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El momento más importante para estar en la iglesia es cuando no tienes deseos de ir.

Hablé de esto recientemente con tres cristianos, dos que luchan contra la depresión y un tercero que acaba de pasar por una dura ruptura. Ellos dejaron de reunirse con el pueblo de Dios durante una temporada difícil. Durante semanas o meses, los tres han decidido dejar de ir a la iglesia.

Uno dijo que sería insatisfactorio, que simplemente no hay una sensación de conexión. Otro dice que sería incómodo, porque no quiere ver a su ex. El último dice que sería inútil, porque ya no tenía deseos de estar allí.

No estoy aquí para minimizar sus cargas o condenarlos por sentirse como se sienten. No les escribo a ellos ni sobre ellos. Estoy escribiendo a cada cristiano que se siente como ellos se sienten, que siente (como yo lo he hecho antes) que reunirse con el pueblo de Dios será insatisfactorio, inútil o simplemente incómodo.

Escribo para decir algo que les dije a mis tres amigos en algún momento de nuestras conversaciones: El momento más importante para estar en la iglesia es cuando no tienes deseos de ir.

Mucho más que un lugar

Sí, ya sé que la iglesia son las personas, no un lugar. La iglesia es un cuerpo, no un edificio. La iglesia es algo que los cristianos son, no solo un lugar al que los cristianos van. Sí, también sé que la iglesia es una familia que debe reunirse, estudiar, comer, tener comunión, orar y servir durante toda la semana, no solo los domingos. Sé estas cosas, y si has caminado con Dios por un tiempo, tú también las sabes.

El momento más importante para estar en la iglesia es cuando no tienes deseos de ir

Pero también sé que la iglesia está marcada, es conocida y es vivificada por sus reuniones regulares, rítmicas y ordenadas (He 10:24-25). Un cuerpo que nunca está unido se parece más a un almacén de prótesis, y una familia que nunca tiene cenas familiares o salidas o reuniones no será una familia sana, si es que es una familia.

Claro, puedes escuchar música de alabanza y un sermón en línea, pero no habrá ningún intercambio personalizado, no habrá ninguna comunión cara a cara y no habrá pan ni vino. Claro, puedes leer la Biblia y orar por tu cuenta, pero no oirás la voz preparada de tu pastor enseñándote, consolándote y corrigiéndote. Sí, podrías asistir a otra iglesia por un tiempo porque la tuya no está siendo satisfactoria, pero eso no es tratar a tu iglesia como una comunidad de pacto.

Los pactos se hacen para los momentos difíciles, no para los buenos. En los tiempos buenos, no necesitamos pactos, porque podemos arreglárnoslas y mantenernos unidos solo con nuestros sentimientos. Pero las comunidades de pacto nos sostienen cuando flaqueamos y nos levantan cuando hemos caído. Nos animan cuando estamos cansados y nos despiertan cuando estamos dormidos. Nos sacan de nosotros mismos y nos llaman a asumir nuestros compromisos y responsabilidades. Nos invitan a volver al jardín de la comunidad cristiana, donde crecemos.

No se trata de ti

Lo entiendo. El equipo de alabanza no seleccionó las canciones de tu lista de reproducción favorita; el pastor no tuvo el tiempo y los recursos para elaborar un sermón fascinante con un equipo de escritores de discursos presidenciales; la membresía puede no tener la combinación perfecta de santos mayores para guiarte, santos más jóvenes para energizarte, santos maduros para aconsejarte, santos hospitalarios para hospedarte y santos extrovertidos para buscarte.

Pero hay algo más que sé: si tu iglesia cree en la Biblia, predica el evangelio, practica las ordenanzas y los miembros se sirven los unos a los otros, entonces tu iglesia tiene santos, y esos santos son tus hermanos y hermanas, tus padres y madres, tus compañeros peregrinos cansados que caminan por el mismo desierto que tú: lejos de Egipto, rodeados de columnas de nube y fuego, con los ojos puestos en la tierra prometida.

Lo que quiere decir que esto en realidad no se trata de ti.

Esas personas que tú desearías que te buscaran, se preocuparan por ti y te ayudaran, necesitan que tú hagas lo mismo (Gá 6: 9-10). Ese pastor que tú desearías que fuera un mejor predicador probablemente esté orando esta mañana para que seas un buen oyente (Mr 4:3-8, 14-20; Stg 1:22-25). Aquellas personas cuyos dones espirituales necesitas desesperadamente también necesitan desesperadamente tus dones espirituales (Ef 4:15-16). Aquellas personas cuya comunión te resulta insatisfactoria, inútil o simplemente incómoda, no necesitan tus críticas, sino tu cooperación en el evangelio (Fil 4:2-3).

No puedes hacer nada de esto si no estás presente.

Medios de gracia vitales

En todos los tiempos y lugares, la reunión de los santos es un medio de gracia establecido por Dios para edificar a Su pueblo. Los cristianos se reúnen para adorar no solo porque puede ser útil si todas las estrellas se alinean, o si nuestros líderes planean el servicio perfecto, o si todo el mundo nos sonríe con el grado exacto de sinceridad, manejan las pláticas sin problemas y nos involucran en la conversación con la profundidad correcta, que no es ni demasiado personal ni demasiado superficial.

Nos reunimos porque el Dios al que adoramos ha instituido nuestra reunión como una forma principal en la que Él nos lleva a la madurez, fortalece y reconforta

Nos reunimos porque el Dios al que adoramos ha instituido nuestra reunión como una forma principal en la que Él nos lleva a la madurez, fortalece y reconforta. No es solo cuando las canciones, las oraciones, los sermones o las clases de la escuela dominical tocan nuestras almas justo donde necesitamos ser tocados. Nos reunimos porque Dios edifica a Su pueblo a través de nuestra reunión en cada momento, en cada lugar, sin falta, no importa cómo nos sintamos. Como la lluvia en los campos, así funcionan nuestras reuniones.

Pide por gracia. Luego ve.

Sé que puede que no tengas muchas ganas de ir el domingo por la mañana. Puede que no te apetezca durante un tiempo. Pero te pido que confíes en Dios, pidas gracia y vayas.

Ve, porque la iglesia se reúne todos los domingos para recordar la muerte de Jesús por nuestros pecados y la resurrección de Cristo de entre los muertos, y eso es precisamente lo que todos necesitamos recordar y celebrar, independientemente de lo que ocurra en nuestras vidas.

Ve, porque la piedra que te deja atrapado en la cueva de la depresión puede ser rodada en una noche, y una vez que Dios lo hace, ningún soldado romano o sacerdote judío puede detenerlo. Ve, porque te estás reuniendo para anticipar un matrimonio más grande que el que esperabas que ocurriera este mismo año. Ve, no porque tus pruebas no sean reales, sino porque ese pan y ese vino presentados representan la crucifixión de los peores pecados que hayas podido cometer y de las peores realidades que hayas vivido.

Ve, y en tu ida, crece. Ve, y en tu ida, sirve. Ve, y en tu ida, deja que Dios recoja los pedazos de tu corazón y reconstruya el tipo de mosaico que solamente se hace a mano cuando los santos permanecen comprometidos con el proyecto de construcción de Dios a largo plazo, cuando se hablan la verdad unos a otros en amor (Ef. 4:15-16).

El momento más importante para estar en la iglesia es cuando no quieres ir. Así que por favor, hermanos y hermanas: Vayan.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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