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Cómo el COVID ha afectado nuestras amistades y qué hacer al respecto

El día después de las elecciones de 2020, me desperté temprano, revisé las noticias (no se había anunciado un ganador todavía) y salí a dar un paseo con mi equipo ciclista siguiendo las reglas del distanciamiento social. Terminamos nuestro ciclo en un café y me senté en la galería delantera con un compañero del equipo, a dos metros de distancia, por supuesto. En cierto sentido, no podríamos ser más diferentes: pertenecemos a diferentes grupos de edad, tenemos diferentes perspectivas sobre la religión y votamos por diferentes candidatos (sí, incluso hablamos de eso).

Mientras estábamos sentados allí con nuestro café caliente y donas artesanales, dije algo semejante a una cita de Tim Keller sobre plantación de iglesias: «Bueno, estoy empezando a pensar que todos se han vuelto locos menos nosotros y, para ser honesto, ya no estoy tan seguro de ti». Nos reímos de las elecciones, dimos nuestras predicciones sobre cómo resultaría el conteo estatal y tratamos de solucionar cómo nuestro país podría recuperarse de este nivel de división. No resolvimos nuestra crisis nacional esa mañana.

Aunque, quizás sí lo hicimos. O, al menos, dimos un paso en la dirección correcta.

Otra pandemia

Antes del COVID, ya nos estábamos enfrentando a una epidemia de soledad en Estados Unidos. Como escribí en 2018 (en inglés), el aislamiento social se ha convertido en el estado funcional de la vida estadounidense y la soledad ha dejado una impresión profunda y trágica en nuestra salud mental, bienestar físico y vida comunitaria. Eso fue antes de que todos estuviéramos encerrados en nuestros hogares por tiempo indefinido.

El año pasado, la solución para una pandemia solo vino a profundizar la otra. El antídoto para la pandemia del COVID, el aislamiento social y el distanciamiento, ha exacerbado lo que las antiguas autoridades sanitarias llamaron «la epidemia de la soledad».

Las principales tragedias del COVID son bien conocidas. Hemos perdido seres queridos: solo en los EE. UU. se han atribuido más de 750,000 muertes al COVID-19 al momento de escribir este artículo. La pandemia ha afectado de forma desproporcionada a las personas de color, las personas de bajos ingresos y los ancianos. Los factores de salud a largo plazo asociados con COVID-19 aún no se conocen por completo. Todavía no estamos viviendo en un mundo post-COVID y, en cierto sentido, nunca lo estaremos (Tal vez podríamos llamar a esto, con una pizca de esperanza, la era tardía del COVID).

En medio de todas estas tragedias masivas y algo medibles, los efectos en nuestras relaciones, amistades y comunidades han sido incalculables. ¿Cómo empezamos a entender el daño personal, relacional y espiritual que ha causado la pandemia? ¿Qué se puede hacer al respecto?

Aquí está mi tesis: el círculo intermedio del círculo de relaciones de los estadounidenses, el cual ya de por sí era débil, en especial las amistades, se ha reducido de manera significativa desde marzo de 2020. En su mayoría, estas han sido reemplazadas por tiempo frente a la pantalla y las amistades entre facciones, lo cual nos ha llevado a una mayor polarización, tanto en la sociedad en términos más amplios como en la iglesia. Para contrarrestar esta tendencia, los creyentes y las iglesias deben juntos crear nuevos ritmos de discipulado, modelados según la vida terrenal de Jesús, para restaurar amistades y promover la renovación de nuestras comunidades.

Cómo la pandemia transformó nuestra vida diaria

Para comenzar, consideremos las formas significativas en que el COVID cambió la forma en que usamos nuestro tiempo. Un estudio para The New York Times mostró (como era de esperarse) movimientos dramáticos hacia el aislamiento social en los ocho meses de mayo a diciembre de 2020. (No se recopilaron datos desde mediados de marzo hasta mediados de mayo debido a la pandemia).

El tiempo del estadounidense promedio pasado con personas fuera del hogar se redujo en una hora completa, lo cual, en un periodo de ocho meses, equivale a aproximadamente 244 horas menos dedicadas a las relaciones en 2020 en comparación con 2019.

