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Mi esposo y yo teníamos que tomar una de las decisiones más importantes de nuestra vida y no sabíamos qué hacer. En el proceso, buscamos consejo de personas cercanas y a las que considerábamos sabias, que fueron de gran ayuda. Pero hubo un consejo en particular que se quedó clavado en mi corazón: «No tomen decisiones basadas en el temor».

Esas palabras fueron impactantes; hasta ese momento no éramos conscientes de que aquello que nos estaba guiando era justamente eso: el temor.

El temor es una de las emociones que más experimentamos y puede convertirse en un gran paralizador. El temor nos detiene y nos lleva a quitar la mirada de Dios para ponerla sobre nosotros y sobre el objeto de nuestro temor.

Dominados por el temor 

El temor en medio de nuestras decisiones casi siempre viene acompañado de la famosa pregunta ¿y si?: «¿Y si al final no resulta?», «¿y si esa persona termina ofendiéndose?», «¿y si nunca recibo esa llamada?», y la lista podría continuar.

Los temores que están presentes en nuestra toma de decisiones muchas veces se basan en posibilidades: pensamos que algo puede suceder y no queremos que se convierta en una realidad. A menudo nuestras ansiedades más profundas tienen que ver con el futuro. Sin embargo, la Biblia nos llama a no preocuparnos por el día de mañana porque Dios conoce nuestras necesidades:

Por tanto, no se preocupen, diciendo: «¿Qué comeremos?» o «¿qué beberemos?» o «¿con qué nos vestiremos?». Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que el Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por tanto, no se preocupen por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástenle a cada día sus propios problemas (Mt 6:31-34).

El Señor también nos llama a pensar en lo verdadero (Fil 4:8); es decir, lo que se corresponde con las verdades bíblicas y la realidad. Todos los escenarios posibles que creamos en nuestras mentes y que nos atormentan no son verdaderos. 

Nuestro rol no es tratar de controlar el futuro en medio de la toma de una decisión. Nuestro llamado es ser fieles a Dios con lo que Él ha puesto en nuestras manos, mientras confiamos en que Su gracia estará con nosotros hoy, mañana y siempre. Esto significa descansar en que el gran Yo Soy ya está presente en nuestro futuro —porque no está atado al tiempo, sino que lo controla todo, pues Su dominio no tiene fin y que desborda Su bondad en cada aspecto del mañana.

Dejarnos dominar por el miedo nos hace olvidar que Dios tiene todo en Sus manos

Cuando nos dejamos dominar por el temor, terminamos quitando los ojos del Señor y de Su infinita sabiduría y poder. El temor nos lleva de manera equivocada a poner el foco sobre nosotros; vemos a Dios pequeño y nos engrandecemos a nosotros mismos. Dejarnos dominar por el miedo nos hace olvidar que Dios tiene todo en Sus manos y nos hace pensar que está en las nuestras.

Tipos de temores

Tomamos decisiones todo el tiempo, pero hay dos circunstancias en particular en las que tenemos la tendencia a dejar que el temor nos domine.

1) Temor a obedecer 

En ocasiones tenemos claro qué decidir, pues el asunto está revelado de manera directa en la Palabra de Dios, pero aún así nos dejamos dominar por el miedo a lo que podría suceder.

Quizás Dios te está llamando a dejar una relación de infidelidad y confesar tu pecado a la persona a la que has fallado, pero no lo haces porque tienes miedo a lo que pase cuando confieses tu pecado o tienes miedo de lo que pudieras llegar a perder. O puede que Dios te esté llamando a no ser controlador, pero no obedeces porque tienes miedo a lo que podría pasar si «sueltas» lo que estás tratando de controlar.

En cualquiera de los casos, notemos cómo el temor nos lleva a poner los ojos en nosotros y no en Aquel que nos llama a hacer Su voluntad. En estos casos, recordemos que Dios tiene total autoridad sobre nuestra vida. Él es soberano, tres veces santo y siempre bueno.

2) Temor a equivocarme

En otras ocasiones no tenemos claro qué decidir, pues no sabemos con certeza qué camino tomar, pero también entonces nos dejamos dominar por el miedo.

