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Recuerdo cuando, siendo un niño en la escuela, vi por primera vez el retrato de Martín Lutero en un libro de historia. Leí que este monje alemán inició la llamada Reforma Protestante en el siglo XVI, al clavar sus 95 tesis en las puertas de la Catedral de Wittenberg (Alemania) el 31 de octubre de 1517.

En ese momento yo no comprendía de qué se trataba esta Reforma, por qué protestaban, y mucho menos cómo podrían clavar 95 tesis en una puerta, pues en mi mente infantil pensaba que una “tesis” era un volumen muy extenso de información que se presentaba para lograr un grado académico en la universidad.

En mi adolescencia me explicaron que, en este contexto, una tesis no es más que una declaración o proposición a ser demostrada, y que estas 95 tesis eran oraciones de pocas líneas. Con el tiempo tuve la oportunidad de leerlas por mí mismo, incluso en el idioma original en que Lutero las escribió. Así entendí mejor la preocupación de este monje —quien también fue doctor en teología y profesor en la Universidad de Wittenberg— por lo que pasaba en la iglesia de la época que le tocó vivir.

Pero luego descubrí que no todo lo que aprendí en la escuela sobre Lutero y la Reforma Protestante fue de acuerdo a los hechos. En los últimos 500 años surgieron algunos mitos y leyendas, o más bien imprecisiones sobre el origen de este movimiento que cambió al mundo. Estos son tres mitos y verdades sobre la Reforma Protestante:

Mito #1: “Lutero clavó sus tesis en Wittenberg el 31 de octubre de 1517”.

Lutero no clavó ningún documento en las puertas de Wittenberg el 31 de octubre de 1517. Más bien, envió una importante carta, escrita de manera respetuosa y apropiada, dirigida al arzobispo Albrecht de Mainz, en Magdeburg (Alemania), incluyendo las 95 tesis para su consideración.[1]

El motivo de la carta y las tesis fue la venta de indulgencias en Wittenberg que buscaban recaudar fondos para la construcción de la basílica de San Pedro. Estas indulgencias eran mercadeadas con la autoridad de Albrecht de Mainz. Lutero quería hacerle saber su punto de vista teológico al arzobispo para evitar que los feligreses tropezaran ante este error, ya que solo Cristo, y no el papa, tiene el poder de perdonar pecados.

La idea de las indulgencias venía del concepto del “tesoro del mérito”. La iglesia de Roma decía que María y otros santos “llenos de gracia” poseían tantos méritos en exceso, que había un “tesoro del mérito” en el cielo disponible para los pecadores que los necesitaran. Sin embargo, para poder apropiarse de tales méritos, el pecador no tiene otra vía que la iglesia, la cual posee “las llaves del tesoro del mérito” para aplicarlos a través de los sacramentos.

El poder de Dios prospera lo que cualquier maestro responsable, que enseña la verdad de Dios, debería hacer: exaltar la verdad del evangelio

De ahí que la Iglesia Católica Romana sigue enseñando que, aunque la justificación es recibida en los méritos de Cristo por medio del sacramento del bautismo como instrumento de salvación, los pecados mortales nos hacen caer del estado de justificación. Para mantener ese estado de gracia, es necesario el ejercicio del sacramento de la reconciliación mediante penitencias, esto es, ciertas oraciones y sacrificios que el penitente debía ejercitar para mantener y lograr su estado de justificación por medio de estos “méritos adecuados” (de congruo). De esta manera, Roma niega la enseñanza bíblica de la justificación por la fe sola.

Roma reafirmó su posición en el Concilio de Trento (1545-1563) en respuesta a la Reforma.[2] La idea de Roma era que estas indulgencias vendidas servirían al penitente como un certificado de que ejercitaba la penitencia debida, tomada del “tesoro del mérito”, bajo la insignia del papa, para obtener el perdón de pecados y la liberación del alma del purgatorio después de la muerte.

