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En la Biblia no hay científicos. La ciencia moderna no se había inventado todavía. Ese hecho puede llevarnos a pensar que tener una comprensión profunda y científica sobre la creación de Dios no es muy valioso, pero detengámonos un momento y consideremos a Salomón.

En 1 Reyes 4 leemos acerca de la sabiduría que Dios derramó sobre Salomón, quien “disertó sobre los árboles, desde el cedro que está en el Líbano hasta el hisopo que crece en la pared. También habló de ganados, aves, reptiles y peces. Y venían de todos los pueblos para oír la sabiduría de Salomón, de parte de todos los reyes de la tierra que habían oído de su sabiduría” (vv. 33-34).

Una visión bíblica de la sabiduría no separa los dominios de la información “alta y baja” o “sagrada y secular”, sino que ve una unidad en el orden de Dios para su creación. Esta verdad bíblica me ha llevado a entender que el estudio de las ciencias puede ser una vocación divina y que nosotros, la iglesia, debemos animar y apoyar mejor a los cristianos científicos como misioneros en los campos a donde han sido llamados.

No siempre entendí las cosas de esta manera. Crecí en un pueblo montañoso en California y pasé una enorme cantidad de tiempo al aire libre. Me vi fascinado con todas las plantas y animales que encontraba, sus propiedades y comportamiento. Aprendí sobre las frutas y bayas que crecían allí. Me pregunté por qué algunas de las rocas que encontraba eran negras y pesaban muy poco, pero otras eran brillantes y duras como joyas. Mi amor y fascinación por el mundo natural me hizo querer convertirme en científico.

Pero también crecí con un amor por Jesús y, debido a mi devoción a Él, pensé que tenía que “entrar en el ministerio” y convertirme en pastor o misionero. Las iglesias en las que crecí comúnmente recibían misioneros o pastores visitantes que se dirigían a la congregación y nos hablaban de cómo estaban participando en el reino de Dios. Cuando un miembro de nuestra congregación decidía ir al “campo misionero”, hablábamos de él con admiración y orábamos por su labor. Nunca oí que dijeran que los agricultores, maestros, o trabajadores de fábricas estaban haciendo el trabajo del Señor. Ciertamente nunca escuché que hacer ciencia era un campo de misión. Así que pensé que si quería tomar mi fe en serio, necesitaba ser pastor o misionero.

La comprensión del mundo natural —incluyendo a los humanos— es un buen trabajo para un seguidor de Cristo

Mi perspectiva cambió cuando ingresé a la universidad. Cuando empecé mis estudios superiores, pensé que me convertiría en un médico misionero. De esa manera yo podría estudiar ciencias, pero todavía mostrar mi devoción al Señor. Sin embargo, mis profesores de teología me enseñaron que todo el mundo es de Dios, y que casi todas las formas de empleo podían ser hechas como servicio al Señor.

Dios le dio a Adán la tarea de nombrar a los animales, lo que implicaba conocerlos. Dios le dio a Adán y Eva la tarea de cuidar su creación, lo que también requiere obtener conocimiento y entendimiento del mundo natural. No es de extrañar que cuando Dios llenó a Salomón de sabiduría para guiar al pueblo de Dios, le dio conocimiento de las plantas y los animales. La comprensión del mundo natural —incluyendo a los humanos— es un buen trabajo para un seguidor de Cristo.

La ciencia es necesaria, pero no suficiente

Estoy escribiendo desde una cuarentena parcial debido al coronavirus. Esta pandemia que ha tomado al mundo pone en evidencia dos verdades. Primero, que nuestro mundo hoy necesita las ciencias. Para los seguidores de Cristo, la pandemia debe ser un llamado a reconocer la importancia de las ciencias como una vocación divinamente ordenada. Pero en segundo lugar, evidencia que las grandes preguntas que enfrenta el mundo requieren más que las ciencias. Requieren sistemas más amplios de valores, ética y moralidad que puedan ser informados por las ciencias.

Muchos líderes políticos han afirmado que están tomando decisiones sobre si los ciudadanos podrán trabajar, ir de compras, reunirse con amigos, hacer ejercicio al aire libre, o ir a la iglesia basándose únicamente en la ciencia. Están equivocados.

Las ciencias son poderosas herramientas descriptivas para ayudarnos a ver cómo son las cosas y cómo funcionan. Ellas pueden decirnos cómo se propagan los virus y cómo es probable que las alteraciones en el comportamiento humano afecten esa propagación. Las ciencias pueden decirnos que el aislamiento, la pérdida de empleos, y las restricciones de libertades pueden conducir a depresión y ansiedad, o a ira y violencia. Las ciencias pueden dar a los líderes información crítica que debe contribuir a su toma de decisiones.

Pero las ciencias no pueden decirnos quién debe recibir atención médica cuando los recursos son escasos, si la disminución del riesgo de contraer una enfermedad es más importante que el aumento del riesgo de depresión, o cómo las iglesias deben equilibrar la importancia del culto comunitario con el llamado a amar a nuestro prójimo al no poner en riesgo su salud. Las ciencias pueden ayudarnos a ver más claramente lo que es y lo que podría ser, pero no pueden decirnos lo que debería ser.

Cuando los líderes dicen que están tomando decisiones basadas en la ciencia, realmente están tomando decisiones basadas en información científica interpretada a través de los valores que tienen, pero ¿cuáles son esos valores y de dónde vinieron? ¿Los valores de quién deben interpretar las ciencias?

Las ciencias pueden ayudarnos a ver lo que es y lo que podría ser, pero no pueden decirnos lo que debería ser

Los seguidores de Cristo están comprometidos con la idea de que el mundo es de Dios y fue creado por Dios a través de la Palabra (Logos) que se hizo carne en la persona de Jesús (Jn. 1:1-18). El mundo funciona y tiene sentido porque está infundido con la sabiduría de Dios. Entender el mundo, nuestro lugar en él, y cómo debemos vivir como individuos, como comunidades, y como naciones, está basado en respetar apropiadamente el orden de Dios. Como dice Proverbios 1, “El temor del Señor es el principio de la sabiduría”.

En la búsqueda de comprensión y conocimiento, los seguidores de Cristo comienzan con el orden de Dios. Precisamente por eso, podemos ser entusiastas sobre la utilidad de las ciencias. Dios ha creado un cosmos ordenado, por lo que la búsqueda de ese orden es razonable. Dios ordenó a los humanos que cuidaran de su mundo; buscar cumplir bien con este mandato nos motiva a entender el mundo. Y sabemos por la revelación de Dios que somos criaturas limitadas y dañadas por el pecado. Usados correcta y humildemente, los métodos científicos nos pueden ayudar a evitar mejor los errores en la investigación y juntos descubrir modelos en la naturaleza que serían difícil de observar en lo individual.

Aunque algunos científicos han usado las ciencias para justificar distanciarse de Dios, los cristianos pueden usarlas como instrumentos potentes para discernir la sabiduría de Dios para Su mundo. Hacer ciencia puede ser un acto de servicio y adoración al Señor.

Necesitamos cristianos en las ciencias

Muchas de las preguntas y los desafíos más importantes en el mundo involucran la ciencia y la tecnología. Y sin embargo, los seguidores de Cristo están poco representados en las posiciones de liderazgo en las ciencias.

Si queremos que la sabiduría y el orden de Dios estén representados en las ciencias, necesitamos más cristianos que sean científicos excelentes. Y necesitamos que estos cristianos en las ciencias no solo sean excelentes científicos, sino que también tengan una buena comprensión de la teología cristiana y la Biblia. Además, necesitan tener habilidades de ministerio sólidas para trabajar en este campo de misión tan desafiante.

Pero, ¿cómo? Permíteme ofrecer tres sugerencias:

Primero, los pastores, maestros, y padres deben animar a los jóvenes a que se dediquen al estudio de las ciencias. Si algunos jóvenes muestran pasión por el mundo natural, y habilidades matemáticas y de razonamiento, tal vez están llamados a convertirse en científicos. Anímalos a orar y a considerar si las ciencias o un campo relacionado con la ciencia es la forma en que Dios desea que participen en Su reino.

Si queremos que la sabiduría y el orden de Dios estén representados en las ciencias, necesitamos más cristianos que sean científicos excelentes

En segundo lugar, las personas que están adentrándose en las ciencias necesitan discipulado y mentores. Los pastores y los profesores cristianos deben animar a los jóvenes científicos a ser excelentes en sus ciencias, mientras que también deben impulsarlos a crecer en su conocimiento de la Biblia y la teología cristiana. Estos jóvenes científicos pueden necesitar un mentor para ayudarles a aprender cómo integrar su fe cristiana con su vocación científica.

Finalmente, cuando estén listos, las iglesias deben enviar a estos cristianos científicos como ministros en su campo de misión. Estos hombres y mujeres deben ser equipados y enviados para ser mentores de otros cristianos en las ciencias. Anímelos a compartir de manera apropiada y sensible su fe con sus colegas en los campos de la ciencia. Recurra a ellos para obtener consejos sobre los recientes descubrimientos científicos o avances tecnológicos, y sobre cómo la iglesia debe responder a ellos.

Las ciencias y la tecnología forman la cultura y los valores de manera importante en la sociedad actual. ¿Cómo sería diferente el mundo si las manos y los pies de Cristo —sus seguidores— fueran más prominentes en estos campos?

Nota del editor: 

Este artículo fue publicado gracias al apoyo de una beca de la Fundación John Templeton. Las opiniones expresadas en esta publicación son de los autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de la Fundación John Templeton.

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