Entonces, ¿a dónde se fue ese tiempo? Aunque hubo segmentos que pasaban mucho más tiempo con miembros de la familia, especialmente padres de niños pequeños, los mayores cambios en el uso del tiempo fueron digitales. La pandemia vio aumentos en nuestros mensajes de texto, llamadas telefónicas, videoconferencias, transmisión de TV, uso de computadoras y videojuegos. Sin incluir el tiempo de trabajo y la escuela, el estadounidense promedio aumentó el tiempo de pantalla diario en un aproximado de 60 minutos.

Cuando juntamos estas dos tendencias (y asumimos que marzo y abril de 2020 fueron al menos tan aislados para la mayoría de los estadounidenses), descubrimos esto: en 2020, el estadounidense promedio intercambió 300 horas de tiempo en persona con amigos, miembros de la iglesia y vecinos por 300 horas de redes sociales, televisión y lectura en internet.

No es de extrañar que 2021 haya resultado así y 2022 promete más de lo mismo. Nuevamente, todo esto ocurre después de que el director general de Salud Pública de EE. UU. nombrara la soledad como nuestra gran epidemia en 2017. Señor, ten piedad.

Pero no es solo que las relaciones en persona han sido reemplazadas por el tiempo frente a la pantalla, como si eso no fuera lo suficientemente dañino. Los tipos de relaciones que mantenemos como estadounidenses también han cambiado de manera radical.

El peligroso declive de las amistades del «círculo intermedio»

En su libro The Vanishing Neighbor (El vecino que desaparece) publicado en 2014, el sociólogo Marc Dunkelman describió el declive de la comunidad estadounidense principalmente como una pérdida de las relaciones del «círculo intermedio». Las relaciones del círculo interno son las más íntimas: cónyuge, hijos, familia inmediata y quizás algunos amigos comprometidos. Las relaciones del círculo externo incluyen a nuestros vecinos y compañeros de trabajo con quienes podemos llevarnos bien pero que requieren poca o ninguna conversación profunda. (En otras palabras, si alguien en mi círculo externo no está de acuerdo conmigo, no tiene un efecto real en mí). Dunkelman explica que lo que se ha perdido en los Estados Unidos del siglo XXI son las relaciones del círculo intermedio: los amigos que vemos con regularidad, nuestro grupo pequeño en la iglesia, un equipo pequeño en el trabajo, el grupo con el que corremos todos los días y así sucesivamente.

Por lo tanto, las relaciones entre nuestros compañeros miembros de la iglesia, vecinos y compañeros de trabajo de muchos años han estado perdiendo su profundidad. De la misma manera, los clubes sociales como equipos de ciclismo, cooperativas y ligas deportivas han sido reemplazados en gran medida por actividades individuales y virtuales.

Las relaciones entre nuestros compañeros miembros de la iglesia, vecinos y compañeros de trabajo de muchos años han estado perdiendo su profundidad

A principios de este año, la columnista Michelle Goldberg reflexionó sobre la lealtad no antes vista con la que las personas siguieron a sus líderes políticos en 2020. Miles de ciudadanos siguieron a sus candidatos de ciudad en ciudad como groupies de una banda de rock. ¿Cuál fue el denominador común entre los más comprometidos? Más que nada, los seguidores políticos más ávidos fueron marcados por una soledad previa. Muchos que no tenían familia o que estaban separados de sus familias podían encontrar una comunidad acogedora en las tribus políticas.

El surgimiento de las amistades de «facción»

Como ha demostrado David French, a medida que los estadounidenses han perdido amistades del mundo real, van llenando el vacío con amistades basadas en afinidades, las cuales en su mayoría son iniciadas en línea. Estas «amistades entre facciones», como las llama French, son aquellas que dicen: «O estás con nosotros o estás contra nosotros». Son peligrosas porque brindan un sentido de propósito, «tan destructivo o falso como pueda ser».

Si nuestra nación está llena de amistades entre facciones y carece de amistades del círculo intermedio, estamos en problemas. Sin una comunidad eclesiástica saludable o aun algunos buenos amigos, podemos perdernos en una red de supuestas amistades que se basan en la alineación sociopolítica y nada más. A menos que tengamos una red saludable de familia, amigos e iglesia, que no se base en puntos de vista sociales y políticos idénticos, estas amistades entre facciones pueden ser perjudiciales para las personas, las iglesias y la sociedad en su conjunto. French escribe:

«Lo he dicho antes y lo diré mil veces más. Esta es una de las principales razones por las que no puedes verificar los hechos, alegar o argumentar a una persona fuera de su conspiración, porque estás tratando de verificar los hechos, alegar y argumentar a esa persona fuera de su comunidad».

