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Ya sea que hable con un cristiano nuevo o con un creyente experimentado, a menudo tengo una conversación similar. Cada uno de nosotros confiesa que le cuesta orar, superar algún viejo hábito o encontrar gozo y paz en la vida cristiana. Entonces ambos nos hacemos una pregunta que a menudo se esconde detrás de nuestras otras luchas: ¿Cómo puedo conocer y sentir realmente el amor de Dios por mí?

El comediante Brian Regan tenía un chiste sobre los Pop-Tarts (pastelitos para tostar). Él pregunta: «¿Te has dado cuenta de que los Pop-Tarts vienen con instrucciones? ¿Podría haber un alimento más simple? Y si no hubiera instrucciones, ¿qué haría la gente? Se quedaría ahí con el pequeño envoltorio preguntándose: “¿Cómo introduzco esta delicia dentro de mí?”».

Así es como me siento en cuanto al amor de Dios. No puede ser tan difícil. Él dice que nos ama. Lo sabemos. Lo creemos. Pero es posible conocer las doctrinas correctas, participar en una iglesia saludable, e incluso guiar a otros de una manera amorosa y aun así permanecer espiritualmente frío, seco y distante. Lo sé por experiencia. Sé que Dios me ama y que Jesús murió por mis pecados, y sé que el Espíritu vive dentro de mí. Pero estas poderosas verdades a menudo permanecen en lo intelectual. Tal vez te sientas identificado. Los efesios podrían. 

La oración de Pablo por una experiencia de Dios

Los efesios parecen las estrellas de la iglesia primitiva. Hay muy poca reprensión en la carta de Pablo a ellos, y parece que están listos para el «alimento sólido» de la teología y la formación espiritual. Sin embargo, incluso los efesios luchaban por experimentar el amor de Dios. Este reto es tan antiguo como el cristianismo mismo. 

Al final de su largo tratado teológico (caps. 1-3) y antes de sus instrucciones prácticas (caps. 4-6), Pablo se detiene para orar por los efesios (3:14-21). Cae de rodillas, suplicando a Dios que conozcan y experimenten el amor de Cristo.

Nuestra postura en oración es a menudo bastante reveladora. Si estoy sentado en mi escritorio con mi Biblia abierta y escribiendo oraciones en un diario, esa es una postura apropiada para una oración por entendimiento y sabiduría. Si estoy tumbado en la cama orando mientras me duermo, es un acto apropiado para someter mi vida totalmente a Dios. Pero si estoy de rodillas orando en voz alta o con gemidos demasiado profundos para las palabras, ese es un momento de profunda lucha o pasión. Ahí es donde Pablo está.  

Pero hay algo extraño en la oración del apóstol. Pide que Cristo habite en nuestros corazones, que conozcamos el amor de Cristo y que estemos llenos de toda la plenitud de Dios. Es extraño porque en los capítulos 1-3 nos dijo que cada una de estas tres cosas ya son verdad en nosotros. ¿Por qué oraría tan intensamente por lo que ya tenemos en Cristo? 

Los efesios saben estas cosas, pero su conocimiento no es suficiente; hay otro nivel de conocimiento y experiencia que les hace falta.  

Cuando Pablo ora para que «comprendamos» todo lo que Dios tiene para nosotros (v. 18), esta palabra puede significar «luchar con», «despojar y saquear» un lugar, o «vencer» a alguien. ¿Con qué quiere Pablo que luchemos? ¿Con nosotros mismos, con nuestras almas, con nuestra carne y nuestro ser interior?

No, él ora para que podamos comprender el amor de Cristo, luchando por introducirlo en nuestros corazones.  

Conociendo el amor de Cristo a través del Espíritu

Pablo escribe: «Le ruego que Él les conceda a ustedes, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder por Su Espíritu en el hombre interior; de manera que Cristo habite por la fe en sus corazones» (Ef 3:16-17). La fuente de nuestra experiencia del amor de Dios es el Espíritu Santo.

Tim Keller dice que Pablo está orando por una «sensibilidad espiritual interior a la verdad del evangelio», para que el Espíritu Santo prepare tu ser interior para captar el amor de Dios.

