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Hace algunos años fui voluntario para un ministerio evangélico llamado Vida Joven. Una vez, cuando estaba sirviendo en uno de los campamentos juveniles, el gerente de alimentos me pidió ayuda. Él quería que sus invitados tuvieran la mejor experiencia posible, así que me pregunto cómo podría predecir mejor qué comida les gustaría. 

Él sabía que yo soy un científico que estudia el pensamiento y comportamiento humano (¡y también que me encanta la buena comida!), así que se preguntó si yo podía usar mi entrenamiento para ayudarle a servir mejor a los adolescentes en el nombre de Jesús.

En mi primer ensayo de esta serie, argumenté que convertirse en científico o profesional que trabaja en campos relacionados con las ciencias puede ser una vocación legítima para un seguidor de Jesús. Tener más cristianos bien entrenados en las ciencias es importante para el mundo en el que vivimos hoy. En mi segundo ensayo, utilicé el acrónimo CIENCIA para ofrecer maneras específicas en las que los profesionales de las ciencias pueden apoyar a los pastores y otros maestros de la iglesia.

En este ensayo, sugeriré otras maneras en las que los profesionales de las ciencias pueden ser útiles a sus iglesias y otros ministerios. Las ciencias se han utilizado para generar información nueva y útil en muchos ámbitos de la vida, ¿por qué no en contextos ministeriales?

Aquí no tengo en mente muchas de las ciencias que aprendemos en la escuela, como la física, química, o geología. No cualquier ciencia será directamente útil para el ministerio. Las ciencias del comportamiento humano, sin embargo, tienen un gran potencial para contribuir. Por “ciencias del comportamiento humano” me refiero a las áreas científicas que estudian cómo piensan y se comportan los seres humanos, ya sea como individuos o grupos. Estas ciencias incluyen enfoques científicos a la antropología, la economía, la neurociencia, la psicología, y la sociología, así como algunas áreas de la biología y la medicina. Para simplificar, usaré el término “ciencias humanas” para describir a las ciencias antes mencionadas.

Las ciencias humanas han comenzado a acumular un conocimiento considerable sobre lo que nos hace más propensos a actuar o no; cuándo y por qué formamos los hábitos que formamos; y cómo aprendemos, pensamos, sentimos, crecemos, y cambiamos. Estas ciencias también estudian cómo los grupos sociales y los contextos físicos impactan nuestra forma de pensar y comportarnos, y cómo los grupos de personas interactúan entre sí. Muchos de estos temas se encuentran en el corazón del buen ministerio, y por lo tanto, estas ciencias están generando conocimiento que podría ser útil para la Iglesia y su trabajo.

Lo que las ciencias humanas nos enseñan

En los últimos años se han desarrollado varias áreas de investigación que se refieren directamente al crecimiento de las virtudes que los ministros tratan de cultivar en sí mismos y en otros. Por ejemplo, la gratitud, el perdón, el autocontrol, y la paciencia se han convertido en temas de estudio en las ciencias humanas. Los científicos están comenzando a desarrollar intervenciones que ayudan a aumentar estas fortalezas de carácter en la gente. Muchos de estos pueden adaptarse a los escenarios del ministerio.

Numerosas áreas menos obvias de experiencia científica también podrían ser útiles para los líderes ministeriales. A modo de ilustración, considere el estudio científico de la personalidad y la toma de decisiones en grupo.

La popularidad de las pruebas de personalidad como el Myers-Briggs y el Eneagrama evidencia el fuerte deseo que muchos de nosotros tenemos de entendernos mejor. Pero estas pruebas son tan proclives a engañar como a proporcionar información. No se basan en ciencia sólida. La prueba de rasgos de personalidad estables y duraderos más comúnmente usada y validada científicamente se llama Los Cinco Grandes.

Si se usa correctamente, una buena prueba de personalidad como Los Cinco Grandes puede ayudar a los individuos a entender mejor aspectos de sí mismos y también ser útil en la consejería para parejas, familias, y grupos. Algunas actividades del ministerio serían más o menos eficaces con, digamos, personas extrovertidas comparadas con personas más introvertidas y, por lo tanto, sería útil conocer los perfiles de las personas en el ministerio.

Aquí está un segundo ejemplo. Las iglesias y otros ministerios a menudo toman decisiones en grupos. Las buenas decisiones surgen de la consideración en oración y de la visión bíblica, pero a veces incluso los grupos devotos y piadosos de seguidores de Cristo toman malas decisiones. ¿Por qué? A veces el culpable es la información limitada o errónea, y a veces los pecados como el orgullo y el egoísmo pueden entorpecer las cosas, pero en ocasiones el problema son las malas estructuras o procesos de toma de decisiones. 

En estos casos, la ciencia de la toma de decisiones en grupo puede ayudar. Por ejemplo, en muchas situaciones, es beneficioso que un pequeño grupo de personas tome una decisión. Alrededor de seis es un buen punto de referencia: hay suficiente gente para obtener una diversidad de perspectivas, pero no tan grande que la presión para representar, amoldarse, o formar alianzas sea difícil de resistir. A menudo es mejor que los individuos más influyentes sean los últimos en dar sus perspectivas. Los grupos deben dedicar tiempo a cuestionar cuidadosamente sus propias suposiciones y pensar en las consecuencias no deseadas, incluso para los planes de acción que les resulten atractivos. Los psicólogos sociales y otros científicos humanos han pasado décadas estudiando la dinámica de grupo y la toma de decisiones. ¿Por qué no deberían las iglesias y otros ministerios beneficiarse de lo que han aprendido?

Poniendo la ciencia en práctica

Los científicos no son solo personas con conocimiento de esto y aquello. Los científicos también han sido entrenados en cómo hacer nuevos descubrimientos. Específicamente, los científicos humanos han sido entrenados en métodos de investigación para estudiar cómo las personas piensan y actúan. Si hay un desafío que interviene en el camino de que un ministerio que sea tan excelente como podría ser, un científico humano podría ayudar reuniendo y analizando datos relativos al problema. 

El gerente de alimentos de Vida Joven quiso predecir mejor qué comida les gustaría a los jóvenes. Así que nos basamos en su experiencia como chef y en mi experiencia como científico humano para generar unas cuantas hipótesis sobre los tipos de factores que podrían llevar a los campistas a tener gusto de algunos alimentos y no de otros. Luego ideé un cuestionario simple para un grupo de estudiantes voluntarios que eran de la misma edad que los campistas y de los mismos lugares. Cuando estos voluntarios comían en el campamento, pedí calificaciones sencillas con respecto su experiencia de la comida. Luego analicé la información. 

¿Qué aprendimos? Parecía que la comida que más les gustaba a los jóvenes era con la que estaban familiarizados, pero que no comían demasiado a menudo en casa. Así que servir alimentos de los que los campistas nunca habían oído o que no habían probado antes no era la mejor estrategia. Los adolescentes no son comensales terriblemente aventureros. Pero tampoco era una buena estrategia tratar de servirles sus alimentos favoritos, como pizza, porque comían pizza todo el tiempo y la pizza del campamento podría no ser tan buena como la que estaban acostumbrados a comer. Este sencillo estudio ayudó al gerente de alimentos a reexaminar su menú y mejorar la comida que serviría a miles de adolescentes que estaban fuera de casa y aprendiendo sobre el evangelio de Jesús.

Mi historia es solo un ejemplo de cómo las habilidades de investigación de los científicos humanos pueden ser útiles para los ministerios. Tal vez usted quiera determinar algunas necesidades puntuales de una congregación. ¿Desea evaluar el impacto de un nuevo programa? ¿Quiere ver qué partes del fruto del Espíritu están creciendo y cuáles no? Estos son los tipos de asuntos que un científico humano podría estudiar en el contexto del ministerio.

Comúnmente, las iglesias y otros ministerios han confiado casi exclusivamente en las impresiones personales de los líderes, en las “anécdotas poderosas”, y en las historias de éxito o fracaso del ministerio. El problema de generalizar a partir de estas fuentes de datos ha sido estudiado a fondo en las ciencias humanas. Como criaturas caídas, todos nosotros —pastores incluidos— tenemos acceso incompleto a la información relevante, y la interpretamos desde una cierta perspectiva o prejuicio. La dramática historia de éxito ofrecida por un feligrés puede no ser representativa de las experiencias de la mayoría de la gente. Podría ser exactamente lo contrario.

Por estos tipos de razones, las ciencias humanas han desarrollado métodos para protegerse de sus propios prejuicios y de las generalizaciones inapropiadas. Sus métodos no son perfectos pero, cuando se aplican e interpretan juiciosamente, mejoran enormemente nuestra capacidad de extraer conclusiones fiables.

Cómo invitar a los científicos al ministerio

¿Cómo puede la Iglesia y sus ministerios aprovechar la utilidad potencial de las ciencias? Permíteme sugerir algunos pasos de acción, primero para los pastores y líderes, y luego para los científicos.

Para los líderes del ministerio, recomiendo conocer a los científicos de su congregación o comunidad. ¿Quiénes son los que podrían estar dispuestos a ayudarle? ¿Cuáles son sus áreas particulares de conocimiento y habilidades, y dónde están sus limitaciones? Tal vez estos científicos necesitan algún discipulado antes de que se aproveche todo su potencial como colaboradores del ministerio. Si es así, ¿puede usted ofrecer ese discipulado y entrenamiento? ¿Hay otro científico dispuesto a guiarlos? 

A través de estos científicos, los líderes del ministerio pueden comenzar a familiarizarse en general con las distintas ciencias, lo que permitirá a los líderes del ministerio recurrir más estratégicamente a ellas para apoyar las actividades del ministerio y la enseñanza.

Para los científicos, les animo a continuar desarrollando su conocimiento de la Biblia y la teología cristiana. Hacerlo será valioso para usted personalmente y también lo hará un recurso más fuerte para su iglesia y el reino de Dios. ¿Cómo puede integrar su fe con su vocación? Encuentre un pastor, anciano, u otro líder de ministerio para ayudarle a desarrollar su habilidades y sensibilidades ministeriales. 

¿Cómo puede usted mejorar al mostrar el amor de Cristo en el trabajo? ¿Cuáles son algunas maneras apropiadas y eficaces para que usted comparta el evangelio con otros? ¿Es usted capaz de guiar a otros que son científicos y seguidores de Cristo? Pase algún tiempo conociendo los ministerios de su iglesia local y otras iniciativas cristianas en su comunidad. ¿Cuáles son sus metas, motivaciones, estrategias, fortalezas, y debilidades? ¿Cómo podría ayudar?

Es importante que tanto los líderes ministeriales como los científicos cultiven el respeto mutuo por la educación, los talentos, y la importancia de cada uno en el reino de Dios. El respeto sienta las bases para el cuidado mutuo y el intercambio de ideas y dones. Este intercambio beneficiará el resto de la Iglesia.

Nota del editor: 

Este artículo fue publicado gracias al apoyo de una beca de la Fundación John Templeton. Las opiniones expresadas en esta publicación son de los autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de la Fundación John Templeton.

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