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Llevo años siguiendo el mismo plan de lectura de la Biblia.

Sencillamente, nada me ha moldeado tanto en estas dos últimas décadas como aprender (y reaprender) a trabajar lentamente con las lecturas asignadas para cada día, mañana tras mañana, mes tras mes, año tras año. El plan que sigo tiene cuatro lecturas cortas al día, y veinticinco días al mes. Esto permite al lector recorrer la totalidad de las Escrituras en doce meses. Toma unos quince minutos al día, a un ritmo de lectura promedio, el cual es demasiado rápido para la lectura bíblica (más sobre esto más adelante).

No es que este hábito de empezar cada día con la Biblia abierta (y café) sea siempre limpio y fácil, pero es mucho más automático, agradable y fructífero ahora, después de veinte años, que al principio. Es asombroso cómo puede cambiarte un hábito diario de larga duración, no solo en términos de vías psicológicas y acciones externas, sino también en cómo el alma puede ser moldeada y condicionada.

Tendemos a sobrestimar lo que podemos cambiar a corto plazo y a subestimar lo que podemos cambiar a largo plazo.

Condicionar el alma

Nuestras almas pueden condicionarse, al igual que nuestros cuerpos. De hecho, nuestras almas son quizás más «condicionables» que nuestros cuerpos testarudos («hermano asno», como C.S. Lewis llamaba al cuerpo). Dios hizo nuestras mentes y corazones para ser entrenados y reentrenados. Son plásticos, tomando prestado el término de la neurología. Puedes entrenarlos en la avaricia (2 P 2:14) o entrenarlos para la piedad (1 Ti 4:7).

Tendemos a sobrestimar lo que podemos cambiar a corto plazo y a subestimar lo que podemos cambiar a largo plazo

Entre los muchos y profundos beneficios de comenzar cada día con la voz de Dios, está el modo en que este encuentro inicial con Dios a través de su Palabra forma, entrena y condiciona a nuestro hombre interior. Después de años de lectura de la Biblia, sé que me queda un largo y doloroso camino por recorrer, pero no quiero pasar por alto las profundas bendiciones y alegrías que proporciona la meditación matutina de la Palabra de Dios.

¿Por qué no marcar las casillas?

Con el paso de los años, hasta donde puedo decir, quizás el «descubrimiento» más significativo para mí en la lectura diaria de la Biblia fue aprender a ignorar esas pequeñas casillas junto a cada una de las lecturas diarias. Si eres de los que se fijan en las casillas, está bien. Solo comparto mis propias debilidades y faltas dando testimonio del descubrimiento. Por tonto que parezca, cuando dejé de marcar las casillas, algo empezó a cambiar en mi actitud hacia la Palabra de Dios.

¿Por qué no marcar las casillas? Allí estaban, inmediatamente a la izquierda de cada pasaje asignado, visiblemente vacías, prácticamente pidiéndome que las llenara. Pero lo que empecé a reconocer en mi propia alma es que terminar cada lectura marcando una casilla estaba promoviendo o reforzando en mí un enfoque equivocado. Cuando el desarrollo de mi «tiempo a solas con Jesús» se dirigía cada vez más a marcar una casilla, me estaba orientando en la dirección equivocada. Necesitaba entrenarme de nuevo, omitiendo ese paso para reforzar en mi alma que no estaba sentado frente a las Escrituras para cumplir con la primera tarea del día. No estaba allí para conseguir logros. Esto no era trabajo, sino devoción.

Más tarde en el día, podría hacer el trabajo duro de estudiar la Biblia o trabajar para producir algún artículo o sermón. Pero por ahora, como primera actividad de la mañana, tenía la Palabra de Dios abierta ante todo para recibir, para ver a Jesús, para alimentar mi alma con Él. Lo que mi alma realmente necesitaba para empezar el día era a Él, no una pequeña sensación de logro. Necesitaba encontrar y disfrutar al Jesús resucitado, no marcar la primera tarea del día.

Lo que mi alma realmente necesitaba para empezar el día era a Jesús, no una pequeña sensación de logro

Ahora sé que hay un pequeño efecto de dopamina en marcar casillas y tachar elementos de una lista. Pero con el tiempo, me sentí insatisfecho. No quería confundir el gozo de completar una tarea con la profundidad y la riqueza duraderas de sentir que mi alma era alimentada, que era verdaderamente feliz en Cristo a través de Su Palabra.

En retrospectiva, veo que aprender a no marcar las casillas hizo que cayeran otras fichas en el dominó.

Reduce la velocidad

A un ritmo de lectura promedio, se necesitan unas setenta horas para leer toda la Biblia. Si lo dividimos en trescientos días (veinticinco días al mes), tenemos menos de quince minutos al día. Cuando me dedicaba a marcar casillas, podía terminar las lecturas del día en diez o doce minutos. Al final de la cuarta lectura, apenas recordaba lo que había leído en el primer, segundo o incluso cuarto pasaje.