La sensibilidad al Espíritu Santo es la principal diferencia entre un creyente seco y complaciente y otro cálido y apasionado

La sensibilidad al Espíritu Santo es la principal diferencia entre un creyente seco y complaciente y uno cálido y apasionado. El Espíritu nos revela a Dios y Su Palabra (Ef 1:17; 3:5; 6:17), nos infunde poder para vivir como Cristo (Ef 3:16; 5:18-19; 6:18), nos vivifica con el poder de la resurrección (Ro 8:9-11) y nos transforma a imagen de Cristo con una creciente gloria (2 Co 3:18). Es el Espíritu Santo quien nos hace gustar y ver que el Señor es bueno (Sal 34:8).  

¿Cómo llevamos el amor de Cristo a nuestros corazones?

¿Cómo nos ayuda el Espíritu Santo a experimentar a Dios?  

La oración de Pablo encuentra aquí su clímax: «También ruego que arraigados y cimentados en amor, ustedes sean capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios» (Ef 3:17-19).  

No hace mucho, terminamos de remodelar nuestro sótano, al convertir un espacio de hormigón sin forma en una pintoresca sala de estar y oficina. A medida que remodelábamos, me iba familiarizando cada vez más con las dimensiones del sótano. Antes pasaba poco tiempo allí abajo y no sabría decir cuántos metros cuadrados tenía ni la longitud de ninguna pared. Pero ahora, después de pasar horas midiendo, trabajando y reuniéndome con los contratistas, puedo decir lo ancho, largo, alto y profundo que es. 

Pablo describe una combinación perfecta de conocer y experimentar el amor de Cristo, y hay algunas maneras en que podemos cultivar esta combinación.  

1. Reduce la velocidad y aparta tiempo.

La prisa es una de mis grandes luchas en la vida. Incluso cuando logro reducir el ritmo y dedico tiempo para Dios (vaya frase), me cuesta apagar mis pensamientos acelerados. La prisa apaga el Espíritu Santo, así que debemos dejarla de lado y dedicar tiempo a la oración que busca y escucha para experimentar el amor de Dios. 

2. Medita en la Palabra.

La oración de Pablo es que Dios nos fortalezca con poder a través de Su Espíritu en nuestro ser interior. Está orando con toda su energía para que aprendamos a leer la Biblia, orar y luchar por introducir estas verdades en nuestros corazones. Esta es la práctica de la meditación bíblica.  

George Muller descubrió la importancia de esto: 

Vi que el asunto principal y más importante al que debía dedicarme cada día era tener mi alma feliz en el Señor. De lo primero que debía ocuparme no era de cuánto podía servir al Señor, de cómo podía glorificar al Señor, sino de cómo podía poner mi alma en un estado feliz, y de cómo podía alimentar mi hombre interior… Ahora bien, ¿cuál es el alimento para el hombre interior? No la oración, sino la Palabra de Dios; y aquí de nuevo, no la simple lectura de la Palabra de Dios, de manera que solo pase por nuestras mentes, como el agua pasa por una tubería, sino considerando lo que leemos, reflexionando sobre ello, y aplicándolo a nuestros corazones.  

3. Medita en la cruz.

La oración de Pablo es que comprendamos el amor de Cristo, no solo el amor de Dios en general. ¿Por qué insiste en el amor de Jesús por nosotros? Para recordarnos que debemos meditar en la cruz.

Él ora para que tengamos el poder del Espíritu Santo para experimentar a Dios… para que comprendamos cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo.  

¿Por qué Pablo insiste en el amor de Jesús por nosotros? Para recordarnos que debemos meditar en la cruz

Parafraseando a Keller: ¿Cuán ancho? Lo suficientemente amplio como para abarcarnos tal y como somos. 

¿Hasta cuándo? «Hasta el fin del mundo», dijo Jesús (Mt 28:20).  

¿Cuán alto? Tan alto como los cielos donde reina.  

¿Cuán profundo? Es más profundo que la tumba, más profundo que el infierno. 

Muchos lectores a lo largo de la historia cristiana han visto en esta frase un recordatorio del cuerpo de Jesús levantado en la cruz, extendido a lo ancho y largo de mano a mano, tirado a lo alto y profundo de la cabeza a los pies. No podemos comprender la profundidad del amor de Dios por nosotros en Cristo. Siempre es más profundo aún.  

No hay mejor manera de introducir Su amor a nuestros corazones.  

Reduce la velocidad y aparta tiempo. Medita en la Palabra. Y comprende con toda tu energía, con el poder eterno del Espíritu Santo, el gran amor de Dios en Cristo demostrado por ti en la cruz.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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