Quizás tienes dos opciones de trabajo y no terminas de decidir, porque tienes miedo de equivocarte y de lo que vaya a pasar con tu decisión. O puede que necesites tomar una decisión acerca de una situación con tus hijos, pero no terminas de decidir porque tienes miedo de cómo les puede afectar, tienes miedo de que ellos no lo vean bien, o temes que lo que hagas no resulte siendo la voluntad de Dios.

En medio de cualquier decisión necesitamos confiar en Dios. Sus mandamientos son para nuestro bien, Él nos cuida y quiere guiarnos a Sus propósitos

En cualquiera de los casos hay algo que necesitamos entender: no hay manera en la que podamos cambiar la voluntad de Dios o Sus propósitos. Recordemos: «Todo cuanto el SEÑOR quiere, lo hace, / En los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos» (Sal 135:6). Dios no puede ser controlado. No lo puedes tomar por el cuello y llevarlo hacia donde quieras, como si fuera un animal. Él es el soberano. Dios hace todo lo que Él quiere, cuando quiere y como quiere: nadie puede cambiar Sus propósitos.

En medio de cualquier decisión necesitamos confiar en Dios. Necesitamos creerle cuando nos dice que Sus mandamientos son para nuestro bien (Dt 6:24), y descansar en que Él tiene cuidado de nosotros y quiere guiarnos a Sus propósitos.

Dominados por Su amor

A mis hijos no les gustan las agujas, como casi a todo niño pequeño. Hace algunos años tuvimos que hacerles varios estudios médicos, pero uno de ellos de manera particular estaba lleno de temor y se resistía a que le tomaran una muestra de sangre. Tuvimos que sostenerlo con fuerza y, en Su gracia, Dios me guió en cómo hablarle.

Recuerdo que le dije: «Mírame a mí, no mires la aguja. Tú sabes cuánto te ama mami. Sé que tienes miedo, pero todo esto es por tu bien, aunque sé que duele. Confía en mí, quédate mirándome y verás cómo todo va a pasar pronto».

Esas palabras, que creo que Dios puso en mi corazón para mi hijo, las usó luego para mi propia vida. Me hizo ver cómo yo también reacciono como mi hijo ante el temor y me recordó que no hay un mayor antídoto para el temor que el amor. Como cristianos, sabemos que somos amados, por eso Pablo escribió:

También ruego que arraigados y cimentados en amor, ustedes sean capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios (Ef 3:17-19).

El sabernos amados por Dios debe ser lo que nos domine y no nuestros temores. En el pasaje citado, Pablo nos muestra cómo conocer lo vasto del amor de Cristo, y entender que ese amor sobrepasa todo entendimiento, nos llena y nos lleva a vivir en plenitud. Entender Su amor nos lleva a descansar.

No tomar decisiones con base en el temor significa decidir bajo el filtro del amor de Cristo y no bajo el filtro del temor

Tomar decisiones sin dejarnos dominar por el temor no significa dejar de evaluar las situaciones, ni dejar de orar o buscar consejo. Tampoco significa que tomaremos decisiones irresponsables. Lo que sí significa es que la evaluación y la ayuda para tomar esas decisiones estarán bajo el filtro del amor de Cristo y no bajo el filtro del temor.

El amor del Señor hacia nosotros es un amor incondicional, un amor que busca el bien mayor del que ama, un amor con un compromiso total. Su amor está motivado por quién es Él, no por quiénes somos nosotros. Su amor nos da seguridad. Ese amor nos mueve a llevar nuestros temores y preguntas sin respuestas delante del trono de Aquel que controla todo y que obra a nuestro favor. Dios nos amó en Cristo y lo hizo hasta el fin; hasta que no tenía nada más que dar, porque lo había entregado todo (cp. Ro 8:32).

Entonces, cuando los temores se asomen al tener que tomar una decisión, pon la situación a la luz de la profundidad del amor de Cristo. Toma la decisión no con base en tus miedos, sino con base en tu seguridad en Aquel que te ama como nadie más jamás podrá hacerlo.

Que el perfecto amor de Cristo te lleve a rendir tu temor.

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