Cuando dejé de marcar las casillas, eso me ayudó a recordar que no estaba allí para terminar las lecturas, sino para alimentar mi alma. Esto me permitió reducir mi velocidad de lectura. Podía leer a un ritmo lo más lento y pausado que me resultara agradable, y detenerme a releer cualquier frase o párrafo que me resultara especialmente confuso o dulce, y aun así el tiempo total transcurrido sería inferior a media hora.

En el libro Meditation and Communion with God [Meditación y comunión con Dios], el veterano profesor de seminario Jack Davis promueve «un compromiso más reflexivo y pausado con las Escrituras» en nuestros días (p. 20). Según Davis, la naturaleza de la vida moderna y la «sobrecarga de información» que tenemos a través de la televisión, los teléfonos inteligentes y un sinfín de nuevos medios de comunicación «hace que una lectura lenta, pausada y reflexiva de las Escrituras sea más vital que nunca» (p. 22).

Devociones fuera de horario

Otra ficha de dominó que no tardó en caer fue aprender a reservar el tiempo suficiente para poder perder la noción del tiempo. Lo que algunos en el mundo laboral llaman «fluir» me resultó inmensamente útil para las devociones matutinas. Necesitaba sentarme en un lugar donde no estuviera mirando el reloj, ni oyendo las campanadas, ni mirando la hora cada pocos minutos. El resto de mi día parecía tan cronometrado y pendiente del reloj. En esos momentos matutinos ante el Cristo resucitado, necesitaba perder la noción del tiempo, leer despacio y releer, explorar las referencias cruzadas e irme por las ramas a través del canon.

Algunos días, la primera lectura asignada me encontraba y alimentaba. Otros días, poco o nada me llamaba la atención en las cuatro lecturas breves, y las repasaba para encontrar algún punto en el que detenerme y alimentarme. Pero ninguna sucedía bien «en el tiempo». No había un marco temporal fiable que pudiera asignar a la verdadera alimentación del alma. Así que necesitaba suficiente espacio para detenerme ante Dios sin apresurarme a pasar a la siguiente parte del día.

Para empezar, yo recomendaría media hora, con la expectativa gozosa de que aumentará con el tiempo, a medida que se profundice tu aprecio por estos momentos matutinos, tranquilos y sin prisas, en torno a la Palabra de Dios.

Muévete hacia la meditación

Por último, y más importante, no marcar las casillas me permitió pasar de la lectura lenta y pausada a la meditación, y de la meditación a la oración.

A medida que avanzaba en las lecturas del día, buscaba un lugar en el que detenerme y alimentarme, para realmente introducir algo en mi alma, buscaba un lugar en el que meditar esa mañana sobre alguna palabra en particular de Cristo para mí. Esa meditación es un arte perdido en nuestros días: no la meditación oriental, en la que se vacía la cabeza, sino la meditación bíblica, en la que se trata de llenar la mente con la verdad revelada por Dios y se intenta introducirla en el corazón.

Al tener tu lectura bíblica debes recordar a tu alma: «Estoy aquí para disfrutar de Jesús»

Así pues, la meditación puede servir como una especie de «disciplina puente» entre la lectura de la Biblia y la oración. Yo solía terminar de leer los pasajes, marcar las casillas y luego, de forma poco natural, me ponía a orar a través de listas, por mí, mi familia, mis amigos, mis compañeros de ministerio y misioneros. Aprender a pasar de la lectura pausada de la Biblia a unos minutos de meditación sobre un párrafo o versículo en particular me ayudó a centrarme y alimentarme de una gloria divina específica para la mañana, y luego convertirla en el trampolín y tema de mis oraciones.

Suficiente por hoy

No voy a pretender que no marcar las casillas sea para todo el mundo, pero quizá como a mí te ayude dar algún paso desafiante para recordarle a tu alma: «Estoy aquí para disfrutar de Jesús».

Una nota final: cuando dejé de marcar las casillas, ya no sentí la presión de «volver atrás» y recuperar las lecturas que no había completado el día anterior. Esto me liberó para centrarme realmente en alimentar mi alma hoy, para «tomar la porción del día», en lugar de intentar compensar lo de ayer, o lo de la semana pasada. Me doy cuenta de que para los nuevos lectores de la Biblia puede no ser tan fácil. Se necesita el contexto para entender bien los versículos. Eso es importante. Pero me gustaría que te animaras a tener un sentido más intuitivo del contexto, que crece enormemente con el tiempo, a medida que haces el viaje anual a través de las Escrituras, y complementas tu lectura con diversos estudios.

Como afirmó tan memorablemente George Müller (1805-1898), su primer propósito diario era que su alma se sintiera feliz en Dios.

Dejar las casillas en blanco me ha ayudado con eso.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Eduardo Fergusson.
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