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Me encantaría tomar un poco de maná con Moisés. Me encantaría hacerle preguntas a este humilde hombre sobre el peso del liderazgo, para deducir las ricas verdades que Dios le enseñó durante esos largos años intermedios mientras esperaba en Madián. Pero, sobre todo, me encantaría preguntarle sobre su experiencia con la guía de Dios.

Como alguien que pasa muchas horas procesando los misterios y profundidades de la voluntad de Dios con adultos jóvenes, y como alguien que continúa preguntándose qué seré “cuando sea grande”, la guía de Dios es un tema principal en mi corazón y mi mente.

La guía de Dios antes de la venida de Cristo

Moisés conocía la guía de Dios de cerca y personalmente. Muy personalmente. Tanto como un arbusto de fuego ardiendo en tu cara, y una columna de fuego delante de ti.

No había mucha duda de cómo Dios guiaba a Moisés. Le habló después de llamar su atención con un arbusto extrañamente ardiente. Dios lo envió a Egipto, con instrucciones paso a paso, para ser un instrumento de rescate para el pueblo esclavizado de Dios (Éx. 3-4). El llamado de Dios puede no haber sido fácil, pero fue bastante claro.

Después del milagroso cruce del mar Rojo, Dios continuó avanzando por delante de su pueblo de una manera milagrosa y clara:

“El Señor iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarlos, a fin de que anduvieran de día y de noche. No quitó de delante del pueblo la columna de nube durante el día, ni la columna de fuego durante la noche”, Éxodo 13:21-22.

Al deambular hasta el día siguiente en el campamento, en el abrasador sol del desierto, Dios les dio una nube para darles sombra y dirigirlos. En las frías temperaturas de las noches oscuras del desierto, Dios les dio un fuego para calentar y dirigir su deambular. La situación extrema de Israel se convirtió en la oportunidad de Dios para cuidarlos.

La guía de Dios desde la venida de Cristo

Por supuesto, la nube y el fuego nunca fueron destinados a ser permanentes. Los medios de la guía de Dios para su pueblo antes de Cristo siempre fueron provisionales y temporales; desde antes del comienzo, Él conocía su final y duradero plan. Y después de la vida, muerte, y resurrección de Cristo, tenemos una guía aun más segura.

Durante Pentecostés, los discípulos de Cristo experimentaron algo que probablemente les recordó a Moisés y a la generación del desierto: el viento y el fuego.

“Y de repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados. Se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos”, Hechos 2:2–3.

En lugar de dirigir nuestros pasos desde afuera, Él ha elegido vivir dentro de nosotros.

A los discípulos, y a todo el pueblo de Dios que lo sigue, se les ha dado algo mucho mejor que algo escrito en las nubes, o columnas de humo y fuego. De hecho, no tenemos algo; tenemos a alguien llamado el Espíritu Santo. En lugar de dirigir nuestros pasos desde afuera, Él ha elegido vivir dentro de nosotros.

Mientras que Moisés había sido guiado por Dios a través de columnas de nubes y fuego, nosotros, al otro lado de la encarnación de Cristo, tenemos algo aún mejor: el Espíritu que mora en nosotros para guiarnos.

Guía para hoy

Regularmente me siento con estudiantes universitarios de último año o recién graduados para hablar sobre la voluntad de Dios, y para ayudarlos a discernir sus próximos pasos. Al final, estas conversaciones nos llevan a un punto de conflicto similar. Con toda seriedad me dicen: “Desearía que Dios escribiera en el cielo o me diera un mapa”, o “Si tan solo pudiera tener esta conversación con Jesús mismo”.

Me encanta compartir con ellos las emocionantes y liberadoras noticias de que no tenemos que preguntarnos cuál es nuestro destino. Puede parecer que estamos vagando sin rumbo por el desierto, pero la voluntad clara de Dios es que seamos conformados a la imagen de su Hijo. Como Pablo escribió a la iglesia en Tesalónica: “Esta es la voluntad de Dios: su santificación” (1 Ts. 4:3).

El destino es claro

Si bien esto no responde directamente a las preguntas candentes sobre qué trabajo tomar, con qué persona casarse, o con qué iglesia asistir, sí nos levanta el velo de confusión que se deriva de una visión errónea de la voluntad de Dios. La voluntad revelada de Dios se muestra claramente en su Palabra iluminada por su Espíritu.

Con el Espíritu interno de Dios para iluminar su Palabra, podemos procesar sabiamente las decisiones de nuestras vidas. También confiamos en la sabiduría de otros, particularmente en nuestra iglesia, que también tienen el Espíritu y conocen su Palabra. De esta manera, tomar decisiones puede convertirse en un proceso dulce, en lugar de un dolor de cabeza frustrante, que nos acerca al corazón del Padre.

Ahora que lo pienso, tal vez Moisés está deseoso de oír de ti y de mí. Quizá en el cielo nuestros antepasados espirituales, que experimentaron la guía de Dios antes de la venida de Cristo, quieran escuchar historias de Su fidelidad al guiarnos, por su Espíritu, de camino a casa.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún.
Imagen: Lightstock.
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