Nuestra experiencia en los últimos años sugiere una distinción: hay un tipo de soledad pasiva (falta de amigos y comunidad) y una soledad divisiva (rechazo de amigos y comunidad a menos que estén totalmente de acuerdo con tus puntos de vista sociales, políticos y religiosos). Dicho de otra manera, hay un lado oscuro en la pertenencia.

A menos que podamos restaurar los tipos de conversaciones alrededor de un café, las cuales traen momentos compartidos y generosos entre dos personas muy diferentes, tendremos pocas esperanzas de que nuestra vida social compartida vea alguna mejora.

El papel de las redes sociales 

Las redes sociales comenzaron con la promesa de una mayor conexión en una cultura que avanzaba hacia una mayor transitoriedad y transición. Ellos dijeron: manténte conectado con tus amigos dondequiera que estén. Será genial, dijeron. Pero el proyecto de las redes sociales se ha transformado en algo diferente en la última década y media y ahora estos sitios se han convertido en plataformas para publicidad seleccionada y clasificación social, impulsándonos a conectarnos con personas como nosotros.

A principios de este año, Tim Keller escribió una reseña de Breaking the Social Media Prism (Rompiendo el prisma de las redes sociales) del sociólogo Chris Bail. Bail pregunta cómo las redes sociales han contribuido a los problemas de la polarización social y política. Keller lo resume:

«La respuesta común es que los algoritmos nos mantienen en “cámaras de resonancia” o “burbujas” donde solo escuchamos noticias y opiniones de nuestro propio lado y eso impulsa la división y el extremismo. Pero Bail señala investigaciones que muestran que, por el contrario, la exposición diaria a puntos de vista políticos y culturales opuestos (y no solo a las versiones desagradables y cáusticas de esos puntos de vista) solo hace que las personas sean más fuertes en sus puntos de vista o aun más extremos. Las personas que con regularidad escuchaban las opiniones opuestas no ajustaron sus puntos de vista y se volvieron más equilibrados o moderados porque, para muchas personas, las redes sociales [se han] convertido en un lugar donde se sanan a sí mismos. Por lo tanto, ven los puntos de vista opuestos como ataques a su identidad».

Como resultado, las redes sociales se han convertido en la plataforma ideal para premiar las opiniones extremas y silenciar las moderadas. No es un gran lugar para presentar nuestros puntos de vista, recibir puntos de vista alternativos y participar en un discurso civil. En cambio, es solo una forma más de identificarse con ciertos grupos (y no con otros) y establecer una marca personal. (Para Keller, la respuesta no radica necesariamente en abandonar las redes sociales por completo, hay demasiadas personas que interactúan allí y tiene beneficios positivos, sino reformarlas de manera integral).

Entonces, poniendo todas las cosas sobre la mesa, ahora tenemos nuestro problema complejo a la vista: Si bien la mayoría de los estadounidenses tuvieron la suerte de ver que nuestras relaciones más cercanas permanecieron intactas, nuestras relaciones intermedias, especialmente nuestras amistades, se disolvieron o desaparecieron a un ritmo sin precedentes. Este vacío se ha llenado en gran medida con el aumento del tiempo frente a la pantalla y las amistades entre facciones, con las redes sociales reemplazando la conversación local cara a cara como el centro de comunicación.

Lo que se perdió fue hermoso y cambió el mundo. Nuestras amistades, las relaciones intermedias de los creyentes entre sí y con los que están fuera de la iglesia, no solo son excelentes para nosotros. Estas son una fuerza poderosa para el bien social.

El poder social de las amistades en la iglesia

En 2012, el investigador de Harvard Robert Putnam, autor de Bowling Alone (Jugando a los bolos a solas) y American Grace (Gracia americana), hizo un descubrimiento significativo. Él había estudiado con anterioridad la correlación entre la afiliación religiosa y el comportamiento altruista, como dar a la caridad, ofrecerse como voluntario, servir a personas fuera de su grupo religioso e incluso devolver el cambio a una tienda. Luego preguntó por qué. ¿Por qué las personas religiosas son los vecinos más amables y desinteresados ​​de sus comunidades?

