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#coaliciónresponde es una entrada semanal donde los contribuyentes de Coalición por el Evangelio dan respuesta a diversas inquietudes. Puedes usar #coalicionresponde en las redes sociales o escribirnos a [email protected] con tus preguntas.

En las distintas etapas históricas en las que se escribió la Biblia no existían los avances científicos y tecnológicos para llevar a cabo trasplantes de órganos, así que la Escritura no se pronuncia a este respecto y guarda silencio (al igual que en muchos otros temas). Así, no hay una prohibición expresa ni tampoco una autorización expresa, simplemente no hay nada al respecto.

Entonces, ¿de qué manera debemos afrontar estas preguntas razonables?

Es cierto: la Biblia no da una respuesta directa a esta situación. Sin embaego, existen principios contenidos en ella que nos arrojan luz para nuestro caminar (Sal. 119:105). La Biblia no es un manual de “Haga/No Haga”, sino una revelación específica, clara y directa sobre quién es Dios, su carácter, y las formas en que Él se ha relacionado con la humanidad a lo largo de la historia.

Debemos tener eso en mente cuando nos encontramos con cuestionamientos como estos. Conocer a Dios tendrá como consecuencia, entre otras, una repercusión en la forma que entendemos nuestro entorno y nos relacionamos con nuestro prójimo.

A la hora de responder si debemos o no donar órganos de nuestro cuerpo, hay al menos dos situaciones que merecen ser observadas: (1) La moralidad de la práctica (bioética) y, (2) Cuestiones sobre la resurrección.

Cuestiones éticas

En la cuestión bioética debemos decir que aun cuando la acción de donar órganos no es moral o inmoral en sí misma —no contraviene principio bíblico alguno—, quien desee hacerlo deberá documentarse de manera nutrida y tomar una decisión informada. Por un lado, puedes y debes considerar cuánto beneficio temporal pudiera traer tu donación a la vida de otro ser creado a la imagen de Dios. A la vez, puedes y debes considerar cómo tu familia puede verse afectada por esta decisión.

De más está decir que es sabio pedir consejo directo a aquellos creyentes con quienes se está en constante comunión y comunidad. En este caso, la donación es más una cuestión de conciencia. Si tu conciencia te acusa, la Biblia es muy clara sobre cómo proceder al respecto: no lo hagas (Romanos 14:22-23).

Cuestiones de la resurrección

La segunda “pregunta detrás de la pregunta” se relaciona con la resurrección. Dado que la esperanza que todo creyente en Cristo tiene es precisamente la resurrección (1 Cor. 15:12-19), tiene mucho sentido que surjan dudas acerca de la misma, y propiamente acerca de nuestros cuerpos al resucitar. ¿Será necesario para un cuerpo resucitado un páncreas, un hígado, o un estómago? ¿Serán necesarios en la eternidad los riñones y las córneas?

A este respecto, la Biblia sí se pronuncia abiertamente y nos dice que nuestro cuerpo será uno distinto a este cuerpo terrenal (1 Corintios 15:40-50); que resucitará en semejanza al cuerpo glorioso de Jesucristo (Efesios 3:20-21); que en la eternidad ya no habrá llanto, tristeza, muerte ni, por ende, enfermedad (Apocalipsis 21:3-4).

Ambos puntos son temas que se deben abordar con delicadeza y con respeto, pero siempre a partir de la sabiduría que la propia Palabra de Dios nos revela, en concordancia con la búsqueda oportuna del consejo correspondiente.

Amar al prójimo siempre

A través de su Palabra, Dios nos revela que amar al prójimo como a nosotros mismos no es una opción, sino un mandato (Levítico 19:18; Marcos 12:31; Lucas 10:27). Si se permite, en un sentido amplio y extensivo, la donación se puede considerar como una forma de amor póstumo hacia el prójimo.

Al hacer entrevistas para preparar esta respuesta, un amigo pastor me dijo algo que merece la pena analizar: “Dios es tan sabio, que al crearnos nos dio dos riñones, sabiendo que podemos funcionar perfectamente solamente con uno”. Esa afirmación me hizo pensar en los casos en que padres han donado un riñón a hijos, hermanos a hermanos, tíos a sobrinos, etcétera.

Tanto donador como receptor pueden seguir llevando vidas normales (con los respectivos cuidados) con un solo riñón. Creo, a título personal, que amar al prójimo no se limita únicamente a tratar bien a alguien, o a no murmurar en contra de alguien, o a servirle a alguien que muchas veces nos ha ofendido. ¿Podría ser la donación de órganos una forma más de amar al prójimo?

En la eternidad será distinto

Como consecuencia de la caída, todos vamos a morir. Sin embargo, como creyentes sabemos que seremos levantados un día en semejanza a la gloria del Unigénito de Dios, en quien, y a través de quien hemos sido adoptados, y que nuestros cuerpos ya no tendrán las necesidades que actualmente tenemos.

Sobre la base que se considera en Romanos 14:22-23, se puede proponer que la decisión final la debe tomar en lo personal cada creyente, luego de haberse informado y haber buscado sabiduría en el consejo bíblico de sus hermanos, tomando en cuenta que, en la eternidad, nos bastará la presencia de aquel que nos llamó de tinieblas a luz y la realidad será que no necesitaremos absolutamente nada más.

Imagen: Lightstock
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