Hoy celebramos la Reforma el 31 de octubre porque en esa fecha Lutero envió la carta mencionada. Pero las 95 tesis no fueron clavadas por Lutero en las puertas de Wittenberg sino por algún custodio del edificio, que lo haría en el transcurso de las siguientes dos semanas, como parte de sus funciones de publicar este tipo de documentos de interés para los estudiantes de la universidad. Las puertas de la iglesia servían como tablero de boletines para publicación de anuncios.[3]

La imagen de Lutero clavando sus tesis en Wittenberg fue una figura usada por Philip Melanchthon, un colaborador de Lutero que no estaba presente en Wittenberg para esa época. Al pasar los años, Melanchthon quiso ilustrar el poder de Dios prosperando lo que cualquier maestro responsable, que enseña la verdad de Dios, debería hacer: exaltar la verdad del evangelio públicamente.

Verdad #1: ¡Lutero no clavó las tesis en las puertas de la catedral de Wittenberg!

Mito #2: “La Reforma Protestante se llamó así desde el inicio porque buscó protestar contra la iglesia”.

Cuando Lutero escribió sus tesis no tuvo intención de entregarlas al público para “protestar” contra la iglesia. De hecho, él pensaba que tanto el arzobispo como el papa estaban ajenos a esta situación de la venta de indulgencias en Wittenberg, y más bien quería alertarlos del error teológico. Él también quería discutir las tesis entre sus estudiantes, pero lo primero que sucedió fue que los estudiantes que vieron la publicación tradujeron el documento del latín al alemán, y en la providencia de Dios se difundió rápidamente.

El espíritu de la Reforma siempre ha estado y estará presente en tanto que Cristo continúa obrando en medio de su pueblo

Si queremos identificar un momento cuando el movimiento de la Reforma Luterana se declara públicamente en contra de Roma, podríamos sugerir el instante cuando Lutero, en 1520, recibe una bula papal llamada Exsurge Domine (“levántate, Señor”). El papa León X decía en ella que “un cerdo salvaje ha entrado en la viña del Señor”, y ordenaba que las obras literarias de Lutero fueran quemadas, dándole al monje 60 días para retractarse y someterse a la autoridad de Roma. En respuesta, Lutero quemó esta bula públicamente con otros libros que eran considerados “los peores proponentes de las doctrinas papistas”.[4] Luego Lutero comparecería ante la Dieta Imperial reunida en Worms (Alemania) en 1521 donde no se retractó.

Entonces, ¿cómo surgió el término “protestante”? Vino a surgir en 1529, alrededor de un tema político en Alemania en cuanto a la libertad de cultos. Para 1526 se había dado libertad a los estados alemanes para elegir su propia preferencia religiosa. Austria y algunos estados del sur de Alemania optaron por el catolicismo romano, mientras que otros comenzaron a implementar la Reforma Luterana. Para 1529 hubo una Segunda Dieta en Espira (Alemania), con una gran oposición de los católicos romanos reconfirmando el edicto de Worms contra las enseñanzas de Lutero, lo cual fue una amenaza de intervención imperial (de Roma) contra Alemania. “Esto llevó a los príncipes luteranos a presentar una protesta formal, recibiendo así el nombre de ‘protestantes’”.[5]

De hecho, en el sentido estrictamente histórico, la Reforma se compone de cuatro movimientos: luteranos, reformados (Calvino), Radicales (anabaptistas), y la contrarreforma de Roma. El término “Reforma Protestante” trata de identificar solo el pensamiento teológico de los primeros dos movimientos; esto es, los reformadores seguidores del pensamiento de Lutero (ubicados principalmente en Alemania y otros lugares) y, por otro lado, los reformadores en Suiza y el resto de Europa (que siguieron el pensamiento de Zuinglio, Bucer, Calvino, Beza, etc.). Por tanto, utilizar el término “protestante” en los inicios de la reforma, es “en un sentido estricto, un anacronismo”.[6]

Verdad #2: Lutero y sus seguidores en un principio no protestaron contra Roma.

Mito #3: “La reforma inició y concluyó durante el siglo XVI”.

Jesús citó al profeta Isaías para señalar un mal presente en medio de los creyentes que han profesado la fe a través de los tiempos: “Este pueblo con los labios me honra, pero su corazón está muy lejos de mí” (Mt.15:8). De hecho, pilares de la iglesia como el apóstol Pedro y Bernabé cayeron en hipocresía debiendo ser confrontados públicamente para preservar la pureza del evangelio (Gá. 2:11-14 cf. Hch. 15:7-9).

Así podríamos citar ejemplos anteriores a la Reforma del siglo XVI, como el caso de Agustín de Hipona (354 – 430) quien denunció la herejía de Pelagio; o el caso de John Wycliffe (1320 – 1384) y Jan Hus (1369 – 1415), quienes llamaron la atención a la iglesia de su tiempo afirmando que la Escritura (y no el papa ni la Iglesia) es la suprema autoridad para la vida del creyente (Sola Scriptura). En otras palabras, el espíritu de la Reforma ni comenzó ni concluyó en el siglo XVI. En cambio, siempre ha estado y estará presente en tanto que el Espíritu de Cristo continúa obrando en medio de su pueblo.

En tanto haya mensajeros de Dios predicando la Palabra de Cristo, la iglesia reformada siempre se está reformando

La frase  ecclesia reformata, semper reformanda (“la iglesia reformada siempre se está reformando”) aparece en un libro escrito por Jodocus van Lodenstein en 1674. Van Lodenstein era un ministro de la Iglesia Reformada de las Provincias Unidas (hoy Países Bajos). Van Lodenstein fue testigo de muchos cambios en la iglesia reformada, entre ellos el desarrollo de la teología del pacto y las batallas internas de iglesias locales en cuanto al uso del órgano como instrumento musical en la adoración pública.

¿A qué se refería entonces Jodocus van Lodenstein con su frase “la iglesia reformada siempre se está reformando”? El teólogo Robert Godfrey dice que Lodenstein “creía que la Biblia era clara en temas de doctrina, adoración, y gobierno, y que las iglesias reformadas habían reformado estos asuntos correctamente”.[7] Van Lodenstein pertenecía a una corriente de reformados pietistas de los Países Bajos, similar a los puritanos de Inglaterra. El sentir y la preocupación de estos grupos era que, luego de que las iglesias pasan por un proceso de reforma al regresar a la Escritura, la cual nos redarguye de pecado por medio de la Ley de Dios, debemos anunciar a la gente la Palabra de Cristo (el evangelio), la cual continúa creando fe en nuestro corazón. En otras palabras, lo que siempre necesita reformarse en la iglesia es el corazón humano por medio del evangelio.

Debido al pecado remanente en el creyente, es fácil llegar a confiar en nuestras propias prácticas religiosas y obras imperfectas, antes que en la obra perfecta de Cristo. Todos caemos en algún momento en honrar a Dios de labios mientras nuestro corazón se aparta de Él (Mt. 15:8). En nuestro afán de “agradar a Dios” dejamos a Cristo atrás. Sin darnos cuenta, hacemos un ídolo de la plataforma religiosa con el fin de buscar beneficios personales: fama, poder, vanagloria, riquezas, justicia propia, o cualquiera que sea la lista de ídolos de nuestro corazón.

A pesar de nosotros mismos, la buena noticia es que la Iglesia sigue siendo reformada por la acción del Espíritu de Cristo obrando en nosotros, de manera constante, una y otra vez. El Espíritu nos ilumina, reformándonos y mostrándonos nuestro pecado por medio de la Ley de Dios, al tiempo que sigue creando fe y transformando nuestro corazón por medio del evangelio de Cristo. “La fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo” (Ro.10:17). En tanto haya mensajeros de Dios predicando la Palabra de Cristo, la iglesia reformada siempre se está reformando.

Verdad #3: La Reforma no empezó con Lutero y continúa en nuestros días.


[1] Eric Metaxas, Martin Luther: The man Who Rediscovered God and Changed the World (New York: Penguin Books, 2018), 107.
[2] Theodore Alois Buckley B.A., The Canons and Decrees of the Council of Trent (London: Aeterna Press, 2014), Kindle, Loc.1032. (“On Justification,” Canon XXIV).
[3] Es posible que un número de copias fueran publicadas en las puertas de otras seis iglesias del pueblo de Wittenberg para ese mismo propósito.
[4] Justo González, The Story of Christianity, Volume II: The Reformation to the Present Day (New York: HarperCollins, 2014), 33.
[5] Justo González, The Story of Christianity, Volume II, 44.
[6] Alister McGrath, Reformation Thought (Oxford, UK: Wiley-Blackwell, 2012), 6.
[7] Robert Godfrey, “What Does Semper Reformanda Mean?” en la revista TableTalk, marzo 24, 2017.
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