Nuestras amistades no solo son excelentes para nosotros. Son una fuerza poderosa para el bien social

Exploró numerosos factores que no se suman a un comportamiento más altruista: tradición denominacional, intensidad de las creencias, etc. De hecho, solo había un factor que se correlacionaba consistentemente con una sana y buena vecindad: las amistades y las relaciones personales dentro de la iglesia. En otras palabras, las personas con las relaciones más sólidas dentro de su comunidad de fe son las personas más amables y desinteresadas con los que están fuera de su comunidad de fe.

Putnam lo resume de la siguiente manera:

«Tener más amigos está asociado con el altruismo, pero los “amigos de la iglesia” importan mucho, incluso más allá de ese hecho; los amigos de la iglesia parecen estar supercargados… Según muestran nuestros datos, el poder de los amigos de la iglesia es más que la suma de ser religioso y tener amigos».

Verás, hay un tipo de pertenencia que es peligrosa para nosotros y para el mundo. Son las amistades de facciones no locales y políticamente alineadas las que dicen: «Estás con nosotros o contra nosotros». Estos grupos sociales a menudo se identifican por aquello a lo que se oponen y el fruto de sus relaciones a menudo incluye conflictos, divisiones, puntos de vista poco caritativos de los extraños. Por otro lado, las comunidades cristianas sanas dan como resultado un aumento significativo en la bondad, la mansedumbre, la piedad y el dominio propio. Los que están afuera son tratados con amor, dignidad y hospitalidad, no con miedo, sospecha y exclusión.

¿Entonces, qué hacemos ahora? ¿Cómo pueden los creyentes, las iglesias y los ministerios responder a la epidemia de soledad? ¿Cómo podemos restaurar amistades, reconstruir el compañerismo y alcanzar nuestras ciudades en este momento cultural?

Reordenando nuestras vidas (y nuestros amores)

Es útil pensar en los últimos dos años en términos de patrones de discipulado: los hábitos de vida que hemos aprendido de lo que hemos experimentado y consumido. En este sentido amplio, siempre está sucediendo un discipulado: nos convertimos en lo que consumimos, ya que nuestros patrones de vida dirigen y dictan nuestros sentimientos, pensamientos y motivos más profundos. Siempre estamos siendo conformados al corazón, la personalidad y el estilo de vida de otra persona o ideología.

En El espíritu de las disciplinas, Dallas Willard escribió que la forma principal en la que somos conformados a Jesús (una vez que estamos unidos a Él y hemos sido regenerados) es siguiéndolo a Él en el patrón general de su vida terrenal. Obedeciendo sus enseñanzas, meditando en sus sufrimientos, muerte y resurrección, y practicando su forma de vida, llegamos a ser como Él. Si creemos que Él es la representación perfecta del Padre y el Dios-hombre sin pecado, entonces también debemos creer que Él sabía mejor que nadie cómo vivir en este mundo quebrantado y hermoso.

De ello se deduce que si el camino para llegar a ser como Cristo es seguir su estilo de vida, entonces las amistades terrenales de Jesús deberían indicarnos el modelo ideal de florecimiento humano en las relaciones.

Entonces, ¿qué tipos de relaciones vemos en la vida de Jesús?

  • Mostró devoción absoluta a sus amigos más cercanos (los doce).
  • Buscó de manera intencional a miembros de la comunidad que no eran agradables (Zaqueo).
  • Conversó con personas de otras culturas (mujer samaritana).
  • Comía con amigos, familiares y extraños.
  • Asistió a bodas, funerales y eventos culturales.
  • Se relacionó con los pobres y necesitados (comiendo con «pecadores»).

Tal y como Agustín escribiera hace mucho tiempo, si todos nuestros problemas son el resultado de amores desordenados, entonces reordenar nuestras vidas y reordenar nuestros amores irán de la mano.

Recuperando amistades, reconstruyendo la comunidad

El trabajo de reconstruir amistades y restaurar la comunidad no es complicado, pero sí difícil. No es complejo porque el medio y el fin son los mismos: el camino hacia amistades reconstruidas es reconstruir amistades.

Pero el trabajo también es difícil, porque requiere este reordenamiento de prioridades y patrones de vida. Nuestros sistemas de vida están diseñados a la perfección para los resultados que estamos obteniendo, por lo que necesitamos cambiar las entradas para cambiar las salidas.

Necesitamos rediseñar nuestras vidas en torno a las relaciones.

No podemos continuar predicando un Dios relacional en esta comunidad llamada iglesia y no priorizar la obediencia de la construcción de relaciones. Como sabemos (pero nos cuesta ponerlo en práctica) en toda la iglesia, la construcción de relaciones consiste en estar presente, tomar la iniciativa, construir relaciones fuera de nuestra tribu natural y tener paciencia unos con otros.

1. Preséntate y sé constante

No hay atajos para la amistad y la comunidad. Pero, de nuevo, nada que valga la pena viene sin intencionalidad y perseverancia. Debemos recordar que fuimos creados para estar en comunidad, nos necesitamos los unos a los otros y sin amistades de todo tipo, sufriremos de manera personal y nuestras iglesias lucharán. Necesitamos estar presentes con regularidad contracultural.

Si hemos perdido 300 horas de amistad y compañerismo en 2020, y quizás lo mismo en 2021, ¿cómo vamos a restaurar estos cientos de horas este año y en los años venideros?

Las amistades y las relaciones intermedias toman tiempo. Por lo tanto, «Sean afectuosos unos con otros con amor fraternal; con honra, dándose preferencia unos a otros» (Ro 12:10). Invierte tiempo, amor y honor y las relaciones se profundizarán.

2. Sé quien tome la iniciativa y cree el espacio 

La hospitalidad es la práctica distintivamente cristiana de crear espacio para los demás. Es el patrón cristiano de abrir nuestras vidas y nuestros hogares a las personas, ya sean nuestros amigos habituales o futuros amigos.

He escuchado a innumerables personas durante mis 15 años de ministerio decir que no se sienten conectadas o que los demás no se han acercado a ellos. Pero aquellos con las conexiones más profundas son siempre los que toman la iniciativa y, como manda Pablo, practican la hospitalidad (Ro 12:13). Sé quien tome la iniciativa y la persona que crea el espacio y, con el tiempo, sus círculos relacionales se desbordarán.

3. Cultiva amistades fuera de tu tribu

Como hemos visto, existe un tipo oscuro de pertenencia: cuando desarrollamos un pequeño grupo de amigos que comparten nuestro mismo sistema de creencias y miramos con desdén a los que están fuera del círculo. Para evitar esto, necesitamos cultivar amistades fuera de nuestra tribu natural.

Si todos mis amigos se parecen a mí, tienen un estatus social similar al mío o tienen la misma formación académica que yo, entonces no he progresado mucho en la adopción del estilo de vida general que Jesús demostró. La semejanza a Cristo significa tomar la iniciativa con aquellos que son más diferentes a nosotros y buscar su bien.

La semejanza a Cristo significa tomar la iniciativa con aquellos que son más diferentes a nosotros y buscar su bien

4. Ten paciencia

A nadie le gusta que lo maltraten o lo descarten, pero todos tenemos personas a las que nos cuesta amar. Si somos honestos con nosotros mismos, nosotros también somos personas difíciles de amar.

Tal vez sea excepcionalmente difícil tolerar a las personas de tu iglesia, grupo pequeño o círculo de amistad. Tal vez todo lo que hacen es frustrante. Creo que el Nuevo Testamento diría simplemente, ten paciencia. Pablo lo dijo mejor:

«Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes. Sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el vínculo de la unidad» (Colosenses 3:12-14).

La pandemia ha sido dura para todos, aunque no equitativamente y en distintas maneras, pero aún así ha sido dura. Nuestra cultura nos ha estado moldeando a todos con sus formas dañinas y debemos tener gracia los unos para con los otros, aun con nosotros mismos. Hemos perdido mucho durante los últimos dos años, incluyendo algunas cosas que se han ido para siempre. Pero el camino hacia una iglesia menos solitaria y un cuerpo de amistades prósperas es este: dedicar tiempo y energía, cara a cara, con creyentes y no cristianos por igual, buscando el bien del otro.

Este es el camino de Jesús. Es el diseño dado por Dios para nuestras vidas. Es el camino de regreso a amistades restauradas y una comunidad renovada.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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