Para conocer más sobre el calvinismo y analizarlo a la luz de la Biblia, te animamos a leer nuestra colección creciente de recursos sobre el tema.
¿Qué viene a tu mente cuando escuchas calvinismo? ¿Arrogancia intelectual, soberanía de Dios, ortodoxia muerta, doctrinas de la gracia, Juan Calvino?
Aunque desconozco tu respuesta, como pastor reformado y profesor de Pensamiento calvinista en un seminario, a lo largo de los años he platicado con muchas personas que fueron expuestas a un “calvinismo” falso y desbalanceado.
Estos son algunos mitos que he escuchado sobre la fe reformada y la verdad sobre estas malas representaciones.
Mito #1: “El calvinismo inició con Calvino”.
Es natural que muchos piensen que este sistema de pensamiento teológico comenzó con Juan Calvino. Sin embargo, esto no es así.
Cuando uno lee la obra doctrinal más importante que Calvino escribió —La Institución de la religión cristiana— rápidamente nota que el calvinismo (1) se basa en las Escrituras, (2) reafirma la doctrina apostólica resumida en el Credo de los Apóstoles, y (3) desarrolla la patrística histórica; es decir, la interpretación bíblica y teológica de los primeros maestros de la iglesia cristiana, especialmente de Ireneo de Lión, Juan Crisóstomo, y de su mayor influencia, Agustín de Hipona.
El calvinismo enseña tanto la soberanía de Dios en la salvación como la responsabilidad humana que todos tenemos ante Él
Esto es relevante, pues nos muestra que el calvinismo no inició con Juan Calvino per se. Él solo fue un instrumento usado en una época específica para continuar y refinar, de acuerdo con las Escrituras, la enseñanza de los más importantes maestros de la historia de la iglesia. Esta es una labor que debemos seguir realizando hoy, buscando siempre una mayor fidelidad a las Escrituras.
Verdad #1: El calvinismo se deriva de las Escrituras y es respaldado por la tradición patrística.
Mito #2: “El calvinismo solo está en la Confesión de fe de Westminster”.
En algunos círculos cristianos es común escuchar a personas que piensan que la única expresión del calvinismo es la desarrollada en la Confesión de Fe Westminster en Inglaterra, muy estimada y estudiada por los cristianos reformados.
Sin embargo, como nos recuerda el teólogo Joel Beeke,
“La fe calvinista es tan rica que al menos tres familias de declaraciones confesionales se desarrollaron en los siglos XVI y XVII: la familia inglesa-escocesa, la familia holandesa-alemana, y la familia suiza, ninguna de las cuales contradecía a las demás, sino que se edificaban y complementaban”.[1]
De la familia suiza, tenemos la Segunda Confesión Helvética. De la familia de los ingleses y escoceses, tenemos la Confesión de Fe de Westminster junto con sus dos catecismos (aunque muchos también hablan de la Confesión de Fe Bautista de 1689 junto a sus catecismos). Y de la familia holandesa-alemana, heredemos la Confesión de Fe de Belga, el Catecismo de Heidelberg, y los Cánones de Dort.
En resumen, el calvinismo tiene una herencia teológica e histórica que va más allá de una sola confesión de fe en un solo lugar.
Verdad #2: El calvinismo tiene una amplia expresión confesional.
Mito #3: “El calvinismo se resume en las doctrinas de la gracia”.
El continente americano está experimentando un resurgir de la fe calvinista. Con este despertar, algunas personas erróneamente han reducido la fe reformada solo a las doctrinas de la gracia, también conocidas como los cinco puntos del calvinismo.
De esa manera, muchos piensan que con sostener estos cinco puntos ya tienen un entendimiento reformado de toda la Escritura. Ante esto, es bueno aclarar que las doctrinas de la gracia son solo la punta del iceberg de la teología reformada, teniendo por debajo aquello que leemos en las confesiones y credos mencionados. Por ejemplo, el calvinismo también abraza las Cinco Solas de la Reforma Protestante y un entendimiento de la historia bíblica con Jesús en el centro.
Verdad #3: El calvinismo es mucho más que solo cinco puntos.
Mito #4: “El calvinismo enseña que el hombre no tiene voluntad”.
Este es quizás el mito más popular y antiguo del calvinismo. Sostiene que los decretos de Dios y su providencia destruyen el libre albedrío, es decir, aquella facultad de tomar decisiones reales, voluntarias, y responsables. Se dice que el calvinismo enseña que el hombre es una especie de robot programado por Dios.
Enseñamos y practicamos el evangelismo porque es el medio que Dios escogió para llamar eficazmente a los elegidos
Ante esta confusión, se debe aclarar que el calvinismo siempre ha enseñado, siguiendo a Agustín y primeramente la enseñanza bíblica, que todo lo que el hombre hace es totalmente voluntario: son acciones, pensamientos, palabras, actitudes, y emociones que él decide hacer conforme a la inclinación de su corazón. Al estar bajo la providencia soberana de Dios, lejos de restringir o imponer sobre su voluntad, Él le garantiza su libertad natural (cp. Pr. 16:9; Stg.1:14).
Sin embargo, una vez que el pecado entró al mundo por medio de la desobediencia voluntaria de Adán, la inclinación del corazón humano quedó esclavizada al pecado (Jn. 8:32). Sin una intervención de la gracia divina, el hombre siempre vivirá voluntariamente en contra de todo lo que Dios manda (Ro. 3:10-18). Por esta razón, el hombre después de la caída no puede hacer nada para salvarse. Su inclinación hacia lo bueno ha sido perdida y no puede recuperarla por sus propias fuerzas.
Como Calvino explicó: “la sabiduría, poder, santidad, verdad, y justicia de que estaba revestido, y dotado [Adán] fueron sustituidos por la ceguera, la debilidad, la inmundicia, la vanidad, y la injusticia”.[2] Por tanto, es imposible que el hombre pueda por sí mismo agradar a Dios. Sin embargo, no todo está perdido…
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia ustedes han sido salvados)… a fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de Su gracia por Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”, Efesios 2:4-5, 7.
El calvinismo enseña así tanto la soberanía de Dios en la salvación como la responsabilidad humana que todos tenemos ante Él.
Verdad #4: El calvinismo no niega la voluntad humana.
Mito #5: “El calvinismo es solo doctrina y nada de práctica”.
No hay un “calvinista perfecto” que viva siempre según sus creencias. Pero se debe aclarar que la falta de aplicación de la teología reformada a las diferentes áreas de la vida es un problema que radica en nuestros corazones pecaminosos. La falla no está en el calvinismo en sí, que en realidad promueve tanto la doctrina como la práctica bíblica.
Por ejemplo, en tiempos de Calvino no solo se aplicaban las Escrituras a la vida para que renovaran cada vez más la moral y piedad de la iglesia, sino también se buscaba influir con ellas en la ciudad. Dios bendijo tanto esta labor de la iglesia de Ginebra, que cuando John Knox visitó la ciudad en 1554 dijo que era “la escuela de Cristo más completa que había existido en la tierra desde los días de los apóstoles”.[3]
El verdadero calvinista vive humillado y agradecido ante su Salvador en el poder del Espíritu Santo
También podemos considerar el impacto que tuvo la cosmovisión calvinista desarrollada por Abraham Kuyper (1837-1920) en los Países Bajos, y de todos los hospitales, las universidades, y los ministerios de misericordia y justicia que se han abierto en años recientes, todos impulsados por la fe calvinista.
Verdad #5: El calvinismo verdadero promueve la aplicación de la doctrina a la vida.
Mito #6: “El calvinismo no practica el evangelismo”.
Muchos confunden al calvinismo histórico con el hipercalvinismo, que es pasivo para el evangelismo y otras disciplinas espirituales. Ahora bien, ¿qué enseña el calvinismo sobre este punto? Enseñamos y practicamos el evangelismo porque es el medio que Dios escogió para llamar eficazmente a los elegidos:
“Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios por medio de su propia sabiduría, agradó a Dios mediante la necedad de la predicación salvar a los que creen”, 1 Corintios 1:21 (cp. Ro. 10:17).
Ya que Dios determinó que una persona necesita escuchar la proclamación del evangelio para que pueda ser salva, el calvinista dedica su vida a presentar a Cristo a las personas.
Nos unimos a la preocupación del puritano Thomas Brooks: “Un alma que está segura de su salvación no está dispuesta a irse al cielo sin compañía. Al contrario, está frecuentemente clamando, ‘Padre bendice a esta alma… y permítenos ir juntos al cielo, permítenos estar felices juntos’”.[4]
Verdad #6: El calvinismo no solo enseña sobre la Gran Comisión, sino que también la practica para la gloria de Dios.
Mito #7: “El calvinismo está compuesto por gente soberbia”.
Es común escuchar que la fe reformada es un movimiento de personas que se creen intelectualmente superiores. Aunque algunos “calvinistas” son así, la realidad es que el verdadero calvinista vive humillado y agradecido ante su Salvador en el poder del Espíritu Santo. Como escribió el teólogo B. B. Warfield:
“El calvinista es el hombre que ha visto a Dios, y quien, habiendo visto a Dios en Su gloria, está lleno, por una parte, de un sentido de su propia indignidad para permanecer ante Dios como criatura, y mucho más como pecador, y por otra parte, de un asombro reverente de que, a pesar de todo, este Dios es un Dios que recibe a los pecadores”.[5]
Verdad #7: Tener una visión inmensa de la gracia de Dios debe hacernos humildes.