dios juntos, como pareja, surte un efecto muy misterioso, en el cual los corazones de ambos son enlazados profundamente.

Leyendo juntos.

De igual manera, necesitamos invertir tiempo juntos en la Palabra. Esa es la espada (Ef. 6:17) que, como mecanismo ofensivo, nos ayudará a implementar las resoluciones adecuadas para enfrentar los conflictos.

Si los conflictos están casi garantizados, entonces el reto es acordar ser prontos en buscar la reconciliación. Los conflictos sin resolver, la falta de mortificación del pecado, las tentaciones, los pecados secretos, la ira no resuelta, y el dejar que pase el día enojados, son serios ataques que demandarán mucha humildad e intencionalidad de nuestra parte para mantener la relación saludable.

Rindiendo cuentas.

Finalmente, y como una medida de precaución frente a la inmensa responsabilidad que todo esto envuelve, es muy útil que como pareja acuerden tener un proceso de rendición de cuentas en el cual alguien con autoridad espiritual, cada cierto tiempo, supervise el matrimonio y ayude a resolver los conflictos que puedan presentarse.

Es un gran privilegio y honor ser escogidos y llamados para ser una familia que sirve a Dios. El reto ahora es disponernos juntos, con la ayuda de Dios, a responder a los desafíos correspondientes a un llamado de esta magnitud. Considerando nuestra real incapacidad frente a una demanda tan grande, oramos junto al apóstol: “Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. A nuestro Dios y Padre sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Fil. 4:19).


Imagen: Lightstock
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