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El desorden con el tiempo, prioridades, y metas caracteriza la vida de muchos creyentes. Con un escenario así, es casi seguro el fracaso —o como mínimo el estancamiento— en áreas que Dios dejó bajo nuestra responsabilidad, ¡y qué decir de aquello que no podemos controlar!

Muchos piensan que si desarrollamos hábitos, con la motivación y la perseverancia correctas, ellos podrían ser increíblemente transformadores. Pero si estos hábitos son tan sencillos, lógicos, y universales, ¿por qué nos cuesta tanto llevarlos a cabo?

Todo cristiano que ha servido más de una semana en algún ministerio de consejería, puede ver esta debilidad en la vida de los creyentes en proceso de discipulado y, por qué no, en su propia vida. La buena noticia es que el libro Aprovecha bien el tiempo, de Ana Ávila, nos ayudará a ver el aprovechamiento del tiempo y la productividad desde una perspectiva fresca, contextual, y sobre todo bíblica. Ana es editora senior en Coalición por el Evangelio, Química Bióloga Clínica, y miembro de la Iglesia Reforma en Guatemala.

Aprovecha bien el tiempo

Aprovecha bien el tiempo

Grupo Nelson. 192.

En su libro Aprovecha bien el tiempo, Ana nos llama a una reflexión basada en la humildad, sometimiento a la Palabra, y dependencia de Dios: “En este libro descubriremos que sí; hay mucho más para nosotros que simplemente ir flotando por la vida. Pero también descubriremos que ese algo más es muy diferente a lo que solemos esperar. Nuestras vidas no son valiosas por todas las cosas que logramos; nuestras vidas son valiosas por todas las cosas que Dios ha logrado a nuestro favor. Una vez que comprendemos eso, somos libres para ser verdaderamente productivos” (p. 14).

Grupo Nelson. 192.

En su libro Aprovecha bien el tiempo, Ana nos llama a una reflexión basada en la humildad, sometimiento a la Palabra, y dependencia de Dios. Consciente de que muchos creyentes tenemos conflictos con sentirnos productivos y exitosos, Ana expone un análisis que rectifica los conceptos inexactos que llevan a las personas a sentir que solamente flotan por la vida sin saber dónde están y a dónde van:

“En este libro descubriremos que sí; hay mucho más para nosotros que simplemente ir flotando por la vida. Pero también descubriremos que ese algo más es muy diferente a lo que solemos esperar. Nuestras vidas no son valiosas por todas las cosas que logramos; nuestras vidas son valiosas por todas las cosas que Dios ha logrado a nuestro favor. Una vez que comprendemos eso, somos libres para ser verdaderamente productivos” (p. 14).

La autora también afirma que “Aprovechar bien el tiempo es vivir bajo la realidad de lo que ya somos en Jesucristo” (p. 187). Para explicar esto divide el libro en tres partes: El fundamento, los principios, y la práctica.

Una perspectiva bíblica de la productividad

En la parte llamada “El fundamento”, Ana nos recuerda que las necesidades a nuestro alrededor nunca terminan. Los cristianos somos llamados a reconocerlas, a extender nuestras manos y reflejar el carácter del Dios que cuida de los suyos con amor y humildad. Esto es importante porque se basa en los más grandes mandamientos que Cristo explicó a los líderes judíos de su tiempo (Mt 22:34-40).

En la segunda parte, “Los principios”, la autora desarrolla —según los principios bíblicos— las implicaciones de seis palabras claves en la vida de una persona productiva: tiempo, límites, decisiones, enfoque, hábitos, y herramientas. Todos sabemos que el tiempo no se detiene, pero “los cristianos podemos ver el incesante paso del tiempo con esperanza. A pesar de nuestras derrotas personales y los fracasos de la humanidad, la historia sigue caminando hacia el momento en el que la maldad por fin culminará” (p. 57).

Las primeras dos partes conforman la base que explican la tercera parte del libro: “La práctica”. Esta es la más retadora de llevar a cabo, porque —como enfatiza la autora— requiere planificación, priorización, y persistencia. Ana aconseja: alinea tu vida, planea tu semana, y aprovecha tu día. Me llama mucho la atención la humildad de la autora que no se pone por encima del lector, sino que comparte su misma necesidad:

“El multitareaes solo un mito. Lo que estamos haciendo es cambiar de actividad con rapidez fragmentando nuestra atención en todas direcciones en lugar de colocar verdaderamente nuestros ojos en la tarea que tenemos delante. Esta realidad nos humilla… Esto me hace recordar, una vez más, que no necesito estar en todas las cosas a la vez” (p. 100).

Ana nos reta a aplicar esta jornada, más que de productividad, de honrar y glorificar a Dios. Nos llama de vuelta al evangelio y explica que nuestros problemas de productividad y negligencia están relacionados con nuestros conceptos deficientes del evangelio, de Dios, y de quienes somos en Cristo:

“Ese deseo de ser más, indica que nuestros corazones han vagado una vez más en su búsqueda de grandeza… Cuando rechazamos nuestros límites —ya sea a través del trabajo excesivo o intentando pretender que no existen— estamos buscando grandeza en nosotros mismos en lugar de en Dios” (p. 72).

Este libro apunta al evangelio y nos exhorta a depender del Espíritu Santo. Nos recuerda que Dios es Dios y nosotros, con nuestras limitaciones, no somos como Él. La humildad es la primera actitud que debe hacernos reflexionar y llevarnos a examinar con sobriedad qué estamos haciendo con nuestro tiempo, uno de los recursos más valiosos pero mal utilizados. Esto me recuerda la frase de un pastor: “El que pierde el tiempo, pierde la vida. El paso del tiempo es el paso de la vida”.

Cristo, nuestro mayor ejemplo de productividad

Muchos queremos grandes logros, pero nos olvidamos que estos requieren la toma de decisiones que nos lleven a ellos. Para eso, es necesario cambiar hábitos y establecer rutinas basadas en nuestra comprensión de quiénes somos en Cristo. No olvidemos que el camino de la vida cristiana requiere que carguemos nuestra cruz cada día mientras seguimos a Cristo.

Él no perdió el tiempo. Con su corta vida terrenal de 33 años cambió el rumbo de la humanidad. Ese plan tomó miles de años en concretarse. Cuando leemos los Evangelios, los pequeños detalles de la vida y el ministerio de Jesús, que a veces pasan desapercibidos, también forman parte de los propósitos de Dios. Si así fue en la vida de Cristo, ¡cuánto más podría suceder en la nuestra ahora que Él habita en nosotros!

Los cambios en nuestro interior cambian nuestro entorno

Con el equipo ministerial de mi iglesia, como propone la autora, nos propusimos planear la semana con tareas específicas y bloques de tiempo para realizarlas. Esto cambió nuestra perspectiva y nos animó a enfocarnos en lo importante. Ana Ávila presenta el reto de hacer las cosas con excelencia, lejos de una actitud perfeccionista y, sobre todo, aprovechar bien los recursos que Dios nos ha dado.

En su libro Aprovecha bien el tiempo, Ana provee un excelente concepto de comunidad para que no existan creyentes con una filosofía al estilo “llanero solitario”. La Biblia nos afirma que existe una gran nube de testigos animándonos en la carrera que queda por delante. Una tarea a la vez. Aprovechando bien el tiempo porque los días son malos pero, como concluye el libro, teniendo la gran esperanza de que esos días malos e improductivos verán su fin en el reino eterno de Cristo.

“Por mucho que disfrutemos nuestras labores, estas son solo el preámbulo a la gloriosa vida de trabajo y descanso que tendremos en la eternidad con Cristo. En Él fijamos nuestros ojos mientras corremos la carrera de la fe. En Él fijamos nuestros ojos mientras trabajamos para cumplir la misión que nos ha entregado” (p. 187).

Creo que todo creyente debe leer este libro, en especial el creyente latino. Ningún libro de productividad ha sido escrito con una voz tan centrada en el evangelio como este, desde una voz latina y de una generación joven de creyentes, de los cuales los mayores tenemos mucho que